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21. Amigo del enemigo

Ethan estaba desacostumbrado al rudo entrenamiento de la Hermandad. Aunque el sanguinario recuerdo permanecía en su memoria, eran enseñanzas que había preferido olvidar. Peleando al lado de Angel, aprendió a ser más piadoso y menos hostil con los otros, negándose a rebuscar en sus raíces. Pero sin importar cuánto intentara ignorarlo, el monstruo siempre estaría dentro, esperando ser liberado. Había pasado de ser el arma de su padre, a la de Lestrange, después la de Arek. No podría ponerse peor.

Los últimos días Lestrange lo había contemplado durante los entrenamientos, preparado para cualquier altercado, pero Ethan no era lo suficientemente estúpido como para revelarse. Había aceptado su posición: Escuchar y obedecer.

Los próximos días sería enviado a una misión a las afueras de la ciudad, así que luego de terminar, regresó a su cuarto, limpiándose el sudor con una toalla y desvistiéndose para entrar a la ducha. Algo que debía agradecer, es que no era obligado a bañarse con agua fría como los demás, sin embargo, el ferviente ardor que le provocaba el agua recorriéndole la piel evocaba recuerdos del pasado; la primera vez que mató a alguien, cuando asesinó a aquel niño en las pruebas...Y cerrar los ojos sólo lo hacía verlo con más claridad.

Entonces lo supo, no pensaba quedarse de brazos cruzados. Estaba cansado de que su vida dependiera de otros. Haberse dado por vencido había sido una fachada, si Lestrange creía que finalmente había cedido ante él, sería más fácil infiltrarse en las instalaciones, empezando por su más grande sospecha.

—Parece que te acostumbras rápido —dijo Riz, sin conseguir la atención de Ethan, quien se desataba las muñequeras—. Escuché que Lestrange te enviará con los merodeadores.

Ethan terminó por quitarse el equipamiento, y lo dejó sobre el banco para después salir.

—¡Oye! —gritó Riz—. Intento ser amable.

Ethan se detuvo en el umbral de la puerta y sin girar dijo:

—No trates. No me interesa tu amabilidad.

Ethan se marchó, dejando a Riz albergando su resentimiento por él. Se detuvo en medio de los dos hombres que cuidaban la gran puerta de madera, y con un asentimiento de aprobación, se abrió. Entró a la habitación, inclinando la cabeza en modo de respeto mientras Lestrange hizo un ademán despreocupado.

—Veo que ya conociste a Alisster —mencionó, cruzando los dedos de ambas manos—. Espero que te haya dado una buena bienvenida.

—Lo hizo.

Lestrange se puso de pie, clavando las manos en la mesa.

—También pude notar cómo miras a Arek.

Ethan tuvo un tic nervioso en la mejilla, sin atreverse a mirar hacia arriba.

—No es la mirada de alguien a quien no conoces en absoluto. Siempre supe que no se llevaban bien, pero tú... Lo odias, ¿no?

—Me es indiferente.

Lestrange sonrió.

—Eso supuse. Por eso quiero que lo vigiles.

Ethan levantó la mirada, y el infierno en los ojos de Lestrange estaba ardiendo.

—De ahora en adelante serás mi chivo expiatorio, y como lo prometí: no tocaré a tu noviecito o a tu hermana, pero no puedo prometer lo mismo de Angel. Lo que hizo fue un desafío, haberte puesto de su lado de esa forma... Y sé que mi hijo, por más que intente ocultarlo, no quiere deshacerse de él.

Ethan sintió cómo se ahogaba con su propio oxígeno.

—Ese no era el trato... —empezaba a apretar los puños.

—Cuidado con lo que haces, Ethan —advirtió con una cautela peligrosa—. Recuerda que yo soy quien manda aquí, y puedo cortar los hilos si así lo deseo. Agradece que al menos uno saldrá vivo.

—¿Por qué no yo? —preguntó con solemnidad—. Fui yo quien empezó esto, yo lo traicioné, yo ayudé a Angel.

Lestrange tomó su barbilla entre sus dedos.

—El árbol no se corta de raíz. Empiezas por las ramas, el tronco, y cuando llegas...

Tragó saliva ante la intensidad de su mirada, abrasadora y envolvente.

—No creas que me he olvidado de ti, pero aún me sirves. Él... No es más que un detalle colateral. Aunque no lo creas, soy capaz de perdonar. Y siempre te quise... Como un hijo, querido Ethan.

—¿Le gusta manipular y hacerles daño a sus hijos?

Lestrange sonrió.

—De alguna forma tienen que aprender. Sólo mírate, después de tantos tropiezos, finalmente lo entendiste.

—Entiendo que lo último que siente por ellos es amor.

—¿Amor? —Lestrange hizo una mueca como si hubiera escuchado una semejante estupidez—. ¿El amor alguna vez ha servido de algo? Solo mira hasta dónde te llevó. Todo habría sido más fácil si simplemente hubieras aceptado tu lugar y te hubieras quedado conmigo. Eres tú el que hace difícil la vida de los demás.

—Creo que lo he entendido.

—Me alegra —rompió el contacto que lo apretaba como nudos en sus muñecas y se dispuso a la ventana—. Ya puedes irte, Ethan.

Ethan caminó de vuelta a su habitación, recorriendo el largo pasillo dispuesto a romper cualquier cosa, lo haría con él mismo, de cualquier modo nada podía hacerlo más. Se detuvo un instante en la puerta de Arek antes de entrar.

Angel no se lo perdonaría, pero lo haría por él.

♧♧♧

—¿Estás seguro de que funcionará, niño? —Roger estudió a Angel de pies a cabeza mientras se sujetaba la soga a las manos—. Todos están bastante molestos contigo, ni siquiera creo que tengas la oportunidad de hablar.

—Sí tú me escuchaste, alguien más lo hará —ajustó la cuerda, después la sacudió—. ¿Puedes ayudarme? Está demasiado floja.

Rogers suspiró, enredado el pedazo de cuerda.

—Sólo espero que valga la pena por quien lo haces. ¿Acaso no tienes una vida? ¿Una familia?

—Mi madre está muerta, nunca conocí a mi padre, y mi hermano hizo su vida. Mi novio y él es lo único que tengo. Así que sí —tiró de la cuerda—. Vale cada maldito sacrificio.

—Oye, niño... —Rogers intentó alcanzar su hombro, pero Angel se negó a recibir la compasión. Por primera vez, no podía mostrar su debilidad, la que amenazaba con destruirlo, no podía permitirse llorar en otro hombro. Si en algo Arek tenía razón es que los sentimientos pueden jugar en tu contra.

—Ya es hora —afirmó, poniéndose de pie.

Rogers lo agarró del brazo sin mucho cuidado, preparados para sucumbir al bajo mundo. A Angel le pareció familiar el trayecto, pero decidió no tomarle importancia, más concentrado en que su plan funcione. Elegía creer que el Credo seguía siendo la organización pacifista que conoció, y con suerte, finalmente podría conocer al líder que se escondía tras el telón.

Era día de reunión, por lo que múltiples pelotones de distintas partes estaban reunidos en la sede principal; sería un buen momento para hacer una entrada dramática.

Rogers le colocó el saco con agujeros en los ojos y la boca antes de entrar. La entrada no era más que una simple roca, que nadie pensaría que al presionarla se abriría un túnel. Algo bastante cliché para gente que buscaba esconderse. Al pasar un par de personas saludaron a Rogers, con palabras de felicitaciones como "¿Qué traes ahí?" "¿otro más?" "Es el cuarto está semana".

Angel no pudo evitar estar asustado. Prácticamente traían a la gente como un pedazo de carne para comercio. Con Arek, pese a los asesinatos, al menos no tenía que ver el resto. Creo que es fácil quejarse cuando no ves el resto de la historia.

Él pasadizo era alumbrado por unas luces amarillentas que apenas le permitían ver por donde caminaba. Sino fuera por Rogers qué lo conducía, ya se habría caído.

Al final del recorrido, dieron con un amplio espacio, construido a base de roca, o más bien, habían sido ellos quienes encontraron en las rocas un lugar para habitar. Se trataba de una cueva qué habían adaptado con tablones para el escenario central en donde se llevaban a cabo las discusiones, y la luces le daban un toque elegante, pero no dejaban de ser una cloaca, a diferencia de la Hermandad, que no temía quedar al descubierto. Tenían demasiado poder como para salir impunes.

Uno de los hombres de los más altos mandos, enfocó su visión en Rogers, o quizás en él, tal vez lo había reconocido y haber pisado este lugar había sido un error.

El general Clayton se acercó, estirando una mano, que por un momento Angel creyó que lo golpearía, pero terminó estampado en la palma de Rogers.

—Veo que traes carnada nueva. Dime, ¿por qué le tapaste la cara? ¿Hay algo que debamos saber? —se reclinó, pegando el hombro con el de Rogers.

—Voy a entregarlo a la generala —respondió a secas, dándole un ligero apretón a Angel para que se calme. Sentía sus nervios bajo sus dedos.

—Pues tendrás que esperar. Hace un rato salió a patrullar. Cree que estamos cerca de capturar a un Bassett.

—Me sorprendería que lo hiciera —respondió Rogers—. Es demasiado joven, y también testaruda. Llevo treinta años en esto y no he visto resultados. No sirve tomar rehenes, a Lestrange le importa un carajo su gente.

—Ya no hará falta. Por suerte para nosotros, ese misterioso justiciero hace el trabajo.

—Hasta que venga por nosotros. Por ahora se ha limitado a la Hermandad, pero es cuestión de tiempo para que nos busque.

Angel observó con inquietud la conversación que ambos mantenían. El saco empezaba a sofocarlo y le sudaba la cara, además del calor que emitían los pequeños focos de luz cálida. Estar rodeado en terreno en donde era el enemigo no lo hacía sentir nada seguro.

—Como sea. La esperaré —anunció Roger para su alivio, cortando la conversación, y tiró de él para hacerlo caminar. Pasaron a través de la multitud, caminando hacia una de las esquinas qué llevaba a otro camino, aún más oscuro y se inclinó, diciendo con voz modulada:—. Vas a delatarte antes de siquiera poder decir algo.

Angel soltó un suspiro.

—Lo siento, no es como que tema que me coman vivo un montón de asesinos.

—No lo permitiré. Ahora camina —lo empujó, dejándolo a la delantera.

—¿Tienen una generala? —preguntó Angel—. Creí que el líder era un hombre. Quiero decir... Cuando hablaba se oía como uno, puede que usara un distorsionador de voz pero...

—La generala es su mano derecha. Hace un par de años tomó el mando. No comprendo bien los rangos en la organización, pero puedo asegurarte que quien inició esto es alguien muy viejo. De cualquier forma, nunca lo sabremos, quien da la cara es la generala, y confiamos en ella, así que podemos confiar en quien sea que esté detrás.

—Eso no suena muy seguro —Angel hizo una mueca.

—Llegamos —informó Rogers, dándole un golpe a la puerta para que se abriera y Angel fue el primero en entrar. Al cerrarla, se permitió quitarse el saco un momento antes de volver a colocárselo.

—Nunca había entrado aquí —dijo Angel, mirando el cuarto estrecho, acumulado de libros y un escritorio, apenas amueblado con lo necesario—. Quiero decir, nadie lo hace, ¿no?

—Solo los de alto rango y los veteranos.

Angel se volví a Rogers, terminando de estudiar el lugar.

—¿Y por qué nadie puede saber quién es el líder?

Rogers suspiró cansado. No era la primera vez que Angel externaba sus curiosidades.

—Chico, si continúas así vas hacer que te maten.

—Manteniendo la vida de este modo, todos estamos muertos —murmuró.

Rogers lo miró más de cerca, intentando reconfortarlo de alguna manera, pero no era bueno con los sentimientos, mucho menos con los niños. Y Angel era eso para él.

Entonces la puerta se abrió, por lo que ambos tomaron sus lugares, adoptando una posición relajada.

Angel no pudo evitar sentir que perdió el aliento cuando vio de quién se trataba al otro del cuarto, y que la tal "generala", era todo, menos una desconocida.

