Capítulo 31: Lazos.
El ambiente en el departamento estaba cargado de expectativas. Sanemi no esperaba que Kyojuro estuviera ahí, sentado frente a ellos, con esa sonrisa entusiasta y los ojos brillando con emoción. A diferencia de la última vez, donde se mostraba translúcido, ahora su presencia era mucho más tangible, aunque aún tenía un ligero resplandor sobrenatural.
—Esto es fascinante —dijo el súcubo rubio, inclinándose un poco hacia adelante—. No pensé que viviría para ver algo así.
—Técnicamente, ya estás muerto —murmuró Sanemi, cruzándose de brazos.
Kyojuro soltó una carcajada.
—Detalles, detalles. Lo importante es que estamos presenciando una de las historias más antiguas entre humanos y súcubos.
Obanai, que hasta ahora se había mantenido en silencio, tensó la mandíbula.
—Si es tan antigua, ¿por qué no sé nada de eso?
Kyojuro le dedicó una mirada paciente.
—Porque no es algo que los nuestros enseñen. Va en contra de las reglas de nuestro mundo.
Sanemi frunció el ceño.
—Explícate.
Kyojuro asintió y se acomodó en su asiento.
—Existe una vieja leyenda que habla de un súcubo y un humano destinados a encontrarse en todas sus vidas. Un vínculo inquebrantable que trasciende la reencarnación. Se dice que estos dos seres, al encontrar su otra mitad, rompen las reglas de ambos mundos solo para poder estar juntos.
Obanai bajó la mirada, con una expresión tensa en su rostro.
Sanemi sintió que algo dentro de él se revolvía con fuerza.
—¿Y qué significa eso? —preguntó, tratando de mantener la calma.
Kyojuro lo miró directamente.
—Significa que, si la leyenda es cierta, ustedes dos han estado encontrándose una y otra vez en cada vida.
El silencio que cayó sobre la habitación fue casi ensordecedor.
Sanemi sintió su garganta seca. Miró a Obanai, pero el súcubo se había quedado completamente inmóvil, con la expresión indescifrable.
Tomioka, que hasta ahora había estado en su habitual mutismo, habló finalmente.
—¿Y cómo se prueba eso?
Kyojuro sonrió.
—Es simple. Si su vínculo es real, el ciclo de Obanai no terminará como el de cualquier otro súcubo. En lugar de desaparecer, su esencia se estabilizará en el mundo humano.
—Espera, espera, espera —interrumpió Sanemi, alzando una mano—. ¿Me estás diciendo que todo este tiempo Obanai ha estado aquí porque estamos destinados a estar juntos?
Kyojuro asintió con entusiasmo.
—Exactamente.
Sanemi se pasó una mano por el cabello, tratando de procesarlo.
Obanai, en cambio, seguía en completo silencio.
Sanemi lo miró.
—Oye. Di algo.
Obanai alzó la mirada lentamente, sus ojos bicolores reflejaban una mezcla de emociones que Sanemi no podía descifrar del todo.
—Yo... —su voz sonaba más baja de lo normal—. No sé qué pensar.
Kyojuro se inclinó un poco hacia él, con una sonrisa más suave.
—Es mucho para asimilar. Pero dime, Obanai... ¿qué es lo que más deseas?
Obanai apretó los puños sobre su regazo.
—No quiero desaparecer.
Sanemi sintió un nudo en el estómago.
Obanai levantó la mirada y la clavó en él.
—No quiero perderte.
Sanemi sintió su corazón saltarse un latido.
—Entonces, no lo hagas —dijo sin pensarlo.
Obanai lo miró con los ojos muy abiertos.
Sanemi respiró hondo y se inclinó hacia él, tomando su mano.
—Si hay una forma de hacer que te quedes, la encontraremos. No me importa lo que diga esa estúpida leyenda, lo único que sé es que no quiero que desaparezcas.
Obanai lo miró por unos segundos antes de apretar con fuerza la mano de Sanemi entre las suyas.
Kyojuro sonrió con satisfacción.
—Entonces, el siguiente paso es descubrir cómo estabilizar su vínculo.
Tomioka suspiró.
—Ya veo por qué siempre terminas en situaciones raras, Sanemi.
Sanemi le lanzó una mirada de advertencia, pero no podía negar que su amigo tenía razón.
Estaba metido en algo mucho más grande de lo que jamás imaginó.
Y por primera vez en su vida, no tenía intención de escapar.
La noche avanzaba mientras Kyojuro hablaba con emoción sobre la leyenda, sus ojos brillaban con entusiasmo mientras explicaba los detalles que recordaba. Sanemi y Obanai escuchaban con atención, aunque había algo que ambos notaban: cada vez que Kyojuro se acercaba a Tomioka, el pobre tipo parecía encogerse un poco más en su asiento.
—Entonces —continuó Kyojuro—, para que el vínculo entre ustedes se estabilice, deben desafiar las reglas de sus respectivos mundos. Es decir, deben hacer algo que ni los humanos ni los súcubos considerarían natural.
Sanemi frunció el ceño.
—Eso suena increíblemente vago.
Kyojuro rió con suavidad.
—Bueno, no es que haya un manual paso a paso. Pero si la leyenda es cierta, entonces en algún punto de su historia juntos, en cada vida, ustedes dos han roto esas reglas de alguna manera.
Obanai bajó la mirada, pensativo.
—Si eso es cierto... ¿qué reglas he roto hasta ahora?
Sanemi lo miró de reojo.
—Para empezar, odias tu trabajo como súcubo. No te comportas como los demás.
Obanai asintió lentamente.
—Y tú... —sus ojos se clavaron en Sanemi—. No te asustaste cuando me viste. No huiste.
Sanemi se encogió de hombros.
—He lidiado con cosas raras toda mi vida. Un súcubo apareciendo en mi departamento no fue lo peor que me ha pasado.
Kyojuro asintió con fuerza.
—¡Exactamente! Ya están desafiando la norma. Ahora solo deben llevarlo más allá.
Tomioka, que había estado en silencio hasta ahora, habló finalmente.
—¿Y si la leyenda no es real?
La pregunta cayó como un balde de agua fría sobre la conversación.
Obanai tensó los labios, mientras Sanemi cruzaba los brazos.
Kyojuro, sin embargo, no parecía afectado.
—Eso es algo que solo ellos pueden decidir. Pero dime, Tomioka, ¿acaso no te parece fascinante? Un amor que desafía las barreras del tiempo y la realidad... —el súcubo se inclinó hacia él con una sonrisa traviesa—. ¿No te parece romántico?
Tomioka desvió la mirada, pero Kyojuro no se alejó. De hecho, parecía disfrutar de la incomodidad del humano.
Sanemi y Obanai intercambiaron una mirada y, en un acuerdo silencioso, decidieron ignorarlos.
—Bien —Sanemi volvió a centrarse en lo importante—. Si queremos respuestas, tenemos que investigar.
Obanai asintió.
—Puedo intentar buscar información en mi mundo. Tal vez haya registros de súcubos que hayan intentado lo mismo antes.
Sanemi miró a Kyojuro.
—¿Tú qué harás?
El súcubo rubio sonrió ampliamente.
—¡Seguiré ayudándolos en lo que pueda! Y, por supuesto, seguiré intentando seducir a Tomioka.
Sanemi suspiró con frustración.
—Haz lo que quieras.
Tomioka lo fulminó con la mirada.
—Podrías ayudarme en lugar de dejarme a su merced.
—Nah —Sanemi sonrió burlón—. Esto es más divertido.
Obanai escondió una risita mientras Kyojuro se acercaba más a Tomioka, quien parecía listo para salir corriendo.
A pesar del caos que era su vida en ese momento, Sanemi no pudo evitar pensar que, por primera vez, tenía un propósito claro.
Y estaba dispuesto a romper todas las reglas necesarias para asegurarse de que Obanai se quedara con él.
Continuará...
Tnoel: No sé en que momento "Pacto de Amor" llegó a los 30 capítulos, siendo un libro por diversion se merece un tanto de drama ¿Verdad?
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