Capítulo 25: La Carta
Uzui y Kyojuro no tardaron en convertirse en una fuente constante de comentarios e insinuaciones apenas veían a Sanemi y Obanai juntos. Cada vez que compartían espacio en la sala de profesores o se cruzaban en los pasillos, Uzui lanzaba alguna broma sobre "la pareja favorita de la escuela", mientras Kyojuro se encargaba de darles un ánimo innecesario con su habitual entusiasmo.
—¡Sanemi, Iguro! ¡Deberían aprovechar las vacaciones de invierno para un viaje romántico! —exclamó Kyojuro un día durante el almuerzo, mientras Sanemi casi escupe su café.
—¡Cállate, Rengoku! —gruñó Sanemi, su rostro rojo mientras lanzaba una mirada asesina al rubio.
Uzui, que estaba apoyado despreocupadamente en la mesa, sonrió ampliamente.
—No necesitas negarlo con tanta fuerza, Shinazugawa. Es obvio para todos. La química entre ustedes dos es... explosiva.
Obanai, sentado al otro lado de la mesa, apretó la mandíbula. Su frustración crecía con cada comentario, especialmente porque Sanemi no parecía hacer nada más que negar con vehemencia cualquier tipo de relación seria. No podía negar que los comentarios de sus colegas tocaban una fibra sensible, aunque él mismo no supiera exactamente qué quería.
Esa tarde, en el laboratorio, Obanai finalmente decidió enfrentarlo.
—Sanemi, ¿puedes dejar de actuar como si negar nuestra relación fuera suficiente? —soltó, cruzando los brazos y mirándolo fijamente.
Sanemi, que estaba apoyado contra la mesa del laboratorio, lo miró con una mezcla de sorpresa y molestia.
—¿Qué quieres que diga, Iguro? ¿Que vaya gritando por ahí que eres mi novio?
Obanai lo fulminó con la mirada.
—No tienes que gritarlo, pero podrías admitirlo. O al menos dejar de actuar como si fuera algo que te avergüenza.
Sanemi suspiró profundamente, pasándose una mano por el cabello antes de acercarse a él.
—Mira, no es que me avergüences. Es que... no estoy acostumbrado a este tipo de cosas. Ya sabes cómo soy.
Obanai bajó la mirada, su voz más suave ahora.
—No estoy pidiendo que cambies de un día para otro. Pero si seguimos así, ellos no van a dejar de hacer esos comentarios. Y no sé si quiero seguir escuchando cómo lo niegas cada vez.
Sanemi lo miró fijamente durante unos segundos antes de dejar escapar un gruñido bajo.
—Está bien, lo pensaré. Pero no esperes que sea fácil para mí.
Obanai asintió lentamente, aunque no del todo satisfecho. Sabía que Sanemi necesitaba tiempo, pero también sabía que había límites para su paciencia. Lo único que podía hacer ahora era esperar y ver si el albino finalmente daría el paso que tanto necesitaban.
Una carta llegó como un golpe inesperado. Obanai había estado revisando documentos en el laboratorio cuando encontró el sobre en su escritorio, marcado con el sello oficial de la institución. Al abrirlo, su estómago se hundió: el encabezado anunciaba una notificación de traslado inmediato a su antigua escuela.
Leyó y releyó las palabras, tratando de procesar lo que significaban. Aunque no lo decía explícitamente, sabía exactamente por qué estaba ocurriendo. Los rumores, las miradas, las insinuaciones de Uzui y Kyojuro... todo había llegado a oídos de las directrices. Y aunque no tenían pruebas concluyentes, el simple hecho de que su relación con Sanemi se hubiese convertido en el tema de conversación de la escuela era suficiente para que tomaran medidas "preventivas".
Obanai apretó la carta con fuerza, sus manos temblando de frustración. Había llegado a disfrutar su trabajo en la institución, pero, sobre todo, había encontrado algo con Sanemi que no sabía que necesitaba. Ahora, todo eso parecía tambalearse.
Más tarde, mientras la escuela comenzaba a vaciarse, Obanai buscó a Sanemi. Lo encontró en el salón de profesores, su rostro despreocupado mientras bebía un café. Al verlo, Sanemi notó de inmediato que algo no estaba bien.
—¿Qué pasa? —preguntó, dejando la taza sobre la mesa.
Obanai no dijo nada al principio. En cambio, sacó la carta y se la extendió. Sanemi la tomó y comenzó a leerla, sus ojos endureciéndose con cada línea.
—¿Están hablando en serio? —gruñó, aplastando el papel contra la mesa.
Obanai asintió, su voz tensa.
—No quieren un escándalo, Sanemi. Para ellos, esto es más fácil que lidiar con las consecuencias.
Sanemi golpeó la mesa con el puño, su rostro una mezcla de ira y frustración.
—¡No pueden hacer esto! No hicimos nada que justifique un traslado.
Obanai lo miró, una leve sonrisa amarga en sus labios.
—No es cuestión de justicia, Sanemi. Es cuestión de mantener las apariencias.
El silencio se asentó entre ellos, pesado y cargado. Por primera vez, Sanemi sintió una desesperación que no sabía cómo manejar. Había pasado tanto tiempo negando, reprimiendo, evitando llamar "relación" a lo que tenía con Obanai, y ahora que algo real estaba en juego, no sabía cómo detenerlo.
Finalmente, Sanemi habló, su voz más suave.
—No voy a dejar que te vayas sin luchar.
Obanai lo miró sorprendido, pero rápidamente negó con la cabeza.
—No quiero que te metas en problemas por mi culpa. Esto es algo que tengo que aceptar.
—¡No me importa! —espetó Sanemi, su voz alzándose. Se inclinó hacia Obanai, su mirada intensa. —No voy a dejar que esto termine así.
Obanai se quedó en silencio, sorprendido por la determinación de Sanemi. Por primera vez, vio a alguien dispuesto a pelear por él, y eso lo desarmó más de lo que quería admitir.
La conversación quedó inconclusa cuando otros profesores comenzaron a entrar al salón, pero una cosa quedó clara: Sanemi no iba a quedarse de brazos cruzados. Si las directrices querían interferir en su vida personal, tendrían que enfrentarse a él. Y esta vez, no iba a permitir que nadie decidiera por ellos.
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