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9. De vuelta al pasado

Yo viendo cómo la amenaza de muerte de un personaje sí sirvió para que comenten 🤡
Okey, la amenaza sigue en pie

———

—¿Dónde estás? —exigió Angel a través de la línea. Ethan se alejó el teléfono de la oreja ante su tono alto.

—¿Afuera? —arrastró las palabras con duda.

—Ya sé que afuera, ¿pero exactamente en dónde? —Angel se escuchaba desesperado—. Arek me encargó vigilar a Nikolai. Espiar a un sujeto más grande que yo como si fuera un niño no es lo que planeaba para mi cumpleaños.

—¿Y así sigues pensando que es un buen tipo?

Angel apretó los párpados mientras se tocaba el puente de la nariz (donde quiera que estuviera).

—Como sea, ¿también te envió a una misión o algo?

—En realidad... —Ethan hizo una mueca, buscando las palabras para explicar que en realidad estaba frente a la repostería de Damon sin que lo malinterpretara. Comenzaba a replantearse la decisión de comprarle un pastel a Angel específicamente ahí, podía ir a cualquier otra repostería, ¿no es así?— Bueno, yo...me desvié un poco, pero iba a llevarte algo.

—¿Algo? —Angel enarcó una ceja—. Tranquilo, sé que no eres bueno para los regalos. ¿Por qué no me traes un pastel de la cafetería del centro?

Ethan frunció el ceño.

—Esto es un truco, ¿no?

—Vamos, un cumpleaños no es nada sin pastel, y tú estás cerca. Además es muy poco probable que Damon esté ahí.

—¿Cómo lo sabes? —demandó.

—Porque es el dueño, lo más seguro es que solo se pase unas cuantas veces, ¿cuál es la probabilidad de que lo encuentres en alguna?

—Lo vimos en el lugar menos esperado cuando investigábamos al encapuchado. Yo diría que demasiadas.

—Y lo has evitado exitosamente en cada una de ellas.

Ethan contuvo la respiración por un momento con la mejilla temblando.

—Bien, te veo más tarde —accedió con agudeza—. Pero no creas que eso cambiará mi postura al respecto.

Decía la verdad, era más por Angel que por él, no era que se sintiera obligado, pero quería complacerlo.

Angel sonrió alegrado y algo burlón.

—Que te diviertas cuidando al querido Nikolai —dijo Ethan, borrando la sonrisa en el rostro de su compañero y colgó.

Se guardó el teléfono, suspirando pesadamente sin conseguir apartar sus nervios. Sin importar cuántas veces lo viera, nunca podría evitar ese cosquilleo en la panza.

Cruzó la puerta de cristal del local y todo lucía aparentemente normal, la decoración de las mesas y las sillas era colorida, encontrabas a personas leyendo en los rincones y otros charlando. Bastante normal para lo que estaba acostumbrado. Una chica en patines se pasó frente a él, sonriéndole de camino a una de las mesas con una bandeja en la mano.

Se acercó a la barra en la que tenían los sabores de los postres, confundido por la cantidad de mezclas. ¿Hierbabuena y plátano? ¿Eso siquiera existe?

—No te preocupes, Linda, ve a tu casa. Yo me encargo.

Bajó la mirada hacia el dueño de la voz y su corazón se detuvo. Solo por un instante, de lo contrario moriría. Comenzó a golpear su pecho, galopando como un caballo desbocado.

Damon se enredó los listones del mandil blanco a la cintura con un mechón de pelo cayéndole en la frente. Las mangas de su camisa blanca, arremangadas hasta los codos, mostrando el grosor de sus antebrazos. Tenía la piel pálida teñida ligeramente de rosa en las mejillas como si hubiera estado expuesto al calor.

Se inmutó al ver a Ethan. Después frunció el ceño, e Ethan creyó que se acabó todo, lo había descubierto.

—Lo siento —parpadeó—, ¿nos conocemos?

Ethan tragó. Él lo creía muerto, ¿quién en su sano juicio pensaría que sobrevivió después de lo ocurrido?

—No lo creo, no me gusta el dulce. —Aun así, intentó evadir la verdad.

A Damon se le escapó una risa. Corta y sonora.

—¿Entonces qué haces en una pastelería? —preguntó.

