Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 36: Pacto de Amor.

La luna llena iluminaba el departamento en penumbras. Obanai estaba sentado en la cama, observando a Sanemi con una intensidad inusual. El albino, recién salido de la ducha, se frotaba el cabello con una toalla mientras notaba la mirada fija del súcubo.

—¿Qué? —preguntó, arqueando una ceja.

Obanai no respondió de inmediato. En su mente, repasaba cada momento que había compartido con Sanemi, cada roce, cada beso, cada palabra de afecto disfrazada de regaños. Nunca antes había sentido miedo de terminar un ciclo, pero ahora lo atormentaba la idea de despertar en otro lugar, con otro humano, sin la certeza de volver a ver a Sanemi.

—Quiero que esta noche me prometas algo —dijo finalmente, con un tono serio.

Sanemi dejó la toalla a un lado y se sentó junto a él, ladeando la cabeza.

—¿De qué hablas?

—Quiero que prometas que, sin importar lo que pase después de que mi ciclo termine, harás lo posible por encontrarme en la próxima vida —susurró Obanai, llevando una mano al pecho del humano, justo sobre su corazón—. Que, si existe una oportunidad de que nos reencontremos, no me olvidarás.

Sanemi frunció el ceño, sintiendo un nudo en la garganta. Odiaba ese tipo de conversaciones. No quería pensar en la posibilidad de que Obanai desapareciera, de que se viera obligado a olvidarlo como si nunca hubiera existido en su vida.

—No sé cómo funcionan esas mierdas, pero... —hizo una pausa, tomando la mano de Obanai entre las suyas—. Si hay una forma de encontrarte otra vez, lo haré.

Obanai sintió un cosquilleo en el pecho. Quizás no era una promesa definitiva, pero era suficiente.

—Bien —susurró, inclinándose para besarlo.

Esa noche, más allá del deseo y el placer al que estaban acostumbrados, hubo algo diferente en la forma en que se tocaron, en la manera en que se miraron y se llamaron por sus nombres. Un silencioso Pacto de amor. Porque, en el fondo, ambos sabían que esa podía ser la última vez.

...


Sanemi despertó con una extraña sensación de vacío en el pecho.

El departamento estaba en silencio. No el silencio cómodo de las mañanas perezosas, sino uno inquietante, hueco, como si algo importante hubiese sido arrancado de su vida sin previo aviso.

Se pasó una mano por la cara y miró el reloj. Era tarde. Maldijo y se apresuró a levantarse, pero en cuanto puso los pies en el suelo, sintió que algo no encajaba. Todo parecía... normal. Una normalidad que se sentía ajena.

El café sabía más amargo de lo habitual. La ducha estaba demasiado fría. Su reflejo en el espejo tenía una expresión apagada, como si su cuerpo estuviera funcionando en automático, sin alma.

Miró el calendario. Último día de clases.

No sintió nada.

Se puso la chaqueta, recogió su mochila y salió de casa. La caminata hasta la escuela fue tranquila. Demasiado tranquila. No hubo quejas sobre el frío de la mañana, ni una sombra pegajosa aferrándose a su brazo, ni comentarios pervertidos al oído cuando intentaba concentrarse.

Sanemi frunció el ceño. Algo estaba mal. Algo le faltaba.

Pero no sabía qué.

La sensación no se fué ni con el pasar de los meses.

La universidad era un caos de gente y voces mezcladas, pero Sanemi se movía entre la multitud con la misma indiferencia de siempre. No se molestaba en hablar con nadie más de lo necesario. Algo en él se había vuelto más frío, más reservado.

Había aprendido a ignorar la sensación de incompletitud que lo acosaba a diario. Ese hueco en su pecho que se negaba a cerrarse.

Bajaba las escaleras del edificio principal cuando alguien chocó contra él con torpeza. Actuó por instinto, sujetando el brazo del otro antes de que cayera.

—¡Cuidado!

El desconocido alzó la mirada y el mundo de Sanemi se detuvo.

Ojos bicolores. Una piel pálida que había acariciado en incontables ocasiones. Labios entreabiertos que había besado hasta la saciedad.

—Ah... gracias —murmuró el chico, apartándose de su agarre con una expresión confundida.

Sanemi sintió que se le cortaba la respiración.

No.

No era posible.

—¿Obanai...?

El otro frunció el ceño.

—¿Nos conocemos?

La respuesta le golpeó como una bofetada. Claro que no lo recordaba. No había razón para que lo hiciera. El ciclo había terminado.

Pero entonces, ¿por qué estaba ahí? ¿Por qué sus caminos se habían cruzado otra vez?

Obanai lo miraba con una mezcla de incomodidad y curiosidad.

—Oye, ¿estás bien?

Sanemi sintió que el corazón le latía con fuerza. Había pasado meses en una rutina vacía, sintiéndose incompleto, perdido. Pero ahora entendía por qué.

