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» Diez

TaeHyung ve en por ventana la madrugada que pinta el cielo de un color azul, un celeste triste que no parece ser como en otros días. Es un día lúgubre, triste, y aunque su madre grita por todos lados en su hogar, le resulta completamente imposible distinguir lo que ella dice, porque está absorto en sus pensamientos. 

      La aflicción de su corazón le provoca que muerda sus uñas, eso le hace regresar a su niñez, cuando algún problema o discusión con sus padres o de sus padres lograba colmarle la paciencia y hacerlo respirar con dificultad. Es exactamente la misma clase de preocupación dentro suyo, es como si regresara a la época donde se sentía un pequeño niño sin la capacidad de protegerse. ¿Qué está haciendo San? ¿Llegó a salvo? ¿Qué pasará con JungKook?

       El rey no había regresado en esas horas, y ya llevan un tiempo fuera del castillo. Fueron solo unos cuantos guardias que regresaron pasados unos quince minutos desde la persecución a San, y aunque su madre intentó sacarles toda la información posible, ellos no dieron el brazo a torcer en el más mínimo sentido.

      En su estadía en la ventana, TaeHyung divisa el movimiento que hay en el suelo. Debido a la altura de la ventana, le es imposible distinguir bien a los rostros que se acercan a pie al castillo. Sin embargo, bastan unos llanos segundos hasta que puede ver aquel rostro que, admite, luce igual de afligido. Park Jimin alza la cabeza, tal vez sintiéndose observado, y se topa con los ojos espectantes de Kim TaeHyung; le resulta imposible quitar de encima de él los orbes, dedicándole un sentimiento, más que de enojo, de tristeza; eso es así hasta que TaeHyung se quita de la ventana con el propósito de bajar lo más antes posible averiguar las razones por las que la reina y el príncipe Park han llegado al castillo.

      La reina de Glacier, SooHyun, es avisada de la llegada de la familia de Uisce. TaeHyung permanece al borde de las escaleras, los observa con sigilo, teme ser acusado de causar una guerra. Afortunadamente, su madre logra llevar a la reina a un lugar donde no se le oiga, lo que deja al príncipe Park de pie en su lugar. A simple vista, Jimin se mueve incómodo en el lugar, encima suyo carga un abrigo que no le permite sentirse ligero, y el problema solo agrava la situación.

      Por la posición en la que los dos se encuentran, TaeHyung no se halla a sí mismo pidiéndole información al chico. Al contrario, se siente tan lejano a él, que le es hasta imposible simplemente mirarle con la clase de ojos que le regalas a algún conocido.

      No obstante, en cuanto el príncipe de Uisce gira la cabeza, y se encuentra con el príncipe helado, abre los ojos en grande, tantea el terreno, y le agita la mano a TaeHyung para que se le acerque.

     —¡No puedo bajar! —le susurra TaeHyung desde el balcón de las escaleras—. Mi madre lo prohibió.

      —¡Solo baja!

      —¡Mejor sube!

     —¡¿Qué?! —exclama el rubio—. ¡No!

     —¡Sube, sube!

     Jimin de inclina a ver si su madre está por ahí. Al no hallarla, se encamina lo más rápido que puede a subir las interminables escaleras del estúpido castillo. Basta decir que el joven se encuentra más que exhausto de la situación, y el puto frío del lugar no está ayudando en lo absoluto. En cuanto da el último paso, toma del hombro a TaeHyung, halándolo hasta detrás de alguna pared y lo mira con enojo.

      —¿Qué demonios hiciste? ¿Qué pasó?

      —¿Por qué vinieron? —pregunta TaeHyung.

      —Mi madre me levantó hace unas horas, diciéndome que debía prepararme, que el lugar iba a cambiar y que tuviera cuidado. Me prohibió hablarte —retrocede un poco, haciendo una mueca rara—. En otra situación hubiese estado genial, pero, ¿por qué ahora?

      —¿Sabes algo más?

      —Mandaron una carta de urgencia esta mañana. Parece que tu padre la envió.

      —¡Mierda!

      En su voz, Park Jimin nota un sentimiento que jamás pensó poder escuchar en un gobernante. Hay tanta lástima, preocupación y culpa en la forma que TaeHyung habla, al grado de llegarle a exrrañar un poco la reacción. Jimin examina la cara de TaeHyung, y encuentra una marca rojiza, la cual parece comenzar a tornarse morada.

