Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 8: Entre la Vida y la Muerte

La misión continuaba en la penumbra del bosque, con Obanai y Sanemi avanzando en silencio, alertas a cualquier movimiento.

Los demonios que buscaban eran astutos y sigilosos, capaces de ocultarse entre las sombras del denso follaje. Cada crujido de las hojas y cada soplo del viento los mantenían tensos, listos para desenvainar sus katanas.

A pesar del peligro inminente, ambos cazadores estaban más enfocados de lo habitual. La reciente conversación, aunque breve, había dejado una huella indeleble en su vínculo, una conexión que parecía haberse profundizado más allá de la simple camaradería.

Avanzaban bordeando un río caudaloso, cuyo sonido crecía con la intensidad del terreno rocoso. Obanai, siempre meticuloso en sus pasos, mantenía su postura firme, aunque no podía evitar sentir la presencia constante de Sanemi a su lado.

Cada vez que sus miradas se cruzaban, había un reconocimiento tácito de lo que había sucedido entre ellos antes de que el peligro los interrumpiera. No era algo que pudieran ignorar, pero tampoco era algo que pudieran abordar abiertamente en medio de una misión tan peligrosa.

"Tenemos que seguir hacia el norte," murmuró Sanemi, sus ojos escrutando el horizonte. "Los demonios deben estar cerca."

Obanai asintió en silencio, pero antes de que pudieran continuar, el aire a su alrededor se llenó con un zumbido agudo, seguido de una ráfaga de movimientos rápidos entre las sombras. Demonios.

De inmediato, ambos cazadores desenvainaron sus espadas, sus cuerpos moviéndose en sincronía como un reloj bien ajustado.

Las criaturas emergieron de la oscuridad, sus ojos brillando con malicia. Sanemi atacó primero, con la velocidad y ferocidad que lo caracterizaban, su katana cortando el aire con precisión letal. Obanai no se quedó atrás, moviéndose como una sombra, sus movimientos fluidos y mortales.

Sin embargo, los demonios no eran los típicos enemigos. Estaban organizados, como si respondieran a una inteligencia superior. Un grupo se separó, lanzándose hacia Obanai, intentando acorralarlo.

Los reflejos de Obanai lo salvaron, bloqueando el primer ataque, pero el terreno traicionero y las piedras húmedas junto al río lo pusieron en desventaja.

Mientras intentaba esquivar otro golpe, su pie resbaló sobre una roca mojada y, antes de que pudiera recuperar el equilibrio, cayó al río.

El agua helada lo envolvió de inmediato, arrastrándolo con fuerza. El caudal era feroz, las corrientes lo empujaban hacia abajo, golpeando su cuerpo contra las rocas sumergidas.

Obanai luchaba por mantenerse a flote, pero las corrientes eran demasiado fuertes, y cada segundo que pasaba bajo el agua lo debilitaba más.

"¡Obanai!" gritó Sanemi al ver a su compañero ser arrastrado. Sin dudarlo, Sanemi se lanzó al río, luchando contra la corriente para alcanzarlo.

La lucha contra el agua fue brutal. Sanemi, aunque fuerte, también sentía el poder de la corriente, pero no podía permitirse fallar.

Mientras se adentraba más en el río, sus ojos buscaban desesperadamente la figura de Obanai.

Finalmente, lo vio, apenas visible bajo el agua, luchando por respirar.

Con una última ráfaga de energía, Sanemi lo alcanzó, aferrando a Obanai con fuerza y nadando hacia la orilla. El esfuerzo fue monumental, pero Sanemi no se permitió pensar en otra cosa que no fuera salvarlo.

Finalmente, arrastró a Obanai fuera del agua, dejándolo en la orilla. El cuerpo de Obanai estaba inmóvil, su rostro pálido, y no respiraba. Sanemi sintió un nudo en el estómago al verlo en ese estado.

"¡Maldita sea, no me hagas esto!" murmuró Sanemi, su voz rota por la desesperación.

Sanemi, que normalmente era frío y calculador en situaciones de crisis, se encontró temblando. No podía permitir que Obanai muriera, no después de todo lo que habían pasado.

Sabía lo que tenía que hacer, y aunque la idea le resultaba abrumadora, no podía perder más tiempo.

Colocó a Obanai sobre su espalda y le hizo presión en el pecho para intentar sacar el agua. Obanai seguía sin respirar.

Tomando una profunda inspiración, Sanemi se inclinó sobre él y, con manos temblorosas, realizó la respiración boca a boca.

Fue un acto de pura necesidad, un intento desesperado por devolverle la vida. Una y otra vez sopló aire en los pulmones de Obanai, sin detenerse, sin dudar.

"¡Vamos, maldita sea!" gritó entre jadeos, repitiendo el proceso, su corazón latiendo con fuerza mientras cada segundo parecía interminable.

Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, Obanai tosió, escupiendo agua y tomando una profunda bocanada de aire.

Sanemi dejó escapar un suspiro de alivio, su cuerpo temblando por el esfuerzo y la emoción. Se desplomó al lado de Obanai, jadeando, pero profundamente aliviado.

"Maldito... Iguro..." murmuró Sanemi entre jadeos, con una mezcla de alivio y rabia. "Me has hecho pasar un infierno."

Obanai, todavía recobrando el aliento, miró a Sanemi con ojos agradecidos. Sabía que Sanemi lo había salvado, pero también sabía que ese momento había significado algo más.

La proximidad, el acto desesperado de salvarlo... todo había cambiado entre ellos en ese instante.

"Gracias..." susurró Obanai, su voz apenas audible.

Sanemi, aún recuperándose del susto, giró su rostro hacia él, con una expresión entre confusión y algo más profundo. "No tienes que agradecerme, idiota. No iba a dejar que te ahogaras."

Obanai esbozó una leve sonrisa, débil pero sincera. Sabía que esas palabras de Sanemi eran más de lo que parecían. No era solo una cuestión de deber, sino algo más que estaba empezando a surgir entre ellos.

Ambos permanecieron en silencio por un momento, sus respiraciones comenzando a calmarse, mientras el sonido del río y la oscuridad del bosque los envolvían.

La tensión que había estado creciendo entre ellos durante meses finalmente había explotado, no en palabras, sino en acciones, en ese momento de vida o muerte.

Sanemi lo observó de reojo, su expresión más suave de lo habitual. "No pienses que esto cambia algo, Iguro. Sigo estando listo para cortarte la cabeza si te conviertes en un demonio."

Obanai sonrió, reconociendo la fachada habitual de Sanemi. "Lo sé... pero hoy no será ese día."

Sanemi soltó un suspiro, pero esta vez no había frustración en él. Había algo más, algo que ninguno de los dos estaba listo para nombrar, pero que ambos entendían sin necesidad de palabras.

Mientras se preparaban para reanudar su misión, sabían que su relación había cambiado para siempre. El futuro seguía siendo incierto, pero ahora, más que nunca, sabían que podían confiar el uno en el otro en las situaciones más desesperadas.

Y eso, en el mundo oscuro en el que vivían, lo era todo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro