15.- Noche
Santiago se sentía bastante cómodo en realidad, su única molestia era ese deseo que rayaba en la necesidad por arrojarse sobre su dulce peliblanco para volver a probar su deliciosa sangre, pero luego de tantos años de autocontrol podía permanecer tranquilo sin el mayor problema.
Y en realidad tenía curiosidad por conocer un poco más de su bello humano deslenguado, se sentía bastante intrigado por él. El saber que era un ser feérico solo abría más dudas de las que respondía.
—En realidad, a diferencia de tu exótica historia la mía es más bien aburrida. No sé quienes son mis padres biológicos y tampoco sé si ellos son como Berry y como yo. Poco después de que nací me dejaron en el... hogar Saint Rose.
>Desde esa edad ya tenía el cabello abundante y blanco, cosa que llamó la atención de los demás tanto en buen como en mal sentido. Pero en cuanto tuve la edad me defendí de todos aquellos que intentaron molestarme.
>Gracias a mi apariencia no tardó en adoptarme una familia, pero siempre pensaron que yo era menor. Luego de un tiempo me regresaron a otro... lugar, donde no creyeron mi edad y pusieron una diferente, lo mismo ocurría en la escuela.
>Pero no era un problema, por el contrario muchos se sentían intrigados por mí, por mi apariencia. Obviamente no les decía que era adoptado, así que simplemente era el chico guapo hijo de gente rica.
>Porque sí, la última familia que me adoptó estaba bien posicionada, él era CEO de varias empresas grandes pero sólo había tenido una hija y quería un hombre para que tomara su lugar en sus negocios.
>Lo sé, un cliché, pero le salió el tiro por la culata. Yo no quiero ninguna de esas responsabilidades y supuse que tarde o temprano harían lo mismo que los otros "padres", así que solo me dediqué a disfrutar de lo que me daban. Lo que no esperaba es que mi padre muriera tan pronto y menos que me dejara grandes cantidades de dinero en su testamento
>Así que, en cuanto cumplí la mayoría de edad oficialmente, tomé mi dinero y me fui a vivir solo.
Guardó silencio en cuanto acabó, parecía reacio a decir nada más.
—Pareciera que fueras tan solitario como yo, —susurró Santiago, más para sí mismo.
Sin embargo, al ver cómo los ojos oscuros del menor se aguaban, supo que había acertado.
—No sé de qué hablas, aún cuando me fui a vivir solo siempre he tenido amigos que se empeñan en salir conmigo. —Sonaba a la defensiva, era claro.
—Tu voz no lo aparenta, la manera en la que hablas del pasado, como si añoraras algo que nunca tuviste.
Santiago habló tranquilamente, no quiso interrumpir la narración del joven humano pero aún detrás de sus palabras podía sentir una tristeza oculta en aquella desfachatez. Ya se había preguntado antes por qué aquel chico se comportaba así, por qué Dragón llevaba la autodestrucción a tal extremo cada noche y ahora parecía poder comprenderlo un poco mejor.
Sin embargo no esperaba la reacción del menor, solo unos segundos antes había estado recostado cómodamente a su lado, relajado a pesar de la narración que hacía; y de pronto casi brincó, quedando sentado a horcajadas sobre él, sosteniendo sus muñecas a ambos lados de su rostro. La expresión furibunda enrojecía su blanca piel.
—¿Te crees muy listo? Eh ¿crees conocerme? ¡No sabes jodidamente nada sobre mí! No sabes nada, —le reprochó.
Santiago tenía la suficiente fuerza como para desembarazarse de él, como mínimo, pero estaba tan sorprendido que no atinó a hacer nada más que clavar sus ojos, ahora violetas en los furibundos orbes contrarios.
—Si tanto crees saber sobre mí, dime ¿qué es lo que deseo ahora? ¿Lo sabes, sabes qué voy a hacer?
No, no lo sabía, estaba tan conmocionado que ni siquiera sabía qué haría él mismo. ¿Había hecho mal al hablar así? ¿Había herido a su pequeño peliblanco con sus palabras? Eso parecía, y no sabía tampoco cómo remediarlo.
Antes de que pudiera responder, antes siquiera que pudiera pensar en una respuesta racional, Dragón se cernió sobre él hasta que sus labios se tocaron.
Labios tibios y mucho más suaves que los suyos; más por inercia que por otra cosa respondió torpemente a aquel beso. Tensó los brazos y cerró sus manos en duros puños, una parte de él quería rodearlo con los brazos y estrecharlo contra sí, otra (quizá su parte racional) pugnaba por alejarlo antes de que las cosas se salieran de control; y una última parte deseaba mover el beso hasta su cuello y beber hasta la última gota de sangre apetitosa.
Un gruñido escapó de su garganta, logrando que todo el cuerpo de Dragón se tensara. Se levantó solo un poco para poder mirarlo directamente.
—Eres igual a ellos. Me querían sólo por mi apariencia, tú me quieres sólo por mi sangre.
—Te equivocas, —susurró Santiago con voz ronca, pero no era su voz de mando, sonaba así por la sorpresa y la emoción—. De ser así ya hubiera cedido a mi instinto y hubiera bebido toda tu sangre.
—¿Por qué te contienes, entonces?
—No es lo que deseo, deseo, acercarme a ti, como Thalia y Berry... —dudaba, cada palabra salía espaciada de la siguiente por la duda.
—Si eso es cierto, entonces no te moverás, me dejarás hacer lo que yo quiera sin moverte. De lo contrario me levantaré y me marcharé para no volver a verte.
Santiago solo asintió.
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