Capítulo 07 | Dominio
Aclaración: ¡Leer para comprender el desarrollo del capítulo!
Las comillas angulares («») serán utilizadas para manifestar los pensamientos de los lobos de cada personaje.
Ejemplos:
Aquí la bestia de Aren solo se está comunicando con él;
«Mátalo».
Aquí la bestia de Aren se está comunicando con alguien más, se hará uso de la cursiva;
«Te estás metiendo con el lobo equivocado».
Por otro lado, sé que por el momento no hay muchos personajes a la vista, aun así, me gustaría saber qué piensan de ellos.
(...)
Narrador Omnisciente
Las palabras de Aren están cargadas de emociones pesadas, las cuales le proporcionaron fuerza de voluntad para enfrentar a esa persona que amenaza la existencia de su mejor amiga, Elizabeth.
«Mátalo».
Incluso a su bestia le excita la idea de asesinar a Aiden a sangre fría.
«Mátalo, humano».
Exigió siendo elocuente.
Los ojos del joven se abrieron al sentir el cambio repentino en la atmósfera gracias a Aren.
Él todavía seguía de pie, sin volver a hacer o decir algo al respecto, pero por alguna extraña razón su aura empezaba a ser incluso más pesada que la de cualquier otro licántropo que haya enfrentado antes. Ella manifiesta agobio a través de sus vibraciones que producen escalofríos, los mismos que paralizaron su cuerpo por la impresión.
No es un licántropo común y corriente.
Pensó.
Las manos del joven de ojos oscuros empezaron a sudar debido a los nervios que ahogaron su arrogancia. Incluso llegó a creer que sería interesante llevar a cabo un combate con el hijo de dos «Alfas». Pero, debe tomárselo en serio, no puede darse el lujo de jugar con fuego cuando los ojos azules de aquel cambiaron radicalmente a un color lúgubre como la noche en sus momentos de neblina.
Te he subestimado, Aren.
Admitió.
Aun así, apretó con fuerza los labios y se puso en posición de defensa para recibir a la bestia que está creciendo enfrente de sus narices.
«Te estás metiendo con el lobo equivocado».
La voz que escuchó en su mente lo dejó en blanco, ella es siniestra, significativa y cargada de odio a su persona, o sea, hacia un humano. A lo que, se relamió los labios, sintiendo ansiedad, observó cómo el cuerpo de su «compañero» de instituto empieza a crecer rasgando su playera gris y, en ese momento, sus ojos vacilaron, por lo que el contrario le transmitía.
Las cicatrices en el pecho, espalda y brazos de Aren hicieron que Aiden se cuestione la idea del poder que poseen aquellos que lo dañaron con tanto esmero.
Ni siquiera nosotros somos capaces de herir de esa manera a una bestia.
Asumió, sintiendo frío.
«Sí, tienes razón, escoria. Pero no creo que un niño como tú haga mucho en mi contra».
—Perro que ladra no muerde —sentenció con seriedad.
Él se equivoca, ya que la bestia que posee Aren en su interior es más aterradora de lo que parece.
En ese preciso instante se sintió estúpido porque los movimientos del hombre lobo se convirtieron en imágenes borrosas. También, debe admitirlo, si no lo hace su ego estará por los suelos, la contextura de Aren ha incrementado considerablemente y, a juzgar por el puñetazo que no vio venir, su fuerza aumentó tanto como sus habilidades.
Aiden se tambaleó tratando de ponerse de pie con la ayuda del árbol que no permitió que su cuerpo saliera volando.
—Me he equivocado —manifestó en un susurro—. Bueno, en ese caso, también voy a ponerme serio —aclaró, pasándose el brazo por su labio para limpiar la sangre.
Podría admitir que será un combate interesante, más cuando él se considera un chico inteligente y capaz entre los grandes Especialistas.
En un movimiento retiró de su chaqueta una pequeña barra de plata, gracias a su mano cubierta por un guante, se aferró al mango y volteándola con rapidez logró que su arma se estirara, siendo más larga que él.
La mirada de ambos seres se encontró.
—Ven a mí, perrito —murmuró entre dientes con una sonrisa en los labios.
Los ojos de la bestia que yace en el interior de Aren se entrecerraron, desvelando su molestia ante la arrogancia y porte de aquel que está de pie enfrente de él.
«Mi deseo de destruirlos no se cumplió. Es una lástima que hoy sea tu último día contemplando a mi diosa».
Las garras señalaron a Luna, siendo siniestro cuando una curva afilada nació en los labios del cuerpo poseído de Aren, quien es completamente ajeno a la situación.
—¿Cómo he dicho antes? Ah, lo recuerdo. Perro que ladra no muerde —animó, encogiéndose de hombros con descaro.
Aun así, con rapidez, colocó su barra de plata enfrente de su cuerpo, evitando el acercamiento de la bestia que para su curiosidad no ha convertido del todo a su compañero en un lobo.
¿Por qué no te conviertes?
Pensó.
No obstante, sacudió la cabeza con fuerza, encontrándose con los ojos del contrario al momento de frenar su ataque. Aun así, la bestia agarró con su mano la barra de plata, a pesar de que su carne empezara a consumirse, y lo lanzó hacia los árboles.
«¡¿Crees que ese simple utensilio me hará daño?! ¡¿A mí?!».
Los huesos de Aiden crujieron acompañando a la corteza que lo frenó, incluso la melodía logró sepultarlos a ambos en un terrible silencio.
—Sí, sigue ladrando —murmuró—. Hasta que ya no tengas ganas de gimotear.
Levantó el brazo, estando desplomado en el suelo, enseñando la mano derecha, la cual es cubierta por un extraño guante y ejecuta las acciones de su arma contra los hombres lobos.
La curva que nació en los labios de Aiden descolocó a la bestia que es iluminada por la luna. Pero le duró poco porque en un movimiento, el licántropo, lanzó la barra de plata hacia él.
Si no fuese por sus reflejos, ella habría podido atravesarlo.
«No pensé que los humanos fueran poseedores del deseo de conservar la vida».
El lobo decayó abrumado por los anhelos del contrario, enseñando su mandíbula con disgusto hasta que sus orejas captaron un extraño sonido provenir de su cuerpo. Bajó la cabeza para ver en su abdomen dos botones rojos titilando, por lo que, con violencia, levantó la mirada y se encontró con la arrogancia de aquel sujeto.
En ese preciso momento se escuchó una estruendosa explosión en el bosque.
(...)
—¡Gané! Contemplen a su líder, ¡zoquetes! —estalló con euforia, deteniéndose en medio de la corrida.
La mirada de Bennett y Félix se encontró por las ocurrencias exageradas de Trevor, quien no paró de parlotear hasta voltearse en dirección a ellos con una sonrisa.
Luego, haciendo un ademán, se señaló a sí mismo.
—He ganado —bramó.
—Lo que digas —suspiró, un desganado Félix, prosiguiendo a meter las manos en los bolsillos de su chaqueta.
—Fue entretenido practicar mi resistencia. ¡Me encanta salir a correr! —tarareó Bennett, desvelando sus mejillas ruborizadas por la emoción.
—No tienen remedio —susurró disgustado.
De todos modos, a pesar de haber tenido una rutina nocturna agradable, los tres se vieron obligados a voltear por la repentina explosión que llegó a sus oídos. La misma produjo que una ráfaga de tierra se desatara por el bosque de las afueras de la ciudad, sacudiéndolo todo a su alrededor.
—¿Qué carajos ha sido eso? —cuestionó, el más bajo, observando a sus dos compañeros.
—Chicos...
Aquella cuarta y extraña presencia descolocó a los tres bravucones que voltearon con lentitud hacia su dirección, encontrándose con los ojos azules de su compañera somnolienta.
Todos palidecieron.
—¿Elizabeth? —murmuró uno de ellos, yendo a socorrerla antes de que cayera al suelo—. ¿Elizabeth? Despierta, Elizabeth.
Al no ver reacción en la chica, Bennett, la sacudió con paranoia. Por lo que, sin cuestionárselo dos veces, acercó su nariz a su cuello para poder olfatearla.
—Ella está envenenada —balbuceó, enseñándoles su asombro.
—Él nos va a matar —sentenció Trevor, aferrándose a su brazo, el cual a día de hoy mantiene las marcas del apretón que dejó Aren en él cuando a penas eran unos niños.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro