Capítulo 14
Narrador Omnisciente
Las garras del licántropo, enterradas en el muro, dejan evidentes arañazos en las paredes del laberinto subterráneo de la ciudad. Y, no solo las marcas de las garras son protagonistas en aquella acción despiadada, también la sangre de unos cuantos lobos que cayeron por la maldad de la bestia de Aren, quien arrasó con la vida de varios prisioneros.
Ya no solo la presencia de ese lobo se hacía notable con la sangre que caía de su cuerpo, sino que su apariencia cada vez se volvía más poderosa para aquellos «monstruos» que antes eran brutales.
«Las profundidades de esta pocilga ya poseen dueño».
El lobo de Aren arrasaría con todos los que se opongan para poder ser el más fuerte, inclusive con aquel que le dio la vida a su humano.
Su objetivo principal es borrar del mapa a Adalsteinn.
«Me bastarán unos cuantos hombres para hacerme con la manada y mantener a raya a los demás Alfas».
Razonó con una sonrisa retorcida en el rostro mientras retira con violencia el corazón de un ajeno a él, deleitándose con la macabra imagen del órgano aun palpitando del muerto.
«Luego voy por ti, Adalsteinn, y haré que te pongas de rodillas a un lado de esa maldita perra».
Un pensamiento asesino, despiadado, el cual posee la capacidad de pisar a voluntad a los demás a fin de tener el mundo a sus pies.
«Por último, voy a gobernar sobre la vida de la humana que deseas para tenerte en la mira, chico. Serás mi marioneta».
(...)
—¿Así entrenan los licántropos? ¿Golpeándose como gorilas hasta el cansancio? —cuestionó curiosa con la boca llena.
Los tres sujetos voltearon, quizás, molestos al oír las palabras de la chica que hirió su ego.
Elizabeth carraspeó con sonoridad antes de tragar con fuerza y sonreír con inocencia, la que sea necesaria para que los tres se olviden de lo dicho.
—«Golpearnos como gorilas», en otras palabras, es parte de practicar las técnicas que nos enseñan en los entrenamientos —explicó.
La mano de Félix en su cadera y su tamaño, a diferencia de los otros dos, hizo que Elizabeth se atragante y empiece a reír con fuerza. Es así como ella lo señaló y entre medio de carcajadas lo llamó enano.
—En ese caso, enfréntate a este enano para saber si eres capaz de derribar a alguien —declaró siendo inexpresivo, pero amable a la hora de poseer una mirada risueña.
En cambio, Elizabeth negó de un lado a otro, tomándose la molestia de señalarlo con una mueca.
—Einar me ha dicho que los Betas poseen una fuerza que, en algunos casos, iguala a la de los Alfas —explicó bebiendo de la botella de agua antes de limpiarse con la manga de la chamarra—. Seré bruta pero no estúpida.
—¡Somos dos! —chilló Bennett, recibiendo una botella al acercarse a la chica.
La ceja de Trevor se enarcó cuando su mirada se encontró con los ojos azules.
—¿Por qué te arriesgaste esa noche? Dijiste que eres bruta y negaste ser estúpida, pero enfrentarte a un lobo que no posee autocontrol es un pase directo a la muerte, incluso lo fue para nosotros —comentó con seriedad, captando la atención de la chica y sumergiendo a todos en un silencio abrumador.
Elizabeth meditó con cuidado las palabras dichas por Trevor, quien no despega los ojos de los suyos. No obstante, siente que sus sentimientos van más allá de ello, el hecho de haber arriesgado todo por ser alguien irracional le jugó en contra, pero confió en Aren y lo volvería hacer porque cree en él.
—Él es mi mejor amigo y confío en su fuerza de voluntad —respondió con potencia—. Y no pienso abandonarlo —confesó siendo severa—. Al principio tuve mucho miedo de lo que pudiera ocurrir, pero no solo la vida de él estuvo en peligro en aquel momento. Sé que un humano no tiene oportunidad contra un licántropo, pero era desistir o arriesgarme para que nadie saliera herido —aclaró sin titubear, desvelando la cordura de sus palabras que valieron la pena escuchar.
Trevor bajó la cabeza para observar sus borceguíes negros, los cuales están un poco sucios debido al barro del bosque. Se llevó una mano hacia la barbilla y la acarició con orgullo antes de enseñar una sonrisa altanera.
—Eres una chica con agallas —confesó, haciéndola erizar.
—Lo sé, por esa misma razón creo encontrar a Aren y patearle el trasero por ser alguien imprudente —escupió antes de que su cabeza sea obligada a ver el suelo por la mano del contrario.
—¡Ja! El burro hablando de orejas. Debo admitir que tu espíritu me agrada —parloteó antes de soltarla y encontrarse con un puchero de la adolescente—. Tú eres buena para tratar con los demás.
(...)
—¿Estás segura?
Elizabeth volteó con una curva en la comisura de los labios, siendo dulce cuando escuchó a Trevor, quien quiso acompañarla a la entrada del bosque. Este, incapaz de dejarla ir sola, decidió verla a los ojos para lograr descifrar los pensamientos de la chica.
—Se aproxima una tormenta, Elizabeth. No quiero tener un cargo de consciencia —declaró en un murmullo, desviando la mirada.
Ella se encogió en el lugar aferrándose a los cuadernos.
—No quiero reemplazar a Aren —confesó, oprimiendo los labios por la vergüenza.
Él abrió los ojos con sorpresa, a lo que carraspeó para olvidar esos pensamientos.
—No voy a reemplazar a nadie —suspiró abrumado, rascándose la nuca por ese sentimiento incómodo que lo abordó—. Solo quiero hacer lo correcto —confesó.
La adolescente de ojos azules agachó la cabeza, encogiéndose en el sitio antes de aceptar la petición del joven.
—Bueno —respondió con una sonrisa, siendo deslumbrante—. ¿Crees que los chicos estén bien?
—Félix es un estratega y Bennett, a pesar de ser un estúpido la mayoría del tiempo, es alguien de fortaleza inquebrantable —contestó caminando a un lado de la chica—. No pienso que tengan problemas para llegar a sus hogares.
—¿Y tú en qué eres bueno? —cuestionó curiosa, teniendo en cuenta lo dicho por parte del contrario.
—¿Por qué no lo averiguas? —parloteó con arrogancia, codeándola con diversión.
En cambio, a pesar de ser un tomate, Lizzie atinó a mofarse con molestia y tomar distancia del chico.
—¡No eres mi tipo! —estalló furiosa, largando humo por las orejas.
—¡Ah! Me rompes el corazón, Lizzie —tarareó, fingiendo tristeza, suspirando gracias a las palabras de la chica.
—Tonto —declaró entre dientes antes de sentir la mano del contrario en la frente, un roce cuidadoso que se alejó al instante.
—Entonces, ¿cuál es tu tipo? —cuestionó, observándola con una ceja enarcada.
En la mente de Elizabeth fue clara la respuesta, la misma la hizo exaltar y la tomó por sorpresa. Aun así, agachó la cabeza y evadió la pregunta. Siendo obvia porque le incomoda la respuesta o quizás no está dispuesta, por el momento, a revelarla.
—¿Cómo voy a saberlo? En lo que a mí respecta nunca he besado a nadie —escupió.
El rostro de Trevor se resumió a un cuento, ya que, según la mayoría de los chicos, Elizabeth es una de las mujeres más bonitas del instituto, también de la ciudad. El hecho de poseer un carisma y personalidad fuera de lo común la hace más interesante, incluso, en su momento, para él lo fue.
No obstante, para los ojos de la chica siempre ha existido una persona. Pero, supone que hasta ella misma se ha dado cuenta, el cariño que Aren le tiene jamás va a compararse con el de su futura alma gemela, quien en algún momento aparecerá y hará que él se olvide de su existencia.
Se escucha doloroso, pero es cuestión de tiempo asimilar la realidad que rodea a los hombres lobo.
—Yo tampoco —musitó en un balbuceo, observando cómo la chica volteó en su dirección.
—Eso no me hace sentir mejor —contestó a secas—, pero gracias por tratar de consolarme —correspondió en un tono tenue, observando los ojos oscuros de él—. Hoy me sentí acompañada. Te lo agradezco, Trevor —canturreó.
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