Capítulo 24: Besos.
Sanemi apoyó el codo en el respaldo del sofá mientras observaba al sucubo sentado frente a él, a horcajadas sobre sus piernas, con los brazos cruzados y una expresión seria que no encajaba con la naturaleza traviesa de Obanai.
-Te digo que es necesario -insistió Obanai, moviendo su cola con nerviosismo. Sus ojos bicolores estaban fijos en los de Sanemi, como si intentara convencerlo con la fuerza de su mirada.
-¿Por qué tanto interés en los besos ahora? -preguntó Sanemi, claramente fastidiado pero también un poco curioso.
-Porque en todas las películas lo hacen, todas. ¿Sabes cuántas veces lo he visto? -respondió Obanai, alzando un dedo para enfatizar su punto. Luego lo bajó, pensativo, antes de añadir-: En mi mundo no es algo común. A los sucubos no nos interesan los labios, solo... bueno, otras partes que nos ayudan a saciar nuestra hambre.
Sanemi soltó un suspiro y se llevó una mano a la cara, ya imaginando por dónde iría esa conversación.
-¿Entonces por qué te importa tanto? -preguntó, aunque ya intuía la respuesta.
Obanai se inclinó hacia adelante, con un brillo en sus ojos que mezclaba curiosidad y descaro.
-Porque me gustan tus labios, Sanemi. Son suaves y cálidos, y se sienten bien cuando los beso. También me interesa tu miembro, claro, pero los besos son como... una especie de ritual para los humanos, ¿no? Crean el ambiente antes de que pase lo otro. Y si tú eres humano, tengo que hacerlo bien contigo.
Sanemi se quedó sin palabras por unos segundos, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Obanai hablaba de una manera tan directa y descarada que siempre lograba sacarlo de su zona de confort.
-Tienes una forma muy rara de explicarte -dijo finalmente, aunque sus mejillas estaban ligeramente rojas.
-No es rara, es lógica. Si vamos a hacer cosas, tengo que practicar contigo. No quiero que te decepciones, ¿sabes? -respondió Obanai, inclinándose aún más hasta que sus rostros quedaron a pocos centímetros de distancia.
-¿Y crees que esto se trata de practicar como si fuera un deporte? -replicó Sanemi, intentando mantener su voz firme, pero el calor en su rostro delataba lo incómodo que estaba.
-Claro. Además, te gusta cuando te beso, ¿verdad? -dijo Obanai con una sonrisa traviesa, rozando los labios de Sanemi con los suyos.
Antes de que Sanemi pudiera responder, el sucubo cerró la distancia y lo besó de nuevo, esta vez con más intensidad, moviendo sus labios con una habilidad que parecía innata. Sanemi, a pesar de su resistencia inicial, se encontró correspondiendo, aunque con cierta torpeza.
Cuando finalmente se separaron, Obanai lo miró con una expresión de satisfacción.
-Ves, no estuvo mal. Pero aún necesitamos más práctica, por si acaso.
Sanemi no pudo evitar soltar un suspiro exasperado, aunque en el fondo sabía que Obanai no iba a rendirse tan fácilmente.
Desde aquel día, Obanai parecía haber declarado guerra a cualquier espacio personal que Sanemi pudiera tener. Si antes ya no respetaba límites, ahora directamente los ignoraba con descaro, todo en nombre de "practicar" los besos. Sanemi lo descubrió rápidamente cuando el sucubo aprovechaba cualquier situación, por absurda que fuera, para acercarse y unir sus labios.
-Sanemi, se te quedó algo en la cara -decía Obanai con la mayor seriedad posible, antes de inclinarse y darle un beso "para quitárselo".
-No tienes nada mejor que hacer, ¿verdad? -respondía Sanemi entrecerrando los ojos, aunque su voz carecía de verdadera fuerza para detenerlo.
-Esto es lo mejor que puedo hacer -replicaba Obanai, satisfecho, mientras pasaba sus dedos por el cuello del albino con intenciones que iban más allá del simple contacto.
No importaba si estaban viendo una película o si Sanemi estaba cocinando. Cada vez que Sanemi intentaba tener un momento tranquilo, sentía a Obanai invadiendo su espacio con esos ojos bicolores fijos en él.
Y lo peor era que los besos ya no eran solo un roce inocente. Obanai los había convertido en algo más intenso, algo cargado de intenciones que Sanemi no podía ignorar. A menudo sentía las manos del sucubo deslizarse por su espalda o sus muslos, y la cola de Obanai, siempre traviesa, envolviéndose alrededor de su cintura o sus piernas mientras lo mantenía pegado.
-Esto ya no es solo practicar, Obanai -dijo Sanemi una tarde, empujándolo suavemente cuando sintió los labios del sucubo bajar peligrosamente cerca de su cuello.
-Claro que sí -respondió Obanai con total descaro, sin moverse de encima de él-. En las películas siempre empiezan así antes de llegar a lo mejor. Estoy siendo fiel al guion humano.
Sanemi le lanzó una mirada incrédula, aunque sus mejillas estaban claramente encendidas.
-No estamos en una maldita película romántica -gruñó, aunque su voz tembló cuando las manos de Obanai subieron lentamente por su pecho.
-Quizá no, pero admito que me gusta esto de los humanos. Es... emocionante -susurró Obanai con una sonrisa traviesa antes de robarle otro beso, esta vez más prolongado y acompañado de un suave roce de su cuerpo contra el del albino.
Sanemi sabía que estaba perdiendo terreno con cada día que pasaba. Su autocontrol, ya de por sí frágil, tambaleaba cada vez que Obanai lo miraba con esos ojos llenos de deseo y sonreía de esa manera que solo significaba problemas. Pero lo peor de todo era que, aunque se negaba a admitirlo, había una parte de él que comenzaba a corresponder a esas atenciones. Una parte que hacía que sus propias manos dudaran antes de apartarlo y que, en ocasiones, hasta se quedaran quietas en la cintura del sucubo.
-Un día de estos... voy a arrepentirme de dejarte quedarte aquí -murmuró Sanemi, con la respiración entrecortada, mientras Obanai se recostaba sobre él, satisfecho por haber ganado otra "práctica".
-No te arrepentirás -respondió el sucubo con un tono pícaro-. Te estoy convirtiendo en el mejor protagonista de cualquier historia romántica. ¿Qué humano no querría eso?
Sanemi soltó un gruñido exasperado, pero en el fondo sabía que su vida nunca volvería a ser la misma.
Continuará...
TNoel: Capítulo cortito pero se logró publicar, espero sea de su agrado!!
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