      —¿Qué pasó, Kim TaeHyung?

     —Mi padre... al parecer él ya sabe que... voy a La Franja.

      —¿Qué? —Estupefacto, Jimin da un paso hacia atrás—. ¿Cómo se enteró?

      —¿Dijiste algo?

      —No sería un maldito cínico, claro que no. El haber dicho una sola palabra, me habría traído más problemas.

      TaeHyung sabe que Jimin, por más odio que le tenga y se tengan, no haría algo como eso. Es como un acuerdo tácito entre príncipes. Solo quiere ver a través de él, saber si podría llegar a confiarle algo.

      —Es que... estuve... Me enfermé un poco y, cree que es por Choi San, entonces lo iba a seguir para matarlo, pero le dije a San que fuera con JungKook.

      —¿Le dijiste que cruzara la línea y fuera con el maldito príncipe Die Flamme? ¡¿En qué estabas pensando?!

      —¡Mi padre lo iba a matar, Park Jimin!

      —Rompió un tratado, ¡iniciaste una maldita guerra!

      —Por un demonio, no me digas algo así.

      —¿Por qué más tendríamos que venir con urgencia a este lugar? ¡Dímelo, TaeHyung! No puedo creer que esto esté sucediendo, arruinaste una mierda con tu estúpido... Mierda.

       —Lo lamento, no pensé que-

      —¿Lo lamento? ¿"Lo lamento", dices? TaeHyung —Por primera vez dice solamente su nombre—, esto no es un vaso que se cae, o una pulsera que se pierde. Estamos hablando de un pueblo, de cuatro pueblos. Nos vamos a enfrentar a muerte, van a morir personas inocentes, ¿todo porque te enamoraste de un tipo al que no has podido, ni siquiera, abrazar? No me jodas.

        Un príncipe no se quiebra. Un rey mucho menos. Durante toda su vida, cada minuto y segundo dentro de la sala de estudio, una docena de maestros le enseñaron la forma en la que tenía que actuar ante las situaciones. De frío, no hay que tener solo el color de cabello, la ropa, o los poderes. Fría tiene que ser la cabeza, para tomar decisiones. Y fría tiene que ser la sangre, para derramar la de aquellos que vayan en tu contra.

       La primera lección que obtuvo fue esa: un príncipe no se quiebra, y un rey mucho menos.

      Rara vez TaeHyung lloró, una vez lo hizo al caerse cuando era pequeño. La primer caída de su vida, el primer fracaso. ¿Pero qué fue entonces de ese pequeño que lloraba al haberse tropezado? Un hombre alto, de barba y ojos celestes, lo levantó, le sacudió el cuerpo y le dio un grito molesto justo después de darle dos palmadas en la cabeza. Kim KangHyun vociferó: llorar no te sirve de absolutamente nada.

      El mismo niño está en este momento en su cabeza. Lo observa desde la parte trasera de su cabeza, bajo una luz que sólo le ilumina a él. Sus ojitos están rojos, y sus mejillas húmedas a causa de las lágrimas, al igual que sus pestañas unidas por el agua salada. Por un segundo, el niño inclina la cabeza, pero pasado un segundo abre los labios, diciéndole mentalmente a TaeHyung: Llora si quieres, está bien llorar.

        —¿TaeHyung?

      Cuando Tae responde al llamado de Jimin y alza la cabeza, el joven rubio se encuentra con las lágrimas resbalar desde las esquinas de los ojos del Glacier, hasta su mandíbula. Pero esa primera impresión deja tan impactado a Jimin, que no sabe que hacer. Abre la boca, la cierra, y la vuelve a abrir.

      —Disculpa, no quería-

      El lloriqueo de TaeHyung se intensifica, provocando que le duela al pecho, y se lleva las manos hasta éste para aferrarse a su propia ropa, sin que se dé el cese de las lágrimas.

       Y cuando esto sucede, inmediatamente una mano fuerte toma del cabello a TaeHyung, y comienza a halarlo escaleras abajo. Cuando TaeHyung abre los ojos, ve a Jimin bajar rápidamente junto con él, intentando tomarlo de la mano, pero nunca lo logra. El rostro de Park es exageradamente paranoico, aterrorizado, impactado. No puede creer la situación, no la comprende.
     
