Capítulo 13: El Juicio de Kagaya.
Con el primer rayo del amanecer iluminando el horizonte, Obanai y Sanemi se dirigieron hacia la finca principal de Ubuyashiki, donde Kagaya aguardaba.
Los ecos del sueño profético seguían resonando en la mente de Obanai, y aunque Sanemi intentaba restarles importancia, en el fondo, ambos sabían que la situación no podía ser ignorada.
El viaje fue silencioso. Obanai permanecía ensimismado, repasando cada detalle de la visión y lo que el núcleo demoníaco podría significar. A su lado, Sanemi caminaba con su típico ceño fruncido, pero sus ojos denotaban preocupación. Sabía que, aunque mantenía una actitud despreocupada, no podía desestimar lo que estaba ocurriendo dentro de Obanai.
Al llegar a la finca de Kagaya, los recibió una atmósfera de calma. El Maestro Ubuyashiki, con su habitual serenidad, les esperaba sentado en el jardín, rodeado por la belleza de las flores que siempre parecían florecer a su alrededor.
El aire olía a jazmín y a tierra húmeda, brindando una sensación de paz que contrastaba con el tumulto interno que sentía Obanai.
Kagaya levantó la mirada hacia ellos, sus ojos vendados no impedían que percibiera la tensión en el aire. Con una leve sonrisa en los labios, los invitó a acercarse. "Obanai, Sanemi, es un placer verlos de nuevo."
Obanai inclinó la cabeza con respeto. "Maestro Kagaya, hemos venido a informar sobre... una nueva complicación."
Sanemi tomó la palabra, con un tono que intentaba suavizar la situación. "Obanai tuvo un sueño, una visión relacionada con el núcleo demoníaco que encontró. Yo creo que es solo un reflejo del estrés y las batallas recientes, pero él está... preocupado."
Obanai lo interrumpió, mirando a Kagaya con seriedad. "No fue solo un sueño. Siento que el núcleo está despertando, hay algo oscuro dentro de mí, Maestro. Algo que ni siquiera yo puedo controlar."
Kagaya asintió lentamente, escuchando con atención. Su expresión no mostraba sorpresa ni alarma, sino comprensión. Tras un momento de reflexión, habló con su usual calma. "Es natural que, tras los eventos recientes, tu mente esté inquieta, Obanai. El núcleo demoníaco que reside en ti es algo que no podemos tomar a la ligera. Sin embargo, no podemos actuar precipitadamente ni dejarnos llevar por el miedo. La historia de los cazadores está llena de sacrificios, y tú ya has soportado una gran carga."
La voz de Kagaya, suave pero firme, calmaba un poco el corazón agitado de Obanai, aunque las dudas persistían. "Maestro, ¿y si esto es parte de un plan de Muzan? ¿Y si soy un peligro para todos ustedes?"
Kagaya sonrió levemente, como si ya hubiera previsto esas preguntas. "No subestimes el poder de tu voluntad, Obanai. Aunque llevas dentro algo ajeno y oscuro, no es eso lo que te define. Tu corazón, tus decisiones, son lo que te hace ser quien eres. Sin embargo, entiendo tus preocupaciones, y por eso tomaremos algunas medidas."
Sanemi cruzó los brazos, interrumpiendo con una expresión algo desafiante. "No creo que sea para tanto, Kagaya-sama. Obanai está exagerando. Si algo llega a salir mal, lo resolveremos en el momento. No es necesario tratarlo como si fuera una bomba de tiempo."
Kagaya lo miró con paciencia, comprendiendo la naturaleza protectora de Sanemi. "Aprecio tu lealtad y tus palabras, Sanemi, pero debemos prever cualquier posibilidad. Obanai estará bajo observación, no porque dudemos de él, sino para asegurar su bienestar y el nuestro. Durante un tiempo, le daré un merecido descanso de las misiones más exigentes. No lo enviaré a misiones menores, a menos que sea absolutamente necesario."
Obanai asintió, aceptando el veredicto de Kagaya. Aunque el descanso le preocupaba, quería seguir siendo útil en la lucha contra los demonios, pero comprendía la precaución detrás de la decisión. Necesitaba tiempo para asimilar lo que le estaba ocurriendo, y más importante aún, para encontrar una manera de evitar que el núcleo demoníaco tomara control de su cuerpo.
"Gracias, Maestro," dijo Obanai, con una mezcla de alivio y resignación.
Kagaya se inclinó ligeramente hacia él, su rostro lleno de empatía. "Recuerda, Obanai, que esta batalla interna que enfrentas es tan importante como la lucha contra los demonios. No estás solo en esto. Tienes a tus compañeros y, especialmente, a Sanemi, que te ha demostrado ser un gran apoyo. Mantén la fe en ti mismo."
Tras la reunión, mientras caminaban de regreso, Sanemi rompió el silencio con su tono brusco habitual, pero con una sutil calidez que no pasó desapercibida para Obanai. "No deberías preocuparte tanto, Iguro. Como dijo Kagaya, si algo llega a suceder, lo resolveremos. No te vamos a dejar caer tan fácilmente."
Obanai, que en otra ocasión hubiera refutado con alguna palabra cortante, simplemente sonrió ligeramente. "No esperaba menos de ti, Sanemi. Gracias."
Sanemi gruñó, aparentemente incómodo con las muestras de gratitud, pero no pudo ocultar del todo el ligero sonrojo en sus mejillas. "Sí, bueno, lo hago más por evitar problemas... no creas que es porque me importas tanto."
El camino de regreso a la finca estaba lleno de un extraño silencio cómodo. Obanai, por primera vez en días, sentía que podía relajarse ligeramente. Aunque las dudas sobre el núcleo persistían, el apoyo de Sanemi y las sabias palabras de Kagaya le habían dado un respiro.
A pesar de todo, sabía que el verdadero desafío aún estaba por llegar. Dentro de él, el núcleo latía con una presencia constante, un recordatorio de que su lucha no solo era contra los demonios externos, sino también contra la oscuridad que llevaba dentro.
El descanso que Kagaya le había otorgado no era solo físico, sino también mental. Necesitaba encontrar la paz interior antes de que el mal en su interior pudiera aflorar y reclamar su ser. Pero sabía que no lucharía solo.
Ahora más que nunca, sentía el peso y el valor de las conexiones que había formado, y eso le daba la fuerza para seguir adelante.
Continuara.
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