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Capítulo [26]

El lunes en la empresa tenía un aura distinta. El ambiente era más ligero, casi como si el edificio entero respirara un aire de tranquilidad. Los empleados compartían miradas cómplices al ver a su jefe llegar con una energía que rara vez mostraba. Sanemi caminaba con confianza, el rostro relajado y una leve sonrisa que muchos notaron.

Detrás de él, como siempre, estaba Obanai, quien mantenía su porte profesional pero no podía evitar pensar en el fin de semana que acababan de compartir. Sanemi, atrapado en su burbuja de pensamientos felices, parecía casi ajeno a las miradas curiosas de los empleados.

Obanai aprovechó un momento de privacidad al entrar a la oficina de Sanemi para recordarle la realidad que les esperaba.

—No te relajes demasiado —dijo con su tono firme y profesional—. Tenemos reuniones con los ceos de Matsuda Corp y Akihara Industries, además de los contratos de distribución que necesitan tu firma antes de mediodía.

Sanemi suspiró, dejándose caer en su silla de cuero mientras miraba los documentos que Obanai colocaba meticulosamente sobre su escritorio.

—¿No me puedo tomar un momento para disfrutar el día? —replicó Sanemi con un toque de dramatismo, aunque sabía que su asistente tenía razón.

Obanai arqueó una ceja, cruzándose de brazos.

—Si quieres disfrutar el día, asegúrate de que esos contratos estén firmados y las reuniones salgan bien. Luego, quizás, tengas tiempo para tus fantasías.

Sanemi soltó una carcajada breve, notando el leve sarcasmo en las palabras del omega.

—¿Así que lo admites? Sabes que estoy pensando en ti.

Obanai se sonrojó apenas, desviando la mirada hacia el escritorio.

—No pongas palabras en mi boca, Shinazugawa. Ahora trabaja.

Sanemi sonrió ampliamente, disfrutando más de lo necesario de la reacción del omega. Con un último suspiro resignado, tomó el primer contrato y comenzó a revisarlo.

—Está bien, está bien. Pero no creas que esto me va a distraer del todo.

Obanai negó con la cabeza, aunque una pequeña sonrisa asomó en sus labios mientras se retiraba para atender otros pendientes. Sanemi observó cómo salía de la oficina, su determinación renovada.

Incluso con un día lleno de responsabilidades, sabía que tenía algo más grande por lo que trabajar: el futuro que quería construir con Obanai y Kaito.

La paz del lunes se rompió de golpe cuando Kanao llegó apresurada a la oficina de Sanemi, visiblemente nerviosa.

—Señor Shinazugawa... hay un invitado inesperado en recepción —dijo, tratando de no perder la compostura.

Sanemi levantó la vista de los documentos que estaba revisando, arqueando una ceja con evidente molestia.

—¿Quién?

Antes de que Kanao pudiera responder, la puerta se abrió de par en par, sin previo aviso. Su presencia era como un viento helado que atravesaba el ambiente cálido que Sanemi había creado esa mañana. El omega de élite entró con una postura impecable, su expresión tan neutra que rozaba la arrogancia, y sus ojos azul profundo parecían analizar cada rincón de la oficina antes de posarse en Sanemi.

—Sanemi —dijo Giyuu con un tono monótono pero cargado de una familiaridad que no se molestó en ocultar—. Necesitamos hablar.

Sanemi frunció el ceño de inmediato, la incomodidad palpable en su cuerpo al escuchar esa voz que había logrado borrar de su vida años atrás. Se puso de pie, cruzando los brazos mientras lo enfrentaba con firmeza.

—Giyuu. ¿Quién te dio permiso para entrar aquí sin avisar?

Giyuu inclinó ligeramente la cabeza, como si el comentario le resbalara por completo.

—La cuestión no es quién me dio permiso. Es que no podía esperar más para resolver ciertos asuntos contigo.

Sanemi apretó la mandíbula, notando que varios empleados, incluidos Obanai y Kanae, habían comenzado a murmurar al otro lado de la puerta entreabierta. Se giró hacia Kanao, que seguía en el marco, claramente superada por la situación.

—Kanao, cierra la puerta —ordenó Sanemi, su voz baja pero autoritaria.

Kanao asintió rápidamente y cerró la puerta, dejando al alfa solo con el incómodo visitante.

—Dime qué quieres y acaba con esto rápido —gruñó Sanemi, sus ojos entrecerrados mientras intentaba mantener la calma.

Giyuu dio un paso más hacia el escritorio, su expresión aún neutral pero con un destello de determinación en sus ojos.

—No estoy aquí para pelear, Sanemi. Vine porque hay algo que debemos aclarar. Sé que lo nuestro no terminó en buenos términos, pero no puedo ignorar los rumores que he escuchado.

Sanemi bufó con una mezcla de irritación y cansancio.

—¿Rumores? No tengo tiempo para tus juegos, Giyuu. Si vienes a desenterrar el pasado, llegaste demasiado tarde.

Giyuu lo miró directamente a los ojos, su tono más firme de lo habitual.

—Esto no es solo sobre el pasado. Es sobre lo que estás haciendo ahora. Quiero saber qué papel juega ese omega asistente tuyo en tu vida.

El ambiente se tensó aún más. Sanemi sintió un ardor en el pecho al escuchar cómo Giyuu mencionaba a Obanai, y su instinto protector despertó al instante.

—Obanai no es asunto tuyo —espetó Sanemi, dando un paso adelante—. Y no tienes derecho a venir aquí cuestionándome sobre mi vida personal.

Giyuu mantuvo la mirada fija, sin inmutarse ante la reacción de Sanemi.

—Quizá no tenga derecho, pero tú y yo sabemos que la prensa, los accionistas, y todos los que están a tu alrededor no dejarán pasar esto por alto si se enteran de que un omega común está captando tu atención.

Sanemi sintió que la ira burbujeaba bajo la superficie, pero se obligó a controlarse. No permitiría que Giyuu menospreciara a Obanai ni a lo que estaban construyendo juntos.

—Escucha bien, Giyuu —dijo con voz firme y decidida—. Mi vida ya no tiene nada que ver contigo, y no voy a tolerar que vengas a mi empresa a sembrar dudas o a intentar interferir en lo que hago. Así que, si no tienes nada más que decir, te sugiero que salgas antes de que pierda la paciencia.

Giyuu lo miró durante unos segundos más, como si evaluara si valía la pena continuar la conversación. Finalmente, se dio la vuelta con la misma calma con la que había entrado.

—Por tu bien, espero que estés tomando las decisiones correctas, Sanemi.

Cuando Giyuu salió, Sanemi dejó escapar un largo suspiro, su mente ya anticipando las preguntas y los rumores que esto podría generar en la empresa. Pero más allá de eso, sabía que tendría que explicarle a Obanai lo que acababa de suceder, especialmente porque no quería que su omega pensara que algo del pasado con Giyuu podía interponerse en su presente.

Continuará...

TNoel: ¿Qué me creen un monstruo? Un lobo cuida a su loba.

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