5. Legado
Arek era apenas un niño cuando entró a la hermandad, no recuerda si fue un niño alguna vez, al menos no como los demás. Siempre supo que algo andaba mal con él cuando se negó a matar a su primera víctima, o es lo que solía decirle su padre, hasta que Yarros se hizo cargo de él.
Lestrange pensó en quién mejor para educar a su hijo que su propio hermano, su mano derecha, su más grande aliado.
—Tío —Arek se puso de pie, recibiendo al joven hombre que atravesó la puerta con maletas en sus manos—. ¿Qué haces aquí? Pensé que estabas en una misión en el extranejero.
—Sí, así era —exhaló profundamente, llevando sus manos a las caderas, mientras la mucama llevaba su equipaje—. Pero tu padre me encargó una tarea mucho más grande.
—¿El qué?
Yarros sonrió.
—A ti.
Yarros era rudo, sí, pero también era un hombre compasivo. Se vio obligado a tomar el puesto de su padre cuando falleció, pero él nunca quiso el poder, la maldad con la que se regía ese lugar...Así que creyó que lo mejor sería dejarlo en manos de Lestrange, su hermano menor. Grave error. Debió haber tomado lo que por nacimiento le pertenecía y terminar con la Hermandad de una vez por todas, pero fue tarde cuando se dio cuenta de lo que había hecho. Para ese entonces, Lestrange había llegado a un nivel de poder imparable. Era un líder, la inspiración de muchos, no podía simplemente quitarlo, tampoco reclamar algo que él mismo tiró. Pero aún podía escapar de ahí. Lo intentó durante años, pero La Hermandad volvía a arrastrarlo a sus redes.
Arek compartió momentos de aprendizaje con Yarros, un duro entrenamiento, a veces cruel, pero Yarros buscaba convertirlo en alguien que fuera lo suficientemente fuerte como para enfrentar a Lestrange. Decidir el futuro de alguien quien apenas era un niño podía resultar crudo, pero no quería ese futuro para su sobrino, uno en el que fuera manejado como una marioneta. Lo que no sabía, es que más adelante, ese niño sería quien manejaría los hilos.
—¡Hey! —Yarros llamó la atención de Arek. En cuanto lo vio entrar al salón de entrenamiento le dio la vuelta, pues estaba enterado del altercado con Stefan en la misión—. ¿Qué demonios fue eso?
Arek no estaba molesto, en realidad no expresaba nada, y era difícil para su tío saber con exactitud qué era lo que le ocurría.
—Se suponía que solo protegerías a tu hermano, no que harían un espectáculo. Ahora están en todas las noticias —le apuntó al pecho con el dedo, pero Arek continuó sin inmutarse—. Oye, Arek, ¿me escuchas? Te pregunté qué...
La puerta se abrió de golpe, Lestrange caminaba con sus dos guardaespaldas a un lado. Les hizo una seña, indicando que salieran y la sala permaneció en silencio por un momento.
—Stefan me contó lo que sucedió —su voz resonó en las cuatro paredes, autoritaria y profunda—. Te escucho.
Arek levantó ligeramente la cabeza, enfrentando los ojos de su padre que brillaban con malicia y oscuridad, su rostro sombrío y la expresión seria.
—Tiene razón —respondió. Yarros miró entre ambos sin poder creerlo, no era la primera vez que Arek aceptaba la culpa. Conocía a sus sobrinos, no es que alguno fuera más honorable que el otro, pero sí que sabía que uno de ellos se sacrificaría para ser usado de carnada y el otro evitaría la culpa a como diera lugar—. Fue mi culpa, insistí en dejar un...recuerdo.
Stefan dejaba recuerdos, y Arek no lo diría porque ese era su trabajo. Lestrange simplemente los ponía a prueba, y Arek siempre pasaba la prueba.
—Bien. —Lestrange llevó las manos detrás de su espalda—. En ese caso, dormirás en la celda, y no comerás durante dos días. Ahora báñate, apestas.
Lestrange salió de la sala mientras Arek permanecía callado y quieto.
Yarros era el único que podía referirse a Arek como una persona dulce, porque aunque frío por fuera, el niño emocional continuaba dentro, resguardado en un lugar en donde nadie podría llegar a él y dañarlo. Sin embargo, a medida que crecía, se preguntaba si en verdad existía una parte emocional en su sobrino o simplemente fue producto de su imaginación.
—Hola, niño. —Yarros habló al otro lado de la celda, encontrando a un niño, quien abría los ojos con pesadez.
