Capítulo [35]
El sonido de la carcajada de Sanemi llenó la habitación, abrupto pero lleno de genuino deleite. Obanai gruñó algo ininteligible mientras se removía, despertado por el ruido. Aún adormilado, abrió un ojo para encontrarse con el rostro de Sanemi, quien lo miraba con una mezcla de diversión y algo más profundo, algo casi embelesado.
—¿Qué demonios te pasa tan temprano? —murmuró el omega con voz ronca, su tono malhumorado.
Sanemi intentó contener otra carcajada, pero fue inútil. Alzó una mano para apartar un mechón rebelde que caía sobre la frente de Obanai.
—Es solo que... mírate. Eres un completo desastre al despertar. No tiene nada que ver con el Obanai impecable que aparece en la oficina cada mañana.
El omega parpadeó varias veces, procesando las palabras del alfa mientras se daba cuenta de su propio estado. Su cabello estaba revuelto, la bata ligeramente desacomodada, y su expresión era tan desorientada que incluso él tuvo que admitir que no era su mejor versión.
—Pues claro, Sanemi, así es como luce cualquiera al despertar. No todos nacemos peinados y perfectos como tú te crees.
Su intención era sonar cortante, pero el calor que subió a sus mejillas al notar la mirada intensa de Sanemi lo traicionó. Obanai intentó moverse para comenzar el día y poner fin a la conversación, pero el alfa fue más rápido.
Antes de que pudiera decir algo más, Sanemi lo sujetó firmemente por la cintura, atrayéndolo de vuelta contra su pecho. Obanai abrió la boca para protestar, pero no tuvo oportunidad: Sanemi lo calló con un beso.
Era un beso lento y decidido, lleno de una mezcla de ternura y deseo. Las manos del alfa recorrieron los costados del omega con cuidado, apenas un roce que hizo que la piel de Obanai se erizara. Cuando finalmente Sanemi se separó, lo hizo solo lo suficiente para mirar directamente a los ojos de Obanai, quien estaba claramente sorprendido, aunque sin fuerza para protestar.
—Eres perfecto así, tal como estás ahora. Y, si me dejas ser sincero, me gusta verte así. Desordenado, relajado... y completamente encantador.
Obanai sintió un nudo en la garganta al escuchar esas palabras. No estaba acostumbrado a recibir ese tipo de elogios, menos de alguien como Sanemi. Bajó la mirada, intentando ocultar el leve temblor de sus labios, pero Sanemi no se lo permitió. Levantó su rostro con una mano firme pero suave, obligándolo a mirarlo.
—Obanai, ¿puedes imaginarte cuántas mañanas como esta quiero tener contigo? —susurró Sanemi con una sonrisa ladina, pero con un trasfondo de sinceridad que dejó sin palabras al omega.
Obanai simplemente asintió, permitiendo que Sanemi lo rodeara con su abrazo mientras él se acomodaba nuevamente contra el pecho del alfa. Quizás, solo quizás, podía permitirse un poco más de tiempo en esa burbuja de calidez y tranquilidad antes de enfrentarse al día.
...
Obanai se movía con rapidez en la cocina, sus movimientos aún torpes por la reciente discusión sobre la ducha compartida que Sanemi había intentado imponerle con descaro. Aunque el omega había escapado antes de que pudiera convencerlo, no podía evitar recordar la manera en que el alfa había insistido con esa seguridad natural que lo caracterizaba.
El sonido de la cafetera llenó el pequeño silencio, junto al aroma del desayuno que empezaba a tomar forma. Fue interrumpido por el zumbido de su teléfono en la barra de la cocina. Al ver el nombre de Kanroji, se permitió un suspiro de alivio al leer el mensaje: "Pronto llegaré con Kaito. ¡Asegúrense de estar listos para recibirnos!"
Obanai leyó el mensaje varias veces, intentando no pensar en lo que venía después de esa mañana aparentemente tranquila. La sombra de la demanda de Kaigaku y la inminente cita en el tribunal pendían sobre ellos como una tormenta.
Cuando el sonido de pasos firmes y una puerta cerrándose a lo lejos le indicó que Sanemi había salido de la ducha, Obanai se apresuró a poner el desayuno en la mesa. Sin embargo, no pudo evitar sentir un ligero escalofrío al recordar lo que le esperaba más adelante ese día.
Sanemi entró a la cocina con el cabello todavía húmedo, luciendo tan despreocupado como siempre, aunque Obanai sabía que detrás de su calma había una mente que trabajaba rápido para encontrar soluciones. Se dejó caer en una de las sillas, observando al omega mientras colocaba los platos.
—¿Ya llegó el mensaje de Kanroji? —preguntó Sanemi, con una sonrisa ladina mientras tomaba el café que Obanai acababa de servir.
—Sí, llegará en un rato con Kaito. —Obanai tomó asiento frente a él, moviendo distraídamente su tenedor sobre el plato.
Sanemi notó el gesto, sus instintos de alfa activándose de inmediato al captar la tensión en el omega. Sin rodeos, dejó su taza de café y le sostuvo la mirada.
—Obanai, vamos a resolver esto. Kaigaku no tiene nada sólido para quitarte a Kaito. No voy a dejar que toque a tu hijo, ¿me entiendes?
Obanai levantó la vista, encontrándose con esos ojos determinados que siempre parecían dispuestos a enfrentarse al mundo por él.
—Lo sé... pero no puedo evitar pensar en todas las posibilidades. —Obanai dejó escapar un suspiro, apoyando la barbilla en una mano—. Kaigaku es astuto. Tiene los medios y la falta de escrúpulos para torcer cualquier cosa a su favor.
Sanemi se inclinó hacia adelante, tomando la mano libre de Obanai entre las suyas.
—Y yo tengo los medios para aplastarlo. Mis abogados están trabajando en esto desde el momento en que mencionaste su propuesta. —La seriedad en la voz de Sanemi no dejó lugar a dudas—. Además, no estás solo. Lo vamos a enfrentar juntos.
Obanai apretó ligeramente la mano de Sanemi, buscando fuerza en ese simple gesto. Sabía que la batalla que se avecinaba no sería fácil, pero por primera vez en mucho tiempo, no se sentía completamente solo para enfrentarlo.
Continuará...
TNoel: Capítulo cortito, para cerrar el anterior, en mi pendejez no se por qué los dividí en dos partes, me dí cuenta al revisar lo escritos. ¿Prefieren capítulos más largos?
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