El destino le estaba dando una segunda oportunidad.

Una sonrisa apareció en su rostro, lenta, confiada. Si ese maldito había sido capaz de enamorarlo, entonces ahora le tocaba a él hacer lo mismo.

—Estoy bien —respondió con calma, fijando su mirada en la de Obanai—. Solo que... creo que vamos a llevarnos muy bien.

Y esta vez, él se encargaría de hacer que lo amara.

Sanemi nunca había creído en cuentos de hadas.

Su vida siempre había sido una sucesión de eventos extraños, casi sobrenaturales, que lo arrastraban a situaciones ridículas de las que apenas lograba salir cuerdo. Pero nada en su vida se comparaba con lo que había vivido con él.

Obanai.

El nombre todavía le producía un cosquilleo en el pecho, una mezcla de nostalgia y algo más fuerte, más profundo.

Ahora, Obanai estaba a su lado. Completamente humano.

No lo recordaba. No recordaba los meses que habían pasado juntos, la forma en que había aparecido en su vida como un demonio fastidioso y lujurioso, cómo poco a poco se había convertido en algo más. No recordaba las noches en vela, los susurros entrecortados, las promesas que ninguno de los dos se atrevió a hacer en voz alta.

Pero Sanemi sí.

Y mientras veía la película en la pantalla, con Obanai acurrucado contra su costado, supo que, al final, la leyenda era real.

Las reglas habían sido rotas. Los dos habían vuelto a encontrarse.

No necesitaban recuerdos para demostrarlo.

Obanai tenía las mismas manías de siempre, aunque él no lo supiera. Su fascinación por el peluche de Kaburamaru, al que abrazaba cada noche como si fuera un tesoro. La manera en que hacía panqueques con una perfección absurda, sin recordar que había aprendido de Sanemi. La forma en que su mirada brillaba con picardía cuando encontraba una oportunidad para molestarlo.

Era él. Siempre había sido él.

Sanemi giró el rostro y lo observó con detenimiento. Obanai estaba concentrado en la película, con el ceño ligeramente fruncido, como si intentara adivinar el final antes de que llegara.

Se veía tan malditamente hermoso que Sanemi sintió que algo dentro de él se desbordaba.

—Obanai.

El aludido parpadeó y lo miró.

—¿Qué?

Sanemi no respondió. Simplemente lo tomó del rostro y lo besó.

Obanai se tensó por un segundo, sorprendido, pero luego se relajó y respondió con la misma intensidad. Sus labios se movieron con la misma pasión con la que siempre lo habían hecho, como si sus cuerpos recordaran lo que sus mentes habían olvidado.

Sanemi lo empujó suavemente contra el sofá, atrapándolo debajo de él sin romper el beso. Sus manos encontraron su cintura, su piel cálida bajo la tela de su ropa. Obanai jadeó, aferrándose a su camisa con fuerza.

No importaba que no recordara.

Sanemi se encargaría de recordarle con su cuerpo, con sus besos, con cada momento juntos.

—No sé qué tienes —murmuró Obanai contra sus labios, con la respiración agitada—, pero me vuelves loco.

Sanemi sonrió.

—Siempre ha sido así.

Obanai frunció el ceño, confundido.

—¿Eh?

Sanemi no respondió. Solo lo besó de nuevo, profundo y desesperado, como si estuviera reclamando algo que había perdido.

El destino los había juntado otra vez. Y esta vez, Sanemi no dejaría que se fuera.

Fin

🍃...🐍

¡Y así llegamos al final de esta loca, intensa y romántica historia! ¿Quién diría que lo que empezó como un simple capricho de escritura terminaría convirtiéndose en un viaje tan divertido y emocionante? Desde el primer momento en que Sanemi y Obanai comenzaron su dinámica caótica, supe que esto iba a ser especial, pero jamás imaginé cuánto iba a disfrutar cada capítulo, cada escena de comedia, cada momento ardiente y cada suspiro de romance.

A ustedes, mis queridos lectores, adictos al SaneOba ¡GRACIAS! Gracias por acompañarme en esta travesía, por emocionarse con cada actualización, por compartir sus reacciones (sí, los vi sufriendo y riendo a partes iguales), por sus comentarios llenos de amor y entusiasmo, y por darle vida a esta historia con su increíble apoyo. Sin ustedes, esta historia no habría sido lo mismo.

Escribir este libro fue un reto, una aventura y, sobre todo, una experiencia maravillosa. Fue genial ver a Obanai y Sanemi evolucionar, romper reglas y, al final, demostrarnos que el amor puede con todo, incluso con las leyes del universo.

Así que, desde lo más profundo de mi corazón, ¡gracias por leer, por amar esta historia y por hacerla especial!

Nos vemos en la próxima historia, porque sabemos que siempre hay más mundos por explorar y más amores por contar.

¡Nos leemos pronto!
Con cariño, TentasticNoel.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro