» Seis
TaeHyung rueda los ojos en cuanto JungKook juguetea en la orilla de la Franja, haciendo como si pasa su pie, pero regresando a su territorio con una mueca graciosa. Ante esta expresión ya algo característica en las últimas noches, el príncipe flamme suelta una carcajada ligeramente sonora que alerta al helado peliblanco.
— ¡Por la Luna! —exclama TaeHyung, haciendo puños sus manos con delicadeza—. Guarda silencio o nos van a descubrir.
— Es media noche, ¡ni siquiera Choi San está aquí!
— Y si lo vuelves a ver, no le vayas a decir nada, ¿entiendes?
— ¿Por qué? —JungKook mira hacia atrás unas cuantas veces, asegurándose de no estar siendo vigilado—. ¿No habías dicho que era una excelencia leal?
— No es por eso. —TaeHyung rueda los ojos, tumbándose en el suelo—. Si se entera, va a reclamarme por no haberle dicho.
No hace más de diez minutos que están ahí, en espera del punto más alto de la luna llena. Según TaeHyung, cuando la luna está en su punto más alto, el frío de la noche llega a ser tal que brinda una comodidad sobre extrema a los habitantes. Mas, la espera a ese culminante acto lunar es para que el hielo de la pista de patinaje soportara, al menos por unos pocos segundos, cálido príncipe Jeon JungKook. Después de una serie de movimientos a escondidas por todo el castillo, y los mercaderes, Choi San logró conseguir un par de zapatos con navajas para estilizar aquel desplazamiento sobre el lago congelado, aunque no tuvo idea que su amado amigo príncipe los usaría a escondidas. La malasuefte fue que a Jeon JungKook quien es un poco más grande que TaeHyung, no le quedaron; ni siquiera después de unas cuantas estiradas.
— ¿Estás seguro que esto es buena idea?
— No pensé que usted, príncipe de fuego, tenga tanto miedo a un poco de frío.
— ¿Miedo? —cuestiona gracioso el pelinegro—. Miedo deberías tener tú, porque voy a romper el hielo.
— Solo pasa, te apuesto que es bastante resistente.
— Esa también fue una frase para ligar, ¿lo sabes?
— ¿Qué?
Antes de responder, JungKook se aleja unos centímetros de TaeHyung de forma lateral. El peliblanco, quien mantiene sus hombros descubiertos por el simple hecho de sentir su temperatura fluctuar, observa finamente al pelinegro, quien se prepara un poco. Se lo ve nervioso, y no solo por la forma en la que observa la nieve y regresa la vista a su terreno rojizo agrietado, sino por la forma en la que su respiración se detiene de poco en poco y, finalmente, suspira con pesadez. Entonces JungKook salta de nuevo.
Es la segunda vez que sucede, sin embargo, TaeHyung se siente aún más exaltado que la primera. En serio no lo puede creer, no puede siquiera entender cómo es que están haciendo eso tan a la ligera. El enemigo está, no solo en su territorio, sino que incitado por él mismo. Kim TaeHyung se suda estupefacto, con una expresión seria y sus cejas gruesas y negras hundidas; ve con recelo al chico que no quita los ojos de la nieve, donde sus pies enzapatados se mantienen.
De pronto piensa que no es una buena idea, de hecho, TaeHyung comienza a cuestionarse la cordura en su cabeza. ¿Por qué tiene a un die flamme en su lado? ¿Por qué permite que alguien tan —supuestamente— agresivo pise su patria? ¿Qué ha hecho Jeon JungKook para merecer estar de ese lado? Es más, ¿por qué no siente dolor al ver esa nieve deshacerse lentamente?
— Esto es hermoso. —Escucha de pronto—. Desearía que mi pueblo pudiera ver y sentir esto.
Hay más en JungKook que un simple creador de calor, que un joven supuestamente agresivo. Es el brillo en sus ojos, la sonrisa que tiene, la forma en la que su voz logra transmitir una sinceridad tal que te mantiene atento a sus acciones. El príncipe Jeon JungKook, un joven próximo a soberano, de cabellos rojizos y negros, de ojos llamativos y ropas negras, es alguien que no tiene maldad en su voz, alguien en quien puedes confiar. Tal vez, para TaeHyung, es por eso que se siente tan tranquilo con él de pie en su lado de territorio, porque pensar en Jeon JungKook usando sus poderes y sus palabras para amedrentar a su pueblo, conquistarlo o engañarlo, es simplemente una aberración. Kook es, simplemente, un ser puritano y lleno de energía, como el Sol, pero tan hermoso y agradable como la misma nieve.
TaeHyung le sonríe, llevando los ojos hasta el suelo, donde la nieve lentamente se derrite. No tendrán demasiado tiempo con el lago congelado utilizado como pista de patinaje, pero sería más que suficiente para que JungKook dé una vuelta esa noche.
