La tensión entre Sanemi y Obanai había comenzado a tomar vida propia. No era solo la incomodidad de los rumores, sino también las miradas furtivas, los silencios prolongados y las preguntas sin respuesta que parecían rodearlos cada vez que coincidían en el salón de profesores. Lo que complicaba aún más la situación era la constante presencia de Tomioka, quien se había convertido en un inesperado consejero para Sanemi.

—¿Por qué no simplemente hablas con él? —preguntó Tomioka una tarde, mientras ambos estaban en un rincón del patio trasero de la escuela, lejos de los ojos curiosos de los estudiantes.

Sanemi bufó, pasándose una mano por el cabello, claramente irritado. —No es tan fácil. No sé ni siquiera qué demonios siento por él. Además, ¿qué va a cambiar? Esto... lo que sea que tenemos, no puede durar.

Tomioka lo miró con su habitual expresión inexpresiva, pero su tono era firme. —Eso lo decides tú, Sanemi. Pero no puedes mantenerte en este punto intermedio. Si no lo enfrentas, solo lo vas a alejar más.

Sanemi rodó los ojos, aunque sabía que Tomioka tenía razón. Lo que no esperaba era que justo en ese momento, Obanai pasara por el lugar, cargando unos papeles que debía entregar en la sala de maestros. Al ver a Sanemi y Tomioka juntos, tan cerca y aparentemente en una conversación seria, su pecho se llenó de una mezcla de inseguridad y celos.

—No sabía que ahora eras tan cercano a Tomioka —dijo Obanai con un tono cortante, deteniéndose frente a ellos.

Sanemi se tensó, sorprendido por la repentina aparición de Iguro. Tomioka, por su parte, simplemente alzó una ceja, indiferente al cambio en el ambiente.

—Estamos hablando —respondió Sanemi, con un tono defensivo.

Obanai dejó los papeles sobre una mesa cercana, sus ojos fijos en Sanemi. —Parece que últimamente hablas mucho con él. Más de lo que hablas conmigo, al menos.

El comentario golpeó a Sanemi con más fuerza de lo que esperaba. Antes de que pudiera responder, Tomioka intervino, con su típica frialdad.

—Esto no es lo que piensas, Iguro. Estoy intentando que Sanemi resuelva sus problemas, no añadirle más.

Aunque las palabras de Tomioka eran sinceras, su tono distante y objetivo solo empeoró la situación. Obanai frunció el ceño, su incomodidad transformándose en enojo.

—¿Resolver mis problemas? —repitió Sanemi, irritado por cómo Tomioka resumía su situación.

—Sí —respondió Tomioka sin inmutarse. —Porque claramente no lo estás manejando bien.

Obanai no pudo contenerse más. —Quizá deberías dejar de meterte en cosas que no te incumben, Tomioka. Lo último que necesitamos es que alguien más eche leña al fuego.

La tensión entre los tres era palpable, y aunque ninguno alzó la voz, sus miradas decían todo lo que no estaban dispuestos a verbalizar. Fue Sanemi quien rompió el silencio, pasándose una mano por el rostro.

—Basta. No necesito esto ahora. —se dio la vuelta y se alejó, dejando a Tomioka y Obanai solos.

Desafortunadamente para ellos, algunos estudiantes que estaban cerca del patio trasero habían presenciado el intercambio. Aunque no escucharon toda la conversación, la intensidad en los gestos y miradas de los tres adultos fue suficiente para alimentar la imaginación de los jóvenes.

Zenitsu fue el primero en comentarlo a los demás durante el almuerzo. —¡No lo van a creer! Vi a Sanemi, Tomioka y el profesor Iguro peleando. ¡Parecía un triángulo amoroso!

Tanjiro intentó calmarlo. —Zenitsu, no puedes sacar conclusiones tan rápido. Tal vez estaban discutiendo por algo del trabajo.

—¿Trabajo? ¡Claro que no! Era algo personal, lo sé. ¿Por qué si no estarían tan tensos?

Pronto, el rumor se expandió como un incendio. Algunos estudiantes comenzaron a bromear al respecto en los pasillos, mientras que otros especulaban sobre quién estaba involucrado con quién. Incluso algunos profesores, como Uzui y Shinobu, no pudieron evitar notar el cambio en el comportamiento de Sanemi y Obanai, aunque no comentaron nada directamente.

—¿Has notado lo extraño que están Sanemi e Iguro últimamente? —preguntó Shinobu a Kyojuro mientras revisaban unos papeles en la sala de maestros.

—¡Es cierto! —respondió Kyojuro con una sonrisa. —Pero seguramente son cosas de colegas. Aunque... he oído algunos rumores entre los estudiantes.

Shinobu entrecerró los ojos, intrigada. —¿Rumores? Esto podría ser interesante.

Mientras los rumores continuaban creciendo, Sanemi y Obanai se encontraban en un punto de inflexión. Aunque ambos querían mantener su relación en secreto, la creciente atención los obligaba a enfrentar no solo sus sentimientos, sino también las consecuencias de sus acciones.

Obanai, incapaz de ignorar los rumores y su propia inseguridad, finalmente confronta a Sanemi en un momento privado. —No puedo seguir así. Si no estás dispuesto a ser honesto conmigo, tal vez deberíamos terminar esto de una vez por todas.

Sanemi, por primera vez, se encuentra cara a cara con la posibilidad de perder a Obanai, no por los rumores, sino por su propia incapacidad de ser sincero consigo mismo.