24. Mi maldito desastre
Lentamente, se levantó tambaleante no solo por las corrientes de aire, el mareo y aquella sensación de la visión aún no se iba del todo. Aún se sentía como si estuviese en ese lugar, su vista era difusa, dificultosa, y se le hacía doloroso respirar con normalidad.
—¡Jeimmy! —sollozó— Me voy a caer.
—Tranquila —dijo Jeimmy con calma—, no vas a caer, nada malo va a pasar. Solo cálmate, ¿sí?
Asintió frenética porque no podía hablar mucho, su cabeza le daba vueltas y no podía respirar bien, los pulmones le ardían y las piernas le temblaban demasiado. No se sentía del todo despierta, creía que una parte de su conciencia seguía percibiendo lo que sucedía en Fedrá. Murmullos vagos y molestos escuchaba a su alrededor y podía sentir su presencia, como si Kaled estuviese allí con ella.
—Camina lentamente hacia acá —se ubicó en el extremo de la baranda justo en el borde donde terminaba el puente—, no te preocupes, yo te sostendré cuando llegues solo no mires hacia abajo, mírame a mí.
Trató de enfocar su atención en él, olvidar y dejar a un lado esa sensación de mareo. Debía convencerse a sí misma que estaba despierta, que todo eso solo fue parte de su sueño y que no volvería. Dio varios pasos lentos hacia enfrente sin despegar sus ojos de Jeimmy, este le devolvía la mirada con una sonrisa en su rostro para calmarla, pero pudo ver ese brillo de suma preocupación reflejada en sus pupilas.
—¡No escaparás de mí! —un susurro amenazante resonó en su cabeza, era Kaled.
Asustada por aquello y la fuerza de una nueva corriente de aire gélida, trastabillo a punto de caer y con un grito ahogado, se sostuvo como pudo de la baranda bajo sus pies. Una vez más y en la misma posición arrodillada, divisó una silueta frente a ella. Esta se agachó para quedar a su altura, era una simple sombra oscura y difusa que al parecer solo podía ver ella.
—No trates de huir, será peor para ti —susurró para luego desaparecer.
—¡Déjame en paz! —gritó ella entre sollozos.
—¡Naomi! —gritaba Jeimmy, pero ella lo sentía muy lejano.
Solo faltaban un par de metros, unos seis pasos y llegaría a la seguridad con Jeimmy.
—¡Estoy bien! —contestó con rapidez.
Una vez más trató de levantarse, se decía a sí misma que todo era irreal y que estaba en su cabeza, Kaled no estaba allí y no podía hacerle ningún daño. Dio tres pasos más, Jeimmy la esperaba estirando sus brazos para poder alcanzarla y ella trataba de no dejarse llevar por el pánico. Estiró su mano para tomar la de Jeimmy, pero la misma sombra se posicionó frente a ella de forma súbita asustándola, haciendo que retirara su mano y perdiera el equilibrio.
Sintió una presión sobre su espalda como si la estuviesen empujando, quedando inclinada sobre el vacío. No sabía si era efectos del mismo miedo que sentía, pero como en cámara lenta, vio su cuerpo se asomándose peligrosamente fuera de la baranda despegando sus pies de aquella superficie. En el fondo oscuro de aquel lugar logró divisar algo extraño, era como un pequeño vórtice morado que brillaba de forma tenue. Si caía, entraría directo en él.
—¡Naomi!
Con un grito desesperado, Jeimmy se abalanzó para atraparla antes de que cayera al precipicio. Alcanzó a tomarla de la mano y usó el mismo peso de su cuerpo para jalarla y lanzarse hacia atrás, con sonoro golpe ambos cayeron sobre el frio asfalto del puente a pocos centímetros del borde.
Naomi había quedado sobre el pecho de Jeimmy, quien la abrazaba con fuerza asegurándose de no dejarla ir. La había protegido del golpe con su propio cuerpo, sintiéndola temblorosa y fría ante su tacto.
—Tranquila —susurraba Jeimmy con alivio—, ya todo está bien.
Con los ojos cerrados con firmeza, Naomi logró ver una vez más a Kaled en medio de esa oscuridad. Movía los labios gritando lleno de furia, pero no escuchaba sus palabras. Abrió los ojos esperando alejarse de aquella imagen, sin embargo, falló en el intento e incluso empeoró. A su alrededor se encontraba de forma borrosa y perturbadora ambas imágenes sobrepuestas, veía los dos lugares al tiempo confundiéndola y provocando un fuerte dolor de cabeza. Se levantó despavorida arrastrándose hacia atrás, su respiración era acelerada y lloraba a mares.
Ahí tirado en el suelo con una mirada confusa estaba Jeimmy, pero a su lado y con ese brillo de fría maldad en sus ojos estaba Kaled. Ambos le hablaban al tiempo, decían cosas que no podía entender y no escuchaba. Desesperada, ocultó su rostro entre sus piernas y tapó sus oídos con ambas manos, un zumbido como de mil abejas acercándose la atenazaban con mayor fuerza.
—No es real, esto no es real —susurraba entre sollozos—, él no está aquí, esto no está pasando.
Un estremecimiento le recorrió el cuerpo, convirtiéndose en un suave zarandeo sobre sus brazos. Y con un repentino silencio, aquellas sensaciones se esfumaron.
—¡Naomi, mírame! —decía Jeimmy tratando de tranquilizarla— Todo fue una pesadilla, ya pasó.
Tomó su rostro por la barbilla para que sus miradas se encontraran, poco a poco su vista se fue aclarando y su conciencia volvió por completo. Miró con cuidado a su alrededor, estaba en medio de aquel puente viejo y en reparación al que nunca se había acercado. Entonces, ¿Cómo hizo para llegar hasta allí?
—Solo una pesadilla —murmuró temblorosa.
—Tranquila, preciosa —susurraba a su oído envolviéndola en sus brazos—, no dejaré que nada te lastime.
Naomi apoyó su rostro en el pecho de Jeimmy, sus fuertes brazos y sus palabras ayudaron a consolar la calma que necesitaba. Aun así, había cosas que no la dejaban tranquila, el hecho de que estuviese allí evitando otro accidente más era prueba infalible de las consecuencias de estar con ella, solo causaba molestias y problemas a quienes le importaban de verdad. Con cuidado se desprendió de sus brazos, incapaz de mirarlo a los ojos posó su mirada fija en sus manos temblorosas.
—Lo siento... —dejó escapar un sollozo— de verdad lo siento, solo soy un problema para ustedes.
—Nada de eso —replicó Jeimmy alzando su rostro humedecido para mirarla a los ojos—, no eres un problema para nadie, no tienes que culparte por algo que no puedes controlar.
—Es que... —se interrumpió al ver sus brazos.
En sus costados, tanto en hombros como a lo largo de sus brazos tenía una serie de rapones y rasguños sangrantes, causados por la caída al momento de salvarla.
—No más mira tus brazos —sollozó con más fuerza—, por mi culpa estas sangrando, ¿No crees que eso sea un problema? No pueden salir heridos cada vez que se me da por caminar dormida, eso no es justo.
—¿Quieres saber que no es justo? —inquirió Jeimmy con severidad— No es justo que teniendo ese problema no tengas quien cuide tu sueño, de esto te hablaba cada vez que te reñía al encontrarte en la calle a medianoche.
—Pero...
—Además, ni siquiera duele —interrumpió tajante, pero con un gesto de indiferencia restándole importancia a sus heridas—, mi umbral de dolor es bastante alto.
—Jeimmy, estoy hablando en serio —replicó frustrada.
—Y yo también —afirmó—, no importa cuantas veces llegue a herirme, si eso evita que pueda pasarte algo no tengo inconveniente alguno.
Su mirada era dulce, esa que tanto le encantaba con su usual brillo café. Con suavidad acariciaba sus mejillas limpiando los rastros de las últimas lágrimas derramadas, susurrando y acercándose tentadoramente a su rostro.
—Gracias —susurró Naomi.
—Siempre a la orden —contestó seductoramente con una sonrisa ladeada.
—Por lo menos deja que atienda tus heridas —exigió entre susurros nerviosos—, es lo menos que puedo hacer.
—De acuerdo, una linda enfermera no me vendría mal —se burló.
—¡Cállate! —replicó entre risas.
La ayudó a levantarse con delicadeza, todo ya había pasado, pero ella seguía debilitada por la adrenalina y la fuerza de aquella visión. Cada una que pasaba, se sentía más vívida y por ende la dejaba aún más agotada. Era como si absorbiera su energía mágica, sus fuerzas disminuían hasta el punto de casi llevarla al desmayo.
Caminaron en silencio hasta el inicio del puente donde unas vallas de advertencia impedían el paso de peatones, vehículos y demás. Sin embargo, eso no había sido suficiente para evitar que Naomi llegara hasta allá. A un lado de esta, una bicicleta negra yacía tirada en el suelo en una posición extraña. La reconoció como la bicicleta de Peter, sus calcomanías características delataron el nombre de su dueño.
—Peter te va asesinar cuando se entera de esto —comentó Naomi viendo algunos raspones en su pintura.
—Antes era mía así que no puede hacer tal cosa, aún tengo derechos sobre ella —refutó con una sonrisa confiada en su rostro.
Como era costumbre, Naomi iba de parrillera mientras el conducía rumbo a casa. El calor de su cuerpo junto al de ella evitaba que tiritara de frio, porque justo ese día se había acostado a dormir con una pijama un poco corta. Un short hasta mitad de los muslos y una blusa de tirantes, sumado a eso iba descalza. El viaje fue silencioso, ninguno de los dos emitía palabra alguna cosa que agradeció, necesitaba relajar su mente y despejarse de pensamientos extraños relacionados con lo que vio durante su visión.
Esperaba que haya sido producto de su misma imaginación, de todas aquellas sensaciones que la atenazaban en el momento, pero muy en el fondo sabía que ese vórtice que vio en el fondo era real. De serlo, estuvo en mayor peligro que solo caer y morir con el impacto. Muy probablemente pudo haber sido transportada a Fedrá para nunca más volver, el mismo Kaled se lo dijo durante su visión y tal vez tenga razón.
—Vamos a mi casa, en mi cuarto tengo un kit de primeros auxilios —dijo
Naomi rompiendo el silencio al estar cerca de su destino.
Entraron con cautela por la puerta trasera sin producir mucho ruido, subieron las escaleras de la misma manera escuchando cada vez más cerca los ronquidos de Félix, alejándose en sentido contrario rumbo a la habitación de Naomi. Entraron y cerraron la puerta con un suspiro de alivio, y de inmediato, Naomi se dirigió a su pequeño baño de donde saco una caja metálica con el símbolo de la cruz roja.
Sentada en su cama, le hizo señas a Jeimmy para que se sentara junto a ella mientras sacaba y preparaba lo que iba a usar. Gasa, alcohol, desinfectante para heridas y mucho algodón.