—Algún día me gustaría ver tu tierra, JungKook.
— Encontraremos la manera —asegura—. Una vez que los viejos lo permitan.
— Oh, sí. Mi insoportable padre, se me olvidaba su existencia. —Rueda los ojos, para después mirar la nieve—. Supongo que algún día no estará.
— ¿No te agrada tu padre?
El Rey... Ese hombre no es del todo agradable. No recuerda cuándo comenzó a ser consciente de quién es su progenitor, realmente no entiende cómo creció en un ambiente repleto de presión. Una de sus primeras memorias con su padre es de una mañana nublada, cuando aquel hombre de cabello blanco observaba impaciente el cristal abierto de su hogar, pero no es algo bello. Más bien, esa memoria es sobre la primera vez que nació en su estómago una preocupación real, cuando su padre dijo fuerte y claro: "Los reyes no dudan de sus acciones, no sueñan, no viven, simplemente gobiernan. Tú serás un Rey algún día".
— No tengo una buena relación con él. ¿Qué me dices de tu familia?
TaeHyung agita una mano al príncipe mientras comienza a caminar. El joven espera unos pocos segundos antes de mover sus pies, puesto que no quiere acercarse demasiado al peliblanco por temor a hacerlo sentir mal con la fluctuación de las temperaturas.
— Bastante normales. A veces tenemos desacuerdos; pero nos llevamos bien.
— Aunque me llevo bien con mi madre y hermanos.
— Oh, yo tengo tres hermanos y tres hermanas. Son agradables, algún día te los presentaré.
Una vez adentrados en el pequeño tramo de bosque hasta el lago, JungKook no puede dejar de observar el nuevo mundo que lo rodea. Antes de conocer a TaeHyung solía observar al Reino Glacier con detenimiento; le gustaba, sobre todo, prestarle atención a los pinos, a los cuales apenas se les veía el verde de sus hojas de agujas, cubiertos de nieve blanca que daba la apariencia de un bosque encantado, como la magia que relatan en los escritos que llegan de vez en cuando cada tanto tiempo al castillo. Sin embargo, lo realmente impresionante es ver a TaeHyung sentirse cara vez más cómodo adentrándose en su terreno, sin la necesidad de estar al pendiente de lo que podría suceder si los descubrieran.
El príncipe glacier se detiene en donde inicia el sendero hasta la pista de hielo, la cual está a unos pocos metros de la vista de ambos. JungKook no pierde el tiempo y examina aquel lugar: hay unas cuantas bancas de madera, un pequeño puesto comercial construido, aunque lo más llamativo es, sin duda alguna, la estatua tallada de un hombre. El príncipe flamme deduce que es el Rey; no obstante, deja de prestarle atención cuando TaeHyung se voltea a verle.
— ¿Cuánto tiempo más crees que puedas estar aquí?
JungKook no sabe qué responder a eso. Unas cuantas veces ha intentado averiguar con SeokJin la cantidad de tiempo que soportaría un cuerpo caliente estar en un ambiente frío, y aunque saben que el calor es el que se transmite, la realidad es que un cambio brusco de temperatura donde el cuerpo no se pueda regular, es probable que cause algún daño en la anatomía. Por muy avanzados que cualquier reino se jacte de ser, la verdad es que el estar acoplados a ciertos ambientes y no explorar más allá, es un gran retraso para conocer por completo las capacidades de su cuerpo. Aún así, JungKook prefirió arriesgarse a vivir un poco su vida antes de arrepentirse por jamás haber visto la nieve en persona.
— Es incierto. Pero la última vez fueron quince minutos, y mi cuerpo no tuvo ningún cambio o malestar.
— Mmm, aunque estábamos cerca de la franja, ¿no? Sigue siendo algo cálido ahí. —TaeHyung coloca la mano sobre la mandíbula, haciendo despacio unos cuantos cálculos inexactos en su mente—. ¿Te parecen diez minutos?
— Me quedarían solo nueve, así que hay que apresurarnos.
JungKook ve a TaeHyung alejarse con pasos largos y una sonrisa diminuta, caminando en medio de la oscuridad de la noche, cuando la luna llega a su punto más alto por segundos incontables.
El joven peliblanco mira por un segundo la pista, inseguro de pisarla y saber patinar correctamente. Ha tenido varias experiencias sobre el hielo; sin embargo no puede considerarse el mejor de los mejores entre todas las personas que conoce —las cuales no son muchas—. TaeHyung decide que no es necesario usar los zapatos con las navajas, solo para encontrarse en igualdad de circunstancias con el príncipe flamme, quien se encuentre quieto en su lugar, con pocas intenciones de moverse. El pie enzapatado de Tae cae en el hielo, con algo de temor a causa de hacer el ridículo enfrente de JungKook. No obstante, es bastante claro que un alma fría como la suya no tendría problema alguno con una capa resistente y densa de hielo como lo es el del río congelado.
El menor de cabellos negros no puede evitar asombrarse cuando TaeHyung patina sin miedo por sobre el hielo, con una facilidad tal que se lo ve deslizarse suavemente por el hielo con una sonrisa alargada y los ojos grisáceos transparentes volviéndose en un color ligeramente más intenso. Kook se toma un momento para guardar ese recuerdo en su memoria: al propio príncipe de Glacier con la brisa golpeando sus sonrojadas mejillas, a la vez que su risa se intensifica.
— ¡Dijiste que romperías el hielo!
El grito de TaeHyung hace que JungKook sonría de vuelta. Da unos cuantos pasos, acercándose peligrosamente al hielo. No puede mentir, es cierto que luce tan resistente como el Príncipe Helado aseveró unos cuantos minutos atrás, pero en vista a lo poco que saben de las reacciones que pueda tener, a los ojos de JungKook aquel hielo es una trampa meramente peligrosa. Como el buen príncipe entrenado que es, por primera vez el flamme utiliza su sentido común y piensa: ¿qué podría suceder si este hielo se rompe? Al parecer la pregunta no pasa nada desapercibida pues, si se rompiese y hubiese agua abajo, lo más probable es que terminaría enfermánfose de gravedad, si no es que moriría, pues aunque es cierto que el calor es el que se transmite, ¿cómo estar tan seguros si hay, prácticamente, cero investigaciones sobre la reacción corporal de los flamme ante el frío?
— ¿Qué sucede? —pregunta TaeHyung, deteniendo sus movimientos.
Para TaeHyung, su excelencia Jeon JungKook es una persona sin límites. No obstante, con lo primero que se topa es ocn una expresión seria y ojos temerosos.
— Temo que romperé este hielo.
— ¿Temes? —Se acerca unos metros, para tener más cerca al chico—. Te aseguro que soportará lo suficiente.
— Si caigo al agua...
— No te sucederá nada.
— Ah, ¿no? —JungKook tantea el espacio del lago congelado, inseguro de su decisión—. No lo sabemos. Para ti será algo fantástico, pero yo...
— Príncipe, creí que era un poco más aventurero que esto.
— Aprecio mi vida, gracias.
— Pues el tiempo corre, no solo para ti, sino para mí.
— No creo que sea buena idea.
Basta una mirada rápida para que el Príncipe Glacier se dé cuenta que, lo único que realmente detiene a JungKook, es temor. Mirando hasta el suelo frío, TaeHyung golpetea unas cuantas veces el hielo con su tobillo, manteniendo el equilibrio de forma impresionante; después, agachándose, con el puño lo hace algunas veces más. Aunque no quiere desconfiar de su bello hielo, necesita estar bastante seguro para lo siguiente que piensa decirle a JungKook en un intento de convencerlo para disfrutar los últimos seis minutos que les quedan de disfrute. Una vez verificado, TaeHyung se pone de pie, acomodando su cabello y deslizándose hasta estar a pocos centímetros de JungKook —pero conservando la distancia suficiente por su temperatura—.
— JungKook. —TaeHyung usa la clase de tomo de voz que alguna vez su padre le dijo que llamaría la atención de cualquier multitud en pánico. Así pues, consigue la atención del chico—. No tengas miedo.
— Se romperá.
— Te prometo que no —insiste—. Te lo prometo.
— Fácil decirlo. —JungKook, a pesar de decir eso, se agacha en su lugar y cruza una pierna en el hielo. Puede escuchar su crujir, algo normal—. No... Va a romperse y voy a caer.
— No, no —asegura, agachándose también—. Te juro que si te caes, yo mismo te sacaré del agua y te llevaré a casa.
— Fantástico —exclama JungKook con sarcasmo—, un doble acto suicida.
— Cruza tu otra pierna.
Una vez que JungKook ya está convencido que no puede escapar de esa, cierra los ojos, moviendo su pierna al hielo. Estando en cuclillas, sus dos pies se posicionan encima del agua congelada. En cuanto abre sus ojos, ni siquiera puede creer qué es lo que está pasando. Su felicidad no dura lo suficiente pues, debido a su mala experiencia y poco equilibrio, el chico termina cayendo sentado, provocando que el dolor del golpe se extienda por toda su espalda baja.
— ¡Demonios! —se queja, sobandose la cadera—. Eso dolió.