Olivia entró, y a diferencia de la primera vez, ahora se veía más relajada y despreocupada. Masticaba una barrita de pan cuando sus ojos ubicaron a Angel, quien tras la máscara escondía su ansiedad..

—¿Otro más? —Olivia masticó el último pedazo de pan, dejando caer su mirada cansada en Rogers—. ¿Por qué no lo llevaste a la celda directamente?

Hubo un breve momento de silencio, en el que Rogers creyó que Angel tomaría la palabra, pero en visto de que estaba más tieso que una roca, decidió hablar.

—Así es, pero creí que este visitante en especial podría ser de tu interés.

El corazón de Angel empezó a bombear de manera que le dolía el pecho, rezaba porque Rogers no retirara la máscara y deseó retroceder todos sus pasos hasta aquí, el haber creído que sería una buena idea, que podría hacer algo por Ethan. No había hecho más que quedar en la cuerda floja.

Pero era tarde para escapar, Rogers le quitó la máscara de un tirón y el primer instinto de ambos fue ponerse a la defensiva. Olivia tomó rápidamente la lanza que descansaba en la pared a su lado, arrojándola directamente a su cabeza. Tenía buena puntería, pero si Angel tenía un fuerte, es que era muy rápido. Se subió a la mesa y Olivia intentó atraparlo. Bajó y se estrelló contra una vitrina cuando Olivia oprimió sus cuerpos.

—¿Qué mierdas haces aquí? ¿Arek te envió? —las palabras brotaron violentamente a través de sus dientes apretados.

—¿Ahora hablamos de Arek? Bien, hablemos de cómo lo has sudado todo este tiempo.

—Yo jamás lo he usado —enterró el antebrazo en su pecho. Para ser alguien pequeña, era muy fuerte—. ¿Qué hay de ti?

—Digamos que me cansé de él.

Los rasgos de Olivia se tensaron.

—Parece que tú también. Creí que tenían una relación especial —habló a duras penas consiguiendo formular las palabras. Las cuchillas en el brazo de Olivia empezaban a lastimarle.

—Claro que tenemos una relación. Pero no ese tipo de relación.

En verdad no quería saber de sus asuntos con Arek, pero sí que le preocupaba que Olivia tuviera un arma para lastimarlo, aún si no estaban del mismo lado.

—Okey, escucha. No estoy aquí por él —se lamió los labios—. Sólo por mí, y creo que tú eres la persona que buscaba.

Olivia intensificó la rudeza de su mirada, sin creerle un poco. Angel sabía que tendría que decir más que eso si pensaba salir con vida de esta.

—¿Por qué no me sueltas y hablamos?

♧♧♧

Arek limpiaba la cocina mientras escuchaba las risas de Niko y Andy en la sala, que por cierto, no eran para nada discretas. Salió para distraerse y darle de comer a los caballos. Prefería mil veces la compañía de los animales a la de la gente. Un rato después, Niko lo alcanzó.

—La señora Strobuls está feliz con su casa, pero creo que en realidad es porque le gusta el carpintero.

Arek lo ignoró. No le interesaba mantener una conversación "amigable" con él, menos cuando múltiples veces lo había amenazado de muerte. No entendía cuáles eran las intenciones de Niko en todo esto, que sí, que era un cabeza dura, ¿pero no es demasiado?

—Ey, ¿me ayudas a cargar esto?

Ahora le estaba preguntando y no ordenando. Definitivamente algo no andaba bien. Jugaba con su mente o simplemente se veía más alivianado desde la llegada de Andy.

—¿Para qué son? —preguntó, mirando a Niko llevarse una hoja de madera al lomo.

—Estaba pensando...y ya que estamos reconstruyendo el pueblo, haré un nuevo establo —le sonrió por encima del hombro.

Arek tomó un par de postes y siguió a Niko. Estuvieron un rato llevando la madera de un lado a otro, cuando llegaron a las piezas grandes, que se recargaban en la vieja pared. Observó a Niko quitar una hoja, cuando una de las divisiones de la pared crujió. Arek empujó a Niko, y antes de que este pudiera reaccionar para reclamarle, las maderas se vinieron abajo. Por fortuna se trataba de la parte trasera, en donde no había caballos, así que todo estaba en orden.

