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22. Perdiendo el control

Regresaron a casa en sus bicicletas a paso lento, Naomi estaba muy cansada después de tanta actividad física en un mismo día. Las burlas de Luke por sus lloriqueos no se hicieron esperar, durante todo el camino le recriminó su mal estado físico, asegurando que se debía al exceso de consumo de comida chatarra.

Sin contar aquel episodio con Mara y sus preocupaciones, había sido un día agradable y lleno de distracciones para su enredada mente. Sin embargo, el regreso a casa y el ver a sus padres implicaba recordar todo lo que la atormentaba. Por primera vez desde hace mucho, creía necesario hacer preguntas sobre la situación. Hubo un tiempo en que las hacía con insistencia, obteniendo solo negativas o respuestas vagas y falsas.

Había pensado que se debía a su edad, siendo muy pequeña para entender la realidad, pero ya estaba lo suficientemente grande y madura para hacerlo, y aun así no le decían nada. Cada vez callaban con mayor firmeza, ocultando la verdad de su propia naturaleza antes sus ojos. De no ser por sus visiones y sus intentos por averiguar lo que sucede a su alrededor, jamás se enteraría de nada.

Gracias a aquella reunión a medianoche pudo aclarar varias de sus sospechas, pero surgieron mil interrogantes más por averiguar. Una de ellas y la que por el momento le causaba más intriga, era con respecto a la señora Nieves, ¿Quién es en realidad? ¿Desde cuándo se conocen sus padres y ella?

Desde ese día que la conoció sintió algo extraño, esa visión fugaz y sensación electrizante al estrechar su mano fue solo la primera señal. No podía sacar demasiadas conjeturas, su relación con ella no era muy extensa. Se limitaba solo un par de saludos, la conversación más larga que había tenido hasta el momento con ella fue el día que la invitó a almorzar en su casa. Ese día la había mirado con añoranza, de la forma en que se mira a alguien que llevas demasiado tiempo extrañando.

Por otro lado, estaba la identidad de sus protectores, lo único que sabía era que era son hombres y no solo uno. Por el tono de sus voces intuía que eran mayores, pero no tanto como sus padres, algo así como adultos jóvenes. Sin embargo, eso no era suficiente para ella; quería ver rostros, poder identificarlos, sentir su aura al igual que con los demás. En ese momento trató de usar su radar, pero no sintió más que el aura de sus padres, ni siquiera detectó la presencia de la señora nieves. Era como si pudiesen ocultar su esencia, hacerla invisible ante todo o por lo menos de ella.

Se duchó tratando de relajar su cuerpo y mente, necesitaba dormir con urgencia y reponer la energía que perdió durante el día. Bajó a cenar sintiéndose un poco más fresca, encontrándose con sus padres en el comedor esperándola.

—¡Que cansancio! —exclamó Nilsa burlona— Casi me contagias.

—Madre, no te burles de tu hija —replicó siguiéndole el juego, no quería demostrar por el momento sus verdaderas emociones—, me duele cada parte de mi cuerpecito.

—Pobrecita —se burló Félix— ¿Qué tanto hiciste que vienes tan cansada y dolorida?

—Tuve clases de deporte y ensayo del club de danza —comentó dando los primeros bocados a su comida—, el profesor de deportes nos detesta.

—¿No estabas en el de música? —indagó Nilsa curiosa.

—Sí, bueno.... Me di cuenta que no es lo mío —se encogió de hombros—, culpa a tu querido Luke por eso.

—¿Querido? —exclamó Félix.

—¿Por qué culparlo? —preguntó Nilsa divertida.

—Por su culpa me hicieron cantar —contestó indignada ignorando la pregunta de su padre—, y no, gracias, prefiero bailar.

—Tu si eres dramática, por Dios —entre risas, blanqueó los ojos ante la expresión exagerada de su hija— ¿Y qué tal te fue en este nuevo club?

—Ahí, más o menos —contestó con desgana.

—A ti no te gusta nada, caramba —expresó Nilsa.

—¿Volverás a cambiarte? —intervino Félix.

—Ya no puedo —se quejó.

Ante su expresión de profundo pesar, las preguntas de sus padres se hicieron más insistentes alargando cada vez más la cena. No la dejarían en paz hasta saber todo, era algo a lo que estaba acostumbrada con ellos. A veces eran demasiado entrometidos en sus asuntos, pero siempre le daban la ayuda y consejos que necesitaba. De no ser por ellos, en muchas de esas ocasiones hubiese tomado malas decisiones, de las cuales se estaría arrepintiendo aún.

Con calma y paciencia, les contó en resumen lo acontecido omitiendo su discusión con Mara, solo dio algunas indirectas sobre su malestar hacia ella sin revelar demasiada información al respecto. Al igual que sus amigos, la felicitaron y elogiaron por sus logros.

—Te lo dije —exclamó Nilsa con ilusión en sus ojos—, este año iba a ser diferente.

—Y sí que lo es —murmuró Naomi.

Durante la cena notó miradas entre sus padres, esas miradas que se dedicaban como en medio de una conversación secreta, una que Naomi jamás había podido descifrar por más que intentara ver más allá de sus ojos, como si se comunicaran por telepatía. Pero en esta había algo diferente, notó desesperación en los ojos de su madre y profundo miedo en los de su padre. En su cabeza navegaban miles de preguntas que quería resolver de una buena vez, sin embargo, sintió la necesidad de callarlas por un poco más de tiempo. Lo que menos quería era atormentarlos más de lo que ya estaban.

—Iré a dormir —anunció levantándose con una mueca de dolor—, me duele todo, todito, todo.

—Y aún no sabes lo que es el verdadero ejercicio —susurró Félix sarcástico.

—Yo también te quiero, papi —contestó en el mismo tono—. Hasta mañana, sueñen bonito.

Se encaminó a su habitación con fingida indignación escuchando las risas ahogadas de sus padres, por lo menos había logrado que su semblante cambiara un poco, no le gustaba verlos así. Aún era temprano, solo las siete de la noche, pero se sentía tan agotada físicamente que decidió sin más acostarse y dejarse llevar por la sensación de sueño, era como si estuviese sumergida en el agua con el suave vaivén de las olas.

Se fue relajando cada vez más, sintiendo que el dolor de su cuerpo disminuía hasta desaparecer por completo. En sus sueños recordó aquella época en que le fascinaba nadar, por lo que su madre a los diez años la inscribió en un curso de natación los fines de semana. Cuando estaba dentro de la piscina sentía una corriente electrizante recorrer su cuerpo, le causaba cosquillas y le relajaba alejando todos sus temores. Sabía que era por su influencia, el vínculo que habían creado lo seguía sintiendo a pesar de la distancia que los separaba.

Desde que conoció a Niddeck había sentido una atracción por el agua, pero nunca se había atrevido a mencionarlo en voz alta o siquiera sugerir practicarlo como deporte. Lo extrañaba muchísimo y solo deseaba volver a verlo algún día, por lo que se empeñaba en aprender a manejarlo con mayor destreza. Quería que estuviese orgulloso de ella, de sus habilidades y las destrezas adquiridas en todo ese tiempo.

Recordar su rostro y su sonrisa le alegraba el corazón, evocar en su cabeza la imagen de los cuatro elementales le daba algo de felicidad y en esos momentos, era lo que más necesitaba. Sin embargo, sentía que ese vaivén aumentaba de fuerza convirtiéndose poco a poco en grandes olas que la mareaban. De un momento a otro se vio a sí misma flotando sobre agua oscura y profunda, los movimientos eran ondulatorios y bastante impredecibles.

Con gran temor pudo observar sombras negras y difusas debajo de ella, ocultándose bajo el grueso manto del agua. Su cuerpo subía y bajaba con cada paso de ola sobre ella, salpicando de agua su rostro sin mostrar evidencias de respirar siquiera. Estaba tan quieta y pálida que empezaba a preocuparse, aquellas figuras se estaban acercando demasiado y el miedo la invadió por completo. Trató de acercarse, tocarla o por lo menos gritarle que despertara y saliera de ahí, pero unos fuertes brazos la tomaron por la cintura sacándola de ese oscuro paisaje.

Se vio envuelta en esa extraña y conocida sensación, sabía que él estaba invadiendo sus sueños y lo permitió como la última vez. Quería obtener información de sus perseguidores, de quienes se habían estado llevando a las criaturas mágicas y de los mestizos, sobre todo de ellos. No confiaba mucho en las palabras de Kaled, pero trataría de sonsacarle toda lo que pudiese para después verificarla por otros medios.

Abrió los ojos al sentir mitigar esa sensación de malestar, estaba recostada sobre una cama de dosel enorme y bastante acolchonada. Sabanas azules cubrían su cuerpo, eran muy suaves al tacto y desprendían un dulce aroma floral. Observó atenta el lugar donde se encontraba, era una amplia habitación de paredes impecables, adornadas con cuadros de pinturas exquisitas. Paisajes de verdes colinas y flores de múltiples colores, el mar azul y resplandeciente bajo los rayos del sol y una nevada fría, pero de un brillo blanquecino hermoso.

Se levantó con lentitud aún anonadada con la belleza del lugar, dejando caer a sus pies las frazadas que antes la cubrían delatando un hermoso vestido escotado rojo. Era largo y bastante pomposo, constaba de una falda larga y ancha con pliegues floreados, en su cintura se amarraba una cinta negra con un lazo perfectamente anudado, en el torso era ajustado marcando su silueta y levantando sus pechos. No tenía mangas ni tirantes, era estilo strapless y aunque nunca le gustaron ese tipo de atuendos, este le encantó.

Se acercó a un espejo de cuerpo entero que estaba situado a solo unos pasos de la cama, no solo tenía un atuendo diferente y demasiado elegante, estaba maquillada de forma casi natural. Un suave rubor en sus mejillas, labial rosado en sus labios, un poco de polvo para darle una mayor tonalidad a su piel y lo que más le sorprendió, un leve delineado que resaltaba de forma alarmante el color de sus ojos, el original. Sus lentes de contacto no estaban, pero no se sentía temerosa de que alguien la viera, todo lo contrario, por primera vez se sentía bien consigo misma.

—Y así deberías sentirte siempre —Kaled estaba en el umbral de la puerta observándola con deleite—, eres hermosa y no deberías avergonzarte de nada, mucho menos del color de tus ojos. Créeme, significan mucho más de lo que piensas.

El chico la intimidaba mucho, pero a decir verdad no podía negar que era muy atractivo. Su piel morena resaltaba con el traje que llevaba puesto, era un esmoquin negro elegante. Sus labios, al igual que siempre, iban pintados de color negro, sus ojos delineados del mismo color y el cabello alborotado.

—¿Cómo...? —titubeó nerviosa— ¿Cómo sabes siempre lo que estoy pensando?

—Cuando dos almas están destinadas a permanecer juntas nada es imposible —se acercó hasta quedar a solo centímetros de ella—, solo debes esforzarte un poquito.

Aquella última frase la susurró tan suave, que casi era inaudible. Estaba tan cerca que podía sentir el calor de su aliento sobre su piel, su fragancia masculina en sus fosas nasales y esa frialdad que emitía a través de sus ojos. Por instinto, se alejó de él dos pasos hacia atrás, provocando que una risa entrecortada por un gruñido saliera de su boca.

—No importa que te resistas ahora, algún día serás mía —susurro acariciando sus mejillas, para luego tomar su mano con brusquedad—. Ven, quiero mostrarte algo.

La jaló llevándola por pasillos de blancas baldosas y más pinturas colgadas en las paredes, llegaron a un rellano amplio donde solo había una mesita con un florero con rosas adornando el lugar. Bajaron por unas escaleras amplias de madera antigua, salieron por la enorme puerta principal. En frente se extendía un hermoso jardín con flores y árboles frutales, la brisa fresca primaveral la inundo deleitándola con los dulces aromas.

—¿Dónde estamos? —preguntó Naomi entre jadeos— ¿A dónde me llevas?

—Sabes dónde estamos —contestó con una sonrisa maliciosa—, tú misma viniste...

La guiaba agarrándola con fuerza, caminando rápido a través de las mismas calles adoquinadas que ya conocía. Había girado su rostro para hablarle mirándola fijamente a los ojos, sabía que causaba intimidación en ella con solo ese gesto. Aun así, con ese simple movimiento logró captar algo en su nuca. El cuello del esmoquin lo cubría por completo, pero vio el inicio y gran parte de esa misma marca que divisó en aquellos soldados. Estaba segura, eran la mismas en lugar exacto.

—¿De... de qué hablas?

—Te sentí... estuviste aquí por tu cuenta...

Era cierto, había estado allí siguiendo el carruaje para saber dónde estaban recluidas las criaturas mágicas. ¿Pero cómo? Siempre había creído que era él quien invadía su cabeza llevándola a aquellos lugares, no sabía cómo hacía para lograrlo, pero nunca se imaginó que ella misma pudiese hacerlo.

—Estas aprendiendo...

Necesitaba salir, quería escapara de él. Los pulmones empezaban a arderle por la acelerada respiración, su mano dolía por la fuerza de su agarre y los pies le tallaban como si caminara descalza. Un sudor frio empezaba a recorrer su espalda, y sentía la brisa correr por su piel. Pero era extraño, era una corriente de aire demasiado fuerte en comparación con el suave movimiento de las hojas de los árboles.

«Concéntrate Naomi, si pudiste entrar una vez también puedes salir de aquí» pensó.

—¿Está segura de ello, mi lady? —exclamó Kaled con sorna.

—Más que segura —contestó enfurecida.

Se desprendió de su agarre con firmeza desacelerando su caminata para retroceder sin dejar de mirar su espalda, Kaled intentó darse vuelta, pero el tiempo a su alrededor se detuvo quedando congelado allí de pie en medio de la calle.

La oscuridad la envolvió una vez más, sintiendo con mayor intensidad el frio y la brisa de la noche. Al reaccionar, se dio cuenta que no estaba en su habitación. Había caminado dormida un par de calles lejos de su casa por sobre el césped de las casas vecinas, sensación que le tallaba los pies descalzos.

—¡Mierda! —susurró abrazándose a sí misma para mitigar el frio.

Caminó de regreso a casa sin despegar sus dedos del collar, el sentir la dureza de aquella piedra le tranquilizaba y calmaba sus nervios. Entró con sigilo, esperando no haber despertado a nadie al momento de salir, al parecer había usado la puerta trasera para escapar dejándola cerrada sin seguro. Se recostó en su cama respirando con alivio, nadie al parecer había notado su entrada ni mucho menos su salida.

—Ok... —susurró— tengo que ponerle control a esto o...

Dejó aquella frase inconclusa por miedo a pensar que podría pasar, en ese estado cualquier cosa era posible, más si se trataba de Kaled. Aún era algo que no lograba entender ni descifrar, por lo que esperaba todo fuesen solo pesadillas. Sin embargo, sabía que no era tan simple como quería que fuese, y las marcas de dedos en su muñeca lo demostraba. Pero, ¿qué le permitía entrar a su cabeza? ¿por qué podía siquiera hacerlo sin saber dónde estaba? Y esa era la más complicada y confusa de las preguntas, ¿de verdad desconocía su paradero?

Él la buscaba sin cansancio, se lo había dejado más que claro durante todos esos años. Pero, ¿Cómo era posible que pueda hacer tal cosa sin saber su ubicación? Estaba segura que no sabía dónde estaba viviendo, de lo contrario no estaría gozando de tanta libertad junto a sus padres.

¿Cierto?

El miércoles llegó como un día en apariencia normal, pero Naomi sabía que estaba bien lejos de serlo. Sus padres trataban de disimular en frente de ella sin contar con un detalle, los conocía demasiado bien como para saber que estaban muy preocupados. Y no era para menos, hasta ella misma sin saber todo el meollo entendía que estaban pasando por grandes problemas. Los mestizos estaban cerca y había grandes posibilidades de que los encontraran, sin embargo, estaban tratando de hacer todo lo posible por aumentar su seguridad y mitigar su energía.

Se dio cuenta que su padre había hecho talismanes de protección ubicándolos alrededor de la casa, escondiéndolos con sumo cuidado del ojo humano. Su madre por su lado, seguía con sus reuniones cada vez más frecuentes con la señora Nieves. No estaba segura de que hacían durante estos, por lo general eran en su casa mientras los chicos y ella misma estaban ocupados en sus deberes.

En la escuela las cosas estaban tranquilas, desde ese primer ensayo en el club de danza Mara no se había acercado a Naomi, claro que eso no impedía lanzar sus miradas venenosas. En especial viendo que siempre estaba acompañada de alguno de los tres, en particular por Jeimmy durante los recesos, quien insistía en saber todo sobre su sonambulismo. Se sintió un poco aliviada al darse cuenta que no vio su último desliz, esa visión que la dejó muy lejos de casa. Sin embargo, no podía dejar de pensar en ello.

En un principio había creído que era una buena idea dejar entrar las visiones, estaba tan confiada en que podía controlarlas que se dejó llevar demasiado por ellas. Sí había logrado algo con eso, sabía dónde estaban las criaturas mágicas y tenía cierta idea de cómo llegar, solo faltaba saber cuál era ese misterioso y tenebroso bosque en el que se hallaba al inicio de su visión. Pero eso no era suficiente, porque además tuvo sus consecuencias.

Ese día se despertó con ganas de saber más, de desenmarañar todo ese embrollo para poder ayudar a buscar una solución. No quería causarles más molestias a sus padres ni provocar que se sintieran peor de lo que ya estaban, pero al fin y al cabo todo ese problema era por su sola existencia, y se sentía con el derecho de saber la verdad después de tantos años. No creía estar preparada, pero sí estaba harta de tanto secretismo. Estaba decidida, ese día haría las preguntas definitivas.

—¿Hola? —Luke estaba a su lado tratando de llamar su atención— ¿Hay alguien con vida allí dentro?

—¿Con quién hablas? —dijo Naomi volviendo a la realidad.

Estaba en su hora de receso sentados en el jardín muy cómodos, Bruno y Grace no se encontraban por lo que había quedado solos.

—Contigo —contestó con gesto obvio— ¿Qué te está pasando, Naomi? Llevas dos días en la luna, ¿Piensas volver algún día?

—Deja de exagerar —chasqueo la lengua a modo de queja.

—No exagero, en serio has estado demasiado distraída estos días —afirmó con suma preocupación en sus ojos grises— ¿Qué es lo que te preocupa? ¿Quieres hablar de ello?

Deseaba poder decir que sí, desahogar y soltar ese nudo en su garganta que la asfixiaba, detestaba tener que retener todas emociones y sensaciones que le causaba aquella situación. El miedo, la rabia y el desconcierto la abrumaban por dentro, y eso la llenaba aún más de frustración.

—No es nada —contestó con una sonrisa ladeada—, es solo que... solía estar sola todo el tiempo y pues... dejaba que mi mente vagara por ahí. Es la costumbre, supongo.

—¿Segura que es solo eso? —indagó insistente.

—Sí, es solo eso —reafirmó.

—De acuerdo, llegó la hora de la Luketerapia —dijo Luke con seriedad.

—¿La qué?

Se levantó de su puesto para acercarse a ella, la tomó con firmeza de la cintura sentándose justo detrás de ella con las piernas estiradas a cada lado junto a las suyas. La abrazó con dulzura apoyando su mentón en su hombro, sintiendo la suavidad de la piel de sus brazos.

—Luke, ¿Qué pretendes? —preguntó divertida pero algo nerviosa.

—Solo quiero que te acostumbres a tener compañía, que te acostumbres a mí —dijo sin apartar su rostro de su cuello—, ten por seguro que nunca más estarás sola, yo siempre estaré contigo.

—Lo sé... —susurró tratando de no dejar salir su sentimentalismo— eres demasiado persistente... y te lo agradezco.

—No tienes que agradecer, lo hago porque quiero —susurró a su oído para después darle un beso en la mejilla—, y después nos casaremos, viviremos cerca de la playa, tendremos dos perros, un gato y una hija.

—¡No inventes! —exclamó riéndose a carcajadas.

—¿No te gustan mis planes? —indagó Luke con demasiada falsa inocencia— Los profesores dicen que debemos tener un proyecto de vida ya planificado, así que me tomé el trabajo de hacer uno para los dos.

—Tan considerado... pero... —titubeaba al no poder parar de reír— noooo...

Trataba de zafarse de sus brazos sin éxito alguno, las carcajadas la tenían sin respiración y con el rostro colorado. Se le hizo tan cómico el tono que uso para describir todo eso que no podía parar de reír, aunque también le causó mucha ternura escuchar aquellas palabras de su propia boca. Su madre tenía razón después de todo, es mejor esto a estar sola y con el corazón dentro de frías paredes de hielo.

Al regresar Bruno y Grace retomaron las conversaciones normales, sin separarse el uno del otro. Continuaron las risas y el bullying entre los cuatro, la relación entre ellos iba mejor de lo que alguna vez imaginó. Luke y Bruno habían dejado atrás sus discusiones, empezaban a llevarse bien e incluso confabulaban en contra de ellas dos para hacerles bromas. Con ellos sentía las clases menos aburridas y más llevaderas, e incluso empezaba a desear que duraran un poco más.

La hora de la salida llegó con un estridente sonar del timbre, sin embargo, ellos sabían que su libertad aún estaba lejos de ser una realidad. Las reuniones del club eran obligatorias, por lo que después de cada una de sus sesiones, los profesores pasaban a los tutores una copia de la lista de asistencia de sus alumnos. Sin muchas ganas se separaron rumbo a sus desgracias, porque eso era lo que sentía Naomi respecto a su suerte dentro de ese amplio salón de danza.

—Patéale el trasero a ya sabes quién —dijo Grace sonriente antes de irse a su club.

—¿Metafóricamente, cierto? —indagó Naomi pensativa.

—También.

Entraron riéndose a carcajadas ante esa extraña y poco aconsejable petición, siendo observados por los presentes con rostros curiosos. En realidad, era algo que muchas veces se le pasó por la cabeza, más todavía durante y después de cada una de sus discusiones. Lamentaba muchas veces la interrupción de sus vecinos, ellos tenían buenas intenciones de protegerla y evitarle problemas con Mara, pero también sabía que podía con ella si llegaba a darse el momento de enfrentarla.

—Buenas tardes, chicos —saludó el profesor con alegría—. Buenas tardes Naomi, Luke.

—Buenas tardes profesor —saludaron ambos al unísono.

Detrás de él venían las cuatro brujas, siendo encabezadas por Mara como siempre. Al pasar junto a ellos, le dedicaron la más fría y venenosa de sus miradas demostrando todo el odio que sentían por ella. En respuesta, Naomi mantenía su expresión aburrida e indiferente sabiendo que era una de las cosas que más detestaba. Y Luke por su parte, mantenía su semblante serio a modo advertencia.

—Reúnanse todos acá —anunció el profesor—, hoy continuaremos la coreografía para terminar con esta pista e iniciaremos los primeros pasos de la siguiente, así que necesito que terminen de aprender esa primera parte hoy mismo. ¿Listo?

—Sí señor —contestaron al unísono.

—Perfecto.

Todos se reorganizaron tomando sus puestos asignados la clase anterior, empezando a realizar la coreografía al escuchar la melodía resonar en toda la habitación. El profesor observaba y corregía a los que más necesitaban ayuda, cambió algunas posiciones al terminar el primer ensayo y continuaron con la segunda ronda.

—Bien, la siguiente canción es de un género diferente —explicaba el profesor caminando entre las filas—, por lo que antes haremos una especie de introducción para dar inicio sin que se pierda la continuidad del mix. La intención es que quede lo más variado posible sin que suene desagradable. De todas formas, también acepto sugerencias de ustedes. ¿De acuerdo?

—Sí señor.

Por los parlantes empezó a sonar una canción desconocida, pero que identificaba perfectamente el género, era kpop, música coreana.

—Por ahora mantendremos el mismo tono enérgico de las canciones, por eso elegí esta —continuó el profesor—, se llama Go crazy, de un grupo surcoreano llamado 2pm. ¿Listos?, pendientes a esto.

Volvió a reproducirla desde la introducción, seguido de las primeras melodías de aquella canción. Se colocó frente a sus estudiantes haciendo los nuevos pasos a agregar a la coreografía, bailando sin parar hasta llegar al primer coro. Naomi prestaba suma atención a cada movimiento, la gracia con la que se movía atraía mucho la atención y era contagioso.

—Listo —dijo al terminar, paseando la mirada por todo el salón—, por ahora lo dejamos hasta ahí, ¿Lo tienes, Naomi?

Todos voltearon a mirar a la susodicha, sorprendiéndose otra vez ante el curso que estaba tomando la situación.

—Sí, eso creo —contestó nerviosa.

—Perfecto, ven aquí —se ubicó justo a su lado, sintiendo el peso de las miradas, en especial la de Mara, quien apretaba la mandíbula y los puños con fuerza—, hoy necesitaré un poco de tu ayuda con esto, vamos desde el inicio, ¿Vale?

Se hizo a un lado dándoles suficiente espacio para bailar, reproduciendo el mix desde el inicio. Sin más alternativa, Naomi siguió el ritmo reproduciendo la coreografía que ya se sabía, continuando con la que recién había realizado el profesor. Como era de esperarse, recordó cada movimiento dándole su propio toque personal.

—¡Perfecto! —exclamó maravillado— Bien, presten mucha atención. Vamos haciendo esto paso por paso, de forma lenta para que puedan ver bien los movimientos. ¿Listo?

—Listo —contestaron todos al unísono.

—Colocaré la pista desde la introducción a menos velocidad para que la repitas —anunció el profesor.

Así trascurrió la clase, explicando y repitiendo una y otra vez los movimientos a diferentes velocidades. El profesor se acercaba cada tanto a sus estudiantes, repitiendo el mismo para explicar con más detalle a quienes tenían más dificultades.

—¿No te basta con tener a Jeimmy? ¿También quieres la atención del resto de la escuela y del profesor? —murmuraba Mara molesta llegando a su lado mientras fingía bailar— ¿Cuál es tu plan, que más quieres robarme?

—A ti no te he robado nada —contestó Naomi en tono indiferente—, no puedes decir que te quité algo que no tenías, como la atención de Jeimmy, por ejemplo.

—Esto no se queda así, me las vas a pagar todas —escupió con rabia y regresó a su lugar.

—¿Qué te dijo la bruja? —indagó Luke curioso llegando junto a ella.

—Lo mismo de siempre, que me hará pagar por todo lo que hice y no hice —contestó burlona—, ya sabes, lo normal.

Suaves risas burlonas se escucharon, disimulando al ver la mirada asesina de Mara.

—Repasemos lo que llevan desde el inicio —anunció el profesor ajeno a todo—, ubíquense.

Después de media hora más, la clase había llegado a su fin, llegando su tan esperada salida de la escuela. Había cosas que debían continuar, como los planos del proyecto de ciencias y el inventario de materiales que necesitarían para construirlo. Los deberes del día siguiente estaban más que hechos, por lo menos de parte de Naomi.

—Antes de irse chicos, deben saber que más adelante haremos algunos cambios, no en la coreografía sino en las posiciones —explicó el profesor—, mientras más dinámica sea, menos monótona y aburrida se torna el baile, por lo que tendremos que ser más rápidos en ciertos movimientos. ¿Sí me entienden?

—Sí señor.

—Bien, nos vemos la próxima clase —se despidió con emoción—. Naomi, ¿Podrías venir un momento? Luke, tú también.

Ambos se acercaron al profesor cargando sus cosas, estaban casi a la mitad del camino a su libertad cuando fueron interrumpidos.

—¿Ya tiene alguna idea para el acto de apertura? —preguntó curioso.

—He estado pensando en eso, pero...

—Aun no elegimos una canción en específico, pero podría ser una de Bruno Mars —interrumpió Luke al ver la expresión de Naomi.

—Excelente, tiene un buen repertorio del que elegir —comentó emocionado— ¿Serán solo ustedes dos o hay más participantes?

—Por ahora será un dueto —añadió Naomi recuperando la compostura—, cualquier cambio se lo hago saber.

—Sí me dejan aconsejarles, Finesse es una muy buena opción —sugirió el profesor—, nos vemos la próxima clase.

Salieron al frescor de la tarde, el sol aún brillaba algo fuerte indicándoles que habían salido un poco más temprano que la clase anterior.

—¿Qué harás ahora? —indagó Luke curioso.

—Bañarme con urgencia —contestó Naomi con un suspiro—, y comer, muero de hambre.

—¿Ya te han dicho que tragas mucho? —su tono burlón atrajo la mirada asesina de Naomi.

—Nadie ha vivido para contarlo —comentó con inocencia— ¿Quieres ser el siguiente?

—No gracias, a menos que no quieras pizza —dijo con falso pesar—, porque iba a comprar una para los dos, pero bueno, será en la próxima vida.

—¿Por qué morirías? Si eres un bueno amigo —Naomi lo tomó del brazo con toda su dulzura mientras le sonreía con inocencia.

—Eres el diablo —se quejó.

Regresaron entre charlas y risas a sus casas después de separarse de sus amigos, sus padres aún no regresaban y sabía que ellos traerían comida preparada, por lo que no se preocupó por cocinar. Se duchó con calma sintiendo el agua fresca por su piel, le encantaba la sensación después de un día de ejercicios.

Se visitó con algo cómodo, un short licrado y una blusa de tirantes por debajo de una holgada que dejaba sus hombros descubiertos. Aseguró bien las puertas y se dirigió a la casa de sus vecinos, siendo recibida por un muy sonriente Luke.

—¿Preparada para sudar? —preguntó con gesto seductor.

—Depende —contestó dudosa mirándolo con ojos entornados— ¿Qué estas planeando, pervertido?

—Que mal concepto tienes de mí —replicó con fingida indignación—, estaba pensando en iniciar con los planes del acto de apertura, ninguno de los dos se había acordado de eso hasta ahora.

—Ni continuado con los planos del proyecto, ni materiales ni nada —continuó Naomi—, por lo menos haces los deberes diarios para la escuela.

—¿Recuérdame por qué es que te quiero tanto siendo tan odiosa? —inquirió con expresión seria.

—Porque soy encantadora —presumió Naomi con una sonrisa inocente.

—Encantadoramente diabólica —añadió.

—Es lo mismo, ¿no?

Entraron y se acomodaron en la sala viendo la televisión, en sus planes estaba ver algunas de las coreografías ya estipuladas para algunas canciones de Bruno Mars, iniciando con la sugerencia del profesor. Eligieron una en específico que podrían modificar un poco para hacerla a dueto, agregando algunos detalles que haga más animada y dinámica la presentación. Para Naomi no era complicado repetir los movimientos, pero a Luke si se le hacía demasiado complicado.

—Caramba niño, estás medio perdido me parece —se burló Naomi.

—Si te soy sincero... —comentó con diplomacia— jamás en la vida había bailado, hasta ahora en este club.

—No lo dudo —afirmó—, te hubieses quedado en el de música, tocas bien la guitarra.

—No te iba a dejar sola y menos mal no lo hice —recalcó con vehemencia—, la belleza con la que nos encontramos...

—No recuerdes mi desgracia.

Se ubicaron uno al lado del otro, haciendo los movimientos de la coreografía paso a paso de forma lenta y pausada para que Luke la replicara mejor. Las burlas por parte de Naomi continuaron sin cesar, recibiendo varias amenazas por parte de este. Al cabo de media hora fueron interrumpidos por el sonar del timbre, la pizza había llegado y con ella un breve descanso.

Si antes las cosas estaban raras, se están poniendo peor.

¿Será que Naomi tomó una mala desición?

¿Kaled se estará aprovechando de ella?

Leo sus teorías, mis pulguitas.

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