L'amour ou l'amitié ?
¿El amor o la amistad?
Muchos en el pueblo se sorprenderían de ver aquellos amigos siempre juntos, sin pensar nada mas, solo imaginándose que Briam salía con Odette y Sara solo era un tercio en la relación que servía como chaperona, pero Siempre se encontraban los tres amigos cada vez que podían estar en privado, disfrutaban el momento para consumir su deseo. Ese era un momento mágico para la pelirroja, donde se sentía por fin llena de amor en su vida, y de un amor que iba de la mano de las dos personas que no la juzgaban.
El deseo o amor, como quieran llamarlo; todo acabaría como tenía que acabar.
Con el fin del viaje.
Odette obtuvo su pase de libertad, su ansiada libertad, ella se iría a estudiar en París para realizar sus sueños.
Pero ahora su corazón funcionaba de otra forma, siempre buscando la forma de convencer a Sara aunque esta se negaba y la semana siguiente, se iría Briam. Él le había agarrado un extraño "cariño" a su vainilla, a pesar que no quería dejarla sola en el pueblo, ella aceptando su destino y les ordenó irse a los dos sin pensar en ella.
Un romance que no era para ella un romance, estaba ya aceptando su permanencia en el pueblo, y aquellas vacaciones de su realidad no podían durar siempre, tan solo por haber besado los dulces labios de Odette otra vez había sido suficiente. Con su madre enferma, no podía dejarla y si su muerte algún día significaba que Odette no fuera tocada por la maldición, tenía que hacerlo.
Ella tenía que irse del lugar y que viva su vida. Pero la pelirroja tenía un plan, uno donde el futuro de su chica tendría relación y escondida de Sara, a hablar con su madre.
— Odette, no te esperaba por aquí. — Dijo la mujer sonriendo, aquella delicada mujer de cabellos negros cayendo sobre su hombro y una delicada bata de hospital de flores que le cubría la parte delantera de su cuerpo.
— Hola señora Gegel... ¿esta bien?— pregunto ofreciéndole un ramo de hortensias.
— Mejor que nunca...— le dijo de forma amable, y sonrió de forma maliciosa oliendo las flores — ¿ Tú vienes a pedirme pedirle permiso para llevarte a mi hija tierna del pueblo?
— ¿Como sabia?— le contestó sorprendida y ella la miró sus ojos negros.
— Uno intuye cosas. Pero dudo que eso se cumpla.... Tienen un destino que cumplir pecosa— le sonrió con una naturalidad que a Odette le helo los huesos.
— ¿Cree en romper maldiciones?— preguntó interesada y ella le apartó el mechón de su rostro.
— Por muy lejos que estén... no hay nada que se escape del mal, la sangre es mas espesa que el agua pero puedes ahogarte en ambas— dijo acariciando con su mano helada los carnosos labios de la muchacha.
— No entiendo lo que dice. — se encogió nerviosa.
Aquellos ojos vidriosos que eran azules por un momento un destello rojo, los iluminó, con aquella familiaridad que Odette sentía, sus palabras... sus gestos.
Ella por un momento dudo de quién era.
— Yo me entiendo... muchos "mortales" creen que destruyendo un lazo van a lograr de sus extremos... el amor..— ja una cursilería. — dijo riéndose de forma burlona.
— ¿Y como destruyes algo? — preguntó confundida.
— Con odio y sangre... ¿no lo sabias? Eso destruye un vínculo pagano. — le dijo apretando su rostro y Odette la miró sin comprender lo que ocurría.
— Eso no tiene sentido.—
— Alli te lo dejo, mi niña. Pero por mas que escapes no podrás guir de este lugar— sentenció con frialdad—. ¿ Crees que te irás a Francia o a Uganda? No lo creó.— riéndose de forma tenebrosa Odette retrocediendo en su cama se alejó mas .. — Mi niña, no vas a escapar... — se burlo y levantándose dejando caer las flores al piso corrió a la puerta y otra vez las voces se hicieron presentes mientras la mujer se reía.
— No vas a escapar... No vas a escapar. Le susurraban a su oído de forma burlona.
Corriendo en la entrada del hospital hasta que las voces se silenciaron, miro el cielo que ni una nube tenía, y con la respiración agitada y su rostro sudado corrió de vuelta a casa.
En el hotel, se encontró por primera vez con tanto movimiento que le hacía recordar cuando su madre estaba viva, aquellas fiestas increíbles que realizaban por navidad. Recordaba verla a su lado cantando y en otro lado a Sara con su madre. Siempre Briam se coleaba para comer doble, aquél niño gordito que corría por las escaleras, melancólica veía como su abuelo dirigía a los pocos trabajadores movían y rotaban los muebles, acercándose lo abrazó por detrás y él le dio dos palmadas en su mano.
— Tendrás una fiesta de despedida. Sube mi niña — le dijo de forma amable y ella se apoyó en su espalda. — anda mi niña. — empujo con cariño y ella subió a su habitación.
Alli se encerró y se quitó la ropa quedando en ropa interior, acostándose en la cama miro pensativa el techo y shock por lo que le había dicho aquella mujer.
— ¿Acaso su madre estaba equivocada? Aquella Gegel no era una amiga... pero... ¿Era igual a Ligia?— se preguntó y bajando su mirada, observó como la pequeña esfera dorada iba hacia ella, la esfera de su collar, levantándose para tomarla agachándose esta empezó a girar lejos de ella, y siguiéndola hasta el armario, se detuvo justo delante de aquel retrato.
— Te tengo— dijo emocionada , levantando la mirada le llamó la atención los detalles del retrato, y si, era como había dicho Briam que era, aquél dibujo tan detallado que algo resaltaba para su vista, un detalle que no había percibido, mirando el collar que tenia su madre colgado en su cuello, era aquel amuleto que ella mencionaba en el diario y sobre todo, era aquel extraño collar que llego cuando estaba en Europa, como una conexión del pueblo y su madre, siempre la llevaba consigo.
— Mamá... no se que quieres de mí.— le dijo casi llorando sosteniendo la esfera en su mano.— Yo me voy a ir y me llevare al abuelo fuera de esto, no dejare que nada le pase, te lo prometo mami... protegeré a todos, los protegeré de algo que no conozco ni entiendo. — Dijo mirando el retrato de aquella pelirroja, visualizando sus ojos brillantes sintiéndolos casi vivos.
Por un momento se imagino que una lágrima corría por la mejilla de la mujer de esa pintura.
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