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Capítulo 28: Revelaciones en la Finca de Ubuyashiki


El ambiente en la sala principal de la finca de Ubuyashiki era denso, casi sofocante. Los pilares estaban reunidos alrededor de Kagaya, cada uno con expresiones sombrías. Obanai no estaba presente, pero todos sabían que la reunión giraba en torno a él y al peligro latente que ahora representaba, no solo para el Cuerpo de Cazadores, sino para toda la humanidad. Kagaya, con su calma habitual, se dirigió a ellos, pero esta vez su voz, aunque suave, estaba teñida de una preocupación profunda.

—Estamos ante una situación que nunca antes habíamos enfrentado —comenzó, dirigiendo su mirada sabia y compasiva a cada uno de los pilares—. Obanai, uno de los nuestros, se ha convertido en el portador de una vida que Muzan busca controlar. Sabemos que Muzan pretende utilizarlo para dar lugar a una nueva era de terror, una raza híbrida entre demonios y humanos que podría significar el fin de todo lo que hemos luchado por proteger.

Los pilares escuchaban en silencio, cada uno procesando la magnitud de lo que Kagaya decía. La atmósfera estaba cargada de tensión. Algunos, como Gyomei, parecían concentrados en encontrar soluciones, mientras que otros, como Sanemi, apenas lograban contener su inquietud. Su conexión con Obanai hacía que todo esto fuera mucho más personal.

Shinobu, con su característico semblante analítico, fue la primera en hablar.

—He estado investigando sobre la naturaleza del núcleo demoníaco en Obanai. Lo que he encontrado no es alentador —dijo, entrelazando sus manos sobre el regazo—. El núcleo es una parte viva de Muzan. Aunque no ha despertado por completo, su presencia en Obanai lo convierte en una especie de ancla para los demonios. Estoy trabajando en un antídoto o una forma de suprimir ese núcleo, pero no tengo garantías de que funcione. Debemos ser cautelosos y vigilantes.

—¿Cuánto tiempo tenemos antes de que ese núcleo despierte por completo? —preguntó Giyu, rompiendo su habitual silencio.

—Es imposible de decir con certeza —respondió Shinobu—. Puede despertar en cualquier momento, especialmente si Muzan lo desea.

Sanemi, que hasta ahora había permanecido en silencio, con los puños apretados, levantó la mirada. Sus ojos ardían con una mezcla de determinación y desesperación.

—No me importa cuán peligroso sea el núcleo —dijo con voz tensa—. Obanai sigue siendo uno de los nuestros, y más allá de eso, es... —se detuvo, tragándose las palabras que luchaban por salir. Al final, exhaló profundamente, su rabia contenida suavizándose solo un poco—. No lo abandonaremos. Si es necesario, vigilaré cada maldito segundo de su vida para asegurarme de que Muzan no lo controle.

Kagaya asintió, con una sonrisa suave pero dolorosa.

—Esa es nuestra mayor prioridad, Sanemi —dijo—. Aunque algunos de ustedes puedan tener reservas, Obanai debe ser protegido. No solo por lo que representa para nosotros como cazador, sino también por la vida que lleva dentro. No podemos permitir que Muzan logre su propósito.

Aunque algunos pilares parecían divididos internamente, no había duda de que todos coincidían en lo más importante: proteger a Obanai, incluso si eso significaba enfrentarse a un poder mucho mayor. Sin embargo, las dudas persistían. La amenaza era real, y con el avance del embarazo de Obanai, el tiempo parecía estar corriendo en su contra.

Mientras tanto, en la habitación, Obanai descansaba en una cama sencilla, con los ojos cerrados. Su rostro mostraba claros signos de agotamiento. No solo era el peso físico de su embarazo, sino también el dolor emocional de saber que su vida estaba completamente entrelazada con los planes de Muzan.

Los sueños proféticos lo atormentaban cada noche, visiones del fin del mundo, del caos que podría desatarse si él no tomaba una decisión pronto.

Sanemi, como había prometido, se mantenía cerca, vigilando a Obanai cada noche. En esos momentos de silencio, su corazón latía con un ritmo pesado, como si el miedo a perderlo lo asfixiara lentamente. En el fondo, Sanemi sabía que no podía hacer mucho para aliviar el dolor que Obanai estaba sufriendo, pero su presencia era lo único que podía ofrecer.

—¿Estás despierto? —preguntó Sanemi en voz baja, mientras se sentaba al borde de la cama.

Obanai asintió, sin abrir los ojos.

—Apenas. Estos días... están siendo difíciles —murmuró con voz ronca—. Me siento más fuerte físicamente, pero emocionalmente... —abrió los ojos y miró a Sanemi—. Siento que estoy perdiendo el control.

Sanemi tomó una de las manos de Obanai, apretándola suavemente.

—No estás solo en esto. No dejaré que lo estés —dijo con una firmeza que escondía su propio miedo—. Muzan no te va a quitar esto. Ni a ti, ni a lo que llevas dentro.

Obanai cerró los ojos de nuevo, agradecido por esas palabras, aunque las dudas seguían revoloteando en su mente. ¿Cómo podría él, un simple humano, enfrentarse a algo tan monstruoso como Muzan? ¿Cómo podría proteger esa vida en su interior, una vida que era a la vez fruto de su amor por Sanemi y una pieza en los juegos oscuros de Muzan?

Mientras el tiempo avanzaba y los síntomas de su embarazo se volvían más intensos, Obanai se encontraba atrapado en una encrucijada entre el destino que le había impuesto Muzan y la lucha por mantener su humanidad intacta. Pero con Sanemi a su lado, al menos por ahora, tenía un rayo de esperanza. Y esa esperanza era todo lo que necesitaba para seguir adelante.

Las noches continuaban, cargadas de insomnio y tensión, mientras ambos se preparaban para lo inevitable. Algo oscuro se avecinaba, y aunque Obanai no podía prever con exactitud qué forma tomaría, sabía que el desenlace estaba cerca. Y, cuando llegara, estaría listo para enfrentarlo, sin importar el costo.

Continuará...

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