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Capítulo 7: Cambios.

El ambiente en la habitación era denso, cargado de una tensión que ninguno de los dos mencionó pero que ambos podían sentir profundamente. Sanemi, recién salido de la ducha, se detuvo en seco al ver a Obanai sentado al borde de su cama. El súcubo parecía más inquieto que de costumbre, con las mejillas levemente sonrojadas y los ojos bicolor brillando con una intensidad que era imposible ignorar.

Sanemi soltó un suspiro frustrado, llevando una mano a su cabello mojado. "¿Ni siquiera puedes esperar a que me vista?" gruñó, aunque su voz no tenía tanta fuerza como pretendía.

Obanai lo miró fijamente, levantándose lentamente del borde de la cama. "No vine aquí para esperar, humano," respondió, su tono bajo, casi susurrante. "Sabes tan bien como yo que no hay forma de evitar esto. Así que, ¿por qué prolongarlo?"

Sanemi tragó saliva, su cuerpo aún caliente por la ducha, y la cercanía del súcubo no ayudaba en absoluto. La forma en que Obanai lo miraba era diferente esta vez, más intensa, más hambrienta, como si estuviera al borde de perder el control.

Sin previo aviso, Obanai se movió, tomando suavemente a Sanemi por la muñeca y llevándolo hacia la cama. Sanemi no protestó, aunque sus músculos estaban tensos, su mente debatiéndose entre resistirse o simplemente aceptar lo inevitable. Cuando ambos estuvieron al borde del colchón, Obanai empujó suavemente a Sanemi para que se sentara, antes de subirse sobre él con una fluidez casi felina.

Sanemi sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando la cola del súcubo se enroscó alrededor de su muslo desnudo, la textura fría y suave de su piel contrastando con el calor de su cuerpo. El toque de las manos de Obanai sobre su pecho era ligero, casi exploratorio, pero con una intención clara.

"¿Siempre tienes que hacerlo de esta forma?" preguntó Sanemi, su voz más áspera de lo que pretendía, mientras trataba de ignorar cómo su cuerpo reaccionaba por reflejo al contacto.

"Solo estoy haciendo mi trabajo," murmuró Obanai, aunque su voz tenía un matiz de algo más profundo, algo que Sanemi no lograba identificar del todo. Sus manos continuaron acariciando el pecho y los hombros del joven, mientras su cola se apretaba un poco más contra su pierna, como si intentara anclarlo en el momento.

Sanemi intentó mantener la compostura, pero el contacto prolongado y la intensidad en los ojos de Obanai comenzaban a afectarlo. Su cuerpo, hormonal y en la cúspide de su juventud, no estaba acostumbrado a lidiar con una situación como esa. Por más que intentara mantener su mente en blanco, no pudo evitar que un ligero rubor se extendiera por sus mejillas.

"Tu energía... es demasiado tentadora," susurró Obanai, acercándose lo suficiente como para que sus alientos se mezclaran. "Te lo dije, humano. Si no descanso entre noches, esto solo se volverá más... intenso."

Sanemi lo miró fijamente, intentando ignorar cómo el calor subía por su cuerpo y la forma en que su corazón comenzaba a latir con fuerza. Era consciente de lo que estaba pasando, pero no sabía cómo detenerlo.

"Pues hazlo rápido," dijo finalmente, su voz ronca mientras apartaba la mirada, como si eso pudiera aliviar la vergüenza que sentía. "No pienso estar aquí toda la noche."

Obanai esbozó una pequeña sonrisa, sus colmillos asomando ligeramente mientras inclinaba la cabeza hacia el cuello de Sanemi. "Rápido no siempre significa eficiente, Shinazugawa. Pero si eso es lo que quieres..."

Y con esas palabras, hundió ligeramente su rostro en el cuello de Sanemi, permitiéndose saborear el momento mientras la energía vital del joven comenzaba a fluir hacia él, lenta pero constante. El contacto era intenso, demasiado íntimo para que Sanemi lo ignorara, y la sensación de la cola apretándose en su muslo solo lo hacía más evidente.

Esa noche sería larga para ambos, y ninguno de los dos saldría completamente indemne de ella.

Obanai permaneció inmóvil sobre el cuerpo de Sanemi, escuchando la respiración profunda y pausada del joven ahora dormido. La energía vital que había tomado esa noche fluía a través de él como un río cálido, más potente y satisfactoria de lo que recordaba haber experimentado en siglos. Pero lo que más le perturbaba no era la calidad de la energía, sino lo mucho que había disfrutado el proceso.

No era la primera vez que estaba tan cerca de un humano, pero hacía mucho que había dejado de encontrar placer en esa intimidad forzada. Los humanos le resultaban aburridos, predecibles y patéticamente fáciles de manipular. Sin embargo, Sanemi era distinto, y esa diferencia lo inquietaba.

Obanai estudió el rostro dormido del chico bajo él. El ceño fruncido que solía llevar incluso en sueños ahora estaba suavizado, y había un leve rubor en sus mejillas. Su cabello desordenado caía sobre la almohada, y sus labios estaban entreabiertos, exhalando un aliento que aún parecía cargado de vitalidad. Sanemi no se parecía a ningún humano que hubiera conocido antes.

"¿Qué te hace tan especial?" murmuró Obanai para sí mismo, pasando suavemente una mano por el costado del rostro del joven. El tacto era casi reverente, un gesto que el propio súcubo no entendió del todo.

Tal vez era la peculiaridad de que Sanemi podía verlo, tocarlo y, sobre todo, resistirse a él de una forma que ningún otro humano había logrado. La mayoría de sus víctimas eran completamente ajenas a su presencia, soñando con algo difuso mientras él hacía su trabajo. Pero Sanemi... Sanemi peleaba, maldecía, lo desafiaba incluso cuando sabía que no podía ganar.

Y eso lo hacía infinitamente más atractivo.

Obanai suspiró y apartó la mirada, como si el acto de observar al humano por demasiado tiempo lo hiciera vulnerable. No debía permitirse pensar en estas cosas. Su trabajo era claro y simple: alimentarse, sobrevivir y seguir adelante. Los humanos no eran más que fuentes de energía, nada más.

Pero mientras se levantaba con cuidado del cuerpo de Sanemi, preparándose para partir, no pudo evitar un último vistazo. Algo en su pecho se sentía pesado, como si una parte de él no quisiera marcharse.

"Esto es un error," se dijo a sí mismo, extendiendo sus alas y deslizándose hacia la ventana abierta. "Un error que no puedo permitirme."

Aun así, mientras volaba bajo la luz de la luna, la imagen de Sanemi seguía rondando en su mente. Tal vez no era Sanemi el que tenía algo diferente. Tal vez era Obanai quien estaba cambiando, aunque no quisiera admitirlo.

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