Capítulo [20]
Sanemi soltó un largo suspiro mientras guardaba los últimos documentos en su portafolio. El día había sido extenuante, y aunque estaba acostumbrado a jornadas pesadas, no podía evitar preocuparse por Obanai. Desde el incendio, el omega había estado trabajando sin descanso, intentando recuperar un equilibrio que a Sanemi le parecía injusto que tuviera que lograr por sí solo.
Sacó su teléfono y, con algo de vacilación, escribió un mensaje a Mitsuri. Pedir favores no era algo que estuviera en su naturaleza, pero por Obanai estaba dispuesto a hacer una excepción.
"Kanroji, necesito un favor. ¿Podrías cuidar a Kaito un poco más esta noche? Planeo llevar a Iguro a cenar fuera."
La respuesta de Mitsuri llegó casi de inmediato.
"¡Por supuesto, Shinazugawa! Kaito es un ángel, no te preocupes por nada. ¡Espero que ambos disfruten su noche!"
Sanemi dejó el teléfono a un lado, satisfecho. Ahora venía la parte difícil: convencer a Obanai.
Cuando salieron de la oficina, el alfa se ofreció a llevarlo de regreso al penthouse, pero en lugar de tomar el camino habitual, giró en dirección opuesta.
—¿A dónde vamos? —preguntó Obanai, su tono neutro, aunque con una pizca de curiosidad.
—A cenar.
Obanai frunció el ceño.
—Sanemi, no tienes que hacer esto. Puedo cocinar algo en casa, no es problema.
—Eso no está en discusión, Iguro —respondió Sanemi, sin apartar la vista del camino—. Has tenido días agotadores, y aunque te guste hacerte el fuerte, hasta tú necesitas un descanso.
Obanai bufó, pero no insistió más. Sabía que discutir con Sanemi era inútil cuando el alfa se ponía terco, y, en el fondo, no podía negar que la idea de cenar fuera no era tan mala.
Sanemi no era un hombre de gestos delicados ni de palabras cuidadosas, pero cuando se trataba de Obanai, había descubierto un nuevo lado de sí mismo: uno que planeaba, que analizaba y que, para su propia sorpresa, se preocupaba por los pequeños detalles. Por eso, cuando pensó en llevarlo a cenar, descartó todos los restaurantes lujosos y ruidosos que solía frecuentar con otros. Sabía que Obanai valoraba la sencillez y la tranquilidad, así que optó por un lugar discreto y acogedor.
El restaurante estaba iluminado con