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5.- Noche

Santiago estaba completamente perdido, desde el inicio su plan había sido solo probar la sangre de aquel muchacho peliblanco, comprobar que sabía exactamente igual a la de los otros miles de humanos de los que se había alimentado y así terminaría su obsesión.

Pero nada había salido como planeaba, primero aquellos hombres habían despertado su naturaleza y una vez que la dejó salir supo que no habría mayor salida. No se había alimentado desde que comenzó su obsesión con su Dragón y ahora el hambre corroía su cuerpo, especialmente su garganta y su muñeca.

Así que no pudo contenerse, ni siquiera la pequeña cruz en el rostro del chico lo había intimidado, y eso que en épocas pasadas aquella marca hubiera lo salvado, pero no en ese momento.

Al final había acorralado y mordido aquel apetitoso cuello blanco, momento en el que su plan terminó de trastocarse: la sangre de aquel chico no solo era tan dulce como su aroma sino mucho más, era deliciosa y tan adictiva como la droga que más. En cuanto aquella ambrosía tocó su lengua perdió por completo el control, estrechó el frágil cuerpo como si quisiera exprimir hasta la última gota del delicioso elixir, cosa que en realidad así era.

Bebió con satisfacción hasta que un suave golpe en el hombro lo hizo reaccionar: su Dragón peliblanco se había desmayado y su cabeza había caído contra su hombro. Solo entonces reaccionó, cerrando las dos pequeñas heridas en la pálida piel se alejó lo suficiente para poder verlo sin soltarlo.

—¡Maldición! —Soltó, ni siquiera eso pudo contener.

Con cuidado cargó el cuerpo inconsciente, aún estaba tibio pero su corazón latía con lentitud, necesitaba pensar en alguna manera de salvarlo y necesitaba hacerlo en un lugar menos peligroso. De un salto se perdió en la oscuridad de la noche, tan desconcentrado que ni siquiera notó la figura castaña que había observado todo.

Sin dificultad se dirigió hasta su mansión, saltando por sobre los tejados de los almacenes y las casas para no ser visto. Llegó hasta su hogar y entró por la alta terraza cuya puerta siempre dejaba abierta para situaciones como ésa.

Una vez a salvo lo llevó a su habitación para recostarlo con cuidado sobre la gran cama; una de las pocas costumbres que jamás había seguido, no era fanático de los lugares pequeños y despertar cada noche encerrado en un pequeño ataúd era algo con lo que no deseaba vivir.

De manera que en lugar de un ataúd tenía una gran cama king size, con su respectivo dosel de seda morada y las colcha con terciopelo del mismo color. Sobre esta dejó con cuidado a su Dragón para poder revisarlo.

Su pecho seguía latiendo con el mismo ritmo lento pero constante, su respiración igual. Su piel se veía pálida aunque parecía que siempre lo estaba, lo llamativo eran las ojeras bajo sus ojos y la marca morada en su cuello, había succionado con demasiada fuerza.

Suspiró mientras acariciaba con cuidado aquella marca, todo se había salido de control. A pesar de sentirse satisfecho como nunca antes, aún deseaba volver a beber aquella dulce sangre, era algo que nunca antes había probado y no podía dejar de pensar en ese delicioso sabor.

Pero no había garantía de que si volvía a morderlo podría contenerse, nada le aseguraba que esta vez no lo mataría; así que no podía ceder a aquella tentación.

Necesitaba pensar claramente y no podía hacerlo, sólo había una persona, o más bien una criatura que podía ayudarlo a centrar su mente. Intentó buscarla mentalmente pero fue inútil, para eso se requería concentración y en ese momento era lo último que Santiago tenía.

Con algo de molestia comenzó a rebuscar en varios de sus cajones, no era algo que le gustase pero justo fue ella quien lo convenció de tener uno, al final logró encontrar el pequeño teléfono igual a los que últimamente los humanos no podían despegarse. Lo encendió y marcó los números que le había hecho memorizar.

Una canción comenzó a sonar en cuanto la comunicación inició, Santiago no pudo reconocerla pero tampoco lo intentó, simplemente espero.

~¿Saint?

—Hola, Thalia, soy yo.

~¡Hermano! sabía que eras tú, ¿qué ocurre? Es muy raro que me llames y más por aquí.

—Yo... necesito tu ayuda —confesó luego de un suspiro.

~Ok, si me estás hablando es algo grave. ¿Estás bien?

—Lo estoy, pero mi... hay alguien, que no lo está, y tengo varias cosas que no entiendo, necesito pensar claramente. —El silencio que siguió le indicó que su amigo estaba pensando.

~De acuerdo, insisto en que para que me llames debe ser algo grave así que iré para allá. Te veré mañana por la noche.

—¿Hasta mañana?

~Saint, el amanecer está demasiado cerca, no puedo viajar así. Además, necesito hablar con mi compañero también, sabes que no puedo dejarlo.

Santiago suspiró de nuevo, Beatríz (que había tomado el nombre de Thalia como criatura) le había contado con anterioridad de un joven humano del que se había quedado prendada y del que ahora rara vez se despegaba. Miró por unos momentos a su Dragón, aún dormido, ¿estaba él prendado?

—De acuerdo, Thalia, los veré a ambos mañana por la noche.

~Nos vemos. Ah, si ese "alguien" es humano toma tus precauciones, hermano.

—Tsk, —chasqueó la lengua—. No necesitas recordármelo.

~Ja, lo sé, no me refería a precauciones contra él, sino por él. ~Y con una nueva risa la llamada se cortó.

Santiago se quedó pensativo ¿Cómo era que su hermana lo conocía tan bien como para saber que todo el problema era por un "él"?

Bueno, no había mucho que hacer. Dragón no olía a muerte así que estaría bien, además su corazón parecía volver poco a poco a la normalidad. Pensó entonces en que su chico necesitaría algo de comer para reponer la sangre que había perdido, afortunadamente guardaba algo de comida para los pocos humanos que trabajaban en su casa durante las horas diurnas.

Fue a buscarla, no eran instancias a las que acudiera mucho aunque fuera su propia casa, aun así la conocía como la palma de su mano y pronto encontró la fruta y el pan que necesitaba.

Regresó a su cuarto cargado de todos aquellos aperitivos, los dejó en el escritorio antes de volver a acercarse a la cama. Dragón seguía dormido, pero había recuperado algo de color y se había movido, para ese momento descansaba de lado, con una de sus manos formando un pequeño puño flojo junto a su boca abierta.

Con un suspiro, Santiago dedicó un par de segundos a acomodar su llamativo cabello; era curioso, pero no podía oler el decolorante que seguido lo asaltaba cerca de humanos que se habían teñido así, y no podía hacer mucho desde que se lo había pintado dado que ni siquiera en las raíces se veía otro color más oscuro.

Terminó recostado también en la cama, observando con cuidado a su Dragón que tantos misterios ocultaba, pero no había tiempo para descubrirlos, al menos no por el momento, Thalia había tenido razón y el amanecer estaba demasiado cerca.

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