Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 30: La Determinación de Sanemi


Después de varios días en una misión, Sanemi regresó a la finca principal, agotado físicamente pero más preocupado por la situación de Obanai. A pesar de los demonios que enfrentaba en cada misión, el verdadero miedo residía en lo que ocurría con la persona que más amaba. 

Desde el momento en que cruzó el umbral de la finca, el ambiente parecía más denso, cargado de una tensión que era difícil de ignorar.

Sanemi caminó rápidamente hacia la habitación donde Obanai había sido confinado. No era una prisión, pero las circunstancias lo hacían sentir así. Mientras recorría el pasillo, escuchó a lo lejos las voces de Shinobu y Kagaya hablando en privado sobre los últimos síntomas que Obanai había presentado, pero Sanemi no prestó demasiada atención a los detalles médicos. Lo único que quería era verlo.

Cuando finalmente abrió la puerta, lo que encontró fue una escena que le partió el alma. Obanai estaba recostado en su futón, su cuerpo visiblemente afectado por el irregular embarazo que cargaba. Sus manos descansaban sobre su vientre, abultado de una forma antinatural, y su rostro mostraba el cansancio acumulado de semanas de sufrimiento. Los ojos de Obanai, que alguna vez brillaban con determinación, ahora estaban opacos, llenos de dolor y duda.

—Sanemi... —Obanai susurró, su voz débil pero cargada de alivio al verlo.

Sanemi cruzó la habitación en pocos pasos y se arrodilló junto a él, tomando una de sus manos entre las suyas. Era fría al tacto, y eso solo hizo que el miedo de Sanemi creciera aún más.

—Estoy aquí —respondió Sanemi, su voz grave, pero con una suavidad que solo usaba en esos momentos privados con Obanai—. No tienes que pasar por esto solo.

Obanai cerró los ojos por un momento, como si quisiera que esas palabras fueran suficientes para aliviar todo el peso que llevaba, pero no lo eran. Sabía que Sanemi estaba haciendo todo lo posible por estar a su lado, por apoyarlo, pero el conflicto interno que lo devoraba no desaparecía tan fácilmente.

—No puedo más, Sanemi... —dijo Obanai, con un nudo en la garganta—. Este... este embarazo es una abominación. No sé si lo que llevo dentro es una criatura que traerá el fin del mundo o si es algo más... algo que no puedo comprender. Cada día es peor, cada vez siento más dolor, más miedo.

Sanemi lo escuchó en silencio, sus ojos fijos en el rostro de Obanai. Las palabras de su compañero eran como cuchillas en su corazón, porque sabía que no tenía una respuesta para darle. ¿Cómo podía asegurarle que todo estaría bien cuando él mismo no estaba seguro de lo que el futuro les deparaba?

—Lo que más me duele... —continuó Obanai, su voz quebrándose— es que no puedo darte lo que mereces. Una vida normal. Una familia normal. No soy capaz de protegerte, y lo que llevo dentro... no sé si será una bendición o una maldición. A veces pienso que lo mejor sería acabar con esto antes de que sea demasiado tarde, pero luego... luego recuerdo que esto es parte de ti y de mí.

Sanemi, con una mezcla de furia y frustración, apretó los puños. No contra Obanai, sino contra la situación en la que ambos estaban atrapados. La impotencia lo quemaba por dentro, deseaba poder hacer algo, cualquier cosa, para aliviar el sufrimiento de Obanai. Pero cada vez que lo intentaba, la realidad los arrastraba de vuelta a ese punto crítico.

—No hables así —dijo Sanemi, con la voz tensa pero controlada—. Sé que esto no es lo que queríamos. Esto no es normal, Obanai, lo sé. Pero también sé que no estás solo en esto. Si hay una oportunidad, por pequeña que sea, de que lo que estás cargando pueda ser algo bueno... entonces tenemos que aferrarnos a eso. Si es una maldición, pelearemos juntos. Si es algo más... no voy a dejar que te destruyas por miedo a lo que podría ser.

Obanai lo miró a los ojos, buscando en ellos alguna certeza que lo ayudara a encontrar una respuesta. Pero en lugar de certeza, encontró algo más valioso: la fuerza y el amor que Sanemi le ofrecía incondicionalmente. Ese vínculo entre ambos, aunque estaba siendo puesto a prueba por las circunstancias, seguía siendo lo único que mantenía a Obanai en pie.

—Solo quiero que todo esto termine —murmuró Obanai, aferrando la mano de Sanemi con más fuerza—. Estoy tan cansado, Sanemi. Tan cansado de este peso, de no saber si cada día que pasa será el último en que aún tenga control sobre mí mismo. Y tengo miedo de lo que podría hacer si Muzan logra lo que quiere.

Sanemi acarició el rostro de Obanai, dejando que sus dedos recorrieran suavemente su piel. No tenía todas las respuestas, y no podía prometerle que todo saldría bien, pero sabía que mientras siguieran juntos, pelearían hasta el final.

—No vamos a dejar que Muzan gane. No mientras siga respirando —afirmó Sanemi, con una determinación que esperaba que, al menos por un momento, pudiera darle algo de consuelo a Obanai—. No importa lo que pase, no te voy a abandonar. Esta es nuestra lucha, y si tengo que destruir a todo demonio en la Tierra para protegerte, lo haré.

Obanai asintió lentamente, sintiendo un alivio momentáneo al escuchar las palabras de Sanemi, pero el conflicto seguía ahí, ardiendo en lo profundo de su ser. Cada día que pasaba lo acercaba más a la decisión final: continuar con el embarazo y arriesgarse a desatar una nueva era de destrucción, o terminar con todo y destruir la única conexión que tenía con Sanemi y, posiblemente, con su humanidad.

Mientras la tarde avanzaba y el dolor en su cuerpo se hacía más intenso, Obanai cerró los ojos, tratando de encontrar un fragmento de paz. La presencia de Sanemi a su lado era un consuelo, pero la pregunta que lo atormentaba aún permanecía sin respuesta: ¿qué decisión tomaría cuando el momento llegara?

Continuara...

Tnoel: Estamos llegando a la brecha final, gracias por todo el apoyo y soportar el angust.  

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro