Capítulo 33: Conflicto en el Cuerpo de Cazadores
La atmósfera en la finca de Ubuyashiki estaba cargada de tensión. Desde que la noticia del embarazo de Obanai había salido a la luz, el Cuerpo de Cazadores estaba dividido. Aquello que alguna vez fue una unidad inquebrantable en la lucha contra los demonios, ahora parecía a punto de fracturarse. No solo era el futuro del bebé lo que estaba en juego, sino también la lealtad y la fe que los cazadores depositaban en su misión y en cada uno de ellos.
La reunión de los Pilares en la gran sala de la finca había comenzado con murmullos preocupados, hasta que las tensiones no pudieron contenerse más. Giyuu y Gyomei estaban firmes en su postura, defendiendo la humanidad de Obanai, pero otros Pilares, especialmente Shinobu, se mostraban escépticos, planteando preguntas que ninguno quería responder.
—No podemos ignorar el peligro que representa este bebé —dijo Shinobu con su voz calmada, pero con la dureza que caracterizaba a sus opiniones—. Aunque Obanai sea nuestro compañero, no podemos olvidar que Muzan lo ha marcado. Lo que lleva en su interior puede ser la herramienta para el fin de la humanidad.
—¿Y quiénes somos nosotros para decidir si esa vida es una amenaza o no? —intervino Giyuu, cruzando los brazos mientras miraba a los demás Pilares—. No es solo un bebé, es el hijo de Obanai. ¿Cómo podemos actuar con tanta frialdad hacia alguien que ni siquiera ha nacido?
Shinobu lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y frustración.
—No se trata de frialdad, Tomioka. Estamos hablando de una nueva raza, una fusión entre demonio y humano. No sabemos qué consecuencias puede traer su nacimiento. Incluso Obanai tiene dudas al respecto, ¿cómo podemos estar seguros de lo que sucederá?
Gyomei, que había permanecido en silencio, tocó su rosario con calma, pero su expresión era severa.
—Obanai es uno de nosotros —dijo con voz profunda y serena—. Hemos luchado juntos, hemos derramado sangre juntos. ¿Dónde está nuestra confianza en él? Si decide traer a este niño al mundo, debemos apoyarlo. Si algo va mal, lo enfrentaremos como lo hemos hecho con cada amenaza.
Sanemi, que había estado de pie junto a la puerta, escuchando la conversación, finalmente intervino. Su paciencia estaba al límite, y el peso de la situación lo había afectado profundamente. Dio un paso adelante, con la mandíbula apretada y el ceño fruncido.
—Obanai no está solo en esto, y no voy a permitir que lo traten como un enemigo —dijo Sanemi, su voz dura mientras recorría con la mirada a los otros Pilares—. Puede que no entiendan lo que estamos enfrentando, pero no voy a permitir que ustedes decidan por nosotros. Este bebé es nuestro, y si creen que es una amenaza, tendrán que enfrentarse a mí también.
Shinobu alzó una ceja, sorprendida por la intensidad de Sanemi. La sala quedó en silencio por unos momentos, Mitsuri, la que siempre había sido el puente de compasión en el grupo, ya no estaba allí para calmar las aguas.
El silencio lo rompió Kagaya Ubuyashiki, quien hasta ese momento había permanecido observando las discusiones con una calma inusual. Su rostro, aunque sereno, mostraba las marcas de la preocupación que todos compartían.
—Sanemi tiene razón en un punto —comenzó Kagaya, su voz suave pero autoritaria—. Esta no es una decisión que deba tomarse a la ligera. El Cuerpo de Cazadores está en un momento crítico, y Muzan está observando cada uno de nuestros movimientos. Lo que decidamos hoy puede definir el destino de la humanidad.
Los Pilares escuchaban con atención, cada uno de ellos con emociones mezcladas.
—Debemos confiar en Obanai —continuó Kagaya, su mirada dirigida hacia todos los presentes—. Aunque la incertidumbre sea grande, hemos enfrentado lo imposible antes. No permitamos que el miedo nos divida. La clave de nuestra victoria siempre ha sido nuestra unión. Si empezamos a desconfiar unos de otros, perderemos más de lo que ya hemos sacrificado.
Sanemi, que había estado tenso, dejó escapar un suspiro. Sabía que las palabras de Kagaya eran verdad, pero eso no calmaba su preocupación. No importaba cuántas batallas hubiera ganado, esta era una guerra que libraba en su corazón, tanto como en el campo de batalla.
—Mantendremos a Obanai y al bebé a salvo —declaró Kagaya finalmente—. Pero también tomaremos precauciones. Shinobu, confío en que seguirás trabajando para descubrir cómo podemos suprimir el núcleo demoníaco en Obanai. Y si el bebé se convierte en una amenaza... entonces tomaremos medidas. Pero no antes.
Shinobu asintió, aunque no parecía del todo convencida. La tensión en la sala seguía presente, pero las palabras de Kagaya habían, al menos por ahora, apaciguado el conflicto.
—Aprovechen este tiempo —dijo Kagaya, mirando a Sanemi y luego a los demás—. Prepárense para lo que está por venir. Muzan no nos dará tregua. Debemos estar listos para el ataque, y cuando llegue ese día, todos debemos estar en la misma página.
La reunión terminó con ese último aviso, y los Pilares comenzaron a dispersarse, aunque las dudas seguían flotando en el aire. Sanemi se quedó un momento más en la sala, mirando a Kagaya, quien le devolvió una mirada comprensiva.
—Protege a Obanai —le dijo Kagaya en voz baja—. No solo de Muzan, sino también de las dudas que puedan surgir en su propio corazón.
Sanemi asintió. Sabía que la verdadera batalla no solo se libraría contra los demonios, sino también dentro de los cazadores mismos. Mientras salía de la sala y caminaba hacia donde se encontraba Obanai, Sanemi se juró a sí mismo que no dejaría que nada ni nadie les arrebatara el futuro que soñaban.
Muzan podía estar pisándoles los talones, pero juntos, Obanai, Sanemi y el bebé serían más fuertes que cualquier destino sombrío que se avecinara.
Continuará...
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