La petit fille à Retournée
Actualidad.
Para Odette, regresar a un pueblucho olvidado, luego de haber estado viviendo por 10 años en París era la peor condena que podía recibir, no había sido mala ni tampoco la habían deportado, pero necesitaba regresar por sus papeles para poder continuar en la universidad.
En este lugar, donde ella pensaba siempre que era la belleza del pueblo, pero al irse a París se dio cuenta que era una chica promedio: cara promedio, pecho promedio, todo promedio.
¿Era mal compararse con aquellas bellezas europeas? Cuando su espalda estaba cubierta de pecas y su cabello largo casi a la cintura era lo único llamativo en el lugar... en el pueblo era la única pelirroja exótica ¿ Pero en París?
Rien de rien, mes estimées amies.
Pelirrojas habían por todos lados, altas o bajas... y ella con su 1.63 cm era una chica normal.
El pueblo era igual a como lo recordaba, sacando la cabeza por la ventanilla imaginándose que sentiría la magia sobre su rostro: la brisa Marina acariciando su rostro como en esas películas , pero ocultándola rápidamente ya que solo percibía el pescado y la salitre, "Pas bien".
— ¿ Señorita Odette ha pasado bastante tiempo, Verdad? Solo te veía en fotografías, tu abuelo siempre las muestra, esta tan orgulloso de su nieta, ¿ tienes 15 no? Preguntó el chófer de forma amable, el señor Ramírez era siempre tan amable como ella recordaba.
— tengo 20 voy a cumplir 21 este año y si... han pasado ya 9 años, desde ese día, — le respondió mirando el paisaje de forma desanimada mientras pegaba su nariz haciendo muecas en el vidrio del auto.
— sus amigos siguen aquí, creo que este año embarcarán el viaje a la ciudad... como todos en este lugar debido a la crisis.
¿ Siguen aquí? Se preguntó en voz baja. El chófer se detuvo luego de unos minutos de recorrido y la muchacha se sorprendió por lo rápido que habían llegado a casa... a su Hogar.
Sorprendida al ver la casona de aspecto victoriano aún intacto de 3 pisos sin contar el de abajo. El edificio era enorme y viéndolo otra vez, su aspecto era sombrío y triste, había pertenecido a varias generaciones de la familia.
La muchacha al bajar del automóvil, vio a su abuelo en la entrada junto a varios trabajadores para recibirla, era increíble como una residencia tan grande tuviera ingresos en aquél pueblo en quiebra.
— mi nieta favorita,— dijo el anciano sonriendo, vestido de traje marrón, ella sonrió por verlo otra vez, el abuelo Horacio, un hombre mayor de cabello encanecido, se veía aún fuerte a pesar de ser un "abuelito" de 78 años, el hombre con rastros de mechones marrones en su cabello y una luz de color ámbar en sus ojos, Odette de pequeña siempre se comparaba con su abuelo y buscaba saber porque solo su madre y ella eran las únicas pelirrojas en la familia, solo pocos antepasados compartían aquel gen y en su lado paterno no había ningún pelirrojo, no es que fuera irregular ya que la población de pelirrojos en el mundo no era algo "único" pero en aquella familia... si lo era.
Mirando a su abuelo con los ojos llorosos, nunca fue el "abuelito amoroso" que todos creían, ya que al mandar a su única nieta a un internado en París y de mano de varias institutrices había sido criada desde la muerte de su madre y solo yendo a verla una vez o dos veces al año. Odette pero no se podía quejar, ya que no era un mal abuelo ya que siempre estaba al tanto de ella.
— ¿Nieta favorita? Soy tu única nieta, no creo que puedas tener una nieta favorita— respondió sonriendo mientras él apretaba las mejillas de la muchacha contra su rostro afeitado, siempre recordaba esa misma sensación de vellos golpeando su mejilla, rodeándolo con los brazos se hundió en su pecho inhalado el olor característico de su abuelo: tabaco cubano y loción de afeitar mentolada.
Nada había cambiado.
Había algo que la perturbaba desde el momento que el automóvil cruzó el anunció de bienvenida a las afuera del pueblo, y era la sensación de que había llegado en el momento menos indicado.
¿ Había sido un error regresar?
Mientras miraba todo el panorama sentía como una presencia oscura la seguía, tal vez era el olor a pescado que por lo visto nadie percibía, pero sintiendo el calor que emanaba la piedra que colgaba en su pecho, ignoró esa sensación luego de darse cuenta quién la observaba solo era un huésped en una habitación.
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