Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3: La Senda de la Decisión

Los meses pasaron como un río silencioso, arrastrando consigo las cicatrices emocionales que Obanai Iguro había aprendido a aceptar.

El dolor de la pérdida de Mitsuri seguía presente, pero con el paso del tiempo, algo dentro de él había cambiado. Donde antes solo había dureza, ahora había espacio para algo más: el reconocimiento de que la vida, por muy breve y frágil que fuera, merecía ser vivida plenamente.

Y en esa plenitud, había decidido encontrar la belleza en las pequeñas cosas: las amistades que antes daba por sentadas, los momentos de camaradería, e incluso el amor que había comenzado a surgir de forma inesperada.

Obanai había vuelto a ser él mismo, pero de una manera diferente. No era el cazador frío y distante que siempre había sido, sino alguien más consciente del valor del tiempo, de las conexiones humanas y de la importancia de las emociones que había reprimido durante años.

Aunque no hablaba abiertamente de sus sentimientos, había una calma perceptible en su actitud, una aceptación de que la vida debía ser vivida sin esperar, porque la muerte, siempre cercana, podía llegar en cualquier momento a manos de los malditos demonios.

Fue durante una mañana tranquila en la sede del Cuerpo de Cazadores de Demonios cuando Kagaya Ubuyashiki, el maestro respetado por todos los pilares, convocó a sus cazadores más experimentados.

Su voz suave, cargada de sabiduría y serena compasión, resonó en la sala. Los ojos ciegos de Kagaya miraban más allá de lo visible, como si pudiera ver las almas de quienes estaban frente a él.

"Se han reportado movimientos inusuales en los pueblos cercanos," comenzó Kagaya, con su habitual calma. "Los demonios parecen estar actuando de forma más coordinada y agresiva. No podemos permitirnos ignorar esto. Quiero que Obanai, Sanemi y Tomioka investiguen juntos. Su combinación de habilidades será esencial para lidiar con esta nueva amenaza."

Obanai, de pie junto a Sanemi y Giyuu Tomioka, asintió en silencio. Los tres compartían una relación respetuosa, aunque marcada por sus personalidades intensamente diferentes.

Sanemi, siempre impulsivo y directo, cruzaba los brazos con una expresión de determinación feroz.

Giyuu, por otro lado, mantenía su habitual semblante impasible, su presencia estoica contrastando con la energía abrasadora de Sanemi.

Obanai, que había aprendido a mantener un equilibrio entre su frialdad exterior y su creciente conexión con los demás, se permitió un momento de reflexión. Esta misión era peligrosa, como todas, pero ahora sentía una diferencia.

Ya no era solo una cuestión de cumplir con su deber, sino de proteger lo que quedaba de su mundo, un mundo en el que había comenzado a encontrar sentido más allá de la batalla.

Una vez que la reunión concluyó, los tres pilares se prepararon para partir. La misión requería que actuaran con rapidez, pero también con cautela.

Obanai, alistando sus armas, sintió una extraña mezcla de emociones. Por un lado, estaba listo para la batalla, para cumplir con su deber, pero por otro, la idea de marcharse sin tener claro si regresarían con vida le recordó la fragilidad de su existencia.

El recuerdo de Mitsuri seguía latente, y cada vez que salía a una misión, sentía el peso de esa ausencia con más intensidad.

Mientras ajustaba su haori, Sanemi se acercó, su expresión seria. "No pienses demasiado en esto, Iguro. Sabes que estas misiones son lo que somos. Si te preocupas por el futuro, ya estás muerto antes de empezar", dijo con su típico tono rudo, aunque en el fondo había una especie de consejo en sus palabras.

Obanai asintió, sin molestarse en replicar. Sabía que Sanemi tenía razón, pero eso no significaba que no pensara en la muerte o en las personas que dejarían atrás si fallaban.

La vida de un Pilar siempre estaba al borde del filo de una espada, y aunque eso ya no lo aterraba, tampoco quería que todo terminara sin haber hecho lo que más valoraba: proteger a los que amaba.

Poco después, los tres pilares partieron en dirección a los pueblos del norte. El camino era largo, pero el grupo avanzaba con determinación.

Sanemi caminaba al frente, su paso decidido, mientras Tomioka mantenía su posición habitual en la retaguardia, vigilando cualquier amenaza potencial. Obanai, en el centro, mantenía una mano sobre su katana, alerta a cualquier señal de peligro.

La cercanía entre Sanemi y Obanai era palpable. Aunque sus interacciones eran breves y a menudo se redujeran a simples comentarios sobre la misión, había una especie de entendimiento silencioso entre ellos. Ambos sabían que el otro estaba dispuesto a dar su vida si fuera necesario, y esa lealtad era inquebrantable.

Giyu, por su parte, observaba esa dinámica con su acostumbrada tranquilidad, sin intervenir demasiado, pero listo para actuar cuando fuera necesario.

Con el paso de los días, comenzaron a llegar a las aldeas afectadas. Los informes eran inquietantes: familias enteras desaparecidas, rastros de sangre pero sin cuerpos, y un silencio aterrador que parecía envolver cada rincón.

La presencia de los demonios era evidente, pero sus movimientos eran extrañamente coordinados, como si respondieran a una mente maestra detrás de todo.

Una noche, mientras acampaban en los límites de una aldea desierta, Sanemi rompió el silencio que había dominado el grupo. "Algo grande se avecina," dijo, su tono grave. "Los demonios no son estúpidos. Esto no es una cacería común."

Obanai miró a Sanemi, sus pensamientos alineándose con los del Pilar del Viento. "Lo sé. Están siguiendo un plan. Y no me gusta nada."

Giyu, sentado en silencio cerca del fuego, habló por primera vez en horas. "Si es así, tenemos que ser más cuidadosos. No podemos permitirnos errores."

El aire se cargó de tensión mientras los tres Pilares compartían una mirada de entendimiento. Sabían que estaban a punto de enfrentarse a algo más peligroso de lo que habían anticipado. Y aunque el miedo siempre era un compañero silencioso en sus misiones, la determinación de sobrevivir y proteger a la humanidad ardía con más fuerza que nunca en sus corazones.

Obanai, mirando hacia el cielo estrellado, sepermitió un momento de reflexión. La promesa que se había hecho a sí mismo, de vivir plenamente y amar con intensidad mientras tuviera vida, resonaba en sumente.

Estaba dispuesto a enfrentar cualquier cosa que viniera, porque sabía que, sin importar lo que sucediera, había algo más grande que su propia existencia: el deber de proteger, el amor que aún guardaba en su corazón y la amistad inquebrantable que había encontrado en compañeros como Sanemi.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro