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Capitulo 1

Once años después...

El sol brillaba suavemente sobre sus cabezas, iluminando con sus últimos rayos las copas de los árboles, marcando el final de la tarde. Los atardeceres siempre eran hermosos en el bosque durante esa época, cuando el verano llegaba a su fin para dar paso al otoño.

Las hojas de los árboles, con sus bellos tonos naranjas y rojos, siempre le daban las mejores vistas cuando la brisa las hacia llover. Era de sus momentos favoritos para leer al aire libre...

-¡Ja! ¡En tu cara, Oscar! ¡Yo gano! -celebró con entusiasmo la niña frente a ella, luciendo una gran sonrisa, mientras su compañero de entrenamiento todavía se recuperaba del último golpe desde el suelo.

-¡No es justo! ¡Dijimos sin poderes ni magia y te vi haciendo esa cosa rara con los ojos! ¡Me distrajiste! -se quejó el chico, haciendo una mueca de dolor mientras se levantaba y encaraba a la niña

-Oh, ¿en serio? ¿Tan bellos son mis ojos? -la chica no perdió la oportunidad para molestarlo.

-T-Tú eres... ¡Becca, hizo trampa!

Y también era de los mejores momentos para practicar con su pequeño grupo de lindos aprendices. Eran mucho más productivos al aire libre, sabiendo que tan pronto como terminaran podrían jugar un rato o trepar algunos árboles, por lo que siempre daban lo mejor de si mismos.

Aunque...

-Siana, yo también vi ese truco, ¿cuáles dijimos que eran las reglas? -la mirada que le lanzo, junto con la ceja arqueada y los brazos cruzados, tuvo el efecto deseado y en menos de un segundo, la niña ya estaba confesando-. Se supone que estamos aquí para aprender a defendernos sin nuestros poderes.

-¡Pero no use magia! ¡Que mis ojos brillen de vez en cuando no es mi culpa, a veces pasa cuando me emociono mucho! -se defendió la brujita, dando un pisotón, para luego comenzar a murmurar-. Todavía me cuesta controlar el estúpido flujo de mi energía.

-Oye, no te pongas así, vas muy bien. A todos nos cuesta un poco cuando empezamos a concentrarnos en eso -le intento animar, inclinándose por la cintura para verla directo a sus grandes y bonitos ojos verdes-. Si supieras cuantas veces quemé alguna cosa por accidente, realmente era un desastre. En comparación, todos ustedes son geniales y lo están haciendo excelente.

Siana se ánimo al escuchar eso, no por la parte en que era un peligro ardiente (o eso esperaba), si no por el cumplido hacia su control. Vio a la media docena de niños que la rodeaban, ninguno mayor de diez o doce años, cada uno especial a su manera y todos mirándola con atención.

Si, sin duda son especiales. A la velocidad a la que van, serán fantásticos en poco tiempo. Pensó mientras el orgullo florecía en su pecho, recorriendo con la mirada a cada uno, feliz de notar los sutiles pero considerables cambios que habían dado en los últimos meses que habían estado a su cuidado.

Siana era más abierta al demostrar su inteligencia, diferente de la niña que se quedaba al fondo sin dar su opinión, por no querer parecer una sabelotodo.

Oscar, quien antes era un niño gruñón y con un carácter un tanto brusco (como cualquier cachorro de lobo), ahora era un chico atento que se preocupaba por sus amigos. Y si el pequeño sonrojo que pintaba su cara era una buena señal, también muy dulce e interesado en una linda brujita.

Libi y Noah, su inseparable dúo de hermanos, ahora pasaban más tiempo con los demás y hablaban más seguido, en lugar de quedarse pegados uno junto al otro como si estuvieran cosidos por la cadera. También practicaban magia con más confianza, en especial Noah, quien tenía mucho talento.

Caran ya no tenía miedo de su propia fuerza ni se avergonzaba de comer en público. El pequeño vampiro había estado aterrado de dañar a alguien sin querer y casi le dio un infarto la primera vez que salió de su vista, escondiéndose lejos de todos para poder tomar unos cuantos sorbos de la botella roja que siempre llevaba consigo.

Y en cuanto a Sam... bueno, al menos ya no se escapaba cada vez que se daba la vuelta. Y le sonreía y hablaba más seguido, esa era una victoria muy importante según sus registros.

-Pero.... eso no significa que seré suave con ustedes. Pudo ser accidental, pero aun así se considera una pequeña trampa, ya que lograste distraer a Oscar con eso -señaló, ganándose un puchero de Siana y una gran sonrisa de Oscar. Acercándose a la niña y susurrándole al oído (aunque todos podían oírla muy bien), decidió jugar un poco-. Aunque no te culpo, con lo lindo que se ve sonrojado, yo también presumiría mis ojos. Buena estrategia mi pequeña aprendiz.

-¡BECCA! -la risa inundo su zona de entrenamiento improvisada, cuando el quejido avergonzado de Oscar rompió el aire. Choco los puños con Siana antes de hacerles una seña a todos.

-Ya, ya, calmados todos, pequeños monitos. Dejemos al pobre de Oscar en paz -mirando el reloj en su muñeca, les dio una sonrisa a todos antes de señalar a unos cuantos manzanos que se alzaban cerca de ellos-. De hecho, todos pueden relajarse ¡terminamos por hoy! ¡Tienen una hora libre antes de volver a casa, así que aprovéchenla!

Ni siquiera la dejaron terminar de decir la frase cuando ya se estaban amontonando en la base de los árboles, actuando como los pequeños monos que los había llamado, mientras se apresuraban para derribar todas las manzanas cerca de su alcance. Sabían que si llevaban suficientes, lo más seguro es que mañana pudieran merendar un rico pastel de manzana con canela.

Julian siempre los mimaba con alguna recompensa dulce después de un día de duro esfuerzo. O simplemente lo hacía porque le gustaba mimarlos, así era él.

Un tipo duro, que se veía serio y medio gruñón todo el tiempo, pero con un enorme corazón donde entraban todos si se lo proponían. Tenía una gran paciencia (podía dar fe de esto por experiencia propia) y amabilidad con quienes lo necesitaban, al mismo tiempo que poseía la fuerza necesaria para tomar decisiones duras, manteniendo el orden tanto en casa como en el resto de la ciudad.

En pocas palabras, su maestro era un osito de peluche rudo.

