Capítulo 39: Kahio
La finca de Obanai estaba decorada con una sencillez encantadora. Bajo la suave luz del atardecer, el jardín estaba lleno de flores blancas y violetas, los colores favoritos de Obanai, mientras una suave brisa refrescaba el aire. Los Pilares, vestidos con ropas formales, estaban reunidos para una celebración que, hasta hace poco, habría parecido imposible: la boda de Obanai y Sanemi. En medio de tantas batallas y tragedias, finalmente había llegado un momento de paz, una pequeña tregua en la larga guerra contra la oscuridad.
Obanai, con su característico rostro serio, pero con una suavidad en los ojos que rara vez mostraba, sostenía a su hijo Kahio en brazos. El pequeño, con un cabello oscuro y ojos brillantes que reflejaban tanto la humanidad como algo más, era el símbolo de todo lo que habían logrado superar. El nombre, Kahio, había sido escogido por Obanai y Sanemi como un homenaje a la luz que había surgido en sus vidas en medio de la oscuridad.
Sanemi, al lado de Obanai, sonreía más de lo que muchos de los presentes habían visto en su vida. Su habitual semblante severo se había relajado por completo en ese día tan especial. Miraba a Obanai y a su hijo con una expresión de orgullo y amor que no necesitaba palabras para ser entendida. Ese vínculo que había comenzado con duda y conflicto ahora era sólido, inquebrantable, y esa boda era el reflejo de todo lo que habían construido juntos.
Los Pilares presentes, algunos todavía incrédulos ante la paz que había surgido tras la caída de Muzan, observaban con respeto. Giyuu, silencioso como siempre, asintió con una leve sonrisa hacia Sanemi, mientras Gyomei, con sus lágrimas habituales de emoción, ofrecía bendiciones silenciosas para la pareja y su hijo. Shinobu, aunque inicialmente había sido escéptica, ahora ofrecía sus felicitaciones sinceras, comprendiendo que la lucha que Obanai había librado para preservar su humanidad era algo digno de admiración.
Kagaya Ubuyashiki, con su delicada presencia, se encontraba sentado, observando a la pareja y a los cazadores que aún luchaban por un mundo mejor. Su voz, calmada y llena de gratitud, resonó mientras daba unas pocas palabras para la ocasión.
—Hoy celebramos no solo la unión de dos almas, sino la persistencia de la esperanza. Obanai y Sanemi, su camino no ha sido fácil, pero han demostrado que incluso en los tiempos más oscuros, el amor puede prevalecer. El niño que tienen en brazos es una nueva promesa, una nueva oportunidad para un futuro mejor. Aunque la lucha contra las sombras continúe, confío en que su vínculo les dará la fuerza para enfrentarlo todo.
Después de esas palabras, la ceremonia continuó en una atmósfera de tranquilidad y dicha. La boda fue sencilla, íntima, tal como Obanai había deseado, pero llena de significado. Las miradas cómplices, los susurros compartidos entre Obanai y Sanemi, y las risas ocasionales mientras Kahio intentaba tomar las flores del jardín creaban un ambiente casi surrealista en contraste con los horrores que ambos habían enfrentado.
Cuando el sol comenzó a ocultarse, la celebración se tornó aún más acogedora. Los cazadores, por una vez, pudieron relajarse, intercambiar historias y disfrutar del momento. Giyuu compartió una copa con Sanemi, mientras Shinobu, siempre curiosa, no pudo evitar hacer algunas preguntas sobre cómo Kahio había heredado parte de sus habilidades especiales, algo que Obanai respondía con una sonrisa sutil.
Finalmente, cuando la noche cayó, Obanai y Sanemi se apartaron por un momento, llevando a Kahio en brazos mientras observaban el cielo estrellado desde el jardín. A su alrededor, la vida continuaba, los demonios no habían sido erradicados por completo, pero esa noche era solo para ellos.
—A veces, no puedo creer que hayamos llegado hasta aquí —murmuró Obanai, mirando a Sanemi, mientras acariciaba suavemente el rostro de su hijo dormido—. Nunca pensé que tendría algo tan... normal. Una familia.
Sanemi lo miró con cariño, rodeando a Obanai con un brazo mientras apoyaba su frente contra la suya.
—Lo logramos, Obanai. A pesar de todo, estamos aquí. Y pase lo que pase, mientras estemos juntos, podremos enfrentar lo que venga.
Obanai asintió, dejando que una pequeña sonrisa iluminara su rostro.
—Tienes razón. No importa lo que el futuro nos depare... lo enfrentaremos juntos.
Con Kahio dormido en los brazos de Obanai, la imagen de esa pequeña familia bajo el cielo estrellado era un reflejo de todo lo que habían logrado, de la paz que, aunque temporal, era un respiro bien merecido. Los demonios podían acechar en las sombras, pero Obanai y Sanemi habían encontrado algo más poderoso: un amor y una conexión que ni siquiera las fuerzas más oscuras podían quebrar.
Fin
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