La mort est là
. . .
La mañana siguiente llegó tan rápido que ni cuenta se dieron, donde los cuatro amigos ni pudieron dormir ante todas las interrogantes de sus mentes. La pelirroja se quedó toda la noche abrazando a Sara sin querer soltarla, pero llegó el momento en tuvo que despedirse.
En un hermoso día donde el sol brillaba con todo su esplendor y el cielo despejado dejaba ver las gaviotas en el cielo. La pelirroja tomó sus cosas y vio como Sara y Briam dejaban la habitación, no era un adiós si no un "hasta luego" pero para Sara era como si viviera un "hasta nunca" y se despidió de su abuelo con un beso, con un fuerte abrazo escuchó a su abuelo decirle lo que ella tanto amaba escuchar.
— Estoy orgulloso de la niña hermosa y tierna que te volviste. — le confesó limpiando sus lágrimas.
— Te amo abuelito, cuando llegue te mandare el diccionario tu dois pratiquer, je t'aime abu...— dijo casi llorando.
— Vamos hija no llores, que me harás llorar, termino mis asuntos y te busco... estas como si no me fueras a ver jamás. — dijo riéndose y ella negó nerviosa — Estas mas sensible mi niña, me vas a ver, mi niñita — dijo mientras la abrazaba.
Apartándose, se montó en el automóvil, la habían dejado sola Briam no quería despedirse y mucho menos Sara, miró a Rodrigo y se despidió, encendiendo el auto el señor Ramirez a miró sonriendo por el retrovisor.
— La extrañaremos señorita Odette, el hotel tenía tanto tiempo en silencio y con tu llegada todo se iluminó otra vez.
— Yo extrañaré todo... pero es mi momento de irme y pronto me llevare al abuelo. Te extrañé señor Ramirez. — confesó sonriendo.
— Me alegro. Mereces todo lo mejor.—
Mientras conducía Odette veía como se alejaba del pueblo, aquellas calles saladas con olor a pescado podrido y a sal, apoyada de la ventanilla solo recordaba a Sara, era quien le preocupaba mas que su abuelo, Sara estaba atrapada y no quería huir por su libertad. Sus pensamientos fueron interrumpidos por un zumbido enorme que le taladro el oído.
Llevándose las manos al oído, aquellos zumbidos como si fueran un panal le taladraban sus pensamientos, un zumbido constante, mirando al señor Ramirez que este seguía conduciendo como si tampoco escuchara tal ruido, se agachó con las lagrimas en sus ojos hasta que escuchó su nombre con una voz fantasmal que reconocía de sus sueños.
— Odette... la llamaron en su susurros.
— ¿Quieres huir? Jamás huiras de tu destino.... Ni tu ni tus amiguitos. Susurro la voz gutural.
El automóvil se detuvo y ella salió corriendo asustada mientras se alejaba de este, casi adentrándose al bosque, dónde el zumbido se hacía mas presente para aturdirla y frente a ella miró la silueta negra que se materializó.
— ¿Quieres huir? Si la sangre de la última bruja, es mas poderosa. Tu alma será mía. — se burlo y cayéndose desplomada al piso sintió como la sangre salía de su nariz.
— ¿Qué quieres de mi? — le preguntó inmóvil en el suelo.
— Quiero tu alma... la tuya y la de todos en este pueblo — confesó sonriendo.
Sus ojos se cerraron hasta caer en un trance y ante ellos se presentó una vívida imagen que deseaba jamás haber visto, una muerte que se llevaba su alma.
Despertando agitada de esa horrible visión, miró el anunció de salida del pueblo, el señor Ramírez seguía conduciendo mientras escuchaba la radio. Una llamada la sacó de su trance y mas desconcertada por lo que se avecinaba.
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