Cap. 3 Una Verdadera Madre
El bullicio de la sala era ensordecedor, los comentarios en tono sorprendido, desdeñoso y los insultos hacia el patriarca de los Malfoy inundaban el espacio.
Kingsley azotaba el mazo con energía para acallar a la muchedumbre enardecida y traer orden en la sala, pero casi resultaba en una tarea titánica e infructuosa.
—¡¡¡Silencio!!! —retumbó en la sala en tono demandante. El ministro, con ceño fruncido y la paciencia al límite, sostenía su varita a la altura de la garganta para subir el volumen de su voz.
El silencio fue instantáneo, no obstante los flashes continuaban disparándose en todas direcciones, en tanto las imágenes del pensadero en medio de la sala permanecían congeladas.
—Les agradezco que hagan silencio de una vez por todas para poder continuar —exigió Kingsley, en tono áspero, mientras los observaba desde lo alto del estrado con ojos enfurecidos.
Por su parte, Draco en ese momento deseaba ser lo suficientemente poderoso para desaparecer de ahí sin dejar rastros. Se sentía furioso y por si fuera poco se sentía avergonzado y más humillado que nunca, pues nadie tenía porqué ver ese capítulo de su vida. En cambio todos allí parecían disfrutar del espectáculo, y en circunstancias como esa se preguntaba si de verdad había sido buena idea acabar con Voldemort.
Apretó los labios tragándose las maldiciones que tenía en la punta de la lengua y con las manos en puños sobre su regazo se obligó a acomposar su respiración, hacer de oídos sordos y de tripas corazón, mientras que sus irises plateadas las enfocó en un punto cualquiera frente a él, en tanto Lucius mantenía una postura erguida, la frente en alto y el atisbo de una sonrisa sardónica asomaba en sus delgados labios.
—Continuemos —exclamó el ministro, una vez que en la sala se recuperó el orden y con un movimiento de cabeza autorizó a McGonagall que se encontraba en un extremo de la sala. La bruja concordó en un asentimiento, levantó su varita agitándola con suavidad en dirección a las imágenes que de inmediato reanudaron su curso.
Una Narcissa estática con un semblante horrorizado, ojos incrédulos abiertos de par en par se observaba en la entrada de aquella estancia, mientras que un pequeño Draco permanecía inconsciente tendido en el piso del despacho y en el rostro de Lucius afloraba una mueca de indiferencia.
Unos segundos después la escena se difuminaba poco a poco para dar paso a otro escenario.
Esta vez aparecieron Narcissa y Snape en la sala de la mansión Malfoy.
—Es una verdadera sorpresa que después de todo hayas venido hoy —comentaba Narcissa, tratando de ocultarle su nerviosismo a Severus, proseguía—, como habías dicho que tenías un compromiso importante que no podías eludir —Caminaba hacia a la ventana y se detuvo para mirar al exterior evitando adrede los ojos escrutadores del mago.
—Lo sé, pero ese compromiso se canceló por motivos que no vienen al caso y aquí estoy —siseaba, arrastrando las palabras con mesura y agregaba—: Como todos los años.
El pelinegro se acercó a ella cauteloso y se detuvo a su lado con un rictus de sospecha, entrecerró los ojos para observar a la mujer notándola nerviosa y esquiva.
—¿Sucede algo? —inquiría con labios fruncidos en gesto curioso. Narcissa casi exhaló en un jadeo cargado de ansiedad, al tiempo que se estrujaba las manos.
—No —respondía, en tono agudo, al tiempo que se desplazaba hacia el centro de la estancia—, por supuesto que no, solo que —hizo una pausa invitándolo a tomar asiento con un gesto de su mano, mientras ella hacía lo propio—, esta vez no podrás ver a Draco, pues está tomando su siesta.
—¿A esta hora? —preguntaba Snape, en tono exceptico, con una mueca en los labios en gesto de duda y una ceja alzada, mientras tomaba asiento sin despegar los ojos de la bruja.
—Sí —hizo una breve pausa apretando sus labios—, es que hoy ha sido un día bastante... agitado para Draco y estaba un tanto exhausto —suspiraba con suavidad tratando de evitar estrujarse las manos—. ¿Te ofrezco un té? —dijo con tranquilidad deseando que el mago se negara, pero para su consternación el pelinegro asintió y ella trató de sonreír en respuesta.
—¿Y Lucius? —preguntaba Severus, solo para hacer conversación, intuía que algo no iba bien.
—Salió por algo relacionado a unos negocios —informaba sin entrar en detalles—. ¿Dipsy? —llamaba a la elfina que apareció tras un chasquido.
—La ama llamó a Dipsy —dijo la elfina con devoción—. ¿Cómo Dipsy puede servir a la ama? —preguntaba, con ojos soñadores, mientras apretaba el borde de su pequeño y sencillo traje.
—Sírvenos el té —demandaba la bruja, en tono impostado, sin dirigirle la mirada a la criatura.
Cuando la mujer no escuchó respuesta sus irises se desplazaron hacia la elfina que se encontraba de pie en medio de ella y su visita inoportuna. Su rostro palideció al observarla aleteando sus pestañas con ojos suplicantes hacia Severus, que permanecía de piernas cruzadas, codos en los apoyabrazos y las manos en ojiva estudiándola con mirada displicente.
—¿¡Dipsy!? —reprendía Narcissa y Severus alzó una ceja en su dirección.
—De inmediato, ama —respondía la elfina y desapareció tras un chasquido.
—¿Qué le sucede a tu elfina? —preguntaba Severus, con curiosidad.
—No lo sé, pero ya le daré su merecido —sentenciaba la bruja, en tono enfadado.
La elfina reapareció en la sala sirviendo el té con diligencia y al terminar tomó la bandeja entre sus manos y la llevó a la altura de su barbilla deteniéndose nuevamente a observar a Severus con ojos suplicantes, mientras el mago con elegancia llevaba la taza de té a sus labios sin apartar la mirada de la criatura.
—¡Dipsy, retírate! —demandaba Narcissa, con la furia inundando su sistema y la elfina se esfumó.
Severus no era tonto, era la primera vez que esa elfina actuaba de esa forma tan inusual y no le costó mucho atar cabos. Desde el nacimiento de Draco ella había sido designada como su cuidadora y justamente el día de su onomástico ella tenía un extraño comportamiento, y sumado a eso el chico supuestamente estaba durmiendo la siesta y, por lo tanto, no podría verlo.
—Pues de antemano quiero expresar mi disculpa por entrometerme así en tu casa —expresaba Severus, colocando con parsimonia la taza sobre la mesa frente a ellos. Ella lo miró con expresión confundida, él proseguía—, pero quieras o no, veré a mi ahijado —Y tras un crujido se apareció.
Narcissa sentía que los fuertes latidos de su corazón la ahogaban y su estómago se estrujaba, no era necesario que le dijeran adónde había ido Severus.
Con manos temblorosas colocó la taza sobre la mesa. Y tras respirar hondo también se apareció.
—¡Por las barbas de Merlín! —exclamaba Snape, en tono sorprendido, con el rostro descompuesto, sentado en el borde de la cama de Draco, observándolo, mientras el chico se quejaba débilmente de dolor—. ¿Qué le ha pasado? —inquiría, apenas apartando la mirada del pequeño convaleciente al escuchar a Narcissa aparecerse.
—Se cayó jugando —expresaba la bruja, tras una larga pausa. Snape frunció el ceño y con un rictus despectivo se giró hacia la bruja.
—¿Y esperas que me crea eso? —soltaba con desdén—. Será mejor que hables Narcissa —sugería en tono calmado, pero desafiante.
—No sé qué quieres que te diga —exclamaba, adoptando una actitud altiva y orgullosa.
—Lo que realmente sucedió —rebatía, con labios fruncidos en gesto de hastío y añadía—: puedes empezar por ahí.
En vista de que la bruja no decía nada, Severus respiró profundo tratando de apaciguar su enojo, parecía que ese día era un día de muchas "primeras veces", porque por primera vez en muchos años sentía que perdería los estribos, pero no podía permitírselo, así que haciendo uso de todo su autocontrol alzó su varita sobre Draco y lanzó un hechizo de diagnóstico.
Aparte de los evidentes hematomas y la inflamación generalizada del lado izquierdo de su rostro, había perdido tres dientes que afortunadamente por su corta edad aún eran de leche, sin embargo, la lesión más importante era una luxación mandibular, una hemorragia que se estaba tornando grave y dificultad para respirar.
Se giró hacia Narcissa, más furioso que antes, pues ni siquiera habían curado a su ahijado. La bruja permanecía cerca de la ventana estrujándose las manos, con la vista perdida en el exterior.
—¿Por qué no lo han curado? —inquiría el mago, con voz acerada.
—Lucius mantiene la idea de que —hizo una pausa y se humedeció los labios—, de esa forma él podrá forjar su carácter —dijo tratando de creerse sus propias palabras—, además de que sabrá responsabilizarse por sus actos y asumir sus consecuencias —concluyó aún sin mirarle.
Severus apretó la mandíbula en respuesta.
—¿Y cuál fue ese pecado mortal que cometió para dejarlo en ese estado? —soltaba con sarcasmo y hastío.
Tras un largo y tenso silencio decidió no perder más tiempo con la bruja, volvió a alzar su varita hacia Draco y murmuró varios hechizos curativos, al instante el pequeño soltó un alarido, Snape siguió moviendo su varita y unos minutos después sacó de su túnica unos frasquitos con pociones que con mucho cuidado se las hizo tomar al pequeño convaleciente.
—Draco, mírame —dijo el mago. El niño, exhausto, lo miró—. Legeremens —susurraba.
Severus Snape trataba de mantener la compostura y el autocontrol, siempre se había enorgullecido de saber manejar sus emociones y ser un oclumante excepcional, no obstante, no podía creer lo que había visto en la mente de su ahijado, se sentía indignado, pero sobre todo furioso.
—Podrías... —empezaba, incisivo, mientras se acercaba a Narcissa con lentitud—, tener la amabilidad de explicarme por qué después de que tu esposo delante de ti golpeara a tu hijo en el rostro como si fuese un hombre adulto como él, como si fuese su igual —siseaba con rabia y añadía—: ¿tú no hiciste absolutamente nada?
—Lucius...
—¡Ya basta Narcissa! —bramaba, con mirada lacerante—. Te desconozco —decía en tono decepcionado y señalando en dirección a Draco, agregaba—: Ese niño creció en tu vientre, tú le diste vida y lo trajiste al mundo con dolor, ¿y aún así permites que Lucius le haga daño sin motivo alguno?
—Lucius es su padre, tiene derecho a disciplinarlo —Snape frunció los labios con hastío.
—Padrino —interrumpía desde el otro extremo de la habitación una vocecita adolorida. Severus de inmediato se acercó—, es que... —hizo una pausa por el dolor—, es que me porté mal.
—Mi muchacho, pero si tú eres un hermoso ángel en este mundo cruel —replicaba el mago al escuchar esas palabras, sintiendo una punzada que le desgarraba el corazón.
Severus se giró para ver a Narcissa, la bruja aún no se despegaba de la ventana, permanecía con los dedos entrelazados en la espalda, los hombros erguidos y la frente en alto, como si estuviese orgullosa de haber permitido que golpearan a su hijo y de haberlo dejado casi tres horas sin curaciones, como una especie de castigo por haber pedido permiso para ir a jugar con su amigo.
—¡Al diablo! —se dijo.
Apartó las mantas y tomó a su ahijado en brazos, el niño instintivo lo abrazó y apoyó la cabeza sobre su hombro izquierdo.
—¿Qué crees que haces? —inquiría Narcissa, alarmada, apartándose de la ventana para caminar en su dirección.
—Me lo llevaré un tiempo —dijo sin más.
—No puedes hacer eso, soy su madre, te lo prohíbo —siseaba, en tono amenazador, mientras sacaba su varita y la sujetaba con firmeza.
Severus la observó con una ceja alzada en gesto inquisidor y sonrisa burlona.
—¿Sabes lo que hace una madre, Narcissa? —arremetía, mordaz—. Una verdadera madre protege a sus hijos como una fiera, aún con su propia vida si es necesario —La miró desafiante y ella se detuvo en seco, la soberbia se le esfumó de un plumazo, los ojos se le llenaron de lágrimas y desvió la mirada apartándose del camino del hombre, mientras apretaba la varita en su mano para luego guardarla en su funda..
—¿No das clases en Hogwarts? ¿Cómo harás? —preguntaba, tras una larga pausa volviendo a su lugar cerca de la ventana para observar el exterior una vez que se recompuso.
—Pediré un año sabático —dijo y de inmediato añadía—: o dos o tres o los que sean necesarios. No tengo problemas por eso —La mujer asintió.
—¿Al respecto qué quieres que le diga a Lucius? —preguntaba, abrazándose a sí misma sin atreverse a mirarlo y agregaba—: Se pondrá furioso.
—Puedes decirle lo que se te ocurra —respondía, en tono gélido, mientras reanudaba sus pasos—. O no —se detuvo y con timbre sombrío agregaba—: Puedes decirle que será mejor que no haga nada y que ni siquiera piense en aparecerse en mi casa o de lo contrario voy al Ministerio y lo denuncio por abuso de menores y a ti por cómplice —hizo una pausa para luego agregar—: Y si tienes un poquito de vergüenza y remordimientos no le pondrás un dedo encima a tu elfina —Esperaba por una respuesta, cuando la bruja asintió él reanudó su marcha.
Severus bajó las escaleras y caminó hacia la chimenea del comedor para utilizar la Red Flu, ya que por el estado en el que se encontraba Draco no se quería arriesgar con la aparición.
Tomó el polvo verde encima de la repisa, asió con firmeza a su ahijado contra sí y recitó la dirección de su residencia con voz clara antes de soplar y ambos desaparecer al instante.
¡¡Hola!!
Otro capítulo, espero que lo hayan disfrutado.
¡¡Ya sabes, no seas un(a) lector(a) fantasma, vota, comenta, comparte, recomienda!! 😊❤️
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