       TaeHyung tarda unos cuantos segundos para darse cuenta que está siendo arrastrado por su padre hasta algún lugar donde no pueda interferir ni un alma; Jimin solo le va siguiendo intentando tomarle de la mano para que no se lo lleven, pero por más que hace sus esfuerzos, no logra retar al Rey KangHyun, ni siquiera cuando su madre le pide al señor que se detenga, y la reina SooHyun haga lo mismo.

      —¡Padre, detente!

      —¡Eres una escoria, una maldición a la familia!

      Los gritos de todos y cada uno de los integrantes reales, provocan que el movimiento en el Palacio sea tenso. Los sirvientes ven al príncipe TaeHyung ser arrastrado por el cabello hacia fuera, y siguen para asegurarse de lo que le sucederá a su pequeño. Ni los gritos de la reina, o los pasos de los hermanos menores de TaeHyung, o los solicitados ceses de Jimin y su madre, ayudan al pobre heredero de Glacier.

      Su padre termina tirándolo en la nieve, sus brazos se raspan por la fricción, debido a que no lleva su traje usual. TaeHyung mira su padre, y justo en ese momento, el empuña la espada y la coloca justo frente a sus ojos. El filo brillante provoca que Tae se quede estático.

     —¿Qué demonios hacías en La Franja, TaeHyung?

      Sin dar el brazo a torcer, TaeHyung alza los ojos hasta su padre, su boca se mantiene sellada. No es que lo esté retando, solamente no quiere sentirse tan pequeño como antes.

      —Dímelo. —La solicitud es fuerte. No rinde frutos—. ¡QUE ME LO DIGAS! —vocifera.

      Después de tanto tiempo viendo a JungKook, después de romper tantas leyes, y después de haberse enamorado del enemigo, es la única vez en la que TaeHyung se siente tan avergonzado de esas acciones. Cuando ve a todos los que están a su alrededor, y nota en ellos la preocupación y aflicción que sientes al ver a alguien a quien quieres en peligro, sintiéndolo por él, TaeHyung no puede evitar sentirse tan apenado que quisiera morir en ese momento.

      Su madre, hermanos, sirvientes, Jimin y la reina de Uisce, lo están viendo con preocupación. Pero nadie mete la mano, nadie se arriesga, nadie reta al rey.

      Su padre...

      ¿Merece ser llamado padre?

      —Capturamos a Choi San antes de que llegara a La Franja. —El Rey KangHyun no baja la guardia ante su hijo, lo desconoce por completo—. A punto de cruzar, alguien huyó de ahí. Un die Flamme —TaeHyung ahora sí mira a su padre con miedo—. Si no me dices que pasó, mataré a San.

       ¿JungKook?

       TaeHyung lo piensa un segundo. ¿Es cierto lo que su padre le dice? No puede ser que hayan atrapado a San, Tannie es la más rápida de todas. Pero, ¿cómo sabría sobre JungKook su padre? No hay posibilidades.

       El príncipe, aún tumbado, lleva los ojos hasta Jimin. ¿Quizá el dijo algo? No obstante, los orbes de Park le responden: "No", lo que causa que se quiebre.

       Van a matar a San.

       Y, aún peor, podrían matar también a JungKook. Si éste se descuida, lo van a atrapar, y van a matarlo.
  
       ¿Qué haría sin JungKook?

       Morir con él.

      Quizá.

      No, eso es seguro.

      Si JungKook muere, entonces él...

     —Tienes tres segundos. Uno... Dos...

     —Estaba viendo a alguien.

     Todos los presentes se sorprenden, no emiten ni un sonido, solo se les distingue en los ojos.

      El rey, obteniendo lo que desea, le sonríe con cinismo a su hijo. La mirada de él es rojiza, pero no como el calor, sino como la sangre. Es la clase de mirada que tiene un asesino al matar a su primer víctima, está saciado de un mal sentimiento al grado que tiene la necesidad de sonreír aunque no esté feliz, sino extasiado.

     —¿A un Die Flamme?

     El Príncipe, pasea los ojos por encima de su madre, ella refleja dolor. —Sí.

      KangHyun asiente, como comprensivo. Regresa la vista hacia sus sirvientes, la reina y príncipe, su esposa e hijos, algunos ciudadanos ya le ven desde la lejanía del castillo. Él ríe, emocionado, alegre, feliz, como sabiendo que nadie nunca le quitaría el puesto que cree merecer.

