Capítulo 27: Movimientos Oscuros
El viento soplaba con fuerza en la finca del pilar de la serpiente, levantando hojas caídas y llenando el ambiente con una tensión palpable. Aunque la luz del día aún iluminaba el paisaje, Obanai sentía la sombra de algo mucho más oscuro acercándose. Desde hacía semanas, los movimientos de los demonios se habían vuelto más erráticos, como si una fuerza desconocida los guiara. No era coincidencia; era Muzan, tirando de los hilos invisibles para obtener lo que deseaba: a Obanai.
Una noche, mientras descansaba en su habitación en la finca, Obanai despertó de repente, con la sensación de que algo no estaba bien. La brisa que entraba por las ventanas abiertas parecía arrastrar un susurro inquietante. Sin previo aviso, un grupo de demonios irrumpió en el recinto, habiendo roto las barreras de protección alrededor de la finca. Su objetivo estaba claro: secuestrar a Obanai.
Obanai, con reflejos que ahora eran más ágiles de lo que él mismo comprendía, se levantó, tomando su espada y preparándose para luchar. Los demonios, que normalmente habrían atacado sin piedad, esta vez no se abalanzaron sobre él como de costumbre. En lugar de eso, se detuvieron a una distancia prudente, reverenciándolo como si fuera el mismísimo Muzan. Uno de los demonios más grandes, con ojos llenos de fervor, habló.
—Eres el elegido... el portador de la nueva era —dijo con una reverencia profunda—. Ven con nosotros... el Rey te espera.
El conflicto interno de Obanai se intensificó al escuchar esas palabras. Aunque su naturaleza humana se rebelaba ante la idea de ser parte del plan de Muzan, su cuerpo parecía responder de manera distinta. Una sensación de calor le recorrió el vientre, como si el ser que llevaba en su interior reaccionara ante la cercanía de los demonios.
Antes de que pudiera tomar una decisión, un destello de acero cruzó el aire, decapitando al demonio que había hablado. Era Sanemi, quien había llegado justo a tiempo.
—¡No te tocan, malditos bastardos! —rugió Sanemi, con la furia característica que lo consumía cuando se trataba de proteger a quienes amaba.
La batalla fue breve, pero intensa. A pesar de la resistencia de los demonios, los pilares demostraron una vez más por qué eran los cazadores más poderosos. No obstante, la situación había sido una advertencia clara: Muzan estaba dispuesto a todo para recuperar a Obanai y el linaje que llevaba dentro.
Después del enfrentamiento, Kagaya Ubuyashiki fue informado de lo ocurrido y decidió tomar medidas inmediatas. Sabía que la única manera de mantener a Obanai a salvo era esconderlo y limitar su participación en las misiones del Cuerpo de Cazadores.
Era un sacrificio doloroso, pero necesario. Obanai pasaría el resto de su embarazo en la finca principal, bajo la estricta vigilancia de los pilares y lejos del alcance de los demonios que seguían las órdenes de Muzan.
—No podemos correr más riesgos —dijo Kagaya, su voz suave pero firme mientras explicaba la situación—. Obanai, entiendo lo que esto significa para ti, pero es crucial que te mantengas oculto. No sabemos hasta dónde llegará Muzan, pero tenemos que estar preparados para lo que sea.
Obanai, aunque reacio a dejar de pelear, comprendió la gravedad de la situación. Sabía que, mientras Muzan lo buscara, no solo su vida, sino la de todos sus compañeros cazadores, estaba en peligro. Aceptó quedarse en la finca, pero la incertidumbre lo consumía. La vida que crecía dentro de él era una mezcla de amor y terror, un símbolo de lo que estaba por venir.
Sanemi se mantuvo a su lado, con la misma furia contenida y el deseo de protegerlo que siempre lo había caracterizado. No había dicho mucho después de la batalla, pero sus ojos dejaban claro que haría lo imposible para mantener a Obanai a salvo.
—No importa lo que pase —le susurró una noche, mientras ambos contemplaban el cielo estrellado desde la ventana de la finca—, no dejaré que nada te ocurra.
Obanai asintió, pero en su interior sabía que la verdadera batalla aún estaba por comenzar.
Continuará.
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