—¿Sabes lo que haces? —indagó Jeimmy con curiosidad.
—Por supuesto, mamá me enseñó —contestó con convicción.
Terminó los últimos preparativos, limpió sus propias manos con alcohol antiséptico para no infectar ella misma sus heridas y centró su completa atención en su rostro risueño.
—Quítate la camisa y date la vuelta —exigió con un poco de nerviosismo.
Con una sonrisa ladeada, Jeimmy obedeció sin decir palabra alguna. Se quitó la camisa con tortuosa lentitud, provocando a Naomi sin dejar de mirarla fijo y aumentado su sonrojo, tan evidente en sus mejillas y obligándola a tragar con fuerza tratando de mitigar los nervios. Se dio la vuelta dándole la espalda, las heridas no eran profundas, pero sí muchas. Tenía dos rasguños largos en cada omoplato, algunos raspones esparcidos en la espalda baja y algunos más en sus brazos.
Inicio limpiando con alcohol las heridas de sus brazos, luego los rasguños en sus omoplatos y raspones hasta llegar a la espalda baja. En ese punto, sus manos temblaban ligeramente por los nervios que sentía. Terminado este, continuó con el desinfectante para evitar infecciones.
—¿Qué es lo que soñaste para llegar a caminar justo a ese lugar? —preguntó Jeimmy rompiendo el silencio.
Aquella pregunta la tomó desprevenida, no sabía que decirle y no tenía pensado mencionar aquel lugar, mucho menos a Kaled.
—Por lo general... —titubeó nerviosa— siempre lo olvido al despertar, pero esta vez creo recordar algunos detalles no más.
—¿Cuáles? —insistió.
—Bueno... —pesaba con rapidez buscando una salida— es algo borroso... era como si me estuviesen siguiendo, pero no logro ver quién o que está detrás de mí. Cosas sin sentido por ver tantas películas de terror.
—¿Estás segura de eso? —inquirió Jeimmy incrédulo— ¿Qué solo son sueños sin sentido?
—Claro, otra cosa seria absurda —replicó alarmada por su comentario— ¿Qué más podría ser?
—No lo sé —contestó encogiéndose de hombros—, la abuela siempre dice que los sueños son reflejos del subconsciente, algún miedo oculto tal vez.
—Puede ser —respiró aliviada—, pero dudo que sea mi caso. El sonambulismo es solo un trastorno del sueño, no creo que tanga relación con pesadillas fantasiosas.
—¿Por qué lo dices con tanta seguridad?
—Bueno, porque... —titubeó pensado bien lo que diría— no siempre que tengo pesadillas salgo caminando, son muy pocas las veces en que ocurren en simultáneo.
—Sigo sin entender el por qué, si saben que es un trastorno del sueño como lo dices —replicaba Jeimmy con vehemencia—, no han visto a un doctor.
—Porque no quiero, esos trastornos los tratan con drogas que resultan ser peores con el tiempo —explicó Naomi recordando uno de los artículos que había leído al respecto, debía de mostrar seguridad si no quería levantar sospechas—, prefiero seguir controlándolo yo misma.
Terminó de limpiar las heridas, colocando un poco de ungüento de su padre para la cicatrización. Recogió todas las cosas tirando a la basura las bolitas de algodón usadas, se lavó las manos mientras seguía pensando en una manera de desviar el tema. Al regresar, Jeimmy ya se había vuelto a colocar su camisa, apoyaba ambas manos a sus costados inclinando el torso hacia atrás, y con la cabeza ladeada miraba fijamente a Naomi de pie frente a él analizando sus gestos.
—Solo haré una pregunta más —anunció Jeimmy— ¿Te ha funcionado?
—La mayoría de veces sí —expresó Naomi molesta—, por años he logrado controlar muchas de ellas sin problema, cosas como esta no pasaban y nunca había llegado a este nivel, pero...
Se interrumpió a sí misma sin más nada por decir, desvió su mirada a cualquier otro lado que no sean sus ojos. Él tampoco tenía la culpa, pero su pregunta le había molestado más de lo que esperaba. Además, le recordaba qué por su propia culpa y sus malas ideas, sus visiones se estaban saliendo de control, cosa que la frustraba aún más. Con suavidad, Jeimmy la tomó por la cintura atrayéndola hacia él.
Al estar sentado en su cama su rostro quedaba un poco más bajo que el suyo, encontrándose con una mirada de disculpa y una sonrisa ladeada. Sin embargo, no podía dejarse llevar por sus lindos gestos si no quería tener más problemas.
—Lo siento, no quería hacerte enojar —susurró muy cerca de su rostro—, pero de verdad me preocupa, no puedes dejar el tema así de simple después de esto.
—Lo sé, pero no creo que se pueda hacer más nada —refutó con frustración.
Naomi había mantenido sus brazos cruzados sobre su pecho, pero decidió reposarlos sobre sus hombros buscando el camino de sus manos hacia su rostro.
—¿Por qué?
—Es más complicado de lo que crees —explicó rendida—, pero no insistas, no puedo decirte más.
—Eres una cajita llena de sorpresas —replicó Jeimmy acariciando sus mejillas— ¿Algún día me dirás tus secretos?
—Mmmm... Puede... —susurró acercándose aún más a él.
—¿Puede que sí o puede que no? —con una sonrisa coqueta continuaba con las caricias en su mejilla, apartando algunos mechones de su rostro mientras que su otra mano exploraba la piel de su cintura bajo su blusa.