      —¡Mírenlo bien! —Grita, apuntando a su propio hijo—. Su príncipe, ¡su próximo rey! No solo es un cobarde, llorón, sino un traídor. Hizo cosas que no debió hacer, ¡rompió las reglas! Se acercó a la franja, y entabló una relación con un Die Flamme. ¡El enemigo eterno! ¡Nuestra debilidad! —Tomándolo nuevamente del cuello, pone de pie al joven, a los ojos de todos—. Se enamoró de él.

      Lo que dice su padre sorprende a todos, pero más a TaeHyung. El príncipe helado ve el suelo, sus pies lejanos a la nieve lo hacen sentir mareado, o ya no sabe si es el agarre sobre fuerte que lo comienza a debilitar.

      ¿Enamorado de JungKook? Sí, tan enamorado de JungKook y de su calor y sus ojos. Es una estupidez, incluso desde el inicio. ¿Por qué tuvo que llegar a ese punto para entenderlo?

      —¡Y no cualquier Die Flamme! ¡Es el príncipe! ¡El otro heredero!

      —Rey —dice TaeHyung en un hilo de voz—. Padre, vas a- vas a ma-matarme.

      —Eres una vergüenza para tu Reino. No mereces ser el heredero. —Acercándose a su hijo, KangHyun lo observa con desprecio—. Y por romper las reglas, mereces morir. Pero no haré eso, prefiero que estés congelado y veas pasar tu vida. —Susurra.

      —No respiro, papá.

      —Y vas a ver cuando lo asesine a él.

      Dicho esto, suelta al chico del cuello, y lo toma del brazo, osea caminar. TaeHyung, debilitado, intenta seguirle el paso a su padre. La reina, le sigue a todo paso, pero le es casi imposible llegar a la par de su esposo.

       —¡KangHyun! ¡KangHyun, detente! ¡Suelta a mi hijo! —Lloriquea ella, el hombre es imparable—. ¡Déjalo por favor! ¡Deja a mi hijo! ¡Déjalo, tenle piedad! ¡También es tu sangre! ¡Ya déjalo, KangHyun! ¡DÉJALO! ¡Suéltalo! ¡Te lo ruego!

       —¿Mi sangre? —cuestiona él, ofendido—. Mi sangre no es traicionera. Este, no es mi hijo. No es mi carne, ni mi sengre. Es solo un maldito traidor.

        Frente a TaeHyung, hay una pared cristalina que es enorme. La reconoce al instante. Sus ojos viajan en el lugar, se encuentra con dos guardias forajidos que le observan con lástima detrás de sus cascos, los lloriqueos de su madre advierten de la gravedad de la situación. ¿Bajó escaleras? TaeHyung cree saber dónde está, pero la confirmación que necesita es la que le dan unos ojos petrificados detrás del cristal.

       Lo que hay ahí es la cárcel más dolorosa del mundo. El sufrimiento eterno, la muerte en vida. La pared que carga consigo cuerpos congelados, que están vivos, sufren y jamás verán la muerte de ellos, sino de los que aman.

       Su padre lo lleva a congelarlo, así como dice. Y, tal cual lo amenazó, después de eso sigue la tortura: matar a JungKook y llevarle sus restos para que sufra sin poder sufrir.

       —¡Piedad! —La reina se hinca, sin poder hacer más.

       Sin sentir pena, el Rey le da una última mirada a su hijo; él también le observa, con dolor, con resentimiento y odio. Ninguno se inmuta con el otro, pero el de la ventaja es ese que, con la combinación de sus capacidades y poderes, empuja hielo adentro a su hijo.

       TaeHyung, aunque intenta zafarse del agarre de su padre, es incapaz de moverse en cuanto su cabeza entra dentro del hielo, que se siente más como una masa helada y gelatinosa. De pronto, su cuerpo parece estar congelado, se siente más frío que de costumbre, una soledad profunda lo invade, aunque puede ver a su padre alejarse del lugar y a su madre caer hincada mientras llora a la pared. TaeHyung de pronto se asusta, quiere hiperventilar, pero no puede. Lo ataca el pánico, se mueve pero no lo hace, grita pero no sale nada de su garganta, quiere llorar pero sus lágrimas están perdidas en el frío.

       Está congelado, condenado de por vida.

       Y por primera vez, quisiera nunca haber nacido. Si no existiera, al menos no sentiría ese gran dolor que le hace querer morir.
      
     

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