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Capítulo 3 | Conociendo

Hipo

¡Romeo! ¡Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo?... reniega de tu padre, adjura tu nombre y si no quieres hacer eso, jura que me amarás, y yo cesaré de ser Julieta Capuleto

Había pasado los últimos días leyendo el libro que Jack me había dado; era la tercera vez que lo leía, prácticamente ya lo sabía de memoria y me estaba hartando. Entendía lo que Jack quería decirme, entendí el mensaje; pero yo continuaba leyendo el libro como si fuera a descubrir algo diferente, algo que me permitiera estar en el mundo humano y acercarme a Merida, ya que no podía sacarla de mi cabeza. Al menos solo seguir conociendo esta parte del universo que recién descubrí y seguir conociéndola ella.

Recibimos noticias de Arendelle; la princesa Anna estaba mejor, ya había vuelto a entrenar. Muy pronto vendrían de nuevo a visitarnos o nosotros iríamos a Arendelle también. Todo el pueblo estaba tranquilo, al parecer los ladrones no planeaban volver.

Dejé el bosque y caminé a Berk, a casa; guardé el libro y busqué a Jack. Estaba en su cuarto aun leyendo los libros que había traído, tenía un desastre y parecía que había leído como un loco por días, buscando solo los dioses saben que.

- Y creí que el loco por los libros era yo. -

Me lanzó una almohada y yo me reí.

- Supongo que no has encontrado nada. -

Me vio con algo de fastidio.

- Y debo regresar los libros mañana. -

Eso me interesó.

- ¿Regresaremos? -

- ¿Nosotros? -

- Vamos, Jack. Quiero ir a Storybrooke. Llevo días leyendo el libro que me diste y si puedo leer más... -

Me vio con algo de duda, suspiró y tomó uno de sus libros para extenderlo hacía mí. Yo lo tomé. "Escocia"

- ¿De qué es? -

- Léelo. -

- Por favor dime que no es otro romance trágico. -

- No... aun que me alegra saber que lo leíste. -

Le regresé la mirada molesta.

- Escocia es un país en el mundo humano. Entretente con ese hasta mañana. -

- ¿Por qué leíste esto? -

Pareció pensar un poco su respuesta.

- La flecha tenía símbolos celtas europeos, los que más conozco son de ese lugar. -

- ¿Y si eran? -

- Sí, pero nada nuevo. Al menos voy por buen camino, seguiré con estos libros. -

Asentí, me senté en su cama y comencé a leer.

Perdí la noción del tiempo, Jack y yo nos quedamos dormidos y no lo supe hasta que unas manos acariciaron mi rostro para despertarme.

- ¿Mamá? -

- Shh... ayúdame a quitar los libros y que tu hermano pueda dormir bien. -

Vi a Jack, estaba dormido y bastante incomodo, casi sentado. Mi madre y yo levantamos los libros e hicimos que se acostara bien; lo tapó con una manta y besó su frente. Luego salimos.

- ¿Qué hora es? -

- Tarde... o temprano, depende de tu perspectiva. -

- Nos quedamos dormidos. -

- Eso veo. Al menos, espero, haya valido la pena. -

Bajamos al comedor y me dio un poco de agua caliente para un té.

- ¿Y papá? -

- Aun dormido. -

- Entonces, sí es temprano. -

- Sí... y también es flojo como Jack. Se parecen mucho en eso. -

Nos reímos. Le dije a mi madre que fuera a dormir otro poco y por suerte me escuchó. Yo ya no tuve sueño y amanecería pronto. Lo pensé unos minutos y me decidí. Tomé una mochila, la llené con agua, algo de fruta y el libro que estuve leyendo toda la semana. Salí de la cabaña directo al bosque, ahí me transformé en dragón y volé hasta el portal que llevaba al mundo humano.

-----

Decidí seguir una ruta diferente a la que Jack me llevó. No crucé el bosque, busqué un camino y lo encontré; era uno de roca lisa y dura, cemento, eso me dijo Jack. Me gustó la caminata pues veía ambas partes del bosque, el camino hacía que se dividiera. No sé por cuanto tiempo estuve caminando, solo lo disfruté; unos metros más y vi un letrero verde "Bienvenidos a Storybrooke" sonreí. Jack me había dicho el nombre de la pequeña ciudad. Entonces iba en buen camino. No continué, escuché un ruido por el camino, era un auto, uno grande, Jack los llamó camionetas. Me moví del camino, pero la camioneta se detuvo a mi lado.

