Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Captítulo 25: Fantasías.


Sanemi estaba sentado en el sofá, con la cabeza recargada sobre su mano mientras la otra sostenía un vaso de agua. Sus ojos estaban fijos en la pared, aunque en realidad su mente estaba en otra parte. Estaba haciendo una especie de lista mental de los pros y los contras de convivir con un sucubo en su departamento.

Pros:
- Cocina bien (cuando no está distraído).

- No ocupa espacio como un humano normal, así que no tiene que pagar por comida extra.

- Curiosamente, no se siente tan solo con él rondando.

Contras:
- No respeta el espacio personal.

- Se la pasa practicando besos o cualquier otra cosa absurda.

- Cada vez es más difícil resistir sus avances.

Suspiró profundamente, masajeándose el puente de la nariz. "¿Cómo demonios terminé en esta situación?" se preguntó, mientras sus ojos se desviaban hacia el dormitorio.

Obanai estaba tumbado boca abajo en la cama, con las piernas balanceándose en el aire y el peluche de Kaburamaru bajo su barbilla. Sus ojos bicolores brillaban con un extraño fulgor mientras observaba a Sanemi desde lejos. Sin embargo, su mente estaba muy lejos de la habitación.

En su cabeza, una fantasía digna de las telenovelas más cursis se desarrollaba con lujo de detalle. En su imaginación, él y Sanemi estaban en el altar. Sanemi, vestido con un precioso vestido de novia blanco, tenía un velo delicado cubriendo su rostro sonrojado. "Qué hermoso se ve mi humano", pensaba Obanai mientras, en su fantasía, Sanemi le prometía amor eterno.

El "sacerdote" imaginario (que curiosamente tenía la cara de Kyojuro, porque Obanai no sabía cómo funcionaban realmente las bodas humanas) declaraba:

-Pueden besarse.

Sin dudarlo, Obanai levantaba el velo y besaba a Sanemi con pasión, en medio de aplausos de un público que no existía. Luego, en una transición digna de una mala edición, la escena cambiaba y estaban en una casa llena de mini-humanos.

-¡Papá Obanai, papá Sanemi! -gritaban los niños corriendo por la sala. Había pequeños con los ojos bicolores de Obanai y el cabello blanco de Sanemi.

Obanai no tenía idea de cómo sería eso posible, pero eso no importaba. Si los humanos podían hacerlo en las novelas y películas, entonces él también encontraría la manera de hacer realidad esa fantasía.

De vuelta a la realidad, Sanemi entró en la habitación, arrastrando los pies y mirando al sucubo con el ceño fruncido.

-¿Por qué me miras así? -preguntó, algo incómodo por la intensidad con la que Obanai lo observaba.

El sucubo parpadeó, saliendo de su ensueño con una sonrisa tonta en los labios.

-Nada -respondió con un tono que no dejaba lugar a dudas de que sí estaba pensando en algo, probablemente algo muy vergonzoso.

Sanemi arqueó una ceja, sospechando que no quería saber más, y tomó una camisa del armario antes de sentarse en la cama para doblarla. Obanai, todavía sumido en los rastros de su fantasía, deslizó su cola alrededor de la cintura de Sanemi, inclinándose para susurrarle al oído:

-Sanemi, ¿crees que podríamos tener mini-humanos algún día?

El albino dejó caer la camisa, su rostro completamente rojo mientras giraba para mirarlo, sin saber si reír, gritar o simplemente rendirse ante la absoluta locura de lo que acababa de escuchar.

-¡¿Qué demonios dices ahora?! -gruñó, apartando la cola del sucubo de su cintura.

Obanai ladeó la cabeza, como si la pregunta fuera perfectamente lógica.

-Bueno, en las novelas y películas, los humanos siempre terminan teniendo niños. ¡Y serían lindos si fueran como nosotros! -argumentó, completamente serio, mientras lo miraba con una mezcla de inocencia y deseo.

Sanemi apretó el puente de su nariz, sintiendo que un dolor de cabeza comenzaba a formarse.

-Primero que nada, eso no es físicamente posible. Segundo, ¿¡qué demonios estás leyendo para tener esas ideas!? -respondió, levantándose de la cama, desesperado por escapar de la conversación.

Obanai lo siguió con la mirada, sonriendo traviesamente.

-Entonces, ¿eso significa que puedo intentarlo contigo para averiguar si es posible? -preguntó, claramente deleitándose en la reacción de Sanemi.

El albino lo miró fijamente, su cara completamente roja.

-¡Toma tus estúpidas ideas y métetelas donde te quepan, Obanai! -gritó antes de salir de la habitación, dejando al sucubo riéndose suavemente y más decidido que nunca a hacer realidad sus fantasías, de una forma u otra.

Continuará...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro