Capitulo [6]
El lunes amaneció como cualquier otro: el bullicio de la oficina empezaba temprano, con empleados corriendo de un lado a otro mientras intentaban cumplir con las exigencias de la semana. Sin embargo, para Sanemi, el día no se sentía como de costumbre.
Sentado en su oficina, miraba el escritorio impecablemente ordenado de Obanai a través del cristal que los separaba. Su asistente ya estaba ahí, como siempre, organizando papeles y revisando la agenda del día con la eficiencia que lo caracterizaba. Pero ahora, Sanemi lo veía con otros ojos.
Había algo desconcertante en saber que aquel omega, tan frío y profesional en su trato, tenía una faceta completamente distinta fuera del trabajo: una en la que sonreía con ternura y sostenía a un niño en brazos. Sanemi no podía apartar esa imagen de su mente, y el creciente interés que sentía lo irritaba.
-Kanae, ven a mi oficina -ordenó, marcando el intercomunicador.
No pasó mucho tiempo antes de que Kanae entrara con su habitual calma.
-¿En qué puedo ayudarlo, señor Shinazugawa? -preguntó, con su sonrisa serena.
Sanemi se aclaró la garganta, intentando sonar casual.
-Quiero que recopiles toda la información que puedas sobre Obanai Iguro. Lo básico: antecedentes, familia, cualquier cosa que no esté en su expediente laboral.
Kanae parpadeó, algo sorprendida, pero no hizo preguntas.
-Claro. ¿Alguna razón en particular?
Sanemi frunció el ceño, su mirada desviándose hacia la ventana.
-Es solo un procedimiento rutinario. Quiero saber si hay algo que pueda afectar su desempeño en la empresa.
Kanae asintió, aunque una pequeña sonrisa se formó en sus labios al notar el tono defensivo del alfa.
-Entendido. Lo tendré listo lo antes posible.
Cuando Kanae salió, Sanemi se recargó en su silla, pasándose una mano por el cabello con frustración. "¿Qué me pasa?", pensó. Nunca antes había sentido la necesidad de entrometerse en la vida personal de sus empleados. Pero con Obanai, todo parecía diferente.
El resto del día transcurrió con normalidad, al menos en apariencia. Obanai entraba y salía de su oficina, entregando reportes y revisando detalles con la misma precisión de siempre. No parecía estar afectado por lo ocurrido la madrugada anterior, como si esa escena familiar que Sanemi había presenciado no tuviera ningún peso en su mente.
Por el contrario, para Sanemi, las dudas eran incesantes.
"¿Quién es el padre del niño? ¿Por qué Obanai trabaja en lugar de quedarse criando a su hijo? ¿Qué tipo de vida tiene fuera de la oficina?"
Esas preguntas lo atormentaban, y aunque intentaba concentrarse en su trabajo, su mente siempre volvía al mismo punto.
Por la tarde, mientras revisaba algunos documentos con Obanai, Sanemi no pudo contenerse más.
-Iguro, ¿cuánto tiempo llevas trabajando aquí? -preguntó de repente, su tono más casual de lo habitual.
Obanai levantó la mirada del informe que sostenía, arqueando una ceja.
-Un poco más de un mes, señor. ¿Por qué la pregunta?
Sanemi se encogió de hombros, fingiendo indiferencia.
-Solo curiosidad. No suelo mantener asistentes tanto tiempo.
-Lo he notado -respondió Obanai, con un leve tono sarcástico que arrancó una sonrisa a Sanemi.
El alfa lo observó por un momento antes de soltar otra pregunta.
-Tu hijo... ¿cuántos años tiene?
Obanai se tensó apenas, pero respondió con calma.
-Cinco años.
Sanemi asintió, tratando de no parecer demasiado interesado.
-Debe ser complicado equilibrar el trabajo con la crianza de un niño.
Obanai volvió su atención al informe, cerrándolo con precisión.
-Lo es, pero tengo apoyo. Mitsuri ha sido de gran ayuda como niñera.
Sanemi quiso preguntar más, pero algo en la expresión neutral de Obanai lo detuvo. El omega era claramente reservado, y cualquier intento de profundizar en su vida personal sería recibido con resistencia.
Cuando Obanai salió de la oficina, Sanemi soltó un suspiro. Había algo en ese hombre que lo intrigaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Mientras miraba los papeles sobre su escritorio, una cosa le quedó clara: no iba a descansar hasta resolver el enigma que era Obanai Iguro.
La jornada laboral llegó a su fin, y la mayoría de los empleados comenzaron a abandonar la oficina. Sanemi, sin embargo, permaneció en su despacho, revisando los últimos correos antes de cerrar el día. Kanae entró con paso ligero, llevando una carpeta que colocó cuidadosamente sobre su escritorio.
-Aquí está la información que me pidió, señor Shinazugawa -anunció con su habitual sonrisa.
Sanemi asintió, tomando la carpeta entre sus manos.
-Gracias, Kanae. Puedes retirarte.
La mujer inclinó ligeramente la cabeza y salió, dejando al alfa solo con sus pensamientos. Sanemi observó la carpeta por unos segundos, su curiosidad luchando contra una punzada de incomodidad. "¿Por qué estoy haciendo esto?", se preguntó. Sin embargo, el misterio que rodeaba a Obanai lo empujó a actuar.
Guardó la carpeta en su maletín y salió de la oficina, decidido a leerla en la privacidad de su hogar.
En su amplio departamento, Sanemi se sirvió un vaso de whisky antes de acomodarse en el sofá. Encendió una lámpara cercana y sacó la carpeta, abriéndola con cuidado.
El primer documento era el historial laboral de Obanai. Como ya sabía, el omega había trabajado en varias empresas antes de unirse a la suya, destacando siempre por su desempeño impecable. Sin embargo, lo que llamó su atención fueron los periodos de inactividad que aparecían intercalados entre los trabajos.
"Unos meses aquí, un año allá... ¿Qué pasó en esos intervalos?"
Continuó leyendo. El siguiente informe contenía información personal básica: lugar de nacimiento, edad, dirección actual. Pero lo que realmente capturó su atención fue el nombre del hijo de Obanai: Kaito Iguro. No había registro alguno del otro progenitor.
Sanemi frunció el ceño, tomando un sorbo de su whisky mientras pasaba a la siguiente página. Allí encontró algo que lo dejó perplejo: una copia de un informe médico que indicaba que Obanai había sufrido complicaciones graves durante el parto de su hijo. El documento no daba muchos detalles, pero era evidente que había sido una experiencia difícil.
El alfa dejó la carpeta sobre la mesa, su mente llena de preguntas. Era raro ver a un omega desempeñarse con tanta independencia, y menos aún siendo padre soltero. La sociedad aún cargaba con expectativas tradicionales, donde los omegas solían dedicarse al hogar, especialmente cuando tenían hijos. Pero Obanai rompía con todos esos moldes.
"¿Qué lo llevó a tomar ese camino?", se preguntó Sanemi, apoyando los codos sobre sus rodillas mientras giraba el vaso en su mano.
Aunque intentaba justificar su interés como simple curiosidad profesional, en el fondo sabía que era más que eso. Había algo en la fortaleza y determinación de Obanai que lo intrigaba profundamente, y no podía evitar sentir una extraña admiración por él.
El sonido del teléfono interrumpió sus pensamientos. Sanemi lo tomó y vio el nombre de Kanae en la pantalla.
-¿Qué ocurre? -preguntó al contestar.
-Perdón por molestarlo a esta hora, señor Shinazugawa, pero pensé que debería saberlo. Obanai pidió permiso para salir temprano mañana. Al parecer, tiene una cita médica con su hijo.
Sanemi frunció el ceño.
-¿Cita médica? ¿Está enfermo?
-No tengo esa información, pero puedo averiguarlo si lo desea.
Sanemi negó con la cabeza, aunque Kanae no podía verlo.
-No, no es necesario. Gracias por avisar.
Colgó el teléfono y volvió a recostarse en el sofá, mirando hacia el techo. Las piezas del rompecabezas comenzaban a unirse, pero aún había demasiados vacíos.
Por primera vez en mucho tiempo, Sanemi sintió que el trabajo no era lo único en su mente. Ahora, ese omega rebelde y misterioso que se atrevía a desafiarlo había ocupado un espacio que ni siquiera sabía que existía. "Quizá entenderlo sea el primer paso para resolver este lío que él ha creado en mi cabeza", pensó, aunque sabía que era una mentira piadosa para justificar el creciente interés que lo carcomía.
Continuará...
¡Les deseo un muy feliz año nuevo, mis adictos al Saneoba! Y por más dramas, aventuras y romances para nuestros pilares favoritos 🐍🍃
¡Con mucho amor, Tentastic!
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