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Capítulo [24]

Sanemi no solía ir al supermercado con compañía. Para él, era una tarea rápida y sin mucha ciencia: entrar, tomar lo necesario y salir lo más pronto posible. Sin embargo, esta vez había accedido a ir acompañado de Obanai y Kaito, quien parecía emocionado por cada cosa que veía, desde las frutas hasta los estantes de cereales.

Desde que comenzaron a vivir juntos, Sanemi había aprendido detalles que nunca habría imaginado sobre ellos. Sabía, por ejemplo, que Kaito tenía una fascinación por los colores brillantes y los empaques llamativos, y que Obanai prefería productos naturales y evitaba lo procesado siempre que podía. Esa tarde, mientras empujaba el carrito, Sanemi observó cómo el omega guiaba a su pequeño entre los pasillos, deteniéndose de vez en cuando para revisar etiquetas con una concentración que rivalizaba con la que ponía en el trabajo.

-¿Prefieres el té negro o el verde? -preguntó Obanai de repente, sin levantar la vista del estante.

Sanemi, un poco sorprendido por la pregunta, tardó un segundo en responder.

-Negro, creo.

Obanai tomó la caja correspondiente y la colocó en el carrito sin decir nada más. Sanemi lo observó por un momento, intrigado. Desde que vivían juntos, el omega había comenzado a notar cosas que incluso él mismo pasaba por alto: cómo le gustaban los huevos bien cocidos por la mañana, o que siempre prefería las verduras frescas antes que congeladas.

-Eres muy observador, ¿lo sabías? -comentó Sanemi mientras caminaban hacia otro pasillo.

Obanai lo miró de reojo, arqueando una ceja.

-Es algo que aprendí a hacer con el tiempo. Además, si vamos a vivir bajo el mismo techo, tiene sentido prestar atención a esos detalles.

Sanemi sonrió, aunque trató de no hacerlo demasiado evidente. Había algo casi íntimo en esa afirmación, en la forma en que Obanai, sin darse cuenta, comenzaba a integrar al alfa en su rutina diaria.

Mientras Kaito insistía en llevar una caja de galletas con dibujos animados, Sanemi decidió probar algo.

-¿Y tú? ¿Prefieres las manzanas rojas o verdes? -preguntó casualmente.

Obanai se detuvo un momento, como si no esperara la pregunta.

-Rojas, pero no demasiado dulces.

Sanemi asintió, tomando nota mentalmente. Era un pequeño detalle, pero para él significaba mucho.

Al llegar a la caja, Kaito ya estaba medio dormido en el carrito, abrazando su preciada caja de galletas. Obanai revisó rápidamente los productos antes de que los pasaran por la banda, asegurándose de que todo estuviera en orden.

Sanemi, por su parte, se quedó mirando a los dos con una sensación que no podía describir del todo. No estaba acostumbrado a este tipo de escenarios, a sentirse parte de algo tan... cotidiano, pero al mismo tiempo tan significativo. Sanemi tomó una decisión: haría todo lo posible para mantener ese ambiente familiar. Porque, aunque no lo hubiera planeado, ese pequeño rincón de su vida con Obanai y Kaito se estaba convirtiendo en algo que no quería perder.

Sanemi subió las escaleras con Kaito profundamente dormido en sus brazos. El pequeño parecía tan frágil en ese estado, con la respiración tranquila y las manos aferradas a su caja de galletas favorita. Había algo sorprendentemente natural en la forma en que lo llevaba, como si siempre hubiera estado acostumbrado a ello. Al llegar a la habitación de Kaito, lo acostó con cuidado en la cama que había mandado adaptar para él, asegurándose de cubrirlo con las mantas antes de salir en silencio.

En la cocina, Obanai terminaba de acomodar las bolsas más ligeras. Aunque no lo decía, Sanemi sabía que el omega siempre encontraba la manera de repartir el trabajo sin sentirse una carga, algo que admiraba profundamente.

-Mitsuri vendrá a cenar esta noche, ¿cierto? -comentó Obanai mientras revisaba los ingredientes recién comprados.

-Sí. Dijo que estaba cerca y podía pasar a ver cómo estábamos... o cómo estabas, más bien -respondió Sanemi con una leve sonrisa. Sabía que Kanroji siempre se preocupaba por su amigo, pero también disfrutaba de esas reuniones informales que comenzaban a ser una especie de tradición.

Más tarde, durante la cena, Mitsuri no tardó en llenar la conversación con su usual entusiasmo. Entre risas y comentarios sobre la convivencia de Sanemi y Obanai, mencionó algo que capturó la atención del alfa.

-¿Ya pensaste qué vas a hacer para el cumpleaños de Kaito, Obanai? -preguntó Mitsuri con un tono casual mientras servía un poco más de arroz en su plato.

Obanai, que en ese momento llevaba un vaso de agua a sus labios, se detuvo un segundo antes de responder.

-Había pensado en algo pequeño, quizás un pastel en casa contigo y nosotros. No creo que sea necesario hacer algo más grande.

Sanemi frunció ligeramente el ceño ante esa respuesta.

-¿Un pastel y ya? -intervino, un poco incrédulo.

Obanai lo miró con una mezcla de curiosidad y cautela.

-Kaito es pequeño, no creo que necesite algo más elaborado.

-¿Pequeño? ¡Es su cumpleaños! -exclamó Sanemi, más emocionado de lo que esperaba. Mitsuri asintió con entusiasmo, apoyando al alfa.

-Sanemi tiene razón, Obanai. Podrías hacer algo especial. Algo que lo haga sentir querido y celebrado.

El omega suspiró, algo abrumado por la intensidad de ambos.

-No es que no quiera hacerlo... es solo que no tengo experiencia organizando algo así. Siempre ha sido algo sencillo, y con lo que pasó recientemente con el incendio... no quiero ponerle más peso a la situación.

Sanemi cruzó los brazos, pensando en cómo abordar el tema. Sabía que Obanai siempre ponía a Kaito primero, pero también entendía que el omega no se permitía salir de su zona de confort cuando se trataba de cosas emocionales.

-Entonces, deja que yo me encargue -declaró Sanemi con firmeza.

Obanai levantó una ceja, escéptico.

-¿Encargarte tú? ¿Y qué piensas hacer?

Sanemi sonrió, con un destello de confianza en los ojos.

-Algo que Kaito no olvide. Un día en el que sepa cuánto lo quieren su papá y los demás. Déjame demostrarte que puedo manejarlo.

Obanai dudó por un momento, pero la determinación en la voz de Sanemi lo hizo reconsiderar. Después de todo, ¿qué podía perder?

-De acuerdo, pero no hagas nada exagerado -advirtió, aunque su tono ya no era tan severo.

Mitsuri dio un pequeño aplauso, emocionada por la idea.

-¡Va a ser increíble! Sé que Kaito lo va a amar.

Sanemi asintió, decidido a hacer de ese día algo especial, no solo para el pequeño, sino también para Obanai. Porque en el fondo, sabía que cada gesto hacia Kaito era una forma de demostrarle al omega cuánto le importaban ambos.

Continuará...

TNoel: Espero disfruten el capítulo, gracias por su apoyo y comentarios, me la paso muy bien leyendolos. 🍃🐍

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