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La Transformación

Gregor estaba sentado frente a la chimenea, esperaba que todo lo ocurrido fuese un sueño… Estaba realmente afligido su mirada estaba en el límite de la cordura, apenas se mecía en el límite de la locura, frotaba ansioso sus brazos intentando distraer su mente, pronto el crujido de la madera del piso llamo su atención, era Lewis, ambos se miraron sorprendidos de verse despiertos.

—¿Te encuentras bien papá? —Gregor intento calmarse, su rostro delataba su escasa estabilidad.

—Si hijo —intento no verlo para lograr estar solo.

—Es un alivio, ayer enfermaste después de combatir a los lobos, temíamos que no fueras a despertar —le observó con atención, notando que solo vestía una sábana y no podía ver a su madre cerca —creo que te dejare solo y me adelantaré al pueblo.

Lewis salió de la casa, sin olvidar llevar su lanza de madera.

—¡Cierto el pueblo! — casi olvidaba su deber, tenía que conseguir lo necesario para el invierno.

Con apuró se vistió y alcanzo a su primogénito, este último jalaba de una caja con ruedas.

—Deja me encargó, tienes que estar listo cuando lleguemos al pueblo —Lewis aún con duda le permitió llevar la carreta.

Con gran facilidad llevaba la carreta, esto asombraba a su hijo, llevaban cientos de pieles, una gran cantidad de partes de animales no comestibles que varios curanderos y practicantes de artes mágicas solían comprar, el viaje que solía constar de cuatro horas con la mercancía se redujo a solo una hora, fue  un asombro para de Lewis notar a su padre sin una pizca de sudor.

—¡Realmente te han bendecido nuestros dioses! Mírate nunca te había visto tan lleno de energía —sus palabras apenas hicieron consiente a su padre.

—Ya que lo dices me siento fantástico —contemplo su fornido cuerpo— ¡Siento que soy capaz de retar al Lord Einnur de Long Song y a todos sus hombres!

Gregor busco algo en los alrededores del pueblo, varios aldeanos paseaban por las polvorientas calles, el ruido del jolgorio de la mañana reinaba por todo el pueblo, incluso cientos de aromas tapizaban los alrededores, aún pese todo ello el hombre pudo encontrar lo que buscaba, atravesando la multitud se encontró a un hombre en armadura, al cual miro con desprecio.

—¡¿Quién te crees maldito campesino?! —profirió iracundo, Lewis no podía creerlo, su padre se comportaba como si fuera otro —¡Quita esa estúpida cara!

Desenvaino su espada, colocándola en el cuello del campesino, le hizo retroceder.

—No quiero condenar a una familia a una muerte helada por perder a su padre —dijo al ver al joven Lewis preocupado.

—¡¿Acaso temes a un campesino?! —sus palabras llamaron a más aldeanos a su alrededor.

Los murmullos inquietaron al guerrero, no podía ignorar su insulto sin que su honor saliera dañado.

—Todo lo que pase es tu responsabilidad — sin dudar dio una estocada.

Los pueblerinos miraban asombrados lo ocurrido, el hombre había detenido el estoque con su mano desnuda, incluso el guerrero no podía creerlo, Gregor reía extasiado, su risa era desquiciante tanto que le hizo merecedor del puñetazo del sujeto de la armadura, el golpe le hizo dar un paso atrás.

—No dolió ¡Eso no dolió! — Gregor parecía disfrutarlo, pero el guerrero no podía dejar de sentir repugnancia.

—El no es normal, algo está mal en él — se decía el hombre.

—¡Lárgate! Fuera de mi vista! —gritaba con enojo cuando realmente temía del pueblerino.

Satisfecho Gregor se fue con una expresión de orgullo, el guerrero no pudo soportarlo y le cortó por detrás, todos se sorprendieron del acto tan bajo, pero el hombre no cayó al suelo, seguía de pie, el ambiente alrededor de Gregor cambio, se volvió pesado incluso respirar parecía complicado.

—¿Qué cosa eres? — musitó el guerrero, los ojos de Gregor parecían antorchas, no costaba mucho imaginar que con su mirada consumiría a una persona.

“¿Pero que eres?”

Recordó Gregor la voz de su mujer, de la nada imágenes de ella siendo tirada al suelo y cortada múltiples veces llegaron a él, Greg se retorcía al verlas, las uñas de sus manos rasgaron su cara intentando parar esas crueles imágenes. El guerrero se aproximó al torturado hombre levantando su espada.

—Seria lo mejor, matarte aquí y ahora, pienso firmemente que si vives traerás desgracias.

—¡Oswald! ¡¿Que estás haciendo?! —un hombre con armadura reluciente apareció entre la multitud.

—¡No te metas Shawn! Si hubieras visto lo que vi me dejarías matarlo —la seguridad de su hablar hizo dudar de la intervención de Shawn.

—¡Por favor mi señor! —apareció Lewis implorando a los guerreros— ¡No mate a mi padre!¡El hizo mal al provocarlo pero perdónelo!

Shawn miro a Oswald con empatía, de mala gana guarda su arma.

—Tal parece que tu padre no es consciente de sus actos, váyanse ahora — el hijo tomo a su padre y se fueron, la multitud hizo lo mismo.

—No debí dejarlo vivir.

—Vamos Oswald es solo un campesino enfermo.

—Espero que lo sea.

Gregor se quedó sentado bajo un árbol en las afueras del pueblo, esperando a su hijo para volver, tras un par de horas apareció con su carreta vacía.

—¿Qué es lo que te ocurre? Has actuado muy raro.

—Hijo… creo que ya no soy humano — parecía decaído, sus palabras asustaban a Lewis.

—¿Pero que dices? Tu…

—¡Viste lo que hice! ¡Además soy capaz de escucharlo todo! ¡Olerlo todo! Y temo que no sea lo único… Pues no tengo hambre, de hecho me siento satisfecho — miro sus manos, las cuales temblaban, su hijo no podía hacer más que preocuparse.

—¿Qué quieres decir? — la voz de Lewis se quebraba.

—Volvamos a casa… — Gregor tenía que confirmar su temor, no podía dejar su duda.

Gregor corrió a toda prisa a su hogar, dejando atrás a su hijo, en poco tiempo llegó a la granja, donde su hija lloraba a las afueras de la casa, su padre intento ir con ella pero la puerta de la cabaña se abrió, saliendo su hijo Diago con un rostro muy afligido, sus ojos lucían hinchados y aún pese la distancia podía ver qué lo miraba con odio.

—¡¿Qué es lo que ocurre hijo?! — se acercó a el, pero su hijo saco su espada.

—¡Ni te atrevas a dar un paso más! —no cabía duda, su hijo sentía un profundo odio hacia el.

—¿Pero por… —sin siquiera acabar la oración recordó a su hijo viéndolo atónito, luego el se adentro al bosque.

—¡No te hagas el tonto! ¡Te vi! ¡Vi lo que le hiciste! — gritaba a todo pulmón, parecía que el joven estaba apunto de estallar contra su padre.

De entre los arboles salió su hijo menor, portaba su arco en la espalda y en sus manos cargaba la cabeza de su mamá, Greta lloró a mares al verla, Diago no pudo más y corrió hacia su padre con su espada.

—¡Es real! ¡Todo fue real! — se dijo Gregor, instintivamente golpeo en el ojo a su hijo tirándolo al suelo.

El hombre se sumergió en sus recuerdos de esa noche, ya no temía a nada…

Gregor se levantó a medianoche, Elina se percató al estar al pie de la cama rezando por su salud.

—No te levantes con tanta rapidez —advertía su mujer, pero el hombre no respondía, parecía inmutable viendo a la nada.

—Hambre… —fue la única palabra que dijo.

Sin tardar trajo una migaja de pan, pero Gregor no le dio atención, por otro lado vio la mano de Elina, una aterradora mirada se formó en arrancó la cara del hombre, deseaba su brazo le era tan apetitoso que incluso su estómago gruñía por tenerlo.

—Vamos come —le pidió, fue entonces que sin dudarlo Greg la tomo del brazo y con fuerza lo arrancó.

Lanzó un grito de dolor, su esposo comía con apuró el miembro, Elina quedó horrorizada al ver cómo su marido devoraba con gusto, en pocos segundos dejo el hueso limpió, pero su hambrienta expresión no se desvanecía, la mujer corrió intentando huir, pero fue atrapada cerca de la puerta, Diago apareció debido al escándalo, no pudo hacer nada al ver cómo su padre mordía la mejilla de su madre, ella intentaba quitarse a su hambriento esposo, hasta ambos notaron a su hijo.

—No te muevas — le ordenó su madre.

Apenas lo dijo Gregor la tomo en brazos y huyó de la casa perdiéndose en la oscuridad de la noche.

***

Gregor había recordado, frustrado rasgaba su cara, su piel se abría con cada pasada de sus uñas, estás crecían y crecían volviéndose garras.

—¡La mataste! ¡Tu mataste a mamá! — lloraba Wilmore sosteniendo la cabeza.

—No, fue peor — se incorporaban Diago con su ojo izquierdo en muy mal estado — ¡El la comió viva!

Gregor sentía un fuerte deseo de herir a sus hijos, se reprimía sujetándose los brazos, sus garras le herían al sujetarse, el pelo le comenzaba a crecer de forma desmedida, sus hijos se alejaron de el, bastantes sentimientos e ideas nuevas le invadían, cada una era más atroz que la anterior, del cielo cayeron copos de nieve, eso hizo que Gregor pudiera pensar con claridad.

—Yo lo siento hijos, realmente lo lamento —su rostro ensangrentado solo conmovió a Wilmore, el se imaginaba que su padre debía estar sufriendo.

Corrió con todas sus fuerzas al interior del bosque, dejando atrás su granja, a su familia, sus sentimientos y su humanidad.

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