—Te dije que era vieja —dijo Arek. Niko iba a reírse cuando miró la mano de Arek, quien se volvió y siguió su vista hasta el trozo de madera enterrado en su palma. Sin demasiada complicación, se sacó el trozo.

—Estás sangrando. Deberías...

—Estoy bien.

—No me digas mentiras cuando sé lo que veo.

—Dije que estoy bien —le lanzó una mirada fulminante. Niko relajó su expresión.

—Oye. Está bien lastimarse. No siempre debes ser fuerte.

—Yo sí.

Cuando tu propia familia te lastima, ¿qué esperas de los demás? Casi lo oyó decir.

—Como sea, no me duele —se puso de pie y Niko lo jaló de la mano, haciendo presión en la herida, sacándole un gruñido—¿Por qué hiciste eso? —le lanzó una mirada furiosa.

—Dijiste que no te dolía.

—No. Hasta que hiciste eso.

—¿Significa que aceptas que estás herido y debes curarte?

No permitía que nadie aparte de Alisster se metiera con sus heridas. Niko podría aprovecharse de ello y hacerle una herida mayor.

—Lo acepto —soltó con resignación.

Al final terminó por volver a la casa, se limpió la herida con agua del grifo y buscó en la cocina algo con qué cubrírsela, justo cuando Niko entró por la puerta. Parecía despreocupado hasta que sus ojos ubicaron la mano de Arek ensangrentada.

—Dijiste que te ocuparías.

—Eso hago —respondió tajante—. Eres tan molesto, como una madre...

Antes de que pudiera seguir quejándose, sintió unos dedos enredarse en su muñeca. Niko alcanzó un trapo en la cocina y se lo puso. Pensó en el comentario de antes, en realidad ni siquiera sabía cómo era una madre.

—Esto servirá solo por ahora. Iré por unas vendas.

Arek lo retuvo.

—¿No sería bueno que me desangrara? —preguntó con la misma seriedad de siempre.

—¿Y ensuciar mi cocina? No gracias.

Niko estaba bromeando con él, vacilándolo, pero por primera vez no fue merecedor de su molestia.

Se sentó en el sofá mientras esperaba, cuando Niko volvió con un pequeño paquete de vendas.

—Parece que es superficial, así que podemos cubrirla —le miró la mano, como si tocarla no fuera la gran cosa, después de haber repelido su presencia días atrás—. Me sorprende que nadie te haya enseñado a quitarte cuando algo cae. ¿Normalmente te pasa?

—Antes sí, pero ya no hago demasiado trabajo de campo.

Niko levantó la mirada, intrigado, porque por primera vez, Arek parecía abierto a contarle algo de él mismo.

—Desde que Stefan murió y era obvio que me convertiría en el líder, dejé ese trabajo para los demás.

—Mmh, seguro debes extrañarlo.

—A veces no es tan divertido como parece —murmuró, perdiendo la vista en otra parte—. No cuando solo te encargas de limpiar el desastre.

—Creí que Stefan trabajaba solo —mencionó Niko sorprendido—. En las noticias siempre salían sus homicidios, eran demasiado...perfectos.

—Sí, porque eran montados. Como encontraban a la víctima no era exactamente como había quedado cuando la asesinó.

—¿Quién lo diría? Incluso eso era un espectáculo. Supongo que nunca se cansó de fingir.

—Él no fingía.

—Tienes razón. El papel de loco psicótico le salía natural.

Aquel comentario les causó una inesperada risa a ambos, más suave viniendo de Arek.

—Ya está —declaró Niko, abandonando su mano—. Ahora, te sugiero que te vayas.

Tal vez fue demasiado pronto para creer que le agradaba a Niko, ¿no?

—¿Qué? —Niko lo miró ingenuamente—. Sin una mano no me sirves.

No era la explicación que esperaba, pero era mejor a lo que se imaginaba.

Arek tomó su saco y salió de la casa, pasando por el camino empedrado rumbo a su auto.

Al estar adentro, luego de un par de minutos recibió una llamada.

