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Capítulo 15: Confesiones en el bar

El ambiente del bar era animado, con el ruido de conversaciones y risas llenando el aire. Varios profesores de la secundaria Kimetsu se habían reunido después de un día agotador para relajarse y compartir unas copas. Kyojuro, como siempre, lideraba las conversaciones con su energía contagiosa, mientras Uzui hacía comentarios que arrancaban carcajadas de los demás.

Sanemi, sin embargo, se encontraba sentado en un rincón más apartado, bebiendo lentamente su vaso de sake mientras observaba a los demás. La ausencia de Obanai no pasó desapercibida para él, pero prefería no darle demasiadas vueltas al asunto, al menos no frente a los demás.

Tomioka, siempre reservado, se acercó con su propia bebida en mano y tomó asiento frente a Sanemi. Lo observó en silencio durante un momento antes de romper el hielo.

—¿Por qué no está Iguro aquí? —preguntó con su tono habitual, directo pero sin ánimo de confrontación.

Sanemi lo miró con el ceño fruncido, incómodo por el tema, pero incapaz de evitarlo.

—Dijo que tenía cosas que hacer —respondió, encogiéndose de hombros mientras desviaba la mirada.

Tomioka bebió un sorbo antes de fijar su mirada en Sanemi nuevamente.

—¿Y tú? ¿Qué tienes con él?

La pregunta fue como una piedra lanzada en un estanque, rompiendo la calma superficial de la conversación. Sanemi dejó su vaso en la mesa con más fuerza de la necesaria, su ceño fruncido profundizándose.

—¿De qué hablas, Tomioka? —respondió con un tono más brusco de lo necesario, claramente a la defensiva.

Tomioka no se inmutó, como siempre.

—Lo que vi en el gimnasio durante el festival... No tienes que decirme nada si no quieres. Pero si estás aquí ahora, sin él, y no puedes sacarte esa expresión de la cara, entonces creo que ni siquiera tú tienes claro qué estás haciendo.

Sanemi resopló, apoyándose en la mesa mientras pasaba una mano por su cabello desordenado.

—No es tu asunto, Tomioka —gruñó, aunque su tono carecía de la fuerza habitual.

Tomioka se limitó a observarlo, dándole el espacio para continuar. Sanemi, incapaz de soportar el silencio, finalmente habló.

—No sé qué estoy haciendo, ¿vale? —admitió con frustración, bajando la voz para evitar que los demás los escucharan—. Todo comenzó como algo casual, nada serio. Pero ahora...

Sanemi se detuvo, luchando con las palabras que no quería decir en voz alta.

—Ahora no puedo dejar de pensar en él. En lo que pasa cuando estamos juntos. En lo que significa.

Tomioka asintió lentamente, como si sus sospechas hubieran sido confirmadas.

—¿Y eso no te dice algo?

Sanemi lo miró con el ceño fruncido, pero no respondió de inmediato. En el fondo, sabía la respuesta. La conexión que tenía con Obanai había dejado de ser solo física hacía mucho tiempo, pero reconocerlo implicaba aceptar algo que siempre había evitado: que estaba involucrado más allá de lo que podía controlar.

—¿Qué quieres que haga? —preguntó finalmente, con una mezcla de desafío y desesperación en su tono.

Tomioka se encogió de hombros, como si la respuesta fuera obvia.

—No soy yo quien debe decidir. Pero si realmente sientes algo por él, entonces deberías pensar en lo que eso significa. No solo para ti, sino también para él.

Sanemi permaneció en silencio, mirando su vaso de sake como si en él pudiera encontrar una solución. Las palabras de Tomioka habían plantado una semilla de duda en su mente, una que no podía ignorar.

Mientras los demás continuaban riendo y bebiendo en el fondo, Sanemi se quedó en su rincón, cuestionándose no solo sus sentimientos, sino también lo que estaba dispuesto a hacer con ellos.

Después de la tensa conversación en el bar, Sanemi no pudo evitar sentirse abrumado. La verdad sobre lo que sentía por Obanai había comenzado a salir a la superficie, y aunque no quería admitirlo, sabía que no podía seguir escondiendo esa parte de sí mismo. 

A lo largo de la semana, la cercanía con Tomioka se hizo más evidente. Habían comenzado a compartir más tiempo fuera del trabajo, charlando sobre cualquier cosa y todo, desde sus pasados hasta sus pensamientos más profundos.

Tomioka, siempre reservado, se convirtió en una especie de confidente para Sanemi. Aunque sus conversaciones eran frías y directas, como era típico de Giyuu, en algún momento Sanemi comenzó a encontrar consuelo en su honestidad brutal. No necesitaba rodeos ni palabras suaves; necesitaba claridad. Sin embargo, la constante proximidad entre ambos no pasó desapercibida para los demás, sobre todo para los estudiantes.

Uno de los rumores más comunes que circulaban por los pasillos era sobre una supuesta relación romántica entre Sanemi y Tomioka. Los estudiantes, siempre atentos a cualquier signo de interés, comenzaron a susurrar entre ellos y a compartir teorías sobre la inusual amistad de los profesores. 

Zenitsu, siempre curioso, fue uno de los primeros en hacer comentarios, notando cómo Sanemi y Tomioka parecían estar cada vez más cercanos. A menudo los veía juntos en las mañanas, en los pasillos, o conversando después de clases.

—¿Sabías que Sanemi y Tomioka están mucho más cerca de lo que parece? Casi nunca se separan. Estaba pensando que tal vez... no sé... hay algo más que amistad entre ellos.

Inosuke, nunca uno para callarse, se sumó a la conversación, riendo con una mezcla de curiosidad y confusión. —¡Eso es raro! ¡Esos dos no parecen ni siquiera llevarse bien la mayoría del tiempo! Pero, quién sabe, tal vez estén en algo secreto.

Para los estudiantes, todo parecía encajar perfectamente, y los rumores comenzaron a crecer. Lo que no sabían, o tal vez no querían saber, era que lo que ocurría entre Sanemi y Tomioka era mucho más complejo de lo que cualquier chisme podía captar.

Mientras tanto, Obanai comenzaba a sentirse incómodo con los rumores. A pesar de que nunca había sido una persona celosa, las miradas furtivas de los estudiantes y los susurros sobre la posible relación entre Sanemi y Tomioka lo hacían sentir inseguro. Aunque sabía que su relación con Sanemi no era algo público, la idea de que otros pudieran pensar que su lugar había sido reemplazado le incomodaba más de lo que esperaba.

Obanai, incapaz de quedarse al margen, buscó a Sanemi un día después de clases, cuando los pasillos estaban vacíos y la escuela parecía sumida en el silencio nocturno. No había necesidad de palabras elegantes, solo la necesidad de saber qué estaba pasando.

—Oye, ¿qué está pasando con Tomioka? —preguntó Obanai, manteniendo la calma en su voz, pero dejando que la incomodidad se asomara. Su mirada era intensa, incluso si su tono de voz trataba de disimular sus celos.

Sanemi lo miró por un largo momento, confundido por la pregunta. Su relación con Tomioka era completamente platónica, pero los rumores de la escuela y la presión interna de la situación empezaron a calar en su mente.

—¿Qué quieres decir? —respondió, con una sonrisa algo forzada, mientras intentaba desviar la mirada.

Obanai no dio tregua, acercándose más, como si la pregunta le quemara dentro.

—Los estudiantes hablan. Todo el mundo cree que hay algo entre tú y él. ¿Es cierto?

Sanemi sintió un nudo en el estómago al escuchar la vulnerabilidad en la voz de Obanai. A lo largo de su relación secreta, siempre había asumido que no había lugar para celos, pero ahora lo veía en los ojos de Iguro. Era raro para él, ver a alguien tan reservado como Obanai mostrando una fisura tan clara.

—Es solo... no es lo que piensas —dijo Sanemi, buscando algo que pudiera calmar la creciente ansiedad de Obanai. Pero en ese momento, las palabras no eran suficientes.

Obanai no pudo evitar fruncir el ceño, sin saber si estaba más molesto por los rumores o por el hecho de que Sanemi estuviera compartiendo su tiempo y pensamientos con alguien más.

—No me estoy preocupando por los chismes, Sanemi. Solo quiero saber qué está pasando. ¿Por qué te acercas tanto a él? ¿Es que...?

Antes de que pudiera terminar la frase, Sanemi lo interrumpió, ya exasperado por la situación.

—No es lo que parece, Iguro. Pero no te preocupes, yo solo... estoy intentando entender lo que pasa entre nosotros.

Obanai lo miró por un momento, sin saber qué pensar. La confusión en sus ojos era palpable, y una parte de él se sintió aliviado al saber que Tomioka no representaba una amenaza real, pero aún quedaba una pregunta sin resolver: ¿Qué eran realmente él y Sanemi?

—¿Lo entiendes ahora? —le preguntó Obanai, suavizando su tono.

Sanemi bajó la mirada, consciente de que no tenía una respuesta definitiva, pero también sabiendo que no podía seguir manteniendo las cosas en el aire por mucho tiempo más.

"Yo también estoy intentando entender qué está pasando entre nosotros."

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