—Depende.
—Eres un caso perdido, ¿Lo sabías? —se quejó entre risas.
—Lo sé, ya lo habías dicho una vez —contestó con inocencia.
Por un momento se quedaron así, perdidos en los ojos del otro con sonrisas bobaliconas en sus rostros. Pero, en un impulso de Jeimmy salido de quien sabe dónde, atrajo a Naomi recostándola en la cama quedando debajo de él.
—¿Qué haces? —preguntó alarmada y a la vez excitada al sentirlo tan cerca y tan fuerte.
—No lo sé —susurró.
Seguía apartando mechones de cabello de su rostro, para luego acercar su rostro al espacio entre su cuello y hombros. Con suaves caricias, recorría la sensible piel con sus labios sin atreverse a besarla realmente. Corrientes de placer invadían todo su cuerpo, reuniéndose en su estómago como aquel cosquilleo que siempre sentía al tenerlo tan cerca. Llegó a sus mejillas donde con dulzura la besaba, sus cálidos labios ejercían la presión que tanto anhelaba.
—No sé qué has hecho conmigo —susurraba con voz ronca—, pero no puedo resistirme a tu aroma, a la suavidad de tu piel y no quiero alejarme de ti.
Con cada palabra susurrada, dejaba un camino de suaves besos hasta llegara a la comisura de su boca. Lentamente fue guiando sus labios hasta rozar los de ella. Tan cerca y tan lejos a la vez, manteniéndola en una expectativa tan asfixiante que deseaba ella misma romper la poca distancia que los separaba.
—Lo siento —susurró para luego separarse de ella.
Con un movimiento rápido se dirigió a la ventana, la abrió de par en par y desapareció a través de las cortinas sin darle oportunidad de despedirse siquiera. Atónita y totalmente perpleja, no salía por completo de su estupor. Se asomó por la ventana sin encontrar rastro alguno de Jeimmy, sin entender en absoluto como hacía para bajar dos pisos sin lastimarse.
Se sentía frustrada, hubiese querido que la besara, de verdad deseaba con ansias que lo hiciera. Pero estando a solo centímetros de lograrlo, él mismo se echa para atrás. Tal vez tenga razón, era algo que no podían ni debían hacer si querían que todo siguiera su curso normal. Una punzada de culpa le atenazó el pecho al pensar en Luke, en la manera que le coqueteó ese mismo día al ensayar en su casa. No quería lastimarlo, él había sido muy bueno con ella y no merecía que le rompieran el corazón de esa manera tan cruel.
Rendida, cerró las ventanas y cortinas, se acostó en su cama esperando poder conciliar por fin un sueño tranquilo sin pesadillas ni caminatas nocturnas. Al día siguiente le esperaba una larga jornada de clases, y debía rendir en ello también.
Un toqueteo insistente en su puerta la despertó, su alarma despertadora llevaba 15 minutos sonando y ella no había respondido a su llamado. Un fuerte dolor de cabeza surgió de la nada, aumentando el malestar con el ruido atronador en su habitación.
—¡Naomi! —llamaba su madre del otro lado de la puerta— ¿Piensas apagar eso e ir a la escuela?
—¡Voy! —contestó con voz rasposa.
Apagó de una vez la alarma sentándose en su cama mientras apoyaba su cabeza entre sus manos, el dolor era muy fuerte y sentía su cerebro palpitar. Con un retorcijón en el estómago, se vio obligada a correr al cuarto de baño y vaciar todo su contenido. Al no tener mucho que expulsar, el ardor en su garganta al deshacerse del jugo gástrico fue desagradable. Se duchó y vistió tan rápido como pudo, se tomó una pastilla para la migraña de las que toma su madre durante sus crisis.
Al bajar al comedor, sus padres estaban desayunando con las mismas expresiones suma preocupación de la noche anterior.
—¿Te sientes bien, nena? —indagó Félix levantándose para tocar su frente— No tienes fiebre.
—Migraña —contestó en medio de un bostezo—, pero ya me tomé una pastilla para el dolor.
—¿De las mías? —preguntó Nilsa obteniendo un asentimiento de cabeza como respuesta— Si quieres llamo a la escuela para decir que estás enferma.
—No es necesario, pronto pasará —replicó Naomi con convicción—, además hoy tenemos un trabajo en clases, no puedo faltar.
—Está bien —aceptó Félix un poco inseguro—, pero cualquier cosa nos llamas y te recogemos, ¿Vale?
—De acuerdo.
—Toma esta, por si acaso —Félix le ofreció una diminuta pastilla en forma de estrella azul—, es vitamina B ideal para los dolores de cabeza.
—Suenas como en las propagandas —se burló Naomi tomando la pastilla.
—Empaca tu desayuno, por ahora no creo que te haga bien comer —sugirió Nilsa—, tu padre y yo debemos irnos ya, se nos hace tarde.
—Ya sabes, nos llamas si no mejoras —ambos le dieron un beso en la frente y se marcharon.
Terminó de beberse su jugo de fruta, sintiendo un ardor en el estómago en señal de protesta por su reciente vomitada. Sin embargo, esta sensación desapareció poco a poco después de ingerir aquella extraña pastilla. Sabía que ya iba un poco retrasada a la escuela, pero aun así se tomó su tiempo para respirar y controlar las palpitaciones de su cerebro. A ojos cerrados, se recostó en el sofá de su sala, inhalando y exhalando con pausas sintiendo con satisfacción como mitigaba la jaqueca.
Suaves toques en la puerta de su casa interrumpieron su meditación, levantándose a regañadientes mientras recogía sus cosas alarmada al ver la hora. Con algo de cansancio y resignación, se dirigió a la puerta para ir a la escuela, al fin y al cabo, ella misma insistió en asistir a clases.
—¿Sabes qué hora es? —Luke le riñó con los brazos en jarra.
—¿Estás regañándome en mi propia casa? —replicó Naomi incrédula.
—Sí, ¿algún problema? —contestó de forma retadora.
—Ve a regañar a tu abuela —se quejó dándole un pequeño pellizco en el brazo.
Se dirigieron al andén donde Luke mantenía su bicicleta aparcada esperando por él, mientras que Naomi se alejaba caminando.
—¿Y tú bicicleta? —inquirió Luke curioso.
—No tengo ganas de manejar hoy —contestó con gesto indiferente.
—Ya la dañaste —suspiró.
—Claro que no, pendejo —refutó su teoría con indignación—, solo no me dan ganas de sacarla hoy.
—Está bien, solo tenías que pedírmelo sin tener que inventar excusas —expresó Luke burlón sonriendo ante la expresión confusa de Naomi—. Sube, yo te llevo.
El dolor de cabeza había mitigado bastante, pero seguía sin dejarla pensar con claridad. Lo hacía lento, distrayéndose con la mirada burlona de Luke y su forma tan cómica de mover las cejas de arriba abajo, hasta que por fin entendió.
—¡Luke, no seas ridículo! —exclamó entre risas— No hice esto para que me llevaras, por mí me voy caminando. Gracias.
—Bueno, bueno, está bien —dijo entre risas siguiéndola a pedaleo lento—, pero a este paso vamos a llegar mañana, ¿Estás segura que no quieres que te lleve? No muerdo.
—Más te vale que no lo hagas.
A regañadientes, se subió de parrillera en la bicicleta de Luke. Durante el camino no dijeron ni una palabra, la concentración de Luke estaba sobre la carretera y el tiempo contra reloj. Solo les restaban unos diez minutos para llegar al salón de clases. Milagrosamente, llegaron justo antes que el mismo director de diciplina cerrara el portón de forma definitiva, ganándose una mirada de reproche al pasar a su lado.
—Te culparé por eso el resto de tu vida —comentó Luke con seriedad antes de entrar a su salón.
El profesor llegó justo detrás de ellos, quienes con un suspiro de alivio ocuparon sus asientos regulares saludando desde lejos a sus amigos, Grace y Bruno. La clase se impartió de forma normal, aprovechando Naomi un rato para cerrar sus ojos y descansar el cerebro. Milagro número dos del día, el dolor de cabeza había desaparecido.
«¿Qué clase de pastilla era esa?» pensó con asombro, recordando la pequeña píldora en forma de estrella que su padre le había dado hace tan solo una hora, pero que por muy sorprendente que sea, hizo lo que ninguna otra había hecho en su vida: aliviar su malestar tan rápido.
—¡Oye! —susurró Luke a su lado.
—¡Eu!
—¿Estás durmiendo bien? —indagó con seriedad— Estas medio ojerosa.
—¿Solo medio? —replicó con sarcasmo— Me desperté varias veces en la noche y amanecí con dolor de cabeza. Pero ya se fue, me tomé una pastilla.
—¿Desayunaste?
—Obvio —mintió, recordando haber olvidado empacar su desayuno—, por supuesto que sí.
—¿Por qué será que no te creo?
—¿Por qué será que eres tan pesado?
Se miraron fija y retadoramente por un largo rato, soltando una pequeña risa disimulada para evitar regaños. El timbre de la siguiente hora sonó siendo recibidos con una buena noticia, el profesor estaba reportado como enfermo por lo que no asistió ese día a clases. Tenían una hora libre.
—¿Quién quiere desayunar? —preguntó Naomi entusiasmada.
—¿No se supone que ya habías desayunado? —Luke la miraba con ojos entrecerrados.
—¿No me puede dar hambre otra vez? —replicó con fingida indignación.
—¿Listo para el show? —susurró Grace mirando atenta la escena frente a ella.
—Faltan las palomitas —contestó de forma burlona Bruno.
—Cállense los dos —se quejaron al unísono.
Se sentaron en la esquina más alejada del salón, charlando y riendo sobre los acontecimientos del día anterior y la reunión de los clubes. A Grace solo le interesaba saber el chisme del momento, sus enfrentamientos con Mara y la rivalidad de baile. Al parecer era algo que no había pasado desapercibido en la escuela, y ya se estaba rumorando que próximamente Mara pasaría a la historia como la exreina del lugar. Muy a su pesar, Naomi esperaba que todo fuese solo eso, rumores. De ser ciertos, los problemas con su querida vecina serían cada vez peores, aún sin ella misma quererlos.
Había algo más, Luke aparentaba estar tranquilo junto a ella, pero a pesar de haber llegado juntos en su bicicleta lo notaba tenso y algo nervioso. Suponía que eso tenía que ver con su discusión con Jeimmy el día anterior, pero por más que estuviese ansiosa por saber cómo terminó todo, sentía que no era lo adecuado. Lo mejor por el momento, era alejarse de ese tema y desprenderse de los dos de forma sentimental, sobre todo de Jeimmy.
—¿Cómo van con el proyecto de ciencias? —indagó Bruno curioso.
—Pues... —dijo Naomi pensativa centrando su mirada inquisitiva en su compañero— ¿Bien?