- Buen día, amigo. -

- Buen día. -

Contesté. Había dos hombres en ella, uno mayor y otro joven de cabello negro.

- ¿Vienes a Storybrooke? ¿Quieres que te llevemos? -

Vi el camino, no sabía que tan lejos era y mi curiosidad sobre el famoso auto creció.

- Entiendo la duda, hijo. Pero no te haremos nada. -

Los volví a ver.

- Eres nuevo por aquí ¿No? -

Asentí.

- Vine hace unos días. Me gustó el lugar. -

- ¿Y a quien no? Es un buen lugar. -

El señor me sonrió y movió la cabeza indicándome que subiera. Le devolví la sonrisa y decidí hacerlo. La parte de atrás era abierta, para llevar cosas. Subí con cuidado y me senté en el suelo de metal.

- ¡Sujétate! -

Me gritó el joven y la camioneta empezó a moverse por todo el camino. Al principio me asusté un poco, me sujeté del barandal y cuando la camioneta se estabilizó disfruté más el viaje; jamás creí que sentiría esa sensación del viento sin tener que volar como un dragón. Veía como el cielo se movía, los árboles pasaban y las hojas eran tan hermosas. Cerré los ojos y seguí disfrutando. Unos minutos más adelante escuché unos gritos.

- ¡Hola! -

- ¡Buen día! -

Pasamos por un pequeño puerto; unos pescadores habían saludado a la camioneta, aun así, levanté la mano para devolver el saludo igual. Después de eso ya empecé a ver edificios, casas, tiendas y una parte de la ciudad que conocía. La camioneta se detuvo y bajé de ella. Observé a mi alrededor, creí que podría orientarme sin problema, escuché las puertas del vehículo, los que me trajeron bajaron y hablaron conmigo.

- Bienvenido a Storybrooke. -

- Gracias. -

El hombre más grande de cabello gris me extendió su mano.

- Robert Callaghan. Mucho gusto. Él es mi empleado y amigo Tadashi Hamada. -

Apreté su mano y luego la del joven Tadashi.

- Mucho gusto. -

No sabía si sería seguro dar mi nombre a más personas. Me presenté con Merida porque Jack la conoce y, bueno, yo quería que me conociera, pero no confiaba en los demás aun cuando fueran amables. Esperaba que no se ofendieran.

- Busco la biblioteca del pueblo. -

- ¿De la universidad o del centro? -

Me preguntó el Sr. Callaghan.

- No lo sé, no sabía que había dos. Solo he estado en una un día. -

Me detuve a pensar un poco.

- Está frente a una cafetería. -

Ambos me sonrieron y el joven se rascó la cabeza algo avergonzado.

- Hay... bueno, ambas tienen cerca cafeterías. -

Agradecí su amabilidad y su paciencia.

- Perdón... es que no conozco. Soy nuevo aquí. -

- Descuida ¿Conoces a alguien de aquí? -

- No... mi hermano no vino conmigo como la última vez, yo... ¡Ah! Hay una joven. En la cafetería de enfrente trabaja una hermosa joven pelirroja. Merida. -

Y su sonrisa se fue. Tadashi cruzó los brazos y el Sr. Callaghan sí sonrió con algo de burla. No entendí porque el cambio. Hubo como un minuto de silencio, algo incómodo, la mirada de Tadashi me molestaba.

- La biblioteca que buscas está en esa dirección... -

Señaló Callaghan.

- ... a tres calles. Aun podemos llevarte si gustas. Solo cargaremos combustible. -

Supuse que los había molestado de alguna forma y ya no quería seguir haciéndolo.

- No, gracias. Caminaré, me gusta más. Y así conoceré más el lugar. Gracias de nuevo. -

- No hay de que, muchacho. Pasarás por un parque, luego las calles y verás la biblioteca. -

Asentí. Colgué mi mochila al hombro y al empezar a caminar Tadashi me habló.

- Entonces eres nuevo por aquí... ¿Estás de visita? -

- Ah... sí. Solo de paso por un tiempo. -

- ¿De dónde eres? -

- Escocia. -

Fue lo primero que pensé gracias al libro que Jack me había dado la noche anterior; con la poca información que obtuve podría fingir ser de ahí y saber cosas.

- No tienes acento escoces... ¿Cómo dices que te llamas? -

Sentí la molestia de Tadashi sobre mí. No conocía ese mundo, pero no dejaría que nadie me tratara mal o dudara de mí.

- Lamento si de alguna forma los molesté. Sobre todo, a ti, joven Hamada. Lindo día. -

Hablé firme y seco. Asentí en agradecimiento por el viaje y me alejé. Caminé por la dirección que el Sr. me dijo. Por suerte la molestia de Tadashi no afectó a que me dieran falsas direcciones; al fin llegué y mi primer instinto fue entrar, pero antes de cruzar la puerta volteé a la cafetería, apenas estaban abriendo y Merida no estaba así que entré a la biblioteca.

-----

La encargada fue muy amable conmigo y pude tomar todos los libros que quise para leer más. Tomé de todo tipo, no solo del mundo humano, sino leyendas, cuentos, historia y más. Me estaba divirtiendo mucho el cómo leía sobre las historias de dragones y magia. Eran interesantes, erróneas, pero divertidas. Terminé un libro más y lo dejé en la pila de libros leídos. La mañana, prácticamente ya había pasado, tenía hambre y saqué una manzana, mi cantimplora con agua; le di un mordisco, pero varias personas me vieron fijamente y me sentí incomodo y raro.

- Disculpa. -

Una voz me hizo voltear, era la encargada del lugar que me recibió en la mañana.

- No puedes comer aquí. -

Estoy seguro que le di una expresión ridícula de confusión.

- En la biblioteca. No puedes comer en la biblioteca. -

- Oh... lo lamento. Lo lamento mucho. -

Guardé todo y empecé a acomodar todos los libros que había leído en su lugar. La encargada me agradeció y salí del lugar para poder comer. Ya había más movimiento, había más personas y había buena luz sobre todo el pueblo, seguro era medio día. Volví al parque que había cruzado al caminar; era algo grande, muy bonito, lleno de árboles y juegos para los niños. Saqué mi manzana para comerla.

Escuché música a lo lejos; caminé en dirección a ella. Era un grupo de personas tocando tambores y bongós; todos alrededor se divertían y bailaban, yo comencé a moverme con algo de ritmo igual, el ambiente era bastante feliz y animado. Me moví un poco más a mi alrededor, vi personas haciendo ejercicio, otras más jugando con la pelota, variedad de juegos diferentes, con diferentes pelotas. Era interesante.

Seguía teniendo algo de hambre, pero aun quería seguir leyendo un poco más y estaba seguro que Jack me buscaría en la biblioteca; debía volver. Pasé de nuevo por la cafetería, esa vez me detuve cerca de la puerta y no vi a Merida. Sí, tenía algo de hambre, pero no llevaba mucho dinero y no sabía muy bien como gastar dinero humano; así que no entré. Daría la vuelta y regresaría a la biblioteca.

- ¡Oye! -

- ¡Perdón! -

Había chocado con alguien e hice que se cayera una caja al suelo.

- Lo lamento mucho. -

- ¿Por qué no te fijas por donde caminas tú...? -

Levanté la mirada y ella igual. De nuevo pude ver esos hermosos ojos azules y su cabello de fuego.

- ¿Hipo? -

"Se acuerda de mí."

- Hola, Merida. -

Le ayudé a levantar lo que había tirado. Me calmé al ver que no había tirado nada frágil, entonces nada estaba roto; solo eran algunos trapos y mandiles.

- En serio lo lamento. -

- ¿Qué... que hacías parado en la puerta? -

- Yo... -

Cargué la caja y ambos nos pusimos de pie.

- ... es que iba a entrar y tal vez compraría algo, pero... -

- ¿Pero...? -

Me dio algo de vergüenza y seguramente estaba sonrojado.

