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11.- Noche

Santiago acababa de contarle de manera escueta a Thalia todo lo que había ocurrido las últimas noches, la manera en la que el olor dulce de aquel humano lo había atraído, cómo le había hecho perder el control sólo con olerlo, ni hablar de cuando por fin lo había probado.

—Lo confieso, cuando te hablé fue porque estaba preocupado, pensé que lo había dañado. —Desvió la mirada hasta encontrarlo, junto a la barra platicaba cómodamente con el otro humano.

—No te preocupes, no es tu culpa, me pasó casi lo mismo con Berry, y créeme que su sangre es un dulce deleite como su nombre lo indica. En realidad, tú y yo podemos considerarnos afortunados de encontrar seres feéricos, son pocas las criaturas que lo logran.

—¿Seres feéricos?

—Así se les llama, poco después de que lo encontré me puse a investigar, incluso busqué en los Tomos Antiguos hasta que lo encontramos: al parecer nuestra existencia creó una especie de mutación o evolución en los humanos, su esencia es especial no solo para atraernos, su sangre satisface mejor nuestras necesidades y pueden resistir más que un ser humano normal.

>Además, su sabor diferente puede llegar a ser adictivo, es por eso que no se ha divulgado más su existencia, para no crear conflictos entre nosotros. Incluso su longevidad es diferente y crece cuando son marcados por uno de nosotros. Ahí donde lo ves, mi Berry ya pasa de los cuarenta años humanos, pero por su naturaleza no aparenta más de treinta ¿o sí?

>Te apuesto que el tuyo ya tiene más de veinticinco años humanos al menos.

—El mío... —susurró SeungHyun pensativo—, ¿cómo hiciste para que él se quedara contigo?

—Bueno, en primer lugar, así como su sangre es adictiva para nosotros nuestra mordida lo es para ellos, eso ya nos da algunos puntos. Fuera de eso no sé qué decirte, simplemente empecé a relacionarme con él, a escuchar lo que decía y abrirme con él, poco a poco terminamos justo como estamos ahora y así llevamos trece años

>Es gracioso, al inicio él no confiaba del todo en mí, pero poco a poco...

—Thalia, —lo interrumpió de pronto, su vista clavada en los humanos peliblancos.

Otro humano acababa de chocar con ellos y al parecer había derramado su bebida sobre Dragón, para ese momento los tres se dirigían al baño.

—Tranquilo hombre, esas cosas son usuales en este tipo de lugares, —aseguraba la menor, sin embargo también seguía la vista de su compañero.

Santiago bufó con cierta molestia, no quería que Dragón saliera de su campo de visión, menos conociendo sus mañas en lugares como ese. De pronto la risa de Thalia lo distrajo.

—¿Desde cuando se dispararon tus instintos protectores, Saint? No es algo típico de tí, pensé que era un solitario empedernido.

—Ciertamente la soledad es más tranquila, es menos problemática.

—Quizá, pero no tiene a dulces y deliciosos seres.

Sus sensibles oídos escucharon de pronto el ajetreo proveniente de la misma dirección en la que sus chicos se habían escabullido. Solo les bastó una simple mirada de complicidad para levantarse y dirigirse en la misma dirección. Ya lo había dicho Thalia, tenían un fuerte instinto de protección y, siendo criaturas bastante más instintivas, era difícil resistirse.

Tuvieron que caminar con paso "tranquilo" hasta aquel baño, aún necesitaban aparentar ser un par de humanos más. Al entrar a los servicios la escena era algo caótica, pero ni mucho menos tan grave como esperaban.

El chico castaño del inicio se encontraba tirado en el suelo, se detenía la mejilla enrojecida y por la comisura de su boca caía un hilo de sangre. Frente a él, Berry intentaba detener a un furibundo Dragón para evitar que siguiera golpeando al otro.

En cuanto entraron, Berry miró a los mayores con creciente terror, temiendo lo que podrían hacer en semejante caso, sin embargo Thalia le dedicó una sonrisa tranquilizadora, quizá Saint fuera un poco más antiguo y poderoso que ella pero podría detenerlo si las cosas se salían de control.

Y es que Santiago se mantenía con el cuerpo tenso y la mirada clavada en el pequeño humano castaño. Incluso Dragón guardó silencio al sentir el ambiente hostil que se había creado, no fueron más que unos segundos, pero la sensación de tensión los alargó hasta que se sintieron eternos.

Thalia se acercó entonces para poner una mano en el hombro de Santiago, aunque este aún tardó en reaccionar.

—Vámonos de aquí, hermano.

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