—Hoy es el cumpleaños de un amigo, y le gusta lo que venden aquí.

¡¿Por qué siquiera le estaba contando?!

—¿Y de qué le gusta a tu amigo?

Ethan levantó una ceja. Ni siquiera se puso a pensar en qué sabor escogería cuando vino. A Angel le gusta todo, ¿no?

—Puedes ver los postres del aparador para darte una idea —dijo Damon. Ethan volvió a mirarlo.

Él no volvió a comer dulce, no desde la vez que Damon le hizo unas galletas, y probablemente fue la única ocasión que lo hizo. No recordaba qué sabor tenía el caramelo.

Damon sonrió sin que Ethan fuera consciente de su mirada, probablemente recordando algo, a alguien.

—También tenemos muestras. Le diré a Wendy que te las muestre...

—¿Qué le gusta a todo el mundo? —preguntó de repente, haciendo que Damon se detuviera.

Él miró hacia arriba.

—¿A todo el mundo? Bueno, el chocolate siempre es la primera opción.

—Uno de chocolate entonces —dijo Ethan sin demasiadas complicaciones.

Damon pensó en todos los sabores de chocolate que había, pero decidió no mencionarlo para no abrumarlo.

—Les diré que lo traigan. Espera aquí.

Ethan se sentó en uno de los bancos mientras Damon se alejaba, no sin antes dedicarle una última mirada a aquel chico que miraba con confusión el lugar, perdido y ajeno a cualquier cosa que hubiera ahí.

—Oye, Jenna, ¿aún queda chocolate amargo? —le preguntó a la chica que se asomaba entre las puertas que daban a la cocina.

—¿Mhh? ¿Es para ese chico de allá? —miró con curiosidad a Ethan—. ¿No le puedes decir que se acabó?

—No. No le gusta el dulce —sonrió, suavizando su mirada—. Consíguelo.

—¿Qué? Pero...

Damon dejó de escuchar sus protestas. Aquellos ojos castaños le llenaron el corazón de calor.

♧♧♧

Ethan esperó pacientemente el pedido. Por suerte, Damon no se había vuelto aparecer y podía respirar con mayor tranquilidad.

—Disculpe, ¿ya lo atienden...?

Él se volteó y la chica en patines de antes tropezó al acercarse a él. Ethan consiguió atraparla, pero no pudo evitar que la bandeja con el café y los panecillos cayera, derramando el líquido en su mano y parte de su ropa.

—Oh, por Dios, cómo lo siento —la chica se llevó las manos a la boca aterrorizada al tiempo que Ethan se miraba la mano enrojecida, frunciendo ligeramente el ceño.

Damon quien miraba a lo lejos, se acercó, y luego de ver el charco en el suelo y confirmar que su compañera estuviera bien, se detuvo en Ethan.

—¿Estás bien? —trató de tomar la mano de Ethan para corroborar el hecho, pero él se apartó. Ambas miradas se encontraron en el silencio que se hizo en el lugar, dándose cuenta que todos los miraban, Damon se acercó a él y dijo en voz baja:— Lo siento, voy a compensártelo. Acompáñame.

Evidentemente, Ethan no quería seguirlo, pero tampoco era más agradable que tanta gente lo estuviera viendo. Se suponía que por ello Arek no les permitía salir de día.

Ethan caminó tras Damon, dejando a la gente atrás, con la intención de seguir su propio camino después. Damon dio vuelta en una puerta que parecía conducir a un segundo piso e Ethan se detuvo. Damon quedó a media escalera, girando hacia él.

—Ya tengo que irme. —Mencionó Ethan. La pronunciación de esas palabras cobró un sabor amargo en su boca.

Damon bajó el escalón. Ethan no estaba dispuesto a romper con la distancia, si la sobrepasaba, puede que no pudiera alejarse de nuevo.

—Tú me ayudaste una vez —susurró Damon, haciendo a Ethan fruncir el ceño—. Déjame ayudarte —sacó algo de su bolsillo y tomó la delgada mano de Ethan entre sus dedos, acariciando su piel en un tacto delicado y cuidadoso, enredando la venda alrededor de la palma.

El pequeño espacio encerraba las inseguridades de Ethan, las emociones que se esforzaba por mantener al margen.

—Te reconocí por el parche en el ojo —Damon rio mientras aclaraba las dudas que se asomaban en la expresión confusa de Ethan—. Ese día...no me dejaste agradecerte.

—No tienes por qué agradecerme —musitó.

Damon terminó de darle vueltas a la venda y levantó la mirada.

—Quiero hacerlo.

Ethan se embargó nuevamente en esa mirada, en las olas a través de ella, sacudiéndose al compás de los latidos de su corazón, como una melodía en la marea.

No duró demasiado, pues se apartó, construyendo muros alrededor de él.

—Gracias... —dijo secamente, comenzando a alejarse.

—Oye, espera —Damon bajó los últimos escalones y formó una sonrisa cuando Ethan lo miró—. Olvidaste tu pedido. Creo que a tu amigo no le gustará si llegas a la fiesta sin nada.

Desviando la mirada, preguntó:

—¿Cuánto es?

—Para ti nada. Es por salvarme aquel día en el bar.

—Lo habría hecho por cualquiera —respondió en su lugar.

—Bueno, tuve la suerte de ser cualquiera.

Un calor inundó su pecho, trató de enfriarlo.

Su mente le dijo un sinfín de cosas, pero no quiso escucharlas.

Su cuerpo reaccionaba temblando y sudando, reconociendo la familiar presencia de Damon, el aroma de su perfume, el calor de su cuerpo. Todo estaba siendo demasiado difícil de soportar.

Ethan no podía estar aquí con él, había sido un accidente. No debía ocurrir otra vez.

Y sin decir otra palabra más, se marchó. Se fue porque era lo mejor que sabía hacer, porque era lo mejor para él, para todos, lo sabía. Y aun así, ¿por qué dolía? Su corazón agrietado no podía soportar otra cortadura más. Le dolía aceptar dejar ir a ese Ethan, el que estuvo enamorado de Damon, ese ya no era él, por más que buscara en su corazón. No sentía las mareas y la música, aquel recuerdo se perdió en alguna parte del mar, e Ethan no había podido volver, o más bien no era lo suficientemente valiente para sumergirse en esas aguas. Pero bastó con tocar el agua a la orilla, y entendió que los años pasaron, que él ya no era ese recuerdo de él, no podía amar a Damon más, no al Damon que ya no conocía, no al que se paraba aquí con la sonrisa amigable y amable, ese no era él, no era su Damon, y él no era su Ethan. Aquellos jóvenes se perdieron en el mar y nunca regresaron.

♧♧♧

Damian miró el pastel en la mesa. Era el cumpleaños de su mejor amigo, pero también del que alguna vez fue el amor de su vida, ¿pero qué determinaba aquello? Él no creía en las almas gemelas y el destino, pero Angel lo hacía, y solo por él fingiría creerlo. Sin embargo la ilusión no duraría demasiado, como le dijo él en su carta, podía encontrar en cualquier momento a alguien con quien compartir su vida y él no sería más que un recuerdo.

—Oye, está bien. Me comeré su rebana por él, ¿de acuerdo? —Jaden esbozó una sonrisa, poniéndole una mano en el hombro. Damian torció su boca en una sonrisa.

—Siempre haces lo mismo.

—No quiero ser mala, ¿pero les importa si yo la como esta vez? —preguntó Anne, tratando de no chocar la panza con las sillas mientras pasaba—. Este niño tiene muchos antojos.

—A él le encantaría alimentar a su sobrino —respondió Jaden orgulloso—. ¿Se imaginan qué tanto de comer no le haría?

—Seguro lo engordaría —se rio Anne, razón suficiente para que Damian frunciera el ceño.

—Eso es mentira —debatió—. Angel nunca atentaría contra la salud de un niño.

—Tienes razón. —Jaden se apoyó en el brazo de su amigo—. Seguro le daría puras verduras —hizo una mueca—. Aunque ya sabemos quién sería un buen tío y podríamos dejarlo a su cuidado —levantó las cejas, sacándole una risa a Damian.

—Bien, ¿entonces partimos el pastel? —Anne unió las manos.

—Por mi hermano —Jaden alzó el cuchillo.

—No es un brindis —dijo Damian poniendo una expresión decaída.

—No importa, siempre es buen momento para hablar en su honor.

Entonces el timbre sonó.

—Debe ser Bastian —mencionó Jaden sin ponerse en acción, lo que hizo a Anne rodar los ojos.

—Claro, que vaya a abrir la embarazada —exclamó, arrastrando los pies y dirigiéndose con molestia. Al tenerla lejos, fue el momento perfecto para que Jaden se inclinara hacia Damian y le susurrara:

—Oye, no quiero sonar malo porque Angel es mi hermano y lo quiero, ¿pero no crees que a ese chico Bastian le gustas?

Damian frunció el ceño. La sola idea de estar con alguien más le molestó.

—¿De qué hablas?

—No sé, se me ocurre —encogió los hombros—, que ya que Angel parece no dar señales de vida, podrías comenzar con alguien más, quizás no para siempre, pero...

—¿Lo dices en serio?

Al ver su expresión amenazante, Jaden quiso retractarse.

—No. Era broma.

Damian no dijo más, puesto que Bastian entró al comedor con una caja en manos, iluminando la mirada de Jaden. Este se acercó emocionado mientras el otro le extendía el obsequio, el cual Jaden abrió con desesperación. Abrazó a Bastian al ver el interior mientras le decía bromas y Anne reía.

¿Ese sería Angel si estuviera aquí?

♧♧♧

—¿También vas a espiarme en la ducha? —Niko sonrió, sintiendo la acechante presencia a su espalda, esa que lo había seguido por días desde que Arek le brindó un departamento.

—Lo siento —respondió Angel, acercándose—. No es mi escenario preferido, a decir verdad.

—Está bien, es lindo tener compañía —mantuvo los ojos cerrados mientras el agua enjuagaba su cabello, corriendo por su cuerpo.

—No te ofendas, pero eres con quien menos quisiera estar justo ahora.

Niko cerró la regadera, ignorando el tono tajante. Alcanzó una toalla del mueble, enrrollándosela alrededor de la cintura. Inspiró aire, hace mucho que no olía el dulce aroma a shampoo y limpio.

—Entiendo —mencionó sin sonar afectado—. ¿Entonces qué haces aquí? —a paso calmado se dirigió al lavamanos de mármol con los ojos de Angel siguiéndolo en cada acción.

—Creo que es claro, ¿no?

La mirada purpurea recayó sobre Angel con diversión.

—Si tanto le interesa lo que haga, ¿por qué no vino él mismo? —Niko hizo un ademan.

—Creo que sería idiota ponerse en peligro a sí mismo. ¿Por qué alguien visitaría a su asesino?

Niko se llevó una mano al pecho con una mezcla de ingenuidad y descaro. Angel no lucía divertido en lo absoluto.

—Lo siento, ¿te asusté? Mira, cuando dije que quería asesinarlo, yo...estaba molesto, pero ahora trabajamos juntos. Se acabó.

—Puede que estemos juntos, pero no somos un equipo —señaló.

—¿Y qué hay de Ethan? Es tu amigo, ¿no? Él coincide conmigo en deshacerse de Arek. Si tuvieras que elegir entre alguno de los dos, ¿podrías?

—Él no lo haría —pero no tenía otro argumento más que ese. Niko olfateó el miedo, pudo verlo en su mirada, es lo que hacía. A Angel le aterrorizó que en cualquier momento Ethan se olvidara de sus convicciones.

—Arek no confía en ti, y con razones —caminó hacia él, expresando amenaza. A Nikolai solo lo hizo reír. Estaba desnudo, pero no le importaba, tampoco a Angel.

Niko se cruzó de brazos.

—Parece que alguien tiene un perro guardián.

Angel frunció el ceño.

—Solo hago lo que me corresponde, y espero que tú hagas lo mismo

—Soy su única opción. Ustedes son unos inútiles. ¿De qué le sirve un aliado que no puede pelear?

Angel le sostuvo la mirada, enfrentándose en un duelo.

Puede que no confiara en Arek, pero creía aun menos en él, y con más razón, intentaba arrastrar a Ethan a su peligrosa venganza. No podía permitir que genere conflictos en el grupo. Ethan odiaba a Arek, pero era racional, no asesinaría a su única esperanza de escapar.

—Dios, díganme que esto no es cierto.

