Capítulo 21: El Caos del Viaje Grupal
Sanemi no era particularmente fanático de las actividades grupales, y menos cuando su objetivo inicial era pasar tiempo a solas con Obanai. Lo había sugerido casualmente mientras ambos almorzaban juntos en un rincón apartado de la sala de profesores, pensando que nadie estaba cerca para escucharlos. Sin embargo, la entusiasta Kanroji había captado las palabras clave: viaje y verano, y en cuestión de minutos, se había encargado de extender la invitación a todo el personal.
—¡Un viaje grupal será increíble! —exclamó Kanroji, sus ojos brillando de emoción—. ¡Todos necesitamos relajarnos después del final del semestre!
Sanemi se llevó una mano a la cara, maldiciendo internamente su suerte. Obanai, por su parte, mantuvo su expresión tranquila, aunque una leve mueca delataba su incomodidad.
—¿A dónde vamos entonces? —preguntó Uzui con entusiasmo mientras se unía a la conversación—. Algo extravagante, espero.
En poco tiempo, la sala de profesores estaba llena de ideas para el destino del viaje. Kyojuro proponía un retiro en las montañas; Shinobu sugirió un onsen tradicional; y Uzui, como siempre, abogaba por algo lujoso, como un resort junto al mar.
Sanemi y Obanai apenas tuvieron voz en la decisión. Al final, el grupo eligió una combinación de todas las propuestas: un fin de semana en un complejo turístico en una zona montañosa con aguas termales.
El día del viaje, Sanemi ya sentía que las cosas no iban a salir como esperaba. Kanroji y Uzui habían traído una cantidad absurda de equipaje, mientras que Tomioka apareció con una pequeña mochila y una mirada apática que apenas podía ocultar su resignación.
El viaje en autobús fue un caos: Uzui insistió en ser el DJ improvisado, lo que resultó en una mezcla de música pop y tradicionales canciones de verano. Kanroji se la pasó hablando emocionada sobre las actividades que quería hacer, desde excursiones hasta karaoke nocturno, mientras Shinobu se reía discretamente en su asiento, observando cómo Sanemi intentaba evitar que Uzui lo sacara a bailar en medio del pasillo.
Obanai, por su parte, mantenía un perfil bajo, sentado junto a Kanroji y tratando de no cruzar miradas con Sanemi para evitar levantar sospechas. Sin embargo, ambos sabían que el verdadero desafío sería mantener su relación en secreto durante todo el fin de semana.
Cuando llegaron al complejo turístico, los problemas comenzaron de inmediato. La administración había asignado habitaciones compartidas, y para su desgracia, Sanemi terminó con Uzui como compañero de cuarto.
—¡Esto será divertido! —anunció Uzui mientras deshacía su maleta—. Espero que no te moleste que me levante temprano para hacer ejercicio.
Sanemi gruñó en respuesta, lamentando internamente la falta de privacidad. Obanai, por otro lado, compartía habitación con Tomioka, lo cual no ayudaba a calmar sus nervios.
—¿Te importa si dejo mi serpiente aquí? —preguntó Obanai mientras colocaba la jaula de Kaburamaru en un rincón.
Tomioka simplemente asintió, indiferente como siempre, lo que dejó a Obanai con un extraño alivio.
A pesar de la constante vigilancia de sus colegas, Sanemi y Obanai lograron robarse pequeños momentos a solas. Una mirada prolongada durante la cena, un roce fugaz mientras caminaban en grupo por los senderos montañosos. Sin embargo, la verdadera complicación surgió cuando Kanroji empezó a notar algo extraño en su comportamiento.
—¿No creen que Sanemi y Obanai han estado actuando raro? —le preguntó a Shinobu mientras observaba a los dos desde la distancia.
Kocho, siempre perceptiva, sonrió ligeramente. —Tal vez solo están incómodos con tanta gente. Aunque... es interesante que parezcan desaparecer al mismo tiempo en ciertas ocasiones.
Por otro lado, Uzui, con su personalidad extrovertida, intentaba constantemente incluir a Sanemi en las actividades del grupo, frustrando cualquier intento de escaparse con Obanai.
—¡Vamos, Sanemi, karaoke! —insistió Uzui una noche—. Sé que tienes una voz de rockero escondida por ahí.
Sanemi miró a Obanai de reojo, quien estaba sentado en un rincón, ocultando su sonrisa detrás de la mano. —Paso, gracias.
—¡No acepto un no por respuesta! —replicó Uzui, arrastrándolo hacia el micrófono.
El segundo día, durante una excursión a un lago cercano, la tensión llegó a su punto máximo. Mientras el grupo se dispersaba para explorar, Sanemi y Obanai finalmente encontraron un momento de privacidad cerca de un bosque.
—Esto es un infierno —murmuró Sanemi mientras se aseguraba de que nadie los estuviera siguiendo.
Obanai asintió. —Y pensar que esto iba a ser un viaje tranquilo.
Antes de que pudieran hablar más, escucharon pasos acercándose. Era Mitsuri, quien había salido a buscar flores silvestres y ahora los miraba con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
—¿Qué hacen aquí solos? —preguntó, sus ojos brillando con sospecha.
Sanemi y Obanai intercambiaron miradas rápidas antes de que Sanemi se apresurara a responder. —Nada, solo... descansando. Este calor es insoportable.
