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Capítulo 20: Los Primeros Síntomas.


Los días continuaron su curso, pero Obanai comenzó a notar algo extraño en su cuerpo. Al principio, había intentado ignorar las señales: una leve náusea por las mañanas, fatiga que no desaparecía incluso después de un descanso completo, y una presión inusual en su vientre que solo aumentaba con el tiempo. 

Para un cazador tan disciplinado como él, cualquier cambio físico era motivo de inquietud, pero había decidido atribuirlo a las secuelas de las batallas recientes y, tal vez, a la influencia del núcleo demoníaco que aún residía en su interior.

Sanemi, que pasaba la mayor parte de las noches junto a él, no dejaba de observarlo con una creciente preocupación. Las pesadillas de Obanai se habían intensificado en los últimos días. A menudo se despertaba empapado en sudor, su cuerpo temblando mientras intentaba recuperar el aliento. Aunque trataba de disimularlo, Sanemi, con su naturaleza protectora, lo notaba todo.

—Obanai, ¿cuánto tiempo más piensas ocultarme que algo no está bien? —preguntó Sanemi una noche, cuando Obanai despertó sobresaltado tras un sueño particularmente perturbador.

Obanai, con el cuerpo aún tenso y el corazón palpitando a toda velocidad, trató de normalizar su respiración. Miró a Sanemi, encontrándose con sus ojos serios, llenos de preocupación. Habían compartido muchas noches desde que su relación había dado ese paso significativo, pero en las últimas semanas, la cercanía también había traído más incertidumbre.

—No es nada grave, Sanemi —respondió Obanai en un tono que intentaba ser tranquilizador—. Solo... solo son sueños.

Sanemi frunció el ceño, claramente no convencido. Con su naturaleza directa, se inclinó hacia Obanai y le tomó el rostro con una firmeza suave, obligándolo a mirarlo a los ojos.

—No me mientas. No puedo ayudarte si no me dices lo que está pasando. Algo te está molestando, y no es solo la falta de sueño. —Sanemi hizo una pausa, evaluando la reacción de Obanai—. ¿Es por el núcleo?

La pregunta directa hizo que Obanai cerrara los ojos por un momento. Durante mucho tiempo, había tratado de mantener la calma respecto a la presencia del núcleo demoníaco en su interior. Había pasado meses sin señales de que ese oscuro poder intentara despertar, pero ahora, con las nuevas sensaciones en su cuerpo y las pesadillas más frecuentes, no podía evitar pensar que algo estaba cambiando.

—No estoy seguro —confesó Obanai finalmente, abriendo los ojos para enfrentarse a la mirada seria de Sanemi—. He estado sintiendo cosas... diferentes. Pero no sé si es por el núcleo o por otra cosa.

Sanemi permaneció en silencio, pero su mano no se apartó del rostro de Obanai, como si ese contacto fuera suficiente para ofrecerle algún consuelo. Sin embargo, en su interior, Sanemi luchaba con una creciente angustia. 

Había escuchado las advertencias de Kagaya y los otros Pilares sobre el peligro que representaba el núcleo, pero hasta ahora, Obanai había mostrado un control admirable. No obstante, si algo estaba cambiando dentro de él, Sanemi sabía que debía estar preparado para cualquier eventualidad.

—Dime lo que sueñas —pidió Sanemi en voz baja, su tono más suave de lo habitual.

Obanai vaciló al principio, pero sabía que no podía seguir ocultándolo. No de Sanemi. Habían pasado por demasiadas cosas juntos, y la conexión que compartían era más profunda de lo que Obanai había esperado.

—Sueño... con un nacimiento —dijo, su voz apenas un susurro—. Un ser que crece dentro de mí, mitad humano, mitad demonio. En esos sueños, Muzan aparece, observando desde las sombras, como si estuviera esperando algo.

Sanemi entrecerró los ojos, el nombre de Muzan siempre causando una reacción visceral en él. Pero lo que más le impactó fue la mención de un "nacimiento". Era algo completamente ajeno a cualquier cosa que hubieran imaginado.

—¿Un... nacimiento? —repitió, tratando de entender—. ¿Te refieres a que...?

Obanai asintió, aunque en su interior aún luchaba por aceptar lo que los sueños le estaban mostrando.

—Es como si el núcleo estuviera... gestando algo dentro de mí. Y aunque en mis sueños puedo sentir que está relacionado con los planes de Muzan, no sé qué significa exactamente.

Sanemi apartó su mano del rostro de Obanai y se dejó caer sobre la cama, mirando al techo. Un silencio denso se instaló entre los dos. Sanemi había enfrentado demonios innumerables veces, había estado al borde de la muerte en más ocasiones de las que podía contar, pero esto... esto era diferente. La idea de que algo crecía dentro de Obanai, algo que podría ser parte de los oscuros planes de Muzan, lo llenaba de una inquietud que no podía sacudir.

—Entonces... ¿qué vamos a hacer? —preguntó Sanemi finalmente, rompiendo el silencio. Su voz tenía un tono de determinación, como si estuviera listo para luchar contra lo que fuera necesario, aunque no supiera exactamente a qué se enfrentaban.

Obanai no respondió de inmediato. Miró a Sanemi, sintiendo la misma determinación en su interior, pero también un conflicto más profundo. No podía simplemente ignorar lo que estaba pasando, pero al mismo tiempo, tampoco podía permitir que el miedo gobernara sus decisiones.

—No lo sé —admitió Obanai—. Pero lo que sea que esté pasando, no podemos enfrentarlo solos. Debemos hablar con Kagaya. Él sabrá qué hacer, o al menos podrá ayudarnos a entender lo que está ocurriendo.

Sanemi asintió, sabiendo que Obanai tenía razón. A pesar de su naturaleza ferozmente independiente, sabía que algunos problemas requerían el apoyo de quienes estaban a su alrededor. Especialmente cuando se trataba de algo tan grande como los oscuros planes de Muzan.

Sin embargo, mientras Obanai hablaba, una mano se posó sobre su estómago, donde esa incomodidad extraña seguía latente. Aún no entendía completamente lo que estaba ocurriendo dentro de él, pero una cosa era segura: algo estaba cambiando, y ese cambio lo llevaría a una nueva etapa en su vida. Una etapa que, para bien o para mal, estaba directamente vinculada a Muzan Kibutsuji.

Con esa certeza, Obanai se recostó nuevamente, observando el rostro de Sanemi bajo la tenue luz de la luna que se filtraba por la ventana. Por ahora, solo podían esperar y enfrentarse a lo que el futuro les deparara. Pero sabían que, pasara lo que pasara, lo enfrentarían juntos.

Continuara...

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