—¿Qué hace aquí? —La voz de Arek salió pastosa, la garganta la tenía seca y necesitaba agua.
—No has comido nada —dijo muy a su pesar.
—Sólo sigo órdenes —respondió Arek.
—Sí, pero soy yo quien te entrena. Te necesito bien alimentado —le extendió un plato de arroz y frijoles. No era demasiado, pero serviría para calmar el hambre.
—No. —Arek se negó.
Yarros suspiró pesadamente. Arek por nada del mundo desobedecería las órdenes de su padre, además de que eso implicaba que era débil.
—Hijo...
—No. Basta. No debes sentir lástima por mí. Lo merezco.
Arek no admitiría la verdad, por lo que Yarros no instiría más.
—Traje el ajedrez. Eso sí lo puedes hacer, ¿no?
Los ojos gélidos y azulados se posaron en el tablero.
Arek no era muy hablador, tampoco sonreía, pero se sentía extrañamente bien con Yarros. Incluso pasaba más tiempo con él que con su padre. No tenía idea de qué era una figura una paterna, más que la opresión y el poder ejercido sobre uno, para él, eso era lo correcto, por ello se extrañó de no recibir ese trato de Yarros, quien a pesar de ser duro, ablandaba su carácter ante su sobrino.
Pero no duró demasiado. En algún punto Yarros se cansó de la reprensión de Lestrange sobre los demás, así que se reveló contra él, quien aunque difuso, siempre supo de la debilidad de su hermano, dándose cuenta que cometió un error al dejarlo a cargo de su hijo.
—Si es lo que quieres... —Lestrange arrastró su mirada de aburrimiento por la presencia patética de su hermano.
—¿Así de fácil? —Yarros frunció el ceño, buscando la trampa de por medio.
—Si fueras cualquier otro, probablemente te habría matado —se puso de pie, manteniendo la gracia en su rostro. Cualquier otro pensaría que esa expresión era escalofriante e impropia de él, pero Yarros lo conocía como la palma de su mano. Nada podía asustarle—. Pero digamos que aún confío en que te retractarás y...
—No lo haré —habló directamente.
La sonrisa que antes había estado en los labios de Lestrange, cayó tan rápido, volviéndolo una persona totalmente diferente. Es lo que hacía. Su encanto radicaba en sus múltiples facetas.
—Bien —las facciones eran blandas, pero con una agudeza que podría cortar a cualquiera con la sola mirada—. Entonces más vale que no vuelvas jamás, no quiero los desechos de vuelta.
Yarros sin mucha afectación, se retiró. Jamás quiso a su hermano, y dudaba que Lestrange sintiera una pizca de afecto por él. Claro que en algún momento lo apreció, pero el poder y la tiranía se adueñó de su cuerpo, sin dejar ningún rastro de la persona con la que había peleado múltiples batallas codo a codo, no era más que una pieza de ajedrez en el juego que su padre construyó para ambos durante toda su vida.
—¡Tío! —Arek corrió escaleras abajo para alcanzar al hombre. Cuando se dio la vuelta, los brazos de un pequeño lo rodearon—. No puedes irte.
Yarros se agachó, poniéndose a su altura. Miró con ternura a aquel niño que había querido como suyo, a quien esperaba que algún día pudiera liberarse de las manipulaciones y juegos sucios de su padre. Quería llevarlo consigo, pero Lestrange ya se había adueñado de su mente, alimentándola con pensamientos intrusivos de matanza y crueldad. No podía salvarlo, sería como declararle la guerra a su hermano.
—Oye, ¿qué sucede? Esa actitud parece impropia para un jovencito como tú.
Arek se apartó, ligeramente avergonzado.
—Es que yo...conocí a alguien. Él dice que es mi amigo, y que no es malo expresarse.
Yarros frunció el ceño. ¿Era posible que Arek por primera vez se cuestionara la diferencia entre un humano y un asesino?
—Bueno, él tiene razón. Debe ser alguien muy listo.
Arek negó con la cabeza.
—No, no es así. De hecho ni siquiera sabe leer.
Yarros levantó las cejas. Más le impresionaba el hecho que su padre le permitiera tener un "amigo", aunque Arek no pudiera llamarlo como tal.
—Tío...¿Padre te echó? —le preguntó, haciendo que Yarros negara.
—A veces...no por ser familia significa que debamos ser unidos. Tu padre y yo...somos muy diferentes. Es verdad que somos hermanos, pero eso no nos convierte en familia.
Arek reflexionó aquellas palabras, aun sin entender el concepto de familia. Había visto familias traicionarse, y otras dar la vida por los suyos, ¿qué era lo correcto?
—¿Y si algún día debo pelear con alguno de ellos? —preguntó en su inocencia.
—Entonces tendrás que estar preparado para perder tu humanidad.
El concepto de humanidad resultaba demasiado complejo para él, ¿cómo podía perder algo que no tenía?
—¿Y crees que podré con ellos? —le preguntó.
Yarros sonrió.
—Algún día serás tan fuerte que nadie podrá contigo.
—¿Incluso más que papá?
Él se rio.
—Incluso más que él.
Arek cambió a partir de entonces, siguió los pasos que solo su padre le permitía. Deseaba que fuera fuerte, pero no por él, sino para proteger a su hermano. Cuando llegara al poder muchos querrían dañarlo, necesitaría alguien que recibiera los golpes, así que debía ser el doble de fuerte que Stefan. Mientras él holgazaneaba con un talento nato, Arek se esforzaba el doble. No era un prodigio, pero era tan extraordinario como él, tan temerario como podría serlo, que incluso sería capaz de robarle el puesto si así lo hubiera querido. Pero no lo hizo, no ansiaba quitarle nada a nadie que no fuera suyo, conformándose con el lugar que le correspondía. Pues sabía, que en algún momento las piezas se acomodarían poniendo cada una en su lugar, aprendiendo a jugar el juego que regía al legado Basset.
♧♧♧
—Tenían una misión —Arek empujó a Ethan contra la pared sin que él pudiera hacer demasiado. Era consciente de que era su culpa, y la oportunidad de tener un aliado se había escapado de sus manos.
Cayó, llevando un dolor punzante a su espalda baja. Angel solo miró; Arek era un tornado del que no tenían control.
—Oye, ya está bien —Angel puso una mano en el pecho de su amigo. Error. La mirada que le lanzó fue la primera advertencia. Miró a Ethan, quien negó con la cabeza.
—Mientras tú tratabas de proteger a tu amorcito, el asesino estaba ahí dentro con Yarros —salió de sus labios desbordando veneno.
Ethan no tenía nada que protestar, pero parece que el silencio absoluto también le irritaba a Arek. Dio el primer golpe. Sin demasiada fuerza pero sí lo suficientemente rudo como para hacerle girar la cabeza a Ethan.
—Eres mío —un paso al frente—. Tus sentimientos me pertenecen, y si yo digo que los tires a la basura, lo haces.
Angel sintió cómo su corazón se encogía en su pecho. Arek sabía cuánto deseaba volver a ver a Damian. Si hubiera sido él, ¿también le habría hecho lo mismo? Ethan por otro lado, mantuvo la mirada fija en alguna parte del brillante suelo.
No le quedaba nada, ¿qué más podía perder? Lo único que mantenía de él eran sus recuerdos, y nunca nadie podría adueñarse de ellos, pero el tiempo mismo se había encargado de que los olvidara.
Angel agarró a Arek por el hombro, dándole un giro teatral.
—Te ayudamos, no significa que te pertenezcamos.
Arek se mofó sin gracia.
—¿Me ayudan dices? Es lo menos que pueden hacer.
Ethan se puso de pie, aterrizando su mano en el hombro de Angel.
—Está bien —le dijo. Lo último que necesitaban era discutir entre ellos, en especial Arek y Angel. Aunque su relación no era totalmente firme, si llegaba a fracturarse por lo menos un poco más, los tres terminarían cortados por los cristales.
Arek salió del cuarto, azotando la puerta tras él. Siquiera se molestó en mirarlos una última vez. Se condujo por el pasillo que llevaba a la superficie, los zapatos resonando, la mirada de ira retenida. No podía permitirse ser controlado por sus emociones, el menor atisbo podría arruinarlo todo, y no solo a él. Se quemaba en una llama ardiente, que si no era lo suficientemente fuerte para controlarla, terminaría por quemarlo todo. Apretó los puños un segundo, aflojando después los dedos.
Alguien iba a pagar su ira.
———
Cómo amo los personajes moralmente grises 😈
Y bien, eso ha sido todo por hoy (eso creo)
Prepárense para el capítulo siguiente, que se viene con lo que todos estaban esperando 🤭
Y por último, no veo a nadie opinar de Arek. Me pregunto si lo quieren o lo odian
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