—Sí, bien —contestó Luke no muy convencido.
—No lo parece —se burló Grace.
—Por lo menos sabemos que hacer y tenemos los planos —explicó Naomi en su defensa.
—A medio terminar —añadió Luke.
—Aún tienen bastante tiempo —añadió Bruno mirando con intensidad a Naomi— ¿Por qué no salimos hoy después de clases?
Le pareció extraño el tono dulzón y su sonrisa coqueta al preguntar eso, se suponía que sus intentos de ligue con ella habían parado hace varios días. Sin embargo, allí estaba de nuevo pero esta vez notó algo más. A su lado, Grace se notaba un poco irritada y trataba de ignorar aquella conversación posando su atención en su teléfono celular.
—¿Volvemos al modo acosador? —inquirió Luke en tono retador.
—Pretendía que saliéramos todos por si no lo notaste —replicó Bruno.
—Claro, lo note en la mirada de perro degollado que le diste a Naomi...
—No están hablando en serio ¿Verdad? —interrumpió Naomi.
—Los hombres no dejan de ser pendejos por más que pase el tiempo —añadió Grace sin levantar su mirada.
Una expresión de burla y comprensión iluminó el rostro de Luke, quien se reía a carcajadas señalando a Bruno quien lo miraba con algo de molestia.
—Tienes toda la razón, mi querida Grace —expresó Naomi levantándose— ¿Me acompañas al baño? Dejemos que estos dos arreglen sus problemas maritales.
—¿Cómo que maritales? —replicaron ambos chicos al unísono en tono indignado.
Grace fue la primera en salir del salón seguida por Naomi, quien antes les dirigió una mirada de advertencia ambos chicos sin saber el motivo correcto de la reprimenda. Caminaron en silencio rumbo a la cafetería, contrario a lo que se había dicho inicialmente, a pesar de eso Grace no dijo nada al respecto.
—¿Estás molesta? —inquirió Naomi curiosa al ver su expresión distante.
—No, ¿Por qué lo estaría? —contestó con indiferencia.
—Grace, ¿Qué pasa? —se interpuso frente a ella tomándola por los hombros—, somos amigas, puedes contarme qué sucede.
—Le gustas a Bruno —dijo con pesar en sus ojos.
—¡Wow, espera! —exclamó— ¿Estás completamente segura? ¿Él mismo te lo dijo?
—No lo dijo textual, pero...
—Entonces no puedes asegurarlo —interrumpió Naomi con seguridad en sus palabras—, y yo sé que no gusta de mí, eso si te lo puedo asegurar.
—Dame una razón para creerlo —dijo Grace un poco exaltada—, llevamos años de compañeros de clases y jamás me ha mirado como te mira a ti.
—Bien, no soy quién para interferir o decirte esto, ¿Recuerdas la primera reunión del club de música? —Grace asintió en respuesta— En el momento en que empezaste a cantar no fui la única que quedó maravillada con tu voz. Bruno se quedó idiotizado mirándote. Hasta Luke se dio cuenta de eso y es medio tarado para esas cosas, de verdad le importas y no creo que sea algo reciente.
—¿Entonces por qué sigue coqueteándote? —insistió con voz quebrada.
—No lo sé, pero no dejes pasar el tiempo —sugirió con calma—, hace años que te gusta y jamás le has dicho nada, ¿No crees que tal vez pueda pensar que no lo ves más que como un amigo? Él tampoco es adivino para saber las cosas así no más.
—¿Tú crees?
—Sí, haz el intento —comentó Naomi con una sonrisa tranquilizadora—, de vez en cuando las mujeres podemos tomar la iniciativa. Pero ya no sigas así, vas a arrugar esa carita tan bonita que tienes, mejor comamos algo o me desmayaré.
—Está bien, pero nada de dulces —exigió Grace entre risas.
—Estás peor que Luke.
Regresaron al salón justo antes de sonar el timbre, al llegar ambos chicos reían como si fuesen los mejores amigos de toda la vida. Extrañadas por ese cambio repentino, permanecieron alejadas de su conversación tratando de analizar qué clase fenómeno catastrófico había sucedido.
—Me huele a magia negra —susurró Grace.
—Me huele más a extorción o plan malévolo de venganza —murmuró Naomi en respuesta.
Salieron del salón rumbo a las canchas donde tenían programada una charla con un grupo de expertos psicólogos, al parecer al rector le preocupaba que sus alumnos de último año no tuviesen claro que querían para su futuro. De esta manera, esperaba que por lo menos después de la conferencia tuviesen una mínima idea qué estudiar al salir, o a donde irían al graduarse.
Al salir del pabellón pasaron por una sección del jardín, la parte más externa de este dónde se encontraban las bancas donde solían descansar algunos de los estudiantes en los recesos. Algo allí llamó su atención. Sentado en una de ellas estaba Jeimmy con gesto aburrido charlando con Mara, quien se contoneaba seductoramente para atrapar su atención en una parte específica de su anatomía.
Una sensación de ira creció dentro de Naomi, hace tan solo un par de horas había intentado besarla, muchas veces antes le había dicho a la misma Mara que no tenía ningún interés en ella y que los dejara de molestar. Pero allí estaba, permitiendo que se le acercara de forma tan descarada y vulgar en plena jornada académica.
Sintiendo el peso de su mirada iracunda, Jeimmy desvió su atención a ella sorprendido al verla allí observando toda la escena. Con gesto indiferente, Naomi siguió su andar a las canchas donde debería de estar. Había quedado de última, pero varios metros adelante Luke la estaba esperando.