- No... no te vi. -

Ella se sonrojó y se sorprendió un poco. "Que hermosa." Pensé.

- Aunque... supongo que tuve suerte. -

Le dije señalando la caja en mis manos. Pareció reaccionar al sacudir su cabeza y trató de tomar la caja.

- Ah... gracias. -

- No, descuida. Yo te ayudo. -

No dejé que me la quitara.

- ¿Ibas adentro? -

Asintió y le sonreí, ella me regresó la sonrisa y abrió la puerta de la cafetería para que entráramos. La seguí hasta la barra, ella levantó una tabla para que pasara detrás.

- Déjala en esa mesa, por favor. -

Señaló y lo hice.

- Muchas gracias. -

- No agradezcas, yo la tiré. -

- No había nada importante, tranquilo. Además, me ayudaste, muchos solo se van. -

- Que groseros. -

Le volví a sonreír y ella a mí. No quería que hubiera un silencio incomodo así que empecé a salir.

- Bueno... lo lamento de nuevo. Hasta pronto, Merida. -

- Espera. -

Volteé a verla y tomó unos pastelillos, los colocó en una bolsa café, luego tomó su mochila y la colgó al hombro.

- Vamos. -

Pasó a mi lado y salió; la seguí rápido, observé que le dijo algo a una de sus compañeras de trabajo. Volvimos a la entrada y honestamente estaba confundido.

- Traía esa caja con cosas porque me lo pidieron, pero hoy es mi día libre. -

Asentí entendiendo lo que decía, luego me dio una enorme sonrisa y sus ojos se iluminaron.

- ¿Quieres... dar un paseo? -

- ¿Qué? -

- No sé si Jack ya te mostró todo Storybrooke. -

- Ah... no, no. No he visto todo. -

En serio me gustó mucho su actitud. Es segura y tomaba la iniciativa de la conversación, de lo que quería hacer. Yo soy muy tímido y que ella hiciera eso conmigo, me calmaba y me atraía. Dio la vuelta y empezó a caminar; quedé algo congelado al verla caminar, hasta que volteó y vi su rostro.

- ¿Qué esperas? ¿Vienes? -

Sacudí la cabeza para despertar y sonreí al seguirla.

El pueblo era más grande de lo que parecía; entendí porque a veces lo llamaban ciudad. Vimos estatuas, edificios importantes y me llevó a conocer la biblioteca de la universidad; era más grande y tenían aún más libros. Quedé muy impresionado.

- Así que eres de esos chicos. -

- ¿Esos chicos? ¿De qué hablas? -

- Los ratones del conocimiento. Siempre leyendo e investigando. -

- ¿Me dijiste ratón? -

- ¿Qué? ¿No te gusta? -

Fruncí las cejas, pero ella solo se burló con su risa; me contagió y no pude evitar sonreír.

- Creo... que más bien soy una lagartija. -

Seguimos riendo y yo buscaba más libros o bueno, los admiraba. Sentía la mirada de Merida sobre mí. Supongo que, aunque fuera una broma, quería una respuesta a esa pregunta, una en serio.

- La verdad es que no sé si lo soy. -

La vi directamente de frente.

- Sé que me gusta leer, me encanta, pero... casi no tengo tiempo y... bueno, además mi padre me tiene ocupado en otras actividades. No le gusta que desperdicie el tiempo. -

Dije señalando los libros. Aún tenía su completa atención; me regaló una sonrisa y compresión que era algo muy valioso para mí. Recorrimos todo y salimos, pero antes ella compró una revista, es como un libro, pero más delgado y sin una pasta dura. Al salir del lugar me extendió la revista y la tomé "Storybrooke" decía en la portada; había fotos de la ciudad dentro y fuera con todo tipo de información.

- Con eso sabrás muchas cosas de Storybrooke. -

La vi algo sorprendido.

- ¿Es para mí? -

- ¡Claro!... así cuando te vayas tendrás algo que leer de aquí. -

Apreté un poco la revista, fue un regalo precioso.

- Gracias. -

Susurré. Volvió a sonreír, quería ver esa sonrisa siempre. Continuamos recorriendo diferentes lugares; museos, plazas, tiendas, algunos restaurantes. Mi estomago rugió en algún punto de la caminata y ella me dio uno de los pastelillos que había guardado. Caminamos, comimos; la compañía era agradable.

- ¿Siempre has vivido aquí? -

- La mayoría de mi vida, sí... desde que tengo memoria estoy aquí. -

- Supongo que toda tu familia igual. -

- Bueno... solo soy yo. Tengo amigos increíbles que son mi familia, pero... si te refieres a... -

Observé que era un tema incómodo para ella, supuse que había algo en su vida que no quería compartir.

- A tus padres. Pero... no tienes que contarme si no quieres. -

- Gracias. -

- Descuida. -

Hubo un rato de silencio, solo que no era incómodo. No noté el tiempo que había pasado hasta que una luz de la calle se encendió y mi alrededor estaba oscuro. Ambos vimos el cielo y estábamos igual de sorprendidos y preocupados; supuse que igual que yo no se percató del tiempo juntos. "Espero que Jack no esté enojado." Merida sacó uno de esos aparatos con luz, su celular y su expresión continuó siendo de preocupación.

- Debo irme, perdón ¿Sabes llegar desde aquí a...? -

Lo pensó un segundo y guardó su celular.

- ¿... a dónde vas, Hipo? -

- Yo... buscaré a Jack. No te preocupes... ¿Vas a tu casa? -

- Sí, voy a mi casa. -

- Te acompañaré. Luego buscaré a Jack. -

- No es necesario, yo... -

- Insisto. Fuiste muy amable conmigo hoy, Merida. No puedo llamarme caballero sin irte a acompañar hasta tu casa. -

Por suerte aceptó, le sonreí y le ofrecí mi brazo para que lo tomara; lo hizo y caminamos hasta su casa.

- ¡Estás mintiendo! -

- ¡No! ¡Juro que no! -

- No puedo creerlo. -

- Un día te lo probaré... no hay nadie más rápida al comer que yo mientras haya pasteles de mora azul. -

Seguimos platicando y riendo por un rato hasta detenerse.

- Bien... aquí vivo. Llegamos. -

Vi la casa, era linda, pequeña y había algo en ella que me recordaba a mi hogar. Tal vez el estilo o que en serio se sentía cálida y mágica. No podía mentir al pensar que estaba triste, quería pasar más tiempo con ella.

- Claro. Bueno... fue increíble verte y gracias por todo lo de hoy. -

- Cuando quieras, Hipo... en serio. -

Tomé su mano y la besé despidiéndome igual como cuando la conocí.

- Hasta pronto... -

Pero no nos soltamos. Sé que no queríamos.

- ¡Merida! -

Volteamos a la entrada. Vaya sorpresa que me llevé al ver al joven de esa mañana, quien me ayudó a llegar a Storybrooke.

- Tadashi... ya llegué. -

- Sí... eso veo. -

Observó nuestras manos y luego a mí; no me agradaba su mirada y yo tampoco le devolví una muy amable. Se acercó a nosotros y Merida soltó mi mano. Trataron de hablar bajo, pero alcancé a escuchar; el oído de dragón tiene sus ventajas.

- Te he estado esperando desde hace rato ¿Dónde estabas? -

- Paseando, es mi día libre. -

- Ya lo sé, pero... -

- Puedo hacer lo que quiera en mi día libre, Tadashi. -

Tadashi notó que podía escucharlos. Agarró a Merida del brazo y la jaló un poco.

- Vamos adentro, quiero hablar contigo. -

- Tadashi... -

Se quejó Merida. Así que di un paso para acercarme y hablé de forma firme.

- Suéltala. -

Me vieron.

- Por favor... la estás lastimando. -

Me observó y luego a su mano, la soltó de inmediato. Supe que no era un mal tipo; solo yo no le agradaba y si él era una de las personas que Merida había descrito como su familia, supuse que solo quería protegerla.

- Lo siento, Mer. -

- Ve adentro... ahora voy. -

Asintió, pero me volvió a ver de forma hostil antes de regresar a su casa.

- Gracias por acompañarme, Hipo. -

Se dirigió a la puerta y la abrió. -

- Hasta pronto, Merida. -

- Hasta pronto, Hipo. -

-----

Caminaba por el bosque de regreso a casa. A pesar de volver a la biblioteca y la entrada del pueblo, no encontré a Jack. No sabía si había ido al mundo humano, lo más sensato para mí fue volver a casa. Llegué al portal y continué la caminata. No era tan noche, pero ya estaba oscuro; por lo normal no le temo al bosque, pero un disparo me asustó. Me agaché y vi como una flecha se incrustó en el árbol detrás de mí.

- ¿Pero que...? -

- ¡¿Dónde estabas?! -

Vi en los arboles una sombra y su cabello platinado.

- ¡Jack! ¡¿Qué te pasa?! -

Saltó del árbol y aterrizó frente a mí.

- ¿Dónde estabas, Haddock? -

- En el mundo humano. -

- Eso lo sé... Pero ¿Dónde? -

- Paseando... ¿Estuviste allá? -

- Sí y no te encontré. -

- Lo lamento. -

Me tendió la mano y me levanté. Me pasó de largo y quitó la flecha del árbol.

- ¿Ahora practicas arquería? -

- No... descubrí algo. -

El ambiente pasó a ser serio; no me gustaba el semblante que tenía Jack.

- Supuse que estabas bien. Y yo confío en ti, hermano. -

Asentí.

- Entonces seguí investigando. -

Me tendió la flecha, era igual a la del ataque.

- Pude replicar la flecha; no creo que Ryder la devuelva o me la preste. -

Dijo con molestia.

- Creí que los símbolos eran celtas de Escocia, incluso de guerreros vikingos humanos; aquellos que conquistaron continentes siglos atrás. -

- ¿Y no? -

Pregunté. Su rostro en serio no me gustaba nada.

- Jack... ¿Qué encontraste? -

Suspiró.

- Sí son símbolos celtas, pero de hechiceros. -

Fruncí las cejas.

- ¿Los hechiceros nos atacaron? -

- No... alguien como ellos no podría pelear como los ladrones lo hicieron. -

- No entiendo entonces... -

Se acercó a mí y con cuidado tomó la flecha.

- Razónalo bien, Hipo. -

Me hizo cuestionar. Tenían poderes, habilidades y armas mágicas, todos ellos, los tres. Entonces lo entendí.

- Mestizos. -

Dije y Jack asintió. Me alteré, me enojé tanto como mi padre lo estaría.

- ¡Jamás habían llegado tan al este! ¡Nunca habían pisado tierra de dragones! -

- No que nosotros supiéramos. -

Jack mantuvo su semblante serio y seguía viendo la flecha, me sorprendió que no me pidiera que me calmara.

- Maldita sea... a papá no le va a gustar esto. -

Vi a mi hermano; él seguía con la mirada perdida en la flecha, no creí que me ignoraba, sino que pensaba aun en más cosas.

- Hay algo más... ¿Cierto? -

Me vio y apretó más el agarre de la flecha.

- Los símbolos... sí son escoceses y sí son celtas... -

- ¿Pero...? -

- Pero... son runas. Runas de un hechicero oscuro. -

No pensé en eso, no lo vi venir.

- No es posible, Jack... ¿Estás seguro? -

- Ojalá estuviera equivocado. En serio quiero estarlo. -

Dejamos de hablar por unos segundos, yo procesaba esa información. Algo se acercaba, una pelea, un cambio, un futuro nuevo y, esperaba que no, pero tal vez una guerra.

- No ha habido hechiceros oscuros desde... -

- Lo sé... y estoy de acuerdo contigo. A papá no le va a gustar esto. -

¿Qué tal? ¿Van siguiendo la historia? ¿Qué les parece? | Hipo y Merida en esta historia son algo raros; ambos han vivido cosas muy diferentes y sus perspectivas igual lo son. | No envíen hate a ningún personaje; no hay villanos, no exactamente aun 7u7 | Tengan mucha imaginación y traten de seguir el hilo de ambos personajes y ambos mundos. | Recuerden votar y comentar mucho ¡Por favor! Amo cuando comentan los capítulos. | Nos vemos en el siguiente. Lucy fuera

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