Capaz de preparar dulces e impulsar a los niños bajo su cuidado, compartir bromas con sus compañeros y darle consejos cariñosos, al mismo tiempo en que podía partirle cara a cualquiera que amenazara su hogar con un semblante frío y aterrador.

Y hablando de Julian...

-Veo que se están divirtiendo. Uno pensaría que luego del infierno que te hicieron pasar las primeras semanas, los tendrías bajo un puño de hierro -las palabras venían detrás de ella, haciéndola sonreír y rodar los ojos ante la exageración de todo.

-Por favor, no fueron tan terribles, solo debía acostumbrarme un poco y ya -no se molesto en darse la vuelta, sino que espero a que el hombre se parara a su lado para volver a hablar-. Y mi jefe me hubiese arrancado la cabeza si abusaba de mi poder como mentora solo para vengarme de unos niños por un par de travesuras.

-Literalmente estuve ahí cuando juraste qué harías llover fuego sobre los pequeños demonios una vez que les pusieras las manos encima, después de que "accidentalmente" destruyeran tu primera edición de aquella novela que habías luchado tanto por conseguir -le recordó, arqueando una ceja y con una clara mirada que decía "niégalo". Su única respuesta fue resoplar.

-Una dice cosas muy locas en medio de la ira ¡y oye, había estado ahorrando por casi un mes para esa edición, así que tenía derecho a enojarme! -le devolvió, para luego lanzarle una sonrisa burlona y encogerse de hombros-. Además, estoy segura de que mi maestro paso por cosas peores conmigo y aquí estoy, todavía en una pieza, por lo que creo que el estallido de furia ocasional es algo normal ¿no?

-No me lo recuerdes, todavía siento ganas de llorar cuando recuerdo verte quemar mi colección de discos de vinilo de Queen -murmuró con leve gruñido, reviviendo el dolor de aquel día-. Casi nueve años de esfuerzo y buena música, destruidos en segundos. Da gracias de estar aquí, estuve muy cerca de lanzarte por una ventana.

-No, no lo habrías hecho. Ya me tenías demasiado cariño como para enfadarte por mucho tiempo -afirmó con confianza, mirando a Julian con cariño, al mismo tiempo en que le daba un empujoncito juguetón-. Así como yo te lo tenía a ti. Al final, me sentí tan mal por aquello, que termine buscando por todos lados la mayoría de los discos, con tal de animarte.

-Hasta el día de hoy, no entiendo como los reuniste en tan poco tiempo y de tan buena calidad...

-Una bruja jamás revela sus secretos -le guiño un ojo con picardía, para después reírse juntos.

Los niños ya habían terminado de asaltar los árboles y ahora cargaban una buena cantidad de manzanas entre los seis, todos con enormes sonrisas y bromeando los unos con los otros. Nunca pensó que alguna vez llegaría hacer la mentora de alguien, mucho menos de seis niños de diferentes razas, cada uno con sus propios problemas e historias, pero ahí estaba.

Orgullosa de los pequeños progresos que les notaba cada día, divertida con sus travesuras y bromas, pero en especial, estaba feliz. Feliz de que al fin sentía que había encontrado su lugar.

-Realmente disfrutas esta nueva tarea ¿no? Fue una buena decisión hacerte mentora -podía escuchar el orgullo en cada palabra de Julian, lo que le hizo bajar la cabeza con timidez.

-Estaba muerta de miedo cuando me lo pediste, pensé que te habías vuelto loco o era una broma pesada-le confesó, haciendo una mueca, a lo que Julian la miro con una pequeña sonrisa divertida-. Cada vez que lo pensaba, lo único que se me venía a la cabeza era "voy a echarlo a perder".

-Y mírate ahora -le señaló, apuntando a los niños felices, que enseñaban su botín con triunfo.

-Si... -murmuró con una mirada suave, para luego fijar sus ojos en Julian-¿Nunca dudaste de tu decisión? No exagero cuando digo que realmente no me tenía fe, prácticamente hice esto a ciegas.

-Como todos la primera vez, ¿o crees que yo sabía qué diablos hacía cuando me propuse enseñarte? -la pregunta la tomo desprevenida, para luego entrecerrarle los ojos con desconfianza.

-No soy tu única estudiante. Todos hemos pasado por alguna lección contigo en algún momento -le señalo.

-Tú lo dijiste, lecciones. Tú fuiste la primera y la única hasta el momento con la que realmente me dedique a tiempo completo, fuiste mi primera experiencia como un mentor de verdad -las palabras de Julian le hicieron saltarse un latido del corazón, profundamente conmovida por la confesión. Lo había conocido cuando ya era jefe del Gremio, vio la confianza y la familiaridad con la que todos lo trataban, por lo que pensó que ya había pasado años siendo mentor-. Me enseñaste a ser un maestro niña, así como ellos te lo enseñan a ti cada día. Y no, nunca dude de mi decisión, sabía que con el tiempo podías hacerlo bien, como todo lo que te propones.

La confianza de Julian era algo difícil de ganar, no la daba a cualquiera y de verdad tenías que hacer muchos meritos para merecerla. Era un requisito indispensable si alguna vez deseabas convertirte en mentor, tal vez incluso más que en cualquier otra posición ahí, ya que trabajarías con niños.

Niños pequeños, inocentes y manipulables.

Las presas perfectas en caso de querer hacer un daño real al Gremio o a su líder. Julian haría lo que fuera por estos niños, los protegería con todo lo que tenía, por lo que la tarea de enseñarles y cuidarlos no era algo que asignara a la ligera.

En especial si, objetivamente hablando, considerabas que Becca no había estado tantos años en el Gremio, como otros veteranos de más experiencia. Sus cinco años apenas debían valer algo en comparación a quienes literalmente, habían nacido y vivido ahí toda su vida.

¿Sera por qué soy su alumna?

Pero así de rápido como llego, así de rápido se fue esa idea. Julian no era de los que regalaba puestos por conexiones o lazos emocionales, en todo el tiempo que lo conocía nunca lo había visto caer en ese tipo costumbres. Se guiaba por los méritos, midiendo el esfuerzo y la dedicación de las personas, por lo que sus dudas solo aumentaban.

No tenía la suficiente experiencia, nunca había puesto realmente el empeño necesario para ser maestra (se había enfocado más en ser guerrera, confiando en que ahí mostraría sus verdaderos talentos) y aunque podía tener su confianza, eso por sí sólo no podía ser suficiente. Entonces, ¿por qué?

-Jul, todavía no entiendo, ¿por qué....?

El estallido de una gran explosión, los gritos y el retumbar bajo sus pies corto cualquier cosa que fuera a decir, poniéndolos en guardia a los dos. Levantando la mirada rápidamente, las columnas de humo que se alzaban más allá del bosque, le hicieron estremecer.

-Eso es...

-Becca, ¿qué está pasando? Siento algo raro, no me gusta -Siana la miro con incertidumbre, retorciéndose en su lugar al frente del grupo, mientras trataba de comprender que era esa sensación tan extraña. Pudo ver que Noah y Libi también estaban preocupados-. La tierra se siente como...

-Puedo oír muchos gritos -murmuró Caran de repente, a lo que Oscar asintió.

-Yo también los escuchó -afirmó el niño lobo.

Mierda, todos lo perciben. Esto no es bueno, ¡esto no es bueno, maldición!

-Julian -llamó al hombre, quien había adoptado una postura más firme.

Su mandíbula estaba apretada al igual que sus puños. Cuando desvío la mirada del humo que crecía rápidamente, sus ojos brillaban de un intenso color ambarino, antes fijar su atención en ella. Conocía la orden incluso antes de que la dijera.

-Debemos regresar ya.

********************

Dioses.

Fue lo primero que pensó cuando entraron por fin a la ciudad. Todo era un caos.

No solo era fuego, también eran temblores y escombros volando por todos lados. Brujas con los ojos desorbitados y espuma brotando de sus bocas, mientras dejaban salir oleadas de magia sin control, destruyendo todo a su alrededor.

Podía percibir el olor metálico de la sangre mezclándose con el humo y la ceniza, el llanto y los gritos de auxilio llegando de todas direcciones. Los gruñidos y el sonido de cuerpos chocando unos con otros también se unían a la mezcla.

-¡Debemos buscar el escudo y ponerlos a salvo! ¡Este no es lugar para ellos! -las palabras de Julian retumbaban en sus oídos, mientras su pequeño grupo se movía con la mayor velocidad posible sin separarse demasiado, procurando no estar mucho tiempo en lugares abiertos.

Ambos rodeaban a los niños lo mejor que podían, con todos sus sentidos en alerta máxima a cualquier cosa que pasara cerca de ellos. Su poder crepitaba bajo la punta de sus dedos, al mismo tiempo en que se aferraba a un par de sus cuchillos con firmeza.

No te distraigas, no te distraigas. Sigue avanzando, no bajes la guardia y no te distraigas.

-¡Hay una gran concentración de energía no muy lejos de aquí! ¡Ahí deben estar los demás, seguro hay una barrera también! -le indico, extendiendo sus sentidos y percibiendo las diferentes señales de magia, controladas en lugar de erráticas, que se agrupaban a unos metros de ellos- ¡Podemos llegar si vamos...

-¡NOAH!

El grito penetrante de Libi la hizo girar rápidamente sobre sus pies y no perdió el tiempo en arrojar su cuchillo directo al brazo del vampiro que había atrapado a su hermano. La sacudida que dio la criatura, le dio tiempo suficiente a Noah para liberarse y ponerse detrás de ella.

Levantando sus manos y miro con alarma como el hombre casi bestial, se arrancaba de forma descuidada el arma de donde se había enterrado en su carne, esta vez sin reaccionar ante la forma grotesca en que la herida se abría debido a su fuerza o como esta se regeneraba apenas un segundo después.

Era una regeneración demasiado rápida, incluso para un vampiro.

-¿Eso es todo lo que tienes, bonita? -se burló el hombre, dejando ver sus relucientes y peligrosos colmillos, mientras la miraba con ojos hambrientos y enloquecidos.

Justo cuando se abalanzaba sobre ellos, grandes llamas azules, más poderosas y ardientes que cualquier otro fuego, brotaron desde las palmas de sus manos en un torrente abrasador, directo hacia la cara del vampiro.

El olor a carne quemada junto con sus alaridos rabiosos, congelo a los niños en su sitio, quienes se quedaron con los ojos muy abiertos, mientras veían entre su maestra y el vampiro agonizante.

-Ella lo... el esta... -las palabras de Oscar salían en un balbuceo, todavía sin poder creer lo que veía.

-Está ardiendo -finalizo Sam por él, con la cara verde y haciendo una mueca.

-No por mucho tiempo, se va a regenerar muy pronto. Debemos salir de aquí ahora -hablo Julian con dureza, mirando a cada niño con cuidado-. Solo ganamos unos minutos, debemos aprovecharlos e irnos a un lugar seguro.

-Pero Becca... -comenzó Caran, antes de ser interrumpido.

-Chicos escúchenme, estas personas... estas criaturas no son normales. Están muy enfermas y confundidas, no sienten el dolor de la misma forma en que lo hacemos nosotros y tampoco se mantienen heridos mucho tiempo -se apresuró a explicarles lo mejor que podía en el menor tiempo posible, mientras miraba a cada uno en busca de heridas. El alivio la lleno cuando confirmo que todos estaban bien-. Sé que esto es horrible y no me gusta hacerlo, pero créanme cuando les digo que por ahora, es nuestra única forma de detenerlos. Debemos protegernos hasta llegar con los demás, debo mantenerlos a salvo.

-Es esa droga ¿verdad? Los escuche hablar de ella -señaló Siana, un poco más compuesta que los demás, aunque aún algo pálida.

-Sí, es por esa droga -no valía la pena negarlo o ir con filtros a estas alturas. Si quería protegerlos, debían estar consientes del peligro que los rodeaba. Mirando detrás de ella, sintió pánico en cuanto noto que el hombre ya no se quejaba, sino que comenzaba a sanar pese que aun estaba ardiendo-. Julian tiene razón, no importa las heridas que él o yo les causemos, mientras estén bajo sus efectos solo los retrasaremos unos minutos ¡por eso debemos irnos ya!

-¡A tu izquierda!

La advertencia de Julian llego al mismo tiempo en que una bruja, con los ojos en blanco y gritando a todo pulmón, dejaba salir un chorro de magia en su dirección. Magia salvaje y que se acercaba a gran velocidad.