—¿Qué pasa? ¿Por qué esa carita de angry bird? —indagó Luke entre risas.
—No es nada —contestó pasando de largo.
—Naomi —dijo Luke alcanzándola— ¿Por qué estas molesta?
—Qué no es nada, en serio —replicó con calma tratando de disimular muy en vano—. Ya dejen de preocuparse por mí, no es necesario.
Jamás en su vida había sentido tana rabia dentro de sí, era como un dolor punzante en su pecho. Como si le hubiesen propinado un fuerte golpe y roto algún hueso, pero sin poder curar la herida. Al notar su estado, Luke prefirió dejarla ser. Lo mejor era dejarla tranquila y que ella misma relajara su estado de humor, aunque no quería dejarla sola mucho menos en esa condición.
El resto de las clases pasaron de forma lenta e irritante para ella, y el recreo fue el peor. Sentía que veía a Jeimmy con Mara en todas partes, muy cerquita y tan melosos, que terminó por darle tanto asco que perdió el apetito por completo. Aquello fue tan notorio que incluso Bruno y Grace notaron el cambio, tratando de hacer que se tranquilizara sin tener resultado alguno.
Regresaron a casa juntos, pero en completo silencio. En esta ocasión Naomi prefirió caminar a paso lento como era su costumbre a pesar de las insistencias de Luke por llevarla. Detrás de ella iba él pedaleando despacio sin perderla de vista, preocupado y pensando en el posible motivo de su mal humor. Entró a su casa dando un portazo sin siquiera despedirse de su amigo, dejándolo muy confundido.
Ya en su habitación, se tiró en su cama ocultando su rostro en la almohada y con un fuerte grito, soltó toda la rabia y frustración que sentía. El algodón amortiguaba el sonido, por lo que no tendría a ningún vecino chismoso entrando a ver que sucedía. A pesar de lo absurdo que creía hacer eso, le sirvió para bajar un poco ese malestar que tenía.
La rabia fue remplazada por decepción, tristeza y una leve pizca de alivio. No entendía todo ese meollo de sentimientos en los que se había convertido, menos ese último. Esperaba que eso le sirviera para alejarse por completo de él, debía evitar cualquier tipo de relación sentimental y si para eso debía dejar de hablarle a Jeimmy, lo haría. Puede que siga siendo amiga de Peter y Luke, pero debería dejar las cosas claras con este también si quería evitar herirlo de forma irremediable más adelante.
Por el momento solo se cambiaría y se encargaría de preparar el almuerzo, al no tener clases en la tarde podría hacerlo con normalidad. Terminada la comida y sin apetito alguno, decidió sudar un poco haciendo el aseo de la casa, mientras más ocupada estuviese menos pensaría en todo el desastre que se había convertido su vida.
«Mi maldito desastre, no creo que esto sea más mierda de lo que ya es» pensó con sarcasmo.
El atardecer llegó y con ello sus padres, se saludaron con cariño como se estaba haciendo costumbre esos días y charlaron sobre lo sucedido en la escuela. Calentaron la comida que había dejado preparada y sin razones para evitarlo, le figuró cenar junto a ellos. Aún no tenía ganas de comer, pero tampoco deseaba levantar ningún tipo de sospechas mucho menos ser regañada por algo tan básico.
Al terminar, regresó a su habitación con la excusa de arreglar los útiles para el día siguiente, sus planes reales no estaban especificados por lo que terminó haciendo eso mismo que dijo. Se sentía algo acalorada, el clima estaba cambiando esos días y las oleadas de calor aun por la noche estaban aumentando. Abrió las cortinas para seguir con las ventanas y refrescar su habitación, sin embargo, del otro lado de la calle en su habitación Jeimmy la miraba con una sonrisa triste. Con nueva molestia, pretendió no haberlo visto desviando su atención muy por debajo de ellos en dirección a los andenes, en donde logró divisar a Peter arreglando su bicicleta.
Decidida, cerró las cortinas no sin antes dedicarle un ultima mirada de reproche a su vecino. Se colocó un buzo y salió caminando con calma, sacó su bicicleta y se acercó como si nada a su muy sudado y sucio vecino.
—Dichosos los ojos que te ven —saludó Naomi algo sarcástica—, desde ayer no aparecías, creí que te habían secuestrado o algo así.
—Muy graciosa, Naomi —replicó entre risas—, pero eso es buena señal, ya estás de mejor humor.
—¿Ya que te dijo Luke? —indagó molesta.
—Tranquila, yo te vi en la escuela —contestó con manos alzadas en señal de paz—, estabas roja como un tomate.
—Claro que no —refutó indignada.
—Está bien, no estabas roja... estabas azul —se burló.
—Ve a burlarte de tu abuela —exclamó—, y deja de molestar, más bien dime que le haces a la pobre bicicleta.
Rápidamente y a medida que la conversación fluía, Naomi sintió relajarse demasiado e incluso se reía de las ocurrencias de Peter. Este arreglaba las magulladuras con las que había quedado la bicicleta la noche anterior, cuando Jeimmy la salvó de saltar de aquel puente. Se hizo la desentendida con el tema, disimulando no saber la razón de aquellos rapones.
Aprovechó la ocasión para hacerle revisiones a su bicicleta, la cual aún sufría por los últimos accidentes que tuvo en ella. Entre carcajadas y burlas, recordaron ese día en que se conocieron gracias a la falla técnica de la cadena. Aprendió varios trucos para calibrar los cambios, ajustar los frenos y determinar el tiempo de vida de los neumáticos. Este último le dio una sorpresa no muy agradable, al inflarla hasta el volumen permitido esta estalló asustándolos a ambos.
