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CAP. 2 Feliz Cumpleaños

En medio de aquella sala del tribunal en una postura erguida y con el mentón en alto, Draco Malfoy, podía sentir la mirada de todos sobre él, pero entre todas había una que tenía muchísimo más peso que las demás y lo hizo apretar la mandíbula para evitar corresponder.

Sabía que el trío de amigos, los famosos héroes de guerra estaban presentes, pues los había visto de soslayo al entrar a la sala, eran sus testigos, pero a ciencia cierta no sabía testigos de qué. ¿Qué se supone iban a declarar los leoncitos a su favor?, ¿de qué diablos se había perdido?. Él no había hecho ninguna hazaña, él no era un héroe de guerra, él simplemente era un mortífago, un desechable peón del enemigo, un cobarde desertor con un alto sentido de autopreservación.

Y aunque el rubio mantenía una mirada estoica se encontraba sumergido en sus pensamientos, tratando de darle sentido y lógica a todo lo que estaba por ocurrir cuando un sonido fuerte y seco casi lo hizo saltar de su asiento. Shacklebolt, desde el estrado azotaba el mazo para llamar a orden en la sala e iniciar el "espectáculo".

—Buen día a todos los presentes —dijo el Ministro, con voz clara, mientras recorría con sus ojos oscuros toda la extensión de la gran sala—, como ya saben yo presidiré todos los juicios que estén relacionados con la guerra mágica que ha finalizado recientemente —aclaró su presencia en el tribunal y eso tuvo mucho más sentido para Draco. El mago continuó—. Hoy se llevará a cabo el juicio de la familia Malfoy, y cabe señalar que los miembros de esta familia tendrán diferentes defensores.

De inmediato hubo un revuelo de murmullos de sorpresa en toda la sala y Shacklebolt volvió a azotar con fuerza el mazo para acallar a la muchedumbre.

—Por favor, señores, se les recuerda hacer silencio y mantener el orden —bramó con voz firme—. Continuemos —dijo haciendo una breve pausa, mientras retomaba los documentos que leía—, El señor Lucius Malfoy y su esposa Narcissa Malfoy, serán defendidos por el Abogado en Leyes Mágicas, Perseus McQuaid —Para Draco aquello no fue ninguna sorpresa, de hecho se preguntaba intrigado por qué el abogado no había ido a visitarlo en su celda y ponerse a la orden, su firma había representado por generaciones a los Malfoy, tenían a los mejores abogados en leyes Mágicas y Muggles—, mientras que el señor Draco Malfoy —prosiguió Kingsley—, será defendido por la nueva Directora del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, Minerva McGonagall.

Toda la sala retumbó en expresiones de asombro e indignación y habladurías en tono agitado entre unos y otros que, Shacklebolt, tuvo nuevamente que aporrear el mazo, pero esta vez con muchísima más fuerza.

—Señores, por favor —habló, Kingsley, con fastidio—, si seguimos así nunca vamos a terminar —Observó toda la sala con mirada reprobatoria y agregó—: Abogado, Perseus, tiene la palabra. Por favor inicie su defensa.

Casi confinado a su silla, Draco, apretó los puños con fuerza. Podía sentir la sangre circular en torrentes por sus venas, bombear en su corazón y cada pulso golpear con violencia su cavidad torácica, al tiempo que un frío devastador apretaba sus entrañas.

Ocultar, cerrar, asegurar, bloquear —repetía en su fuero interno como un mantra elevando las barreras de su mente.

Y al instante un martilleante dolor de cabeza arremetió con fuerza y su ceño aunque un tanto imperceptible se frunció, pero primero muerto que mostrar alguna vulnerabilidad ante todos esos carroñeros que esperaban con ansias lo que quedase de él, como si fuese el cadáver de un maldito animal para devorar sus carnes. Así que una vez más se propuso mostrarse impasible.

Por su parte, Perseus McQuaid, inició la defensa del matrimonio, alegando en un comienzo y con gran énfasis que el Señor Tenebroso mantenía a Lucius de su lado bajo la maldición Imperius, mientras que el aludido en su silla oía atento su defensa y complementaba el absurdo relato del abogado con un cariz que provocaba lástima, compasión y cierta empatía del público presente, se estaba haciendo la víctima, uno más en la lista de Voldemort.

Draco quería reír a carcajadas, ni siquiera supo cómo pudo contenerse, aunque debía darle créditos al mago, pues si él no lo conociera como realmente lo conoce, también caería en sus redes y sin dudar creería todas sus mentiras. Sin darse cuenta sus labios se torcieron en una mueca de excepticismo y repulsión, al tiempo que una risa nasal se escapó antes de poder reprimirla, mientras escuchaba toda aquella sarta de estupideces y falacias que ensalsaban a Lucius como una buena persona, pero él lo conocía a la perfección y vaya que lamentaba profundamente conocerlo.

Lucius Malfoy, jamás podría catalogarse como una persona de buen corazón. Lucius Malfoy, era un ser aborrecible, despiadado, calculador y sobre todo muy codicioso, en su opinión era peor que Voldemort, pues al menos el Señor Tenebroso no ocultaba su oscura esencia y su verdadero ser, en cambio, Lucius, escondía bajo un cariz amable, atento y servicial sus verdaderas intenciones y esa perturbadora codicia que desbordaba por sus poros la disfrazaba con ambición.

En resumen, el mago siempre había tenido un alma podrida, pero lo cierto del asunto y que lo hacía respirar aliviado era que el Ministro estaba preparado ante todo ese despliegue de trucos y artimañas.

—En vista de que el señor, Lucius Malfoy, alega haber estado bajo la maldición Imperius, y por lo tanto, no ser responsable de las decisiones que tomó, ordeno le sea suministrada la poción Veritaserum. Y así, de este modo confirmar sin espacio a dudas, que todo lo dicho por su abogado y confirmado por él mismo, sea cierto. Estoy seguro además —añadió—: que estará de acuerdo si no tiene nada que ocultar.

La gran sala se colmó de flashes, mientras que el rostro de Lucius palideció y de inmediato intentó negarse, pero Shacklebolt echó abajo todas sus excusas recitando algunas leyes que avalaban el uso legal de la poción en determinadas circunstancias sin siquiera requerir la autorización del acusado. El resultado fue contundente y muy revelador, Lucius Malfoy, nunca estuvo bajo el efecto de ninguna maldición, ni en la prima guerra mágica ni en la segunda. Todas sus acciones fueron el resultado de decisiones tomadas de forma muy consciente y en plenas facultades mentales, convirtiéndose a su vez en uno de los súbditos más fieles de Voldemort.

Lucius Malfoy, había usado magia oscura tantas veces como respiraba, obtuvo la marca tenebrosa por voluntad propia y se sentía orgulloso de ello, pues solo la élite obtenía la marca e inclusive su mansión era usada como cuartel del innombrable. Había lanzado maldiciones a diestra y siniestra, y en su haber tenía una larga lista de torturados. Todo eso definitivamente lo sentenció, el mago no tenía escapatoria, lo sabía y un destello de desafío inundó aquellos ojos que se parecían cada vez más a los de Bellatrix, tenía esa mirada rebosante de locura y maldad.

Estaba acabado, ahora era cuestión de esperar un poco más para que discutieran su sentencia y de qué forma debía cumplirla.

Cuando llegó el turno de Narcissa, el rubio se sorprendió al ver al santurrón de Potter, declarando en su favor, pues la bruja al parecer había tomado la decisión de mentirle acerca de su muerte a Voldemort, y ese hecho definitivamente había cambiado el rumbo de la historia a favor de la Orden del Fénix. Y siendo sincero consigo mismo, eso no se lo esperaba y Lucius mucho menos, ya que empezó a despotricar en contra de su devota esposa con ojos saltones y enloquecidos acompañados de una risa histérica que brotaba de su garganta hasta que Kingsley, tal vez compadeciéndose de la posición en la que se encontraba el joven; en medio de esos dos seres que lo habían traído al mundo, o simplemente porque la paciencia no era una de sus virtudes, de un solo movimiento con su varita lo silenció.

No obstante, Narcissa, también debía tomar la poción Veritaserum, con el objetivo de corroborar la veracidad de algunos hechos.

Luego de que se cercioraron que la bruja no poseía la marca tenebrosa y estaba en desacuerdo con la muerte de inocentes; fueren seres mágicos o no, se le preguntó por qué lo había hecho, por qué había tomado el riesgo de mentirle al Señor Tenebroso, acerca de la muerte de Harry Potter, ella empezó a llorar.

—Nunca he sido una buena madre —dijo luego de tragarse el llanto—. Nunca he sido una verdadera madre, pero —un sollozo la detuvo y respiró profundo con la intención de acallarlo—, lo hice por mi hijo —Y mientras, Narcissa, trataba de recomponerse tras otro sollozo la sala se desbordó en murmullos y más flashes.

—Silencio por favor —exigió, Shacklebolt, con ceño fruncido y tono demandante—. Puede continuar —apremió a la bruja con un asentimiento de cabeza cuando en la sala se recuperó el orden.

—Draco —susurró dubitativa, en tanto cerraba sus ojos y llenaba sus pulmones de oxígeno tratando de mantener la poca compostura y dignidad que le quedaba. Mientras que el rubio apretaba los puños en su regazo sin atreverse a mirarla—, él no se merece nada de lo que ha tenido que vivir y si el Señor Tenebroso resultaba victorioso, él habría perdido a —hizo una pausa tragando grueso y respirando profundo—, él habría perdido todo lo que ama.

Más flashes en la sala.

Ocultar, cerrar, asegurar, bloquear —repetía, Draco, en su mente.

La ansiedad lo estaba consumiendo y ni siquiera habían comenzado a juzgar su muy activa participación en la maldita segunda guerra mágica. Sin embargo, ahora entendía a qué se refería McGonagall, cuando dijo que tal vez tendrían algún tipo de indulgencia con Narcissa, aquellas palabras expresadas en su celda ahora cobraban sentido.

El sonido seco del mazo lo arrancó de su abstracción y sus irises plateadas automáticamente enfocaron a Kingsley, que lo observaba desde el estrado con una mirada que no supo cómo descifrar.

—Directora, McGonagall —llamó a la bruja que se encontraba de pie en un extremo de la sala hablando en susurros con un Harry Potter que asentía enérgico a todo. La mujer culminó su charla secreta respondiéndole al moreno con un asentimiento de cabeza y una mirada que, Draco, dedujo como de complicidad—. Puede iniciar su defensa —autorizó el Ministro y la Directora se desplazó al centro de la sala.

—Magos, brujas —inició en tono solemne—, y todos los aquí presentes —Recorrió la sala con la mirada y prosiguió—. Todos hemos perdido a alguien en esta guerra que nunca tuvo que haber iniciado —hizo una pausa—. Esta guerra que nunca tuvo razón de ser. Y estoy segura de que cada uno de nosotros en muchos casos tuvimos alternativas para ayudar a quienes amamos, pero también hubo quienes no tuvieron opciones y otros tantos que, su elección debía ser entre una opción mala y otra peor —Miró a Draco al decir esto último—. No con esto justifico ninguna acción, sin embargo, hay que ponerse en el lugar de quien tuvo que hacer una difícil elección en esta guerra y observar más allá de lo que está en la superficie para atrevernos a juzgar.

De inmediato hizo pasar a sus testigos estrellas, la primera en declarar fue la castaña y mientras ella relataba cómo habían sido capturados y llevados a la mansión Malfoy, él no quiso mirarla, pero sabía que ella no apartaba la mirada de él, de alguna manera podía sentirlo. Su voz se quebró cuando narró la tortura a la que fue sometida por Bellatrix y de cómo él se había negado a reconocer a su amigo Potter, para que no lo llevasen ante Voldemort. Por su parte, la comadreja con rostro circunspecto corroboró las palabras de la chica y cuando llegó el turno de San Potter, ni siquiera se imaginaba lo que vendría.

—Yo... —dijo titubeante el pelinegro—, solo fui testigo presencial de ese hecho en particular —exclamó refiriéndose a cuando fueron llevados a la mansión Malfoy y el rubio se negó a reconocerlo—. Sin embargo —prosiguió—, detrás de todo eso hay mucho, muchísimo más y como soy de los que piensa que una imagen dice más que mil palabras —hizo una breve pausa—, es mejor que ustedes lo vean por sí mismos.

Fue entonces que, McGonagall, sacó de su túnica un pequeño objeto que hizo levitar en medio de la sala, mientras Potter, se acercaba.

—Hoy seremos testigos de algunos hechos que ignorábamos por completo —afirmó, la directora, con vehemencia y prosiguió—. ¿Listo? —preguntó al Gryffindor y este asintió.

La bruja conjuró silente algunos hechizos y el pequeño objeto se convirtió en un pensadero, al tiempo que acercó su varita a la sien izquierda de Potter, y con unos suaves movimientos y unas palabras silenciosas extrajo recuerdos del pelinegro que de inmediato vertió en el recipiente en medio de la sala.

Draco, frunció su ceño preguntándose con suma curiosidad qué había en esos recuerdos que extrajeron del Gryffindor, cuando una especie de nube blanca flotó encima de aquel objeto, lo que significaba que todos lo verían y escucharían, como esos grandes aparatos tecnológicos que los muggles llamaban televisor.

—Señor, Malfoy —llamó su defensora sacándolo del trance y sus irises plata se detuvieron en la figura de la bruja frente a él—, también voy a necesitar algunos de sus recuerdos.

—¿Qué? —fue lo que logró decir, aturdido, casi en un susurro tratando de organizar el caos en su mente—. ¡NO! —exclamó rotundo cuando su cerebro logró procesar lo ocurrido—. ¡Por supuesto que no! —bramó—. Usted no tiene ningún derecho a exponer mi privacidad ante toda esta... gente —soltó desafiante y casi con desprecio con los dientes apretados.

—Lo siento —dijo sin sentir realmente aquellas palabras—, pero como su defensora sí los tengo —Y antes de que pudiera replicar, la bruja con rapidez extrajo algunos de sus recuerdos, mientras que él solo pudo rechinar los dientes y apretar aún más sus puños.

Salazar Jodido Slytherin —rugió, internamente, desesperado.

—¡Le he dicho que no, maldita sea! —gritó a todo pulmón con mirada asesina. La bruja se detuvo y alzó una de sus cejas en gesto desafiante.

Más flashes se dispararon sin cesar.

—¿Tiene algo que ocultar señor, Malfoy? —inquirió la bruja casi en tono de burla y agregó—: ¿Algo que pueda condenarlo a Azkaban?

—No me importa una maldita mierda si me envían de por vida a Azkaban —respondió con acritud y continuó–. ¡Ya le dije que NO la autorizo a ventilar MI MALDITA VIDA PRIVADA ante esta gente! ¿Acaso es sorda? —bramó en tono gélido con mirada sanguinaria y desdeñosa, en tanto, la bruja se acercaba a su defendido.

—Puede gritar, chillar y patalear, señor Malfoy —confesó en tono seco y añadió—: Pero eso es precisamente lo que voy hacer —Y antes de que el rubio replicara, prosiguió—. Y estará de acuerdo a menos que quiera ser silenciado —Observó a kingsley y el moreno asintió desde el estrado.

—¡Maldita vieja! —masculló el rubio tragándose la rabia y las ganas de matar a quien fungia como su "defensora".

Ocultar, cerrar, asegurar, bloquear —repetía, ansioso, mientras la sala se volvía a inundar de flashes.

¿En realidad esta bruja iba a defenderlo o a humillarlo ante todo el mundo mágico?

Se sintió desnudo, vulnerado e indefenso, ninguno de ellos tenía derecho de exponer su vida privada de esa forma. Sus recuerdos, él quería mantenerlos ocultos, bloqueados, olvidarlos y ahora toda esa gentuza se daría un festín con todo eso que quiso mantener guardado, bajo llave, en privado.

No quería mirar esas imágenes, no quería mirar nada de lo que habían extraído de su mente. Estaba furioso, y muy a su pesar no podía hacer nada al respecto.

Las primeras imágenes no eran suyas, eran de Potter, en ella se observaba a una niña pelirroja con un pelinegro, no sabía quiénes eran, hasta que unas imágenes posteriores develaron que se trataba de Lily Potter y Severus Snape, al parecer habían sido muy amigos en la infancia, hasta la aparición de James Potter, que no era más que un imbécil de acuerdo a su actuar en las imágenes mostradas.

Y mientras seguía observando, se preguntó, ¿qué tenía que ver todo aquello con él?, ¿nadie más se lo preguntaba?, se sintió fuera de lugar, pero al parecer todo mundo disfrutaba del espectáculo.

Luego aparecieron sus padres y Snape en la sala de la mansión Malfoy, la pareja con rostros que evidenciaban felicidad, mientras que Severus torcía los labios con fastidio.

—Tenemos una excelente noticia y queremos que seas el primero en saberlo —Había dicho, Lucius, eufórico, mientras que Severus lo miraba con excepticismo—. Cissy, está embarazada, ya tiene cuatro meses así que ya lo podemos anunciar públicamente.

Vaya, felicidades —dijo circunspecto, observando de hito en hito a la pareja.

Al escuchar la voz de las imágenes, las pupilas de Draco buscaron de inmediato la fuente.

No solo eso —habló, Narcissa, esta vez—. Lo hemos pensado y queremos que seas su padrino —Snape, elevó el mentón en gesto altivo y llevó a la barbilla sus dedos medio, índice y pulgar en gesto reflexivo, mientras observaba a la pareja con ojos indiferentes.

Será un honor —dijo luego de una prolongada pausa—. ¿Y ya saben si será niño o niña? —inquirió casi con desdén.

Será un niño —exclamó, la bruja, con palpable alegría y agregó—: Lo llamaremos, Draco.

La imagen se esfumó y dio lugar a otra donde se observaba a Narcissa velando el sueño de un Draco recién nacido, mientras a la habitación llegaba Snape casi cargando a Lucius, malherido y los ojos de la bruja se llenaban de angustia y terror. Lucius ya formaba parte de las filas de Voldemort.

Draco se preguntaba en qué momento había cambiado todo, antes de su nacimiento evidentemente eran felices, después todo cambió, ¿por qué?, ¿qué hizo que todo cambiara?

Rápidamente se formó otra imagen donde aparecía Severus y Albus Dumbledore, su padrino le imploraba proteger a la madre de Potter, a todos en realidad, pues ya se había casado con el idiota de James Potter y tenían a Harry. Y por mucho que había implorado de nada había servido, Voldemort los mató a excepción de Harry que lo derrotó siendo un bebé gracias al sacrifico de su madre y a quien su padrino amaba, después de todo.

Revuelo de murmullos de sorpresa inundaron la sala y más flashes cegadores se apoderaron del espacio.

No pudo continuar viendo esas imágenes, su padrino devastado llorando desconsoladamente la muerte de la bruja que amaba. Y entonces entendió por qué nunca se casó, por qué nunca formó una familia, por qué nunca quiso tener hijos.

En poco tiempo se formó otra escena, esta vez eran él y Narcissa, almorzaban en el gran comedor de la mansión.

Draco, será mejor que uses bien los cubiertos —dijo su madre en tono amenazante y mirada indiferente, mientras cortaba un trozo de sus verduras.

Sí, madre —respondió el rubio con fastidio, hurgando su comida con el tenedor.

Ya te dije que tu padre está muy ocupado y no le gusta que lo molesten cuando está en su despacho —explicó, en tanto, el chico asentía cabizbajo—. Está bien —dijo la bruja, al tiempo que se levantó de su asiento tendiendo la mano en su dirección y agregó—: Después de todo no se cumplen cinco años todos los días.

El pequeño Draco levantó el rostro de su plato con ojos iluminados y de inmediato se levantó tomando la mano de su madre y juntos caminaron hasta el despacho de Lucius. Al llegar a la puerta su madre se inclinó a su altura y acomodó su corbata y quitó pelusas inexistentes de su saco.

¿Ya sabes lo que vas a decir? —preguntó con curiosidad, el niño asintió—. Bien, entonces entremos.

Narcissa abrió la puerta dejando que su hijo entrara primero. Lucius se encontraba de pie con las manos en la espalda observando el exterior a través de la ventana y al sentir la intrusión se giró en su dirección y su ceño se frunció.

Draco tiene algo importante que decirte —se apresuró a decir Narcissa y los ojos de Lucius enfocaron a su hijo que se acercaba hacia él en gesto decidido.

Padre, con motivo de mi quinto aniversario he venido a solicitarte permiso para ir a jugar con Theo —expresó, resuelto.

De pronto un Lucius de ojos asesinos y que resollaba como un toro se le fue encima y lo calló de un solo golpe, dejándolo inconsciente casi de inmediato.

Flashes incesantes.

Ante la escena, un grito de horror se escuchó entre el público. Draco, no quiso mirar, ni siquiera quiso mirar esa escena, por años trató de olvidarla y cuando su padrino le enseñó oclumancia, simplemente la ocultó y la bloqueó. Ahora gracias a la maldita vieja, la aciaga escena de su "Feliz Cumpleaños", estará en boca de todos y él será la comidilla del mundo mágico.

Apretó la mandíbula al igual que sus puños y se mostró impertérrito.

—¡Maldito! —vociferó una bruja entre las gradas, mientras los flashes se disparaban en todas direcciones—. ¡Era solo un niño, maldito! —volvió a gritar la misma bruja.

El bullicio en la sala se intensificó, todos empezaron a gritar improperios a Lucius, indignados por el trato a un niño que cumplía cinco años. En tanto, Shackelbolt, exigía orden en la sala.



¡Dejo esto por aquí y me retiro lentamente!

¡Hola a todos! ¡¡Espero disfruten de la historia!!

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