La tierra tembló con fuerza frente a ella, antes de que un muro de piedra se levantara ante sus ojos, protegiéndola del impacto. Girando hacia Julian, vio como el hombre levantaba ambos puños con un gesto brusco, lo que hizo que paredes de tierra se alzarán y atraparan a la bruja, inmovilizándola.

-Magia elemental de tierra -murmuro Libi, fascinada.

-¡No tenemos más tiempo! -espetó el líder del Gremio, con los nervios a flor de piel.

-¡Vamos chicos, corran,corran!

Sin perder más tiempo, se abrieron paso rápidamente por la ciudad, con los niños firmemente uno junto al otro, mientras que Julian y ella cubrían el frente y la retaguardia respectivamente.

No había mucha distancia entre ellos y la gente del Gremio, pero eso no significaba que no fue un reto llegar hasta ellos. No solo eran brujas y vampiros, también habían hombres lobo fuera de control. Algunos transformados y otros solo parcialmente, pero el daño era el mismo.

Todos tenían las garras y colmillos afuera, con el rostro desencajado en salvajismo y un impulso enloquecido por llevarse por delante todo lo que tuvieran en frente.

-¡Puedo ver la barrera! ¡Solo un poco más! -les animo Julian, al mismo tiempo que desviaba un rayo de magia en su dirección.

¡Genial! Porque se me están acabando los cuchillos. Pensó, al mismo tiempo en que arrojaba uno hacia el hombro de un lobo semi transformado.

Le quedaban exactamente dos cuchillas en su cinturón, los brazos le pesaban por los cambios repentinos entre lanzamientos y ráfagas de fuego y tenía un corte bastante feo en la pierna izquierda, gracias al zarpazo de un lobo que no pudo esquivar antes de mandarlo a volar.

Sintió alivio cuando por fin vio como la barrera creada por sus compañeros, se abría ante ellos para dejarlos pasar. Sus piernas flaquearon en el momento en que el escudo volvió a bajar, separándolos del infierno que había al otro lado.

Estaban a salvo, sus niños estaban a salvo.

-Ay dioses, oh mierda -una risa nerviosa salió junto con aquellas palabras, para un momento después convertirse en una mueca. Cierto, su pierna.

-¡Becca, esa es mucha sangre! -Oscar la miraba con miedo, a lo que intento sacar una sonrisa.

-Estoy bien, en serio. Caran mejor aléjate un poco, bebe algo de tu botella -logro decir, parpadeando varias veces para mantenerse despierta. La adrenalina se estaba yendo y si seguía perdiendo sangre no sería bueno-. Noah, Libi traten de buscar a un sanador para que los examine...

-La única que necesita un sanador eres tú. Eso se ve mal, niña -señaló Julian, inclinándose sobre ella y examinando su pierna, que no paraba de sangrar. Demonios, seguro era una artería-. Necesitamos arreglar esto y rápido, ¡sigan hablando con ella y no dejen que se duerma mientras busco a un sanador!

Los seis niños se agolparon a su alrededor, todos con diferentes niveles de miedo y preocupación en sus rostros. Libi y Siana se veían pálidas, Noah no dejaba de ver entre su rostro y la sangre que fluía de su pierna y tanto Oscar como Sam le daban un ocasional golpecito en la cara para mantenerla alerta, al mismo tiempo en que no dejaban de hablar.

Por increíble que fuera, Caran era el que mejor estaba llevando todo, tomando sorbos ocasionales de su botella y conteniendo la respiración tanto como podía, para que el olor de la sangre no le molestara.

-Todo estará bien... fueron muy valientes... estoy orgullosa...

-Te vez muy pálida, Becca -señaló Noah, ganándose un codazo de su hermana-. Perdón, no quise decirlo así.

-Su corazón sigue fuerte, va a estar bien -afirmó Caran con confianza, a lo que sonrió.

-Gracias, Car...

-¡Aquí estamos, denle espacio para que la vea! -Julian se abrió paso entre los niños, acompañado de una mujer con el rostro tenso-. Una vez que te revisen la pierna y te puedas mover, te vas de aquí con los niños. Necesitas descansar.

-Si a que me arreglen... nada de descansar... aquí me quedo... -un gemido salió entre sus labios, a lo que Julian se apresuro a lado, mirándola con dureza. Los niños también comenzaron a protestar.

-No seas terca, ¡y ustedes tampoco! -les gruño, a lo que todos le devolvieron la mirada-. Dioses, son iguales a ti...

-Eso no me ofende... aunque no es como si en verdad los fuera a dejar aquí ¡mierda! -exclamó, en el momento en que la mujer le puso las manos encima y comenzó a examinarla. La bruja tenía una mirada de concentración mientras movía su pierna y pasaba sus manos por la herida, siendo más práctica que cuidadosa-. Puedo ayudar, una vez que este curada puedo... ¡hijo de...!

-Tienes suerte de haber llegado, de haberte quedado más tiempo afuera y sin atención, te hubieras desangrado. Esa garra te corto parte de la artería femoral -les explicó la mujer, justo cuando sus ojos dejaban ver un ligero brillo-. Esto dolerá un poco, aguanta.

Si había algo con lo que podías contar, era con la sinceridad de las brujas sanadoras en momentos de crisis. Podían aliviar el dolor en otras circunstancias y tomarse su tiempo, pero cuando estaban en medio de una emergencia y docenas de heridos llegaban, valoraban más la velocidad y la eficiencia que la comodidad.

Por lo que si una te decía que algo iba a doler, era mejor que apretaras los dientes.

-Repyr et sana -el hechizo apenas salió de la boca de la sanadora, cuando tuvo que cerrar los ojos con fuerza, al sentir como su carne se unía otra vez y la herida se cerraba.

Reparar y sanar, que simple pero apropiado. Se burló, mientras la sensación de su piel y músculo siendo estirados pasaba de incomoda a dolorosa, aunque era más soportable de lo que pensó

-Listo, ahora intenta que no te maten cuando salgas, presiento que no tendrás la misma suerte la próxima vez.

-Gracias, lo tendré en cuenta -le aseguro, mientras la veía alejarse para atender a otra persona. Con cuidado, probó su peso en su pierna al levantarse y sonrió al notar que no dolía en absoluto. Mirando directo a los ojos de Julian, puso la mayor firmeza en sus palabras cuando le hablo-. Estoy bien, estoy lista y puedo ayudar. Solo dame unos cuantos cuchillos y un plan que seguir.

-No te vas a rendir ¿verdad? Ni siquiera después de una arteria cortada y perder quien sabe cuánta sangre -afirmó, cruzándose de brazos.

-Los niños están a salvo y estoy curada. Este es mi hogar Jul, voy a ayudar.

Pasaron varios minutos donde los dos compartieron una larga mirada, ambos sin querer ceder en su posición, pero aun tratando de considerar los sentimientos del otro.

Pasaron varios minutos donde los dos compartieron una larga mirada, ambos sin querer ceder en su posición, pero aun tratando de considerar los sentimientos del otro.

Becca no quería preocupar a Julian, podía ver como aquella herida en su pierna lo había asustado de verdad, pero tampoco podía quedarse de brazos cruzados mientras los demás hacían todo lo posible por proteger su hogar.

En cuanto a Julian.... él quería protegerla. A ella y todas las personas que estaban tras esa barrera e incluso los del exterior, quería mantenerlos fuera de peligro y no ver a nadie más sufrir. Pero no podía negar que necesitaban todo el apoyo posible y la chica era una bruja fuerte y talentosa, capaz en todos los sentidos. Su ayuda sería invaluable...

-Maldita sea... ¡pero te quiero con una toda una armería encima si es necesario! No estoy dispuesto a que me des un infarto con otro susto -cedió finalmente antes echar a correr, a lo que sonrió encantada, aunque no le duro mucho tiempo cuando se giro para verla- ¡Y tú los convences de irse, no quiero niños en un campo de batalla!

-Eso será complicado -gimió por lo bajo, para luego fijar su atención en el grupo que la veía con el ceño fruncido-. Oh, no, ni se les ocurra mirarme así ¡saben bien que no se pueden quedar!

-¡Pero estamos detrás del escudo! -protesto Noah de inmediato

-Sí, pero no es permanente y no me voy a arriesgar a que uno de ustedes se vuelva el almuerzo de un vampiro o un lobo drogado , ni el saco de boxeo de una bruja desquiciada -les espetó, con las manos en la cintura y sin darles margen de discusión-. Quiero mantenerlos a salvo y ayudar a que todo vuelva a la normalidad, pero no podre hacer ninguna de las dos cosas si se que están aquí. No voy a poder concentrarme y eso pondría en riesgo a mis compañeros.

-Queremos ayudar, somos un equipo -afirmó Oscar, a lo que suavizo su rostro y trato de rodear a todos lo mejor que podía.

-Lo sé y los amo por eso, se que son valientes y fuertes cada uno a su manera -les dijo con ternura, secando las lágrimas que brotaban de los ojos de Libi y sonriéndole con cariño a Caran, quien ponía cara de enojo pese a que su ojos brillaban igual-. Pero no podría vivir conmigo misma si se que existe el riesgo de que esa barrera no aguante y ustedes están aquí.

-¿Somos una molestia? -murmuró Sam.

-No, ustedes jamás, jamás serán una molestia. Son mi equipo y su bienestar es mi prioridad -respondió de inmediato, clavando la mirada en el niño, para luego ver a cada uno-. Necesito que estén a salvo, esa es su mejor forma de ayudarme. Por favor, demuéstrenme que lo que les he enseñado no ha sido en vano.

Fueron necesarias varias promesas de que tendría mucho cuidado, sumado a algunos abrazos, antes de que los seis cedieran y le juraran que se irían lo más lejos posible.

-Estamos cerca de la sede principal, seguro que la barrera se extiende hasta la casa, vayan directo ahí. Oscar, Caran, son los mayores, cuento con ustedes para que el grupo se mantenga unido -los dos chicos asintieron con determinación y no tardaron mucho en guiar a los demás lejos de ahí.

Van a estar bien, van a estar bien. Se aseguro a sí misma, solo marchándose en busca de Julian cuando los niños salieron de su vista.

En el camino, paso junto a varios de sus compañeros del Gremio, varios vampiros, lobos y brujas malheridos, algunos en mejor condición que otros. Varios se apoyaban entre ellos para caminar, todos estaban cubiertos de sangre (esperaba que no fuera la suya) en alguna medida y otros iban directamente sobre camillas.

¡Maldita Ceniza, malditas hadas!

Aquella "medicina", no había sido más que una desgracia desde que salió al mercado. "Alivio para la mente y el cuerpo", así es como la habían descrito cuando las hadas la trajeron desde su bosque; una forma natural y rápida para ayudar a todos aquellos que sufrían por alguna enfermedad, ya fuera de la mente o el cuerpo.

Capaz de producir un efecto placebo al momento de entrar al cuerpo, la sustancia estaba diseñada para acelerar la regeneración y las defensas de las personas al mismo tiempo en que "desconectaba" de manera temporal, las partes del cerebro que registraban el dolor, estimulando en cambio las del placer o felicidad.

Todos habían estado de acuerdo que era algo extraño, pues las hadas no eran de las que presumían sus habilidades con la alquimia o compartían sus resultados, pero las sospechas se desvanecieron en cuanto aquellas personas que se consideraban más allá de cualquier cura, de repente comenzaron a recuperarse y tener una vida normal nuevamente.

¿El único problema? Era altamente adictiva. Una dosis era suficiente para que el cuerpo la asimilara a gran velocidad y se volviera dependiente de sus efectos, haciendo esclavos a todos los que la consumían. Muchos terminaban enloquecidos, perdiendo el control de sus poderes e instintos cuando la abstinencia se volvía demasiado fuerte, dejándolos como caparazones sin mente que solo luchaban por conseguir un poco más de la droga.

Justo como ahora.

-¿Saben dónde está Julian? ¡¿Alguien ha visto a Julian?! -preguntó a cualquiera que pasara y no estuviera destrozado. La sangre le hervía cada vez que escuchaba alguien gimiendo de dolor o gritando, su cuerpo vibraba de rabia al ver la magnitud de los daños.

-¡En la mesa de mapas, esta con el resto de lo que aún se mantienen en pie! -le indico alguien, sin darle una segunda mirada mientras corría en otra dirección.

Asintiendo, se apresuro a tomar varias dagas de la armería improvisada que habían dispuesto para todos, guardándolas dentro de sus fundas. No eran las suyas, lo sabía por la diferencia en el peso, pero le funcionaban.