—Dime —respondió con desinterés, hasta que las palabras que salieron de la boca de la persona al otro lado de la línea lo hicieron girar en U, deteniéndose abruptamente al encontrar a una mujer parada en medio de la carretera. Otras más le siguieron, saliendo de lugares que Arek desconocía. Sería demasiado obvio arrancar y dejar el cuerpo ahí tirado, lo mejor era salir y tirarla por el acantilado.

Pero no le dieron oportunidad de defenderse. Al abrir la puerta, dos mujeres lo sujetaron de cada brazo; le metió el pie a una y a la otra le dio un giro, con el cuerpo impulsado hacia adelante, así cayendo de espaldas. Intentó escapar, cuando la otra tras él, lo sujetó, cerrándole la puerta en la mano. Soltó un gruñido, girando sobre sus talones y atrapando el cuello de la mujer. La estampó contra el auto, casi rozando sus labios.

—Parece que alguien no tomó la mejor decisión hoy —dijo, ocasionando un golpe seco contra el auto y su cuerpo.

La mujer se desvaneció en sus brazos y él la dejó caer, cuando un puño lateral lo atacó. La mujer manejaba una navaja que alcanzó a cortarle la mejilla. El siguiente ataque lo detuvo, sujetando su muñeca. Ella soltó una patada, intentando derribarlo, pero él retrocedió. Le propinó un buen golpe en la cara, y ella se defendió con uno en las costillas. Soltó la empuñadura cuando el agarre de Arek se volvió imposible de resistir. Terminó por responder con un codazo, pese a que parecía cansada, pero Arek apenas estaba comenzando. Estiró la mano hasta su cara, hasta que se desvaneció en el medio, sus ojos se apagaron repentinamente y salió un ruido de sus boca, al que Arek no supo si era una queja o un intento por hablar. De pronto la sangre brotó de sus labios, apenas en un hilo. Arek ubicó la perforación en su estómago y después encontraron los densos ojos purpúreos de Niko detrás de la chica. El filo de un arma punzante se escuchó saliendo de la carne, haciendo que ella se desplomara.

Arek miró por un instante el cuerpo desfallecido antes de volver a Niko, quien se arrodilló a su lado, llevando la mano a sus ojos para luego cerrarlos, y Arek no entendió el por qué de su reacción, parecía incluso...triste.

—Son parte del Credo —dijo Niko, reincorporándose—. ¿Por qué te atacarían? Quiero decir, ¿por qué justo hoy?

Arek se tragó todo rastro de confusión que pudiera haber en su rostro.

—Tal vez porque piensan que mi padre planea un atentado. Se están defendiendo.

Arek sacudió la tela de su sacó y se volvió a Niko.

—¿Qué haces aquí?

Niko sonrió, contagiado por su desconfianza.

—Sí, de nada —dijo, pero él no se inmutó—. Leo quiere que comas con nosotros.

Arek arrugó el ceño.

—Creí que era un estorbo —respondió.

—Sí. Para el trabajo. Vamos, no te hagas del rogar ahora, copito.

Otro ceño fruncido, pero ahora más marcado.

—¿Cómo me dijiste? —las palabras salieron a través de sus dientes.

Niko dio dos pasos y le retiró un mechón de cabello en un movimiento rápido para inclinarse y pronunciar con mayor claridad.

—Copito.

La forma en la que acentuó la palabra le dio escalofríos.

—Ya. Vámonos —pasó a su lado, golpeándole el hombro.

Arek no sabía qué lo desconcertaba más, si el hecho de que lo haya ayudado, o que lo haya nombrado de una forma que parecía incluso apreciativa. Definitivamente nunca entendería los sentimientos de las personas comunes.

♧♧♧

Ethan se agachó en el tejado de la casa, escondiendo su presencia en la oscuridad como si fuera parte de esta. Damon salió del local cargando una caja, depositándola a un lado junto a las demás. Se sacudió las manos y seguido se llevó la mano a la frente. Los últimos días lo había visto trabajar exhaustivamente, más de lo normal. Probablemente para olvidar lo que le afligía. Ethan desvió su atención hacia el otro lado de la calle, donde un grupo de hombres bromeaban y reían escandalosamente. Por sus voces atropelladas, suponía, estaban ebrios. Se puso de pie cuando empezaron a caminar hacia Damon. Intercambiaron un par de habladurías que no llegó a comprender y compartieron risas cuando vio los labios de Damon moverse. Les respondía con tranquilidad y seriedad pintada en el rostro, pero estos continuaban riendo.

—No quiero problemas. Si tienen hambre pueden tomar lo que quieran, no me molesta —les dijo, ocasionando otra gran carcajada por su parte.

—¿Oyeron eso? —preguntó el de la capucha—. Parece que alguien nos tiene lástima. Como si fuéramos perros callejeros —sonrió con sorna, escupiendo al hablar, que Damon tuvo que desviar la cabeza para evitar ser ensuciado—. ¿Qué pasa? ¿Tienes miedo?

—Para nada —respondió, mirando al hombre—. Sólo lo entiendo.

El hombre apretó los labios, conteniendo una risa.

—¿Lo entiendes? ¿Sabes, hombre? —sacudió la cabeza, tocándose el puente de la nariz—. Eres demasiado amable. No me agrada. La gente como tú es pretenciosa e irritante —fingió un escalofrío.

Damon lo contempló con atención, mirando por detrás a sus acompañantes. Continuaba hablando, pero era sólo ruido. En algún momento Damon dejó de escuchar, y su boca seguía moviéndose. ¿Qué tanto decía? ¿Por qué siquiera lo estaba escuchando? ¿No podía callarse de una vez?

El hombre hizo un movimiento, no captó lo que era hasta que el puño estuvo más cerca de él, cuando un golpe lateral intervino, derribando al hombre. Damon trabajó en volver a la realidad cuando identificó a Ethan como el responsable de derribar al sujeto, quien se esmeraba por ponerse de pie.

—¿Peleas? —Ethan lo instó con un movimiento de cabeza y los hombres se arrojaron sobre ellos. Fue un intercambio de golpes sueltos, un par de salpicaduras de sangre, y un casi reencuentro.

Ethan atrapó a uno de ellos contra el cristal de la puerta y la mano doblada tras su espalda. El hombre se retorció bajo su agarre, cuando otro llegó a su encuentro, y para su sorpresa, sacó una botella de cerveza del abrigo, estrellándosela en la cabeza. Se tambaleó, maldiciendo en voz baja, debilitando su agarre. Fue una oportunidad de escapar, cuando Damon regresó al hombre tirando del cuello de su camisa, provocando que miles de pedazos de vidrio volaran al pegar contra la puerta.

Ethan se apartó y los otros dos echaron a correr. Cuando su mirada buscó a Damon, este tenía unas pequeñas cortaduras en el rostro y la respiración agitada con el rojo concentrado en sus mejillas.

—Si te hubiera conocido en la Hermandad...nunca hubiera permitido que alguien te tocara —fue lo último que dijo Damon antes de colapsar.

♧♧♧

Los párpados de Damon se levantaron lentamente, la escasez de luz nublaba su visión, distinguiendo una silueta frente a él.

—¿Ethan? —consiguió decir y el nombrado dio un paso al frente.

—Está bien. Estamos en tu local. Tomé las llaves de tu bolsillo y te arrastré hasta adentro.

Damon carraspeó. Sintió la garganta repentinamente seca. La cama bajo él estaba fría. ¿Cómo Ethan había conseguido llevarlo por las escaleraS?

—Parece que estás enfermo —continuó—. No sabía si llamar a un médico, o a Adam. Ahg, no...Adam definitivamente no era una opción.

Damon tanteó la sábana, buscando la mano de Ethan, en una urgencia por sentirlo.

—Tienes un poco de fiebre. Se te quitará, pero tienes que...

Las palabras murieron en su boca. Damon había encontrado de dónde venía la voz, de la cual por un momento pensó que era producto de su imaginación. Le estaba acariciando la mejilla, corroborando que la que al principio era una presencia incierta, no se trataba de nadie más, más que de él: su príncipe.

—¿Eres real...? —las palabras salieron de su boca con poca fuerza y un tono de demencia.

Ethan suspiró, resignado.

—Sí. Ahora escúchame: tienes que dejar de trabajar demasiado, ni siquiera lo necesitas, solo afectas tu salud.

