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Capítulo 7: Un Nuevo Camino

Después de semanas de observación y evaluaciones, Obanai fue finalmente dado de alta de la Finca de las Mariposas. Su cuerpo había sanado de las heridas visibles, pero tanto él como sus compañeros sabían que algo dentro de él seguía siendo un enigma.

El oscuro núcleo demoníaco que se había alojado en su interior permanecía inactivo, pero no dejaba de ser una amenaza latente.

Kagaya Ubuyashiki, con su habitual calma y sabiduría, había tomado la decisión de enviar siempre a Obanai a las misiones acompañado de otro Pilar, un compañero que pudiera detenerlo en caso de que algo saliera mal. Era una precaución sensata, una que Obanai comprendía y aceptaba.

Él mismo no confiaba completamente en lo que pudiera ocurrir si ese poder oscuro despertaba sin previo aviso.

Sanemi Shinazugawa fue el elegido para acompañarlo en la mayoría de las misiones. Kagaya, aunque no lo dijo explícitamente, había percibido la cercanía que se había forjado entre ambos tras el incidente en las catacumbas.

Sabía que, a pesar de la rudeza de Sanemi, había en él una lealtad inquebrantable hacia aquellos a quienes respetaba, y aunque Sanemi mantenía una fachada de desdén, sus acciones revelaban una preocupación genuina por Obanai.

Por su parte, Obanai aceptó la decisión sin quejarse. Sabía que Sanemi era el único que, llegado el momento, haría lo necesario sin dudar.

°°°

El día de la misión llegó. El aire estaba cargado con la tensión habitual de las salidas, pero para Obanai, había un peso adicional.

Era la primera misión seria desde su recuperación, y aunque sus habilidades estaban intactas, la duda sobre lo que el núcleo demoníaco podría desatar lo acompañaba a cada paso.

Sanemi lo esperaba en la entrada de la finca, su semblante frío y su mirada dura, pero había una tensión en la forma en que mantenía su espada a su lado, como si estuviera preparado para cualquier eventualidad.

Obanai lo notó, pero no dijo nada. Sabía que la preocupación de Sanemi, aunque nunca fuera expresada en palabras, estaba allí, siempre presente.

La misión los llevó a una región montañosa, donde informes de demonios habían aterrorizado a los aldeanos. La luna llena iluminaba el camino mientras ambos cazadores se adentraban en el bosque, sus sentidos alerta ante cualquier movimiento sospechoso.

El silencio entre ellos, normalmente cómodo, ahora estaba cargado de una expectación distinta.

Obanai sentía que algo entre ellos estaba a punto de cambiar, pero no sabía si estaba preparado para lo que eso significaba.

"Sabes que no me hace gracia que estés en esta misión," dijo Sanemi de repente, rompiendo el silencio. Su tono era brusco, pero había una nota de sinceridad en sus palabras. "Si algo sale mal, sabes lo que tengo que hacer."

Obanai asintió, manteniendo su mirada fija en el camino. "Lo sé. No te lo pediría si no estuviera preparado para ello."

Sanemi apretó los puños, frustrado por la respuesta tranquila de Obanai. "¿Cómo puedes estar tan tranquilo? Ese maldito núcleo podría despertar en cualquier momento y entonces..."

"No lo sé, Sanemi," interrumpió Obanai, deteniéndose por un momento para mirarlo directamente a los ojos. "No sé qué pasará. Pero lo único que puedo hacer es seguir adelante. No tiene sentido preocuparnos por lo que no podemos controlar."

Sanemi lo observó en silencio durante un largo momento. La luna brillaba sobre ellos, iluminando sus rostros.

Había algo en la mirada de Obanai, una calma que desarmaba la furia habitual de Sanemi. Y en ese instante, algo cambió. La tensión entre ellos, que había estado construyéndose durante meses, finalmente alcanzó un punto de quiebre.

"Obanai..." Sanemi murmuró, su voz más suave de lo que Obanai jamás había escuchado. "Maldita sea, no quiero perderte. No de esa manera."

Obanai sintió un nudo en su garganta. Sabía que las palabras de Sanemi eran sinceras, pero no estaba seguro de cómo responder.

Había siempre una distancia entre ellos, una muralla que ambos habían levantado para protegerse, pero esa muralla ahora parecía tambalearse.

"Sanemi, no tienes que hacerlo solo," dijo Obanai, dando un paso hacia él. "Yo también estoy aquí, y no quiero que esto cambie lo que somos. Sé que es difícil, pero no puedes cargar con todo el peso solo."

Sanemi lo miró con una mezcla de frustración y algo más profundo, algo que no había permitido salir hasta ahora.

Durante meses había mantenido una fachada de dureza, incluso con Obanai, a quien respetaba y, de alguna manera, apreciaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Pero ahora, bajo la luz de la luna y con el peligro acechando en cada sombra, no pudo seguir ignorando lo que realmente sentía.

Con un gesto brusco, pero lleno de emoción contenida, Sanemi lo tomó por el brazo. "Maldita sea, Iguro. Si te vuelves un demonio, no creo que sea capaz de hacerlo. Lo digo en serio."

Obanai lo miró sorprendido. Las palabras de Sanemi lo golpearon con más fuerza de lo que hubiera esperado. No había forma de ocultar lo que Sanemi estaba diciendo, lo que realmente significaba.

Durante meses, había habido una cercanía entre ellos, una conexión que iba más allá de la camaradería o el simple respeto mutuo. Ahora, en este momento de vulnerabilidad, la verdad finalmente había salido a la luz.

"Sanemi..." Obanai comenzó, pero no pudo encontrar las palabras adecuadas. Había algo en la intensidad de la mirada de Sanemi que lo dejaba sin aliento.

El silencio entre ellos volvió a reinar, pero esta vez no era incómodo. Sanemi soltó el agarre, pero no se alejó. Ambos sabían que algo había cambiado, que este momento marcaba un punto de no retorno en su relación.

Antes de que pudieran procesar completamente lo que estaba ocurriendo, un ruido entre los árboles los interrumpió.

Ambos cazadores se pusieron en guardia, sus sentidos afilados al instante. El momento había pasado, pero la conexión entre ellos seguía allí, más fuerte que nunca.

Los demonios estaban cerca.

"Vamos," dijo Sanemi, su voz firme, pero ahora cargada de una nueva determinación. "Terminemos esta misión."

Obanai asintió, sintiendo el peso de lo que había pasado entre ellos aún en su pecho, pero ahora había algo más. No estaba solo en esta batalla, no realmente. Y por primera vez en mucho tiempo, a pesar de la oscuridad que lo rodeaba, se sintió en paz.

Mientras ambos se adentraban en la oscuridad del bosque, preparados para enfrentar a los demonios, sabían que, aunque el futuro era incierto, al menos en este momento, estaban juntos en la lucha.

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