Capítulo [23]
La noche anterior había marcado un antes y un después. Para Sanemi, no solo se trataba del beso o del momento compartido en la terraza; era el significado detrás de todo aquello. Obanai, con todas sus reservas y cicatrices, le había permitido acercarse más que a nadie, y Sanemi sabía que no podía darse el lujo de fallarle.
Esa mañana, el alfa se despertó con una energía renovada, una resolución clara de seguir construyendo ese vínculo que apenas comenzaba a solidificarse. Se tomó un momento para observar el penthouse, ahora con pequeños indicios de la presencia de Kaito y Obanai: un juguete olvidado en el sofá, una taza que no era suya en la mesa del comedor, y hasta el leve aroma que impregnaba el ambiente, haciendo que el lugar ya no se sintiera tan vacío.
Cuando Sanemi bajó a desayunar, encontró a Obanai en la cocina, preparando algo mientras Kaito jugueteaba cerca, concentrado en unos bloques de construcción que Mitsuri había traído días atrás. Era una escena tan doméstica que lo desarmó por completo.
—Buenos días —saludó Sanemi, su voz más suave de lo habitual.
Obanai levantó la vista brevemente, su semblante relajado aunque mantenía cierta cautela.
—Buenos días. El desayuno estará listo en un momento.
Sanemi sonrió ligeramente y se sentó a la mesa, observando cómo el omega se movía con eficiencia. Había algo casi hipnótico en la manera en que se desenvolvía, tan meticuloso y dedicado en cada cosa que hacía.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Sanemi finalmente, su tono genuino, pero con una pizca de curiosidad.
Obanai dejó el cuchillo sobre la tabla de cortar y lo miró, cruzando los brazos.
—¿Te refieres a lo de anoche? —preguntó, directo como siempre.
Sanemi asintió, sin apartar la mirada.
—Sí. Quiero saber cómo estás con todo esto... con nosotros.
Obanai bajó la mirada por un momento, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.
—No voy a mentirte. Esto es nuevo para mí, y no estoy seguro de cómo manejarlo del todo. Pero... —Se detuvo, tomando aire antes de continuar—. No estoy en contra de intentarlo.
Eran palabras sencillas, pero para Sanemi significaban todo. Era el permiso que necesitaba para seguir adelante, la confirmación de que sus esfuerzos no habían sido en vano.
—Eso me basta —respondió Sanemi con una sonrisa sincera, sintiendo cómo una calidez se expandía en su pecho.
El alfa sabía que aún quedaba mucho camino por recorrer, pero ese pequeño avance era suficiente para mantenerlo firme en su decisión. Obanai era un desafío, pero también era un premio que valía cada esfuerzo.
Mientras Kaito reía despreocupado en el fondo y el olor del desayuno llenaba el aire, Sanemi se permitió un momento de esperanza. Había logrado entrar en la vida de Obanai, y ahora haría todo lo necesario para quedarse allí, no solo como un alfa interesado, sino como alguien en quien ambos pudieran confiar.
La aparición de Obanai en su oficina esa misma mañana fue tan repentina como inevitable. Sanemi apenas tuvo tiempo de levantar la vista de los documentos cuando vio al omega cruzar la puerta con pasos decididos, su ceño fruncido y ese característico aire de determinación que tanto lo fascinaba. Sin embargo, lo que realmente llamó su atención fue el sonrojo que teñía sus mejillas, un indicio claro de lo que lo había llevado allí.
—¿Puedo saber qué es esto? —preguntó Obanai, sosteniendo un par de las rosas como si fueran evidencia incriminatoria.
Sanemi se recargó en su silla, su sonrisa ladeada traicionando la diversión que sentía ante la situación.
—Son rosas, ¿no es evidente? —respondió con total calma, ignorando deliberadamente el malhumor de Obanai.
El omega suspiró, claramente tratando de mantener la compostura.
—Sé que son rosas, Sanemi. Lo que no entiendo es por qué están en mi escritorio... y por qué todo el departamento está hablando de esto.
Sanemi se levantó de su asiento con tranquilidad, caminando hacia él sin apartar los ojos de los de Obanai.
—¿De qué otra forma quieres que todos sepan que eres mío? —dijo, su tono grave pero sin perder ese deje de desafío que lo caracterizaba.
Obanai lo miró fijamente, su rostro aún enrojecido. A pesar de su enojo aparente, no había señales de verdadero rechazo. Al contrario, Sanemi podía ver una mezcla de incomodidad y... algo que bien podría ser aceptación a regañadientes.
—No necesito este tipo de cosas para que lo sepan, ¿sabes? —murmuró Obanai, desviando la mirada por un momento.
Sanemi dio un paso más cerca, inclinándose un poco hacia él, lo suficiente para que su presencia se hiciera notar.
—Lo sé. Pero eso no significa que no lo haga porque quiero. Mereces que el mundo lo sepa, Obanai. No te estoy reclamando, estoy asegurándome de que todos vean lo que es obvio para mí: que eres alguien valioso.
Obanai apretó los labios, claramente desarmado por las palabras del alfa. Sabía que no estaba acostumbrado a recibir ese tipo de gestos, pero Sanemi estaba decidido a cambiar eso.
—Deberías empezar a acostumbrarte —añadió Sanemi, con una sonrisa segura—. Porque esto es solo el principio.
Obanai lo miró de nuevo, su ceño fruncido suavizándose un poco mientras las flores permanecían en sus manos.
—Eres imposible —murmuró, pero su tono carecía de cualquier verdadera resistencia.
Sanemi solo rió suavemente, disfrutando de ese pequeño triunfo. Sabía que, poco a poco, estaba ganando terreno en el corazón de Obanai. Y con cada paso, estaba más seguro de que no iba a detenerse.
Sanemi había encontrado una extraña satisfacción en esos pequeños gestos que para otros podrían parecer insignificantes, pero que para él eran formas sutiles de marcar su presencia en la vida de Obanai. El té de las mañanas, cuidadosamente preparado para el omega, se había convertido en un ritual inamovible. Obanai solía recibirlo con una expresión neutra, aunque Sanemi no podía evitar notar la ligera curva de sus labios antes de darle el primer sorbo.
Por otra parte, Sanemi no perdía oportunidad de acercarse más, usando su presencia y su aroma como una manera silenciosa pero efectiva de transmitir sus intenciones. Cada vez que Obanai estaba cerca, Sanemi encontraba la excusa perfecta para inclinarse ligeramente, para rozar su mano al pasar un documento o para quedarse lo suficiente en su espacio personal como para que su aroma quedara impregnado.
El flujo del trabajo seguía su curso habitual, pero el alfa no podía evitar que su atención se desviara constantemente hacia el omega. Verlo tan concentrado, con esa eficiencia que lo caracterizaba, era un recordatorio de por qué Obanai era único. Al final del día, cuando los empleados comenzaban a recoger sus cosas, Sanemi ya tenía su propio ritual: esperarlo en el estacionamiento.
Esa tarde no fue la excepción. Apoyado contra la puerta de su auto, con los brazos cruzados y una expresión de calma inusual, Sanemi observó cómo Obanai salía del edificio con su maletín en mano. Había algo casi doméstico en la rutina que habían creado sin siquiera notarlo.
—¿Todo listo? —preguntó Sanemi mientras abría la puerta del copiloto para él.
Obanai asintió, dejando escapar un suspiro mientras tomaba asiento.
—Sí, aunque todavía hay algunos pendientes que revisaré más tarde.
Sanemi cerró la puerta y caminó hacia el lado del conductor, encendiendo el motor mientras una sonrisa apenas perceptible cruzaba su rostro.
—Ya te dije que te tomes las cosas con más calma. No todo tiene que ser perfecto.
Obanai lo miró de reojo, cruzándose de brazos.
—Eso dice el hombre que revisa cada contrato tres veces antes de firmarlo.
Sanemi soltó una carcajada breve mientras salían del estacionamiento.
—Tienes razón. Pero aún así, puedes dejar un poco para mañana.
El trayecto a casa estuvo lleno de una charla ligera, el tipo de conversaciones que Sanemi había aprendido a disfrutar. Kaito los recibiría con su energía habitual, Mitsuri probablemente les tendría alguna anécdota graciosa sobre el día, y Obanai se ocuparía de la cena como si nada hubiera pasado.
Pero para Sanemi, cada día que pasaba era un paso más cerca de su objetivo. Y mientras manejaba hacia el hogar que compartían, no pudo evitar pensar que, de alguna manera, ya se sentía completo.
Continuará...
TNoel: ¡Perdon por la tardanza! Hay una tormenta electrónica que nos dejó fuera de servicio, intentaré subir mañana por la mañana. Se los quiere. 🐍🍃
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