Damon rio por lo bajo, haciéndolo callar.

—Para ser alguien a quien no le importo te preocupas mucho por mí.

Tenía las mejillas rojas gracias a la fiebre y sus lindos ojos estaban tan chispeantes como siempre, luciendo como un niño de nuevo.

—No estás prestando atención. Dije que...

—Ya sé, ya sé. Tengo que cuidarme, lo sé. Soy un adulto, creo que soy consciente de lo que me conviene.

Ethan empezaba a sentirse molesto.

—No. No lo sabes. Si lo supieras no actuarías como si fuera tu último día de vida. Si tú...

—Si yo muriera —lo interrumpió—. Tú no estarías aquí.

Ethan pestañeó.

—Decidiste perderte mi vida. ¿Qué sentido tendría mi muerte para ti?

Apretó los labios, porque entendía lo que pretendía hacer, pero no podía quitar la razón en sus palabras.

—Ethan —alcanzó su mano, acariciando entre los dedos—. Solo tienes que decirme qué está mal. Quiero ayudarte, y sé que aun me mientes. Entiendo por qué lo haces, pero estoy cansado de que intentes protegerme cuando eso sólo me lastima. Voy a estar bien —aseguró, suavizando las caricias, pero entonces Ethan rompió el contacto. Trataba de conmoverlo, y odiaba que incluso Damon usara la única arma que podía herirlo: él.

—Me han dicho lo mismo toda mi vida, ¿por qué habría de creerlo?

—Porque esta vez es en serio. Tienes a Angel, a Ellie. A mí.

—Sigues insistiendo con lo mismo...¿No te cansas?

—Jamás me cansaré de luchar por ti.

Sus ojos se encontraron. En ese intercambio halló la sinceridad, la dulzura, el cariño con el que Damon lo veía. ¿Cuándo fue la última vez desde que se sintió especial?

—Volví a la hermandad —admitió para su pesar. No podía seguir mintiendo mientras Damon lo miraba de esa forma, pero tampoco podía contarle toda la verdad—. Le sirvo a Lestrange ahora, por eso Angel... —gruñó, arrepentido de lo que estaba por decir—. Ya no estoy del mismo lado que él, así que no quiero que me encuentre.

Damon sopesó las palabras un instante.

—Él lo sabe. También sabe que no lo traicionaste. Sólo tú lo crees.

"Quizás porque también me fallé a mí mismo. Volví a donde me prometí no volver a caer, de quien huí toda mi vida. Al final todo me llevaba una y otra y otra vez a esa vida", pensó Ethan.

—De todas formas ya no importa. Sin importar lo que haga, no cambiaré de parecer.

Damon suspiró.

—¿Entonces admites que mentiste?

—Se sintió bien ser Eiden por un momento —encogió el hombro—. Pero ese no soy yo. Y fui yo quien te dijo aquellas cosas la última vez. No me arrepiento.

Damon lo miraba con pena. No sabía interpretar esa mirada triste y vacía. Resignada.

—¿Esta es la parte en la que te vas? —preguntó en un susurro.

Ethan no respondió.

—Sí, cómo sea —Damon giró sobre su cuerpo al costado, mirando la ventana—. Comienzo a acostumbrarme.

Damon se quedó dormido tan pronto cerró los ojos, sin querer ver la realidad que arremetía contra él, cercano a la ausencia a su lado todos los días al dormir, y el silencio de su propia compañía. Pero a diferencia de otras noches, es que esta vez, Ethan sí esperó, esperó para verlo dormir un par de horas hasta que se marchó antes del amanecer. Cuando salió del cuarto, encontró a la policía afuera del local y un par de personas rodeando el lugar, seguramente por el vidrio roto.

Ser asaltado era lo último que le importaba. Por él se hubieran llevado todas sus cosas y habría seguido sin importarle. 

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Holi! Volví. Antes aclaro que la desaparación no estaba en mis planes, pero pues no había podido actualizar :(

El capítulo no fue lo que esperaba para este regreso, pero espero poder actualizar pronto porque ya en el siguiente se viene fuerte, así que vayan preparándose. Opiniones finales?

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