Todo signo de dolor es disipado en cuanto una sonora caejada invade sus orejas. Los ojos naranjas se dirigen hasta el peliblanco, que ríe de pie en su lugar, intentando ahogar sus risotadas con la mano puesta en su boca. Para JungKook, la mera intención de TaeHyung por hacerlo sentir seguro es una memoria que guardaría en su cabeza por el resto de su vida, junto con esa imagen exacta: El centrado Príncipe Glacier, riendo con el cabello revoloteando, sin usar su gran capucha aterciopelada y dejando lucir su piel satinada y bella. TaeHyung es más bello que la nieve, más bello que los árboles deshojados con blanco o que las estresa fugaces que parecen caer desde la luna blanca de plata que se presenta ante sus ojos.
TaeHyung es como un pequeño copo de nieve, pero incrementado en belleza. Es único, incomparable e irreemplazable.
— ¡Te dije que no se rompería!
— Lo sé. Pero de todas maneras mi trasero se siente extraño
— ¡Imprudente! No digas esa palabra, es demasiado...
— ¿Cuál? ¿Tra-...?
— ¡Hey! ¡Deja de repetirla!
— No entiendo —admite JungKook, intentando ponerse de pie con lentitud—. ¿Por qué decir trasero está mal?
— Es una palabra horrible.
— ¿En serio? No lo había pensado. Trase-
El chico falla, cayendo nuevamente sobre el hielo, golpeando su cadera sobre el firmamento. Cierra sus ojos con fuerza, llevando la mano, hasta la parte dolorida.
— No trae nada bueno decir esa clase de cosas.
— Ah, ¿sí? —JungKook ríe—. Pues acabo de golpearme el tra-se-
— Demonios, JungKook, eres como un niño.
El pelinegro le sonríe en grande, a lo que el Glacier rueda los ojos con resignación. Hay una parte de ellos que no logra coincidir del todo, en algunas cosas TaeHyung es el que da el primer paso, en algunas otras JungKook es el valiente; de cierta manera se complementan y regulan, siempre manteniendo su postura.
TaeHyung pasea los ojos por el hielo, el cual comienza a derretirse bajo... las posaderas del flamme. Resignado a no poder pasar demasiado tiempo con él, el peliblanco piensa un poco para darle las instrucciones correctas a JungKook.
— Escucha, comienza a derretirse. Estoy casi seguro que no se romperá, pero tenemos que apresurarnos con la diversión.
— Sí, ¿qué hago?
— Agurada aquí, tengo una idea.
TaeHyung se apresura en salir del hielo, caminando hasta su capucha de terciopelo, para después lanzarle una de las puntas a Kook, quedándose en el borde de la nieve, buscando la mayor estabilidad en sus pies. El pelinegro lo observa temeroso, dudando de la acción; no obstante, la mirada segura de TaeHyung lo incita a sostener con fuerza la tela, esperanzado en que ni se incendie en un mal momento.
— ¿Estás listo? —pregunta TaeHyung.
— ¿Sí?
— ¡No te sueltes! —TaeHyung sujeta con fuerza la tela, ojeando el espacio alrededor—. ¡Uno! ¡Dos!... ¡Tres!
El flamme es jalado con fuerza gracias a la resistente ropa costurada para el chico. Su cuerpo se desliza fácilmente por el hielo, mientras TaeHyung tantea su trayecto evitando chocar. Los primeros segundos son un completo nuevo sentimiento para JungKook: la brisa en su rostro, que apenas es perceptible, el ambiente a su alrededor, la blanca nieve colándose en sus ojos y el cielo estrellado alumbrado por la hermosa luna de plata que, a casa segundo, parece hacerse más grande. Está casi que en blanco, no sabe qué sentir, qué pensar, si le gusta o le desagrada conocer un nuevo mundo; le cuesta identificar si es satisfactorio o para desapercibido.
Pero no es solo el ambiente y el frío a su alrededor lo que lo hace decidir que ese momento es lo más hermoso de su vida. Sino, la risotada eufórica de un peliblanco que no puede creer lo que está haciendo. Entonces, instintivamente, JungKook empieza a reír con la misma fuerza que TaeHyung. Su mundo está girando, por primera vez en años, el mundo está dando vueltas; su alrededor son nubes blancas que lo transportan a una dimensión desconocida, y al único que tiene enfrente es a TaeHyung, a él y a sus sonrisa amplia y ojos arrugados que observan alegres la situación. El calor... JungKook una vez comparó al calor con el amor... Pues, quien sabe... Quizá en ese momento, a los ojos de JungKook, el amor es el hielo a su alrededor, la nieve en los árboles y la persona más fría que conoce, el príncipe de Glacier.
Aquella noche, por unos segundos más girando entre sonoras carcajadas, TaeHyung y JungKook se dan cuenta que su conexión es algo más que un simple clic pasajero, mucho más que una nevada sencilla o un rayo de Sol impactante... Su conexión es... Un vínculo eterno.
Ambos se aman, incluso si su naturaleza se los impide hacerlo, ellos desean... estar toda una vida con el otro.
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