Una vez que las fundas de sus muslos, brazos y costillas estuvieron cubiertas, además de su cinturón y la que escondía en su bota, corrió lo más rápido que pudo hacia la mesa de los mapas.

-El ataque se concentro en el centro de la ciudad, con algunos focos en el mercado y el parque, pero esos ya han sido sofocados -explicó un vampiro con una herida en proceso de cerrarse en su cara. Mientras señalaba diferentes puntos en un mapa de la ciudad, pudo ver como su rostro pasaba por distintos grados de rabia-. Al menos una docena de brujas, el doble de lobos y quien carajo sabe cuántos vampiros, pero pudimos hacerlo. Aunque no sin antes llevarnos varios golpes y perder más de un poco de sangre.

-¿Qué tan malo son los daños? ¿Los heridos? -preguntó Julian sin perder el ritmo ni el enfoque en el mapa.

-Varias tiendas y casas destrozadas, mucha mercancía perdida y casi la mitad del parque reducido a cenizas. Esas brujas locas usaban magia elemental de fuego y tierra -señaló un hombre barbudo y con la mitad de la cara cubierta de sangre. Por las garras igual de ensangrentadas en sus manos, supo que era un hombre lobo-. Afortunadamente y como dijo Rowen, pudimos someter a los lobos y a los vampiros antes de que causaran víctimas mortales. En cuanto a los heridos, la mayor parte salió de nuestro lado.

-Para ser unos putos drogadictos, dan buena pelea -concedió Rowen, ya con la mejilla curada. Su ceño se frunció profundamente cuando nuevos heridos pasaron junto a la mesa-. La suficiente como para que sean necesarios cinco de nosotros para someterlos. El que se regeneren a la velocidad de la luz no ayuda.

-¿Cómo los someten? -preguntó, llamando la atención de todos. Coloco sus manos cerca de las empuñaduras de su cintura en cuanto vio como la examinaban de arriba abajo.

No era una niña frágil ni una novata, podía defenderse tan bien como ellos y no temía demostrarlo. No la iban a intimidar solo por ser unos veteranos, ella también podía luchar.

-Los lobos y los vampiros son atacados en grupos de cinco o cuatro, tal y como dijeron. La droga los estimula demasiado como para ir uno contra uno, por lo que los acorralan lo mejor que pueden y en la primera oportunidad que se tiene, les rompen la mayor cantidad de huesos posibles -le explicó una bruja de cabello negro muy corto y de aspecto cansado, aunque con los ojos agudos y alertas. La facilidad con la que explicaba la fractura de partes del cuerpo, le hizo saber que era sanadora-. Los lobos tardan un poco más que los vampiros en sanar, lo que nos da tres a cinco minutos para que una soñadora o vampiro se acerque lo suficiente y lo deje inconsciente con hipnosis.

-A partir de ahí, les toca a las sanadoras y a las brujas de barreras mantenerlos encerrados y bajo control -completó Julian, lanzándole una mirada-. Las sanadoras aun no pueden hacerlo tan rápido, pero hacen lo mejor para tratar de limpiar sus sistemas de la droga mientras están dormidos.

Por eso todas se ven como si un camión les hubiera pasado por encima. No solo curan a los heridos, también tratan de salvar a los adictos.

Un nuevo respeto se instalo dentro de ella por estas brujas.

-¿Y las brujas? ¿Qué pasa con ellas? -insistió, sin poder creer que realmente sometieran a alguien sin poderes regenerativos al mismo trato. La sonrisa que le dio Rowen confirmo sus miedos

-¿Qué pasa niña, crees que no tenemos el estómago suficiente para hacerlo? Mismo principio, solo que el doble de esfuerzo.

-¡No pueden romperle los huesos así como así, ellos no se regeneran como ustedes! -exclamó indignada.

-¡Pues es eso o dejar que nos hagan pedazos cuando intentamos acercarnos! -le gruño Rowen, fulminándola con la mirada- ¡No usan otra cosa que magia elemental salvaje, nos lanzan todo lo que tienen y es la única alternativa que tenemos a parte de matarlas! ¡Tenemos que poder defendernos de alguna manera si queremos someterlas!

-¡Ni siquiera pueden sentir algo de ese dolor! ¡Podrían aplastar todo su cuerpo y aun así seguirían peleando! ¡Es cruel y horrible!

-¡Si no te gusta, te invito a encontrar otra manera! ¡Si no eres capaz de hacer lo necesario entonces...!

-¡BASTA! -el gritó de Julian silencio de inmediato cualquier discusión. Todos lo miraban con los ojos muy abiertos cuando estrello sus manos contra la mesa- ¡Todos van a calmarse ya! Estamos juntos en esto y no voy a permitir que se destrocen entre ustedes cuando todavía hay peligro real allá afuera.

Fulmino a Rowen con la mirada.

-Rowen, no busques problemas con tus compañeros y en especial con ella. Es más rápida de lo que crees y tiene excelente puntería -le advirtió Julian, a lo que el vampiro entrecerró los ojos.

-Si quiere ayudar de verdad, tiene que saber adaptarse y asumir ciertas cosas Julian. Esta es una situación de vida o muerte ¡y debemos dar gracias a los dioses que aun no haya muerto nadie! -espetó Rowen de vuelta, mechones de cabello negro cayendo sobre sus ojos cuando giro para mirarla-. No somos monstruos, no disfrutamos de esto, pero cuando la vida de tus compañeros está en peligro y no tienes más opciones, pregúntate ¿hasta dónde eres capaz de llegar?

Trago saliva ante sus palabras, pero no desvió la mirada. Por más enojo que tuviera, por más disgusto que le produjeran sus métodos, tenía que reconocer que ella tampoco veía otras opciones.

-Si no eres capaz de responder esa pregunta, entonces será mejor que te vayas de aquí.

-Él tiene razón -afirmó Julian, lo que la hizo mirarlo con los ojos entrecerrados-. Tienes buen corazón niña, pero esta situación no podemos ser suaves.

-Podrían terminar matando a alguien -gruño.

-Y podríamos morir, con la diferencia de que nosotros intentamos salvarlos y a ellos ni siquiera saben que esta pasando ni les importa -corto la distancia entre ambos hasta que solo un paso los separaba, por lo que tuvo que levantar la cabeza para mirarlo a los ojos. En los suyos había compresión y un deje de culpa, aunque mucha más determinación-. A veces debemos hacer cosas que no nos gustan niña. No es bonito ni agradable, tampoco hay garantías de que todo salga bien, pero lamentablemente es lo único que podemos hacer cuando la alternativa es peor.

Como pensó, no había opciones.

No cuando los adictos a la Ceniza era capaz de tanto caos y apenas razonar. No cuando eran capaces de arrasar con todo hasta caer muertos por la abstinencia o hasta tener su próxima dosis, no cuando las vidas de sus amigos y compañeros estaban en riesgo.

No cuando realmente no existía una cura de verdad para esta enfermedad.

-Esto no es justo -susurró con los ojos nublados por lágrimas de impotencia, antes de tomar con fuerza la empuñadora de uno de sus cuchillos y clavar la mirada en Julian- ¿Qué puedo hacer?

Fue así como se entero luego de diez minutos, que la última gran amenaza era un hechicero llamado Maximus Clain, quién era la única bruja fuera de control que quedaba y hasta ahora, la más difícil de derribar.

-Fue el primero en volverse loco -explico Duncan, el hombre lobo con la cara ensangrentada, mientras lanzaba una mirada al caos frente a ellos. Era como si un huracán se hubiera desatado y cada ráfaga fuera peor que la anterior, poniendo a prueba la resistencia de la barrera-. Los testigos dicen que comenzó a convulsionar y a balbucear cosas sin sentido, justo antes de que todos los demás adictos se desataran, como una reacción en cadena.

-¿Los adictos están conectados? -pregunto Julian, cosa que sería noticia nueva para todos.

-Ni idea, solo es teoría. Lo que si es seguro es que ese maldito es la bruja más peligrosa del lugar y que nos tiene contra las cuerdas desde hace más de media hora -señalo Rowen, mirando al huracán con enojo-. No entendemos cómo, pero de alguna forma Clain consiguió agrupar a varios de esos locos detrás de él y los protege con el huracán. No podemos acercarnos para someterlos sin arriesgarnos a que nos hagan pedazos o nos ahogue.

-La barrera tampoco aguantara mucho, las brujas están al límite...

El fuego estallo ante sus ojos y tuvo que desviar la mirada cuando la luz repentina casi la dejo ciega. Pudo escuchar varias maldiciones y jadeos de sorpresa a su alrededor y estaba bastante segura de que Rowen había dejado salir un siseo como una serpiente. Cuando todo se aclaro, parpadeo varias veces para asegurarse de que no estaba viendo cosas.

El huracán, el tornado frente a ella, ahora estaba en llamas.

-Estamos jodidos -maldijo Duncan.

Pero para ella, fue como si viera todo claro finalmente. Podía sentirlo, era como un tirón en su interior, justo sobre su vientre y que se extendía por todos lados. Sabía lo que tenía que hacer.

-La barrera se hará polvo, debemos evacuar a los heridos ya -señaló Rowen, con los colmillos visibles entre sus labios en un gesto feroz.

-Aun no, todavía tenemos una oportunidad -afirmó con vehemencia, sin despegar los ojos del tornado yencendiendo una flama azul en medio de su palma, ante el asombro de todos-. Mifuego arde con más intensidad que ningún otro que conozca, lo he comprobado alentrenar con otras brujas y apenas necesito concentrarme para hacer un incendio-sus palabras tenían un toque de frenesí, pero entre más hablaba, más seguridadtenía en su idea-. El aire alimenta el fuego, por lo que tendré ventaja. Si logro acercarme, puedo consumir su fuego con el mío. Yo tendría el control de la tormenta

-¿Estás loca niña? Morirás apenas salgas -hablo la sanadora, Lea.

-Es posible con un escudo, uno pequeño. Soy rápida y fuerte sobre mis piernas, con un escudo puedo acercarme sin arriesgar a nadie y reducir su poder -continuo con seguridad. Jamás había intentado algo igual y sabía que era una apuesta arriesgada, pero no podía explicarlo. Solo sabía que algo dentro de ella, que le aseguraba que podía lograrlo y si algo había aprendido de Julian, era confiar en sus instintos-. Por más Ceniza que haya dentro de él, usar tanta magia salvaje consume muchísima energía, su cuerpo no podrá seguir el ritmo. Sin fuego el tornado perderá fuerza y podremos enfrentarlo.

-¿Y si no funciona? Es un suicidio y dudo que frenarlo sea tan simple -protesto Rowen. No se perdió como Julian la escuchaba en silencio-. Aún si logras llegar hasta él, eso no te asegura que puedas lidiar con el resto de los adictos antes de que lleguemos.

-A menos que los encerremos a todos justo cuando la tormenta baje -dijo Julian, con un brillo de emoción en sus ojos. Dirigió su atención a Lea-. ¿Qué tan rápido pueden fortalecer a las brujas de barrera? Lo suficiente para que hagan un gran escudo.

-Veinte minutos ya que son más de diez, diez si nos ponemos serios.

-Que sean ocho -ordenó, a lo que Lea corrió a transmitir las instrucciones.

-¿En serio estas considerando esto? -preguntó Duncan, incrédulo.

Pero nadie tuvo oportunidad de decir nada más, ya que antes de cualquiera pudiera reaccionar, el escudo que los mantenía fuera de peligro se hizo mil pedazos, azotado por una poderosa llamarada de fuego que termino por colapsarlo.

La explosión, junto con las grandes corrientes de viento que la hacían sentir como si cientos de pequeñas agujas se clavaban en su piel, le saco el aliento de los pulmones en el momento en que los golpeo. Todos fueron mandados a volar, la intensidad de la magia salvaje, así como el tremendo golpe en su cabeza, la abrumo por varios minutos. Un intenso dolor le recorrió todo el pecho.

Respira, ¡vamos maldición, respira!

Pero era mas fácil decirlo que hacerlo. Ahí, con la cabeza nublada y los sonidos confundiéndose unos con otros, sus ojos luchando por enfocarse en cualquier punto y con su pecho ardiendo de dolor, el llevar aire a sus pulmones era una tarea demasiado complicada para su cerebro.

-¡Niña!

Alguien la llamaba ¿o estaba escuchando cosas? No lo sabía, no entendía nada. Todo dolía demasiado. Respirar dolía.

-¡Becca, tienes que levantarte! ¡Vamos niña, por favor! -la voz se escuchaba más cerca, sonaba angustiada ¿conocía a esta persona? La llamaba por su nombre... - ¡Becca, reacciona! ¡Nos van a aplastar si nos quedamos aquí!

-N-No pue-puedo... el a-aire... d-duele -ni siquiera supo cómo pudo formar las palabras.

-¡Debe tener alguna costilla rota! Si le toco un pulmón durante el choque, esta jodida -¿costillas rotas? Eso tenía sentido, tal vez por eso dolía tanto.

-Maldita sea, Julian ¡nos van a matar! -otra voz, más enojada.

-¡No la voy a dejar!

-¡Fuera de mi camino!

La calidez la inundo, al mismo tiempo en que un gran peso la mantenía en su lugar. Sintió como algo se movía en su interior, pudo escuchar un crujido y un segundo después, un grito penetrante le fue arrancado de la garganta. Valió la pena cuando pudo sentir el bendito alivio del aire en sus pulmones, aclarando su cabeza. Unas palmaditas en su rostro la trajeron de vuelta a la realidad.

-¡Oh, gracias ancestros! ¡No tenemos tiempo, debemos irnos o todos vamos a morir! -el rostro de Julian delataba su pánico y miedo. Mirando a su alrededor, entendió bien por qué.

No quedaba nada de las protecciones, todo estaba siendo destruido por una mezcla de lobos y vampiros enloquecidos, quienes atacaban a cualquiera que tuvieran al alcance de sus garras y colmillos. Los miembros del Gremio, agotados y heridos, apenas duraban unos minutos en pie antes de ser abrumados. El olor de la sangre y los gritos volvían a envolverla.

-¡Tenemos que irnos, no podemos contenerlos más tiempo! -grunó Duncan, derribando a un vampiro con una poderosa patada, para luego bajar con dureza su pie sobre su espalda. El crujido de los huesos le hizo saber que su espalda estaba rota.

-¡Arriba, niña! Debemos... ¡AH!

La sangre se le congelo en las venas y un terror como ningún otro la lleno, cuando vio como una enorme figura oscura, arrancaba a Julian de sus brazos y lo suspendía a varios metros del suelo.

La criatura no parecía tener forma definida, pero podía ver como dos pares de garras negras y tan largas como uno de brazos, salían desde varios puntos de su extraño cuerpo, atacando a sus compañeros e impidiendo cualquier forma de hacerle algún daño.

Gruñidos, siseos y chillidos brotaban de algún lugar de su interior, haciéndole doler los oídos y poniendo en una gran agonía a Rowen y Duncan, quienes se retorcían en el suelo ante la monstruosa cacofonía. Podía ver como la sangre corría por entre sus dedos por sus oídos destruidos.

Julian se estaba retorciendo entre lo que parecía una cola, que por sus gemidos y gritos, lo estaba aplastando poco a poco con cada giro.

¿Qué es esta cosa? ¿De dónde salió?

Las preguntas se arremolinaban en su mente, mientras tomaba un par de cuchillas de las fundas se sus costillas y se lanzaban hacia la criatura con un grito de batalla. No estaba pensando, no lograba formar ningún pensamiento racional. Lo único que podía ver era a su maestro, su amigo... a Julian siendo asesinado frente a ella.

-¡Suéltalo! -gritó, sin realmente importarle si la entendía o no, agachándose y esquivando sus zarpazos, mientras corría hacia el monstruo. Lanzándole una de sus dagas, gruño cuando el arma no hizo más que rebotar.

Tenían que liberarlo, tenía que liberarlo. Julian no podía morir, sus amigos no podían morir. Tenían un hogar que proteger y personas a las que volver, no podían morir así.

El sonido de una salpicadura, junto con unos gemidos, le hizo saber que mientras que ella había podido esquivar los ataques... otra persona no había tenido tanta suerte.

Salto sobre una de las garras gigantes, decidida a acercarse a Julian así tuviera que trepar sobre la maldita cosa, ganándose un corte en el brazo desde el hombro hasta casi el codo. Con un gruñido vicioso, clavo con fuerza su cuchillo en la unión entre la garra y lo que debía ser su brazo. El chillido que salió de la criatura fue ensordecedor.

-¡No lo voy a dejar morir! ¡Libéralo, maldición! -había una gran presión dentro de ella, cada parte de su cuerpo vibraba con adrenalina y algo más, lo sentía mientras sacaba otra de sus cuchillas y la enterraba profundamente más arriba-. ¡Me cortaras y te atacare las veces que sean, no me importa! ¡No te dejare matarlo!

Una oleada de terror y repugnancia la recorrió, cuando la criatura dejo sus chillidos a un lado y se giro hacia ella repentinamente. No tenía ojos, solo una larga abertura a lo largo de la cabeza negra y llena de cicatrices, de donde salían hileras de colmillos. Aun así, sintió su mirada.

El calor, la presión a la que no lograba ponerle nombre , pareció revelarse ante la gran oscuridad que fluía del monstruo, el cual luego de dejar salir un nuevo gruñido, la sacudió de su brazo como si no fuera más que una hormiga. La caída la dejo mareada y adolorida, pero no se permitió desmayarse.

No cuando los gritos de Julian llenaron el aire, el crujido de sus huesos siendo lo único que podía procesar, antes de ver como su cabeza colgaba sin fuerzas, luego del último giro vicioso de su cola.

¡No, no, no, no, no!

-¡No....! -su grito y las lágrimas que brotaron de sus ojos, fueron acompañados de una inesperada sensación de... liberación.

El calor en su interior, aquello que había llamado "instinto", de repente lo consumió todo. Fue como si el fuego que con tanta facilidad invocaba en sus manos, ahora la recorriera desde la punta del cabello hasta los dedos de los pies.

Ya no sentía dolor, ni miedo, no sentía ninguna preocupación. La presión se había liberado, llevándose con ella cualquier angustia. Ya no veía a sus compañeros heridos o el infierno sangriento a su alrededor. Ya no veía a Rowen, Duncan o Lea. Ni siquiera veía a Julian.

Lo único que pudo ver antes de cerrar los ojos con una sensación de ingravidez, era un enorme destello blanco, acompañado de una absoluta confianza en que todo estaría bien.

Había quedado inconsciente incluso antes de desmayarse, su rostro pacifico mientras la luz consumía y sanaba toda la oscuridad a su alrededor.

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