—¡Asesinaste a mi bicicleta! —replicó Naomi perpleja.
—Agradece que murió aquí y no en medio de la calle mientras vas a la escuela —contestó Peter con seguridad—, además, yo no fui, eso se reventó solo, signo de que se estaba dañando de todas maneras.
—¡No me parece! —se quejó Naomi.
Continuaron con las lamentaciones y quejas, despidiéndose de la pobre bicicleta para siempre. De forma dramática y sobre actuada, Naomi lloriqueaba por su pérdida alegando que después de su muerte, seguiría ella a manos de su padre por haberla dañado. Las carcajadas de Peter eran contagiosas, siendo acompañado por ella misma.
—Bueno —dijo Naomi tomando por el manubrio su bicicleta—, fue un placer conocerte mi querido Peter, gracias por arreglar mi difunta hija, espero nos volvamos a ver en la otra vida si hay.
—Estas exageradamente loca —replicó entre risas.
—Lo sé.
Caminaba con lentitud, con una nueva sonrisa en su rostro, le sirvió mucho el conversar con él pese al desenlace de su bicicleta. Eso era lo que necesitaba, reírse y despejar su mente era la mejor terapia que podía tener. Guardó la bicicleta esperando que su padre no se diera cuenta antes de tener el valor para enfrentar el regaño, pero cuando salió del garaje sintió la necesidad de decir algo más por lo que se acercó a Peter.
—¿Qué pasa? —preguntó Peter con una sonrisa burlona— ¿Te da miedo entrar?
—Voy a hacer como que no escuché eso para evitar un homicidio —replicó con fingida indignación.
—Pobre de mí —exclamó sarcástico— ¿Algo más que decir?
—En realidad sí —contestó Naomi con un suspiro nerviosa—, solo quería decir... Gracias.
—¿Por qué?
—Por... ya sabes... por todo —movía distraída la piedra entre sus manos mirando un punto fijo en el suelo—, por escuchar mis babosadas, aunque haya sido un poco grosera, tu no tenías la culpa de mi mal genio y aun así fuiste lindo conmigo. Gracias a ti me siento mejor, de verdad te lo agradezco.
Con un suave y tierna caricia, vio como Peter alzaba su rostro tomándola por la barbilla. La miraba entre conmovido y burlón, pero mantenía una sonrisa de compresión en sus labios.
—No tienes por qué agradecer —comentó con su tono apaciguador—, eso es lo que hacen los amigos, aguantar tus berrinches.
—No son berrinches —replicó Naomi con un puchero entre risas.
—Sí que lo son —reafirmó—, pero son esos berrinches los que te hacen ser tu misma, y esa es la mejor parte de todo, ¿No?
—¡Gracias! —susurró con voz quebrada.
—Siempre ten presente algo —agregó Peter con mirada seria y llena de seguridad—, no importa que tan mal te sientas, siempre puedes buscarme y allí estaré para ti. Soy tu amigo, y jamás te dejaría sola.
Dejando salir las primeras lágrimas de gratitud, Naomi lo abrazó con timidez, siendo correspondida de la misma forma. Ella mantenía los brazos alrededor de su cintura, mientras él la abrazaba a la altura de sus hombros apoyando su rostro sobre su cabeza, aspirando el olor de su cabello.
—Lo siento, estoy hecha una llorona —se desprendió de sus brazos limpiando las lágrimas con el dorso de su buzo.
—Puedo servir de pañuelo si eso ayuda a relajarte —susurró para luego darle un dulce beso en la mejilla.
—Gracias, te has ganado mi perdón —comentó Naomi burlona pero sonrojada—, ya no te asesinaré.
—¡Vaya privilegio! —se mofó.
Se despidieron una vez más para dirigirse cada quien a su casa, dando un último vistazo a la casa de enfrente. Con una sonrisa de profundo agradecimiento, vio cuando Peter cerraba la puerta tras de sí, dándole una última señal de mano para que ella también entrara. Fue muy gratificante escuchar aquello de su propia boca, le hacía ver lo equivocada que estaba al privarse de tener amigos y por fin los había conseguido.
Por instinto, sus ojos se desviaron a la parte superior de aquella casa, la ventana del cuarto seguía abierta y dentro de ella un muy malhumorado Jeimmy la observaba inquisitivamente. Estaba muy molesto, pero a ella no le importaría el motivo de su rabieta sin sentido. Dispuesta a no arruinar con pequeñeces su buen humor, entró a casa sin mirar atrás, ignorándolo por completo.
Se dirigió a su habitación para dormir, el día siguiente le tocaba una larga jornada académica y ensayo del club de danza. Sin embargo, un brillo de esperanza refulgió en su interior al ver el calendario, era viernes y por fin podría descansar después de esa larga semana. Se duchó y antes de acostarse revisó por seguridad su maletín, todos los cuadernos estaban allí y los deberes realizados, menos uno.
Con gran terror se riñó así misma por haber olvidado la exposición, la había dejado preparada con el boceto de la cartelera, pero le faltaba lo más importante: aprenderla.
Dos puntos aquí:
1. Nosborn, que galán
2. Pero que chuch*s Jeimmy!!!
Y la ñapa, #PeterMiVaron
En fin, poniéndonos serios, se viene un desmadre que no se imaginan.
Amén.
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