Kanroji los miró por un momento, pero finalmente sonrió. —¡Oh, está bien! Deberían unirse al grupo más tarde para nadar. ¡Es tan refrescante!
Cuando se fue, ambos soltaron un suspiro de alivio, aunque sabían que la situación se estaba volviendo cada vez más arriesgada.
El segundo día, después de la excursión al lago, el grupo regresó al complejo turístico exhausto pero emocionado por la promesa de relajarse en el onsen privado que el lugar ofrecía. Fue Kanroji quien prácticamente arrastró a todos hacia las aguas termales, insistiendo en que sería la mejor forma de terminar el día.
—¡Es un lugar hermoso! Además, dicen que estas aguas son rejuvenecedoras. ¡Vamos todos! —gritó, mientras ya llevaba consigo una bolsa con toallas y productos de baño.
El grupo se dividió entre los baños masculinos y femeninos, y aunque la separación debería haber proporcionado tranquilidad a Sanemi y Obanai, resultó ser todo lo contrario. El onsen masculino era amplio, con una zona interior de piedra y una terraza exterior que daba al bosque. La luz cálida de las linternas y el vapor del agua creaban un ambiente sereno... hasta que Uzui decidió romper la calma.
—¡Esto es vida! —exclamó Uzui mientras se lanzaba al agua con un chapuzón exagerado, salpicando a todos los presentes.
Sanemi suspiró con irritación mientras se sentaba en una esquina apartada, tratando de ignorar el caos que Uzui estaba desatando. Obanai, por su parte, estaba sentado cerca de una roca, casi invisible en la penumbra del vapor. Ambos evitaban cruzar miradas para no levantar sospechas.
Sin embargo, cuando Uzui y Kyojuro comenzaron a competir para ver quién podía resistir más tiempo bajo el agua caliente, la oportunidad que habían estado esperando finalmente se presentó.
—Voy a salir un rato. Este calor me está matando —murmuró Sanemi, levantándose con expresión de fastidio fingido.
Obanai lo siguió poco después, con una excusa similar, dirigiéndose hacia la terraza exterior del onsen, donde el ambiente era más fresco y menos concurrido.
Apenas estuvieron fuera de la vista del resto del grupo, Sanemi se acercó a Obanai, sus pasos resonando suavemente contra las piedras del suelo.
—¿Cuánto más vamos a aguantar esto? —preguntó Sanemi en voz baja, sus ojos brillando con frustración.
Obanai se cruzó de brazos, apoyándose contra una pared de madera. —Solo un día más. Pero... esto está volviéndose ridículo.
Sanemi no respondió. En cambio, se inclinó hacia Obanai, sosteniéndolo por la cintura y acorralándolo contra la pared. Aunque ambos estaban técnicamente cubiertos por las toallas que llevaban, el gesto fue lo suficientemente íntimo como para acelerar sus corazones.
—Podemos quedarnos aquí un rato. Nadie vendrá —murmuró Sanemi, bajando la voz mientras su frente casi rozaba la de Obanai.
—¿Estás loco? —susurró Obanai, aunque no hizo el menor esfuerzo por apartarse.
Sanemi sonrió con su típica audacia, inclinándose para rozar los labios de Obanai en un beso rápido, apenas un toque que se sintió como un destello de electricidad. Pero justo cuando el momento comenzaba a intensificarse, ambos escucharon el inconfundible sonido de pasos acercándose.
—¡Obanai, Sanemi! ¿Están aquí afuera? —La voz de Kanroji resonó a través del vapor.
Ambos entraron en pánico. Sanemi rápidamente soltó a Obanai, quien se apresuró a ajustar su toalla. Con una sincronización casi cómica, se alejaron un par de pasos, intentando parecer lo más casuales posible.
Cuando Kanroji apareció finalmente entre el vapor, los encontró mirando hacia el bosque.
—¡Oh! ¡Aquí están! —exclamó, con una sonrisa radiante—. Uzui está buscando a todos para organizar una competencia de buceo en el onsen. ¿No quieren unirse?
Sanemi gruñó, su tono áspero sirviendo como su habitual excusa para evitar actividades grupales. —Paso. No soy un niño.
Kanroji miró a Obanai, quien simplemente negó con la cabeza. —Prefiero quedarme aquí.
Ella los miró por un momento, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad e intuición. Pero finalmente, sonrió. —¡Está bien! Solo quería asegurarme de que no se estaban perdiendo la diversión.
Cuando se fue, ambos soltaron un suspiro al unísono.
—Esto fue demasiado cerca —murmuró Obanai, llevándose una mano al rostro.
Sanemi se encogió de hombros, aunque su expresión aún mostraba el rastro del susto. —Quizás deberíamos ser más cuidadosos. Pero te digo algo... —Se acercó de nuevo, susurrando con un toque de diversión en la voz—. Valió la pena.
Obanai negó con la cabeza, pero una sonrisa apenas visible asomó en sus labios. —Eres imposible.
—Y tú no puedes resistirme —replicó Sanemi, con esa confianza descarada que, en el fondo, Obanai encontraba irresistible.
El incidente en el onsen fue un recordatorio de los riesgos que corrían, pero también de lo que estaban dispuestos a hacer por esos momentos fugaces juntos. Aunque el caos del viaje grupal los rodeaba, esos pequeños instantes robados seguían siendo solo de ellos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro