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12.- Noche

Evan no estaba muy seguro de qué hacer, de por sí se había molestado cuando aquel torpe le tiró la bebida encima, a pesar de que luego se había disculpado y se había ofrecido a ayudar con la limpieza.

Pero una vez que habían llegado a los servicios se había comportado de manera bastante grosera con Daniel, diciéndole que se metiera en sus propios asuntos y que los dejara solos, cuando se negó el castaño lo había insultado y aquello fue más de lo que Evan pudo soportar.

Golpeó al chico en el rostro y le advirtió que no se metiera con sus amigos, Daniel intentó contenerlo pero entre el alcohol y la ira no podía pensar racionalmente, al menos no hasta que Thalia y Saint llegaron.

Fue como si le hubieran arrojado un balde de agua fría, incluso la imaginó siseando mientras apagaba el calor de su ira. Se sentía avergonzado por su comportamiento y por haber arruinado el costoso traje que le había comprado; y era muy poco usual que él se sintiera así.

El problema era que, al parecer, Saint quería arrancar la cabeza del molesto castaño en lugar de la suya y ahora sabía que bien podría hacerlo, eso terminó por convertir el enojo y la vergüenza de Evan en preocupación. Su amiga había intentado contenerlo sin el menor resultado y Daniel parecía el más asustado de todos allí adentro.

Bueno, en realidad el más asustado era el otro chico, quien aún en el suelo permanecía atrapado por la mirada de Saint.

En el momento en que Saint dio un paso hacia adelante Evan tomó su mano, logrando que por fin volteara a verlo.

—Vamos, no vale la pena, continuemos con nuestra propia diversión. —Quiso sonar petulante como siempre, pero sonó más como si le estuviera rogando.

Saint se giró, cambiando de mano su agarre para no soltar a Evan mientras salía del baño seguido por los otros dos. Los cuatro regresaron hasta su zona VIP, donde Saint tomó la barbilla de Evan y lo obligó a mirar sus ojos, aún cafés.

—¿Estás bien? ¿Qué ocurrió? —Incluso su voz sonaba tensa.

—Estoy bien, no pasó nada, es solo que aquel maldito llamó fenómeno a Da... digo, a Berry, y no iba a dejarlo así. Pero le di su merecido, así que todo quedó atrás.—Saint lo soltó entonces, al menos de la barbilla, pero mantuvo su otra mano en su hombro.

Cuando pudo despegar la mirada de él, notó que Daniel se abrazaba a la espalda de Thalia para recargar su barbilla en su hombro, se percató entonces de que era un poco más alto que ella.

—Debería ser yo la que defiende tu honor, Berry, ¿crees que deba volver a ese baño y terminar lo que Dragón empezó?

—¡No! Ya más que suficiente con lo que se ha hecho hasta el momento.

Thalia se movió para ser ella quien lo envolviera entre sus brazos.

—Tranquilo, solo bromeo. Sé que la violencia te pone de nervios, —Le dio un breve beso en los labios, logrando que el menor sonriera.

Evan sintió una punzada de envidia al verlos así, tan felices y cómodos juntos. Él jamás había tenido esa cercanía con nadie, siempre era demasiado consciente de sus diferencias, jamás había pertenecido o encajado en ningún lado.

Volteó hacia Saint, quien también veía a los otros dos con una breve sonrisa en los labios, era la primera vez que lo veía hacerlo, al menos con una sonrisa que no pareciera la de un depredador a punto de lanzarse sobre él.

Al sentirse observado Saint volteó hacia él, por un instante Evan pudo notar el brillo violeta de sus ojos pero fue solo un momento.

—¿Quieres volver a bailar? ¿Seguir tomando? —Le preguntó con aparente delicadeza.

—No, creo que han sido suficientes emociones por una noche, —dijo con un suspiro.

—De acuerdo, volvamos a casa entonces.

—Pero, tus amigos.

Saint le señaló hacia los otros, quienes habían profundizado más aquel beso que había iniciado más inocente.

—No creo que nos extrañen por esta noche, volveremos a verlos más adelante.

Movió la mano en su hombro hasta lograr tomar su mano y entrelazar sus dedos, así se dirigió a la salida del lugar. En cuanto salieron solo pasaron un par de minutos antes de que el poderoso Cadillac de Saint apareció hasta la entrada.

Cuando trajeron las llaves, Saint le hizo un gesto con la cabeza para que se las diera a Evan.

—Un trato es un trato ¿no?

Evan sonrió emocionado antes de dirigirse de manera apresurada hasta el lugar del conductor. Saint ya se había subido del otro lado y lo esperaba con la misma media sonrisa que había dedicado antes a sus amigos.

—¿A dónde vamos? —preguntó Evan emocionado.

—Volvamos a mi casa.

—¿A tu casa? ¿De nuevo? —dijo antes de poder contenerse.

—Dragón, pasa conmigo lo que resta de la noche, por favor.

Su voz era suave mientras se lo pedía, dándole la opción de negarse, aunque de hacerlo ¿Lo dejaría manejar su precioso coche?

—¿Por qué no haces esa cosa extraña que puedes hacer con tu voz para que vaya contigo? —cuestionó con genuina curiosidad.

—Puede ser cansado utilizar demasiado la voz de mando. Además, aunque quiero que vengas tampoco quiero obligarte.

Parecía honesto y Evan decidió confiar.

—De acuerdo, pero solo será por lo que resta de la noche, en la mañana volveré a mi casa.

Saint asintió, aceptando aquel acuerdo. Evan utilizó su celular para poder poner la aplicación que lo guiaría hasta la casa del mayor luego de que éste le diera la dirección.

Una vez que todo estuvo listo y acordado, Evan se pudo dedicar simplemente a disfrutar de la conducción de aquel bebé.

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