Ambos giraron al oír la voz de Ethan en la puerta, quien sostenía la caja con el pastel, mientras los miraba resignado por haberse encontrado con tal escena. Ver a Niko y Angel discutiendo mientras uno de ellos estaba desnudo era lo último que habría esperado para terminar de colmar su paciencia.

Niko sonrió al ver lo que traía entre las manos.

—¿Es tu cumpleaños y te obligó a trabajar? —se volvió hacia Angel—. ¿Aun así crees que es bueno?

¿Por que tenía qué decir lo mismo que Ethan? No, no pensaba que fuera bueno. No tenía sentido siquiera discutirlo con él.

—No te importa —respondió, agarrando a Ethan del brazo para llevarlo a cualquier otra parte que no fuera con él cerca, mientras murmuraba maldiciones—. Entrometido...

♧♧♧

—¿Cómo te fue con Nikolai? —preguntó Ethan una vez llegaron al apartamento de Angel.

Volteó a verlo. ¿Podía hablar de sus inseguridades con él? No, no podía admitir que temía que le hiciera daño a Arek, menos a él.

—Está bien. —Murmuró, apartando la mirada.

Ethan frunció el ceño, siguiéndolo camino a la cocina.

—Creo que te agrada —se burló, depositando la caja en la mesa.

Giró la cabeza con desdén, intensificando la sonrisa de Ethan.

—Es raro verte molesto. No sé si asustarme.

—No estoy...molesto —jadeó.

—Bien, no lo estás.

Angel estrechó los ojos, haciendo un puchero con el labio.

—¿Qué hay de ti? ¿Cómo te fue en la cafetería? —preguntó, dejando lentamente el tono molesto de lado. Se acercó a la barra, y sacó dos platos de la alacena.

No quería hablar de él, tampoco mencionar a Damon, era su cumpleaños.

—No sabía qué sabor te gustaría —mencionó—. Creo que con todo lo que pasa, no nos tomamos el tiempo para hablar de lo que nos gusta.

Angel se paralizó por un instante. No recordaba cuándo fue la última vez que habló sobre él aparte de estar preocupado y atento a lo que Arek decía.

—Bueno, creo que yo... —pensó por un momento, y finalmente obtuvo la respuesta, sonriendo— me gustan todos los sabores.

Justo como él pensó. Ethan sonrió.

Angel podía no ser su familia, su música, todo lo que alguna vez tuvo y perdió, pero era simplemente él, más que suficiente.

Angel e Ethan comieron juntos, platicando de sus gustos que desconocían del otro, hasta que cayó la noche, y al final, Angel se encontró con Arek en la azotea, ese lugar que se había vuelto tan familiar los últimos años.

—Te guardé una —dijo él, acercándose a la figura oscura y melancólica de su amigo. Arek bajó con sutileza la mirada a la rebana con capas de chocolate.

—Gracias, pero no.

Angel sonrió, lo intentó aun sabiendo que lo rechazaría. Dejó el plato a un lado en el suelo y metió las manos en los bolsillos de su chamarra, mirando el paisaje al que Arek con tanta atención observaba.

—¿Y ahora qué? —le quedó preguntar—. Nikolai te odia, eso es seguro.

—Lo sé, pero también puede ayudarnos. ¿Escuchaste alguna vez esa frase de "Ten a tus amigos cerca, y a tus enemigos más cerca"?

Angel se mofó.

—Tienes todo planeado, ¿no?

Arek guardó silencio por un instante, después, miró de soslayo la presencia de su antiguo amigo.

—Nuestra amistad no era un plan.

Y entonces Angel lo vio, a ese chico que le gustaba jugar ajedrez y las salidas al parque, cosas tan simples que no le eran permitidas hacer. Por un momento, creyó haber visto bajo la máscara.

—¿Así que ya dejaste de odiarme?

Arek frunció el ceño, girándose.

—Me refiero a cuando dijiste que seríamos enemigos —explicó—. Que la única forma en la que eso terminaría sería con alguno muerto.

—Y moriste —refutó Arek—. Angel Jasser no existe en este mundo, y tú eres alguien nuevo.

Angel no pudo hacer más que sonreír, deseando que todas las noches fueran como esta.

—Toma. —Arek sacó un objeto desconocido del saco.

—¿Qué es esto? —preguntó Angel, abriendo la caja, revelando una fotografía, pero no cualquier fotografía, sino la misma que mantenía en su habitación antes de que su casa se incendiara; aquella donde su madre plantaba un árbol en el jardín trasero mientras Jaden la ayudaba (al menos fingía ayudarla)—. ¿De dónde la sacaste? —sus ojos picaron, quiso culpar al aire por eso.

—La saqué del incendio, cuando fui por ti.

Significa que sí piensa en él, que aún recuerda su amistad en lo más profundo de su frío corazón.

—Gracias —esbozó una sonrisa, las luces tintineando en sus orbes ámbar.

Pero no tenía nada que agradecer, Arek arruinó su vida, nada lo compensaría. Apesar de ello, Angel no lo pensaba de esa forma.

—Deberías irte. Podrían estar vigilándonos.

Angel volvió a sonreír, y mirándolo una vez más, se fue.

Y Arek sonrió cuando no lo vio.

♧♧♧

Angel no podía despegar los ojos de la foto, deseando revivir ese momento. Sin embargo, dejó de pedir deseos cuando estos dejaron de cumplirse. O tal vez podía cumplirlos él mismo, pero nada aseguraba que resultaran bien, aunque nada iba saliendo bien hasta el momento, ¿podría arruinarlo más?

Entonces corrió en busca de su deseo más grande, mientras Damian se dirigía a casa, pensando en lo que se había convertido su vida, un sueño inalcanzable, doloroso, imposible. Por primera vez decidió escuchar la carta, obedeciendo lo que dijo Angel, y comenzaba a sentirse molesto con él, por no luchar por ellos, por simplemente abandonarlo por ahí, por dar su relación por terminada sin siquiera consultárselo. Siempre hacía lo que quería.

—Gracias por traerme, nos vemos mañana —agradeció, bajándose del auto.

—Espera —Bastian rodeó el auto antes de que Damian escapara—. Lamento lo de hoy.

Damian frunció el ceño sin entender por lo que Bastian encogió los hombros, poniendo una sonrisa tímida.

—Por lo de...ejem, Angel.

—No tienes que...

—Lo sé, pero no me gusta verte así de mal. Sé que no te conozco desde que eras niño, pero conozco al tú de ahora, y no luce muy feliz —hizo una mueca entristecida. Claro que conocía la historia del gran amor de su vida, por supuesto sin las partes traumáticas—. Me pregunto si alguna vez lo fuiste.

Tenía todo lo que alguien podría querer, una familia, un buen empleo, amigos, y aun así, no tenía nada. Era ausente en su propia vida.

—Yo... —trató de decir—. Lo soy. Al menos por momentos, la felicidad no tiene por qué ser constante —o es lo que usaba para engañarse a sí mismo de sus verdaderos sentimientos—. Aunque... —hizo una mueca—, es cierto que no es como antes.

—Me gustaría conocerlo —dijo Bastian, dando un paso—, a ese Damian. Si me dejas.

Damian alternó la mirada en esos ojos cafés, no eran hojas de otoño, o sol de verano, pero era chocolate, tierra fresca, cosas que también le gustaban.

Bastian acarició la mejilla de Damian, estaba fría, como la piel de alguien que ha estado durante mucho tiempo en la nieve, congelado y solitario, sin sentir el calor de la chimenea, la compañía de alguien.

Y sin más, se dejó besar, sentir el calor en sus labios resecos y la extrañeza de ser tocado de nuevo. Antes habría respondido a aquel tacto con urgencia, pero ahora...ahora no era más que solo eso, un tacto.

Cuando Bastian se apartó, lo miraba con los ojos rebosantes de chispas.

—Ya es tarde, así que te dejaré descansar —dijo en un susurro, como una forma implícita de dar entender "Piénsalo". Subió al auto y se marchó, con el sonido del motor cada vez más lejos.

Damian se quedó parado volviendo a sentir la soledad acecharlo, a diferencia que esta vez, no se encontraba por completo solo.

Escuchó el crujir de unas ramas y algo se movió en los arbustos. Frunció el ceño, girándose de vuelta. Su corazón se detuvo mientras la sombra daba un paso fuera de la oscuridad, revelándose ante la luz, saliendo de donde estuvo oculto.

—¿Angel? —las palabras se atoraron en su garganta.

Él sonrió dulcemente.

—Hola, nuecesita.

Estaba tan bien peinado como siempre, luciendo agotado, pero manteniendo la alegría en su rostro, aunque esta fuera tenue.

—Parece ser un buen chico, y parece que le gustas —susurró, dando un paso que se sintió como un error.

Seguía siendo el mismo chico con la cara amable, pero más retraído, endurecido con los años.

—Sí, eso parece —respondió.

No podía retractarse, ser tan injusto con un chico que lo único que hizo fue ser sincero y estar cuando él lo necesitaba, no por uno que corría en cuanto lo sentía cerca y lo abandonó en un mal momento, dejando asuntos estropeados que él tuvo que arreglar por su cuenta.

—Pero no significa que él me guste.

Pero tampoco podía mentirse a sí mismo, por más que odiara a ese chico, lo amaba en la misma medida.

Angel levantó la mirada.

—La única persona con la que quiero estar está justo aquí, aunque ahora su presencia sea incierta.

Sin importar cuántas veces se fuera o regresara, el lugar junto a Damian era su hogar, con sus recuerdos de cuando era niño y se enamoró de él, los de su madre, los de Jaden. Siempre se aferraría a ellos.

—Yo...quería volver. Créeme que lo intenté, tantas veces, pero A...

Y Damian lo besó.

Lo besó como si no hubiera un mañana, un mañana en el que no lo encontraría, en el que volvería a desaparecer por años, en que dedicaría sus pinturas a una figura ausente, a la persona que alguna vez solo fue el hermano de su mejor amigo, y Dios, cuánto lo amaba por eso.

Angel rodeó su cintura, aferrándose a su humanidad, abrazando la luz, a la calidez con la que su madre lo crió, al Angel lleno de esperanzas que esperaba cumplir sus sueños. Ese Angel aun era él, por más que tratara de dejarlo atrás, no podía, porque este siempre le alcanzaría el paso.

Damian fundió su dedos en las hebras del pelo despeinado y Angel lo sujetó con más fuerza, cargando su cuerpo de manera que sus pies abandonaron el suelo. Caminó, llevándolo hasta la puerta, donde se paró en el pequeño escalón del porche.

Los besos y las caricias se volvieron más urgentes.

—Espera —apartándose con una mano en el pecho, Damian intentó recuperar el aliento, formando un hilo de saliva entre sus labios, deshaciéndolo al lamerse los labios. Angel lo miró abatido y un poco perdido—. No piensas darme la mejor noche de toda mi vida y después irte, ¿no?

Angel rio con suavidad.

En realidad no tenía idea de lo que mañana podría suceder, pero hoy, lo único que deseaba era estar con él.

—No lo haré.

—Entonces podemos continuar —susurró.

Abrió la puerta, volviendo a fundirse en un beso mientras entraban. Angel la cerró de un puntapie. Tiraron algunos instrumentos de arte en el camino, pues Damian no era la persona más ordenada del mundo. A partir de ahora, Angel cambiaría eso.

Llegando a la cama, Angel tomó lugar encima de él, acorralándolo, pero no de manera posesiva, sino como una forma de atraparlo entre sus brazos y protegerlo por siempre.

—Te extrañé tanto —el beso se volvió ardiente, desesperado, cegado por la lujuria.

—Lo sé.

Damian atrapó su boca, explorando la cavidad bucal. A diferencia de él, quien se veía seguro, y desprendía firmeza, Angel no tenía cómo reaccionar. Tanto tiempo imaginando este momento, quería que fuera perfecto, pero estaba lo suficientemente nervioso como para quitarle lo mágico. Damian atrapó su cuerpo lleno de dudas entre sus piernas, enrredándolas a su cintura. La fricción con la que sus cuerpos se frotaban uno al otro prendió chispas, llevando una sensación electrizante al interior. Despertó la dureza de Angel en su pantalón, la tela oprimiendo con fuerza. Damian le sacó la chamarra y la playera, después hizo lo mismo con la suya.

Y el resto fue historia.

Cada caricia, cada beso, apartaron las dudas, los miedos. Al menos por ese momento. El cuerpo de Damian se contrajo ante el miembro de Angel, provocando gruñidos y maldiciones, los dedos se aferraron a sus brazos con más fuerza con cada estocada, hasta tocar el punto sensible que lo llevó finalmente a un orgasmo cegador.

El ámbar rebosaba de chispas y éxtasis, magnificado por la delicada y a la vez salvaje imagen de su nuecista bajo él, gimiendo y quejándose al mismo tiempo. Si fuera cualquier otro, creería que no le agradaba, pero Dios, Damian lo estaba disfrutando bastante, casi tanto como sufrió esperándolo, pero ya no tenía que hacerlo más. Estaba aquí, su ángel guardián.

♧♧♧

—Ey, creí que dijiste que no vendrías —Lucio estaba sonriendo y era...irritante.

—Es el bar más cercano —murmuró Ethan. Realmente no entendía el persistente interés de este chico. Estaba cansado después de hoy, lo menos que quería era hablar con alguien. Angel se quedó en su apartamento "durmiendo", lo que era una total mentira, lo conocía lo suficiente para saber que se pondría a leer. Aquello le trajo un recuerdo de cuando le aconsejó a Damian prestarle uno de sus comics a Jaden. El pobre había creído que nunca lo leyó, mientras Angel le contaba lo mucho que le había gustado la historia y lo lamentable que era no poder devolvérselo porque se daría cuenta del cambio de identidades.

—Seguro. —Comentó Lucio con escepticismo—. ¿Y qué vas a querer?

—Lo mismo que la vez pasada —respondió.

—¿Estás seguro? No parece que te haya gustado demasiado.

—¿Y eso qué? Yo soy quien lo va a tomar, no tú.

—Está bien —levantó las manos en rendición—. Es solo que me gusta que mis clientes se vayan satisfechos.

Ethan resopló abatido.

—¿Y qué más tienes?

—Parece que te gustan las cosas dulces, así que...

Ethan apretó los párpados.

—No...me gusta lo dulce.

—¿Ah no? Bien. Podría ser algo semiamargo.

—Lo que sea —respondió Ethan.

Lucio se giró a preparar la bebida, mientras Ethan apreciaba con aburrimiento el lugar. Ni siquiera sabía qué hacía ahí, no lo hacía feliz, siquiera le entretenía, pero tampoco podía estar metido en su cuarto todo el día, mucho menos tras Angel todo el tiempo.

Entonces la gente se calló, fijando su atención en algún punto del lugar. Ethan se giró, preguntándose qué era lo que les hizo guardar silencio ante tal escándalo.

Una estrofa fue pronunciada por un piano, emitiendo una melodía familiar. Tal pieza hizo a Ethan temblar como si su cuerpo fuera las cuerdas de una guitarra. Sus ojos asustados y perplejos, buscaron al responsable, encontrando a un chico en el escenario.

Sus ojos se secaron al instante, el repiqueteo acelerado de su corazón, reconociendo su canción. Era su canción. No era posible que Damon la conociera, él no...él nunca se la mostró.

De pronto su pasado se arremolineó en su garganta, dándole una sensación de ahogo. Apretó los párpados. No podía estar otro segundo más viendo esto.

Levantándose, tomó su abrigo y salió deprisa del local. Afuera escuchó los aplausos del público a medida que su respiración se aceleraba, la mirada en el suelo cubierto de nieve, con un recuerdo intermitente de sus pasos sobre ese mismo lugar, pero él siendo un niño, el que encontró el camino de vuelta a su casa.

No, no podía volver. No quería.

La Hermandad, Arek, Lestrange...Todo se había encargado de que viera su pasado como un grave error, uno que no estaba dispuesto a volver a cometer. 

__________

Ahhhhh *nervios*. Espero que les haya gustado el reencuentro de Damian y Angel, como verán no fue triste como pensaban sería. Ahora que lo pienso, ellos siempre avanzaron más rápido que Ethan y Damon, y aquí sigue igual jsjsjs

De Damon e Ethan estaba insegura, pero espero haber cumplido con sus expectativas 😭 O sea, yo sé que no fue tan dramas porque pss, Damon no sabe quién es, tons no le queda mucho que hacer, pero cuando se entere que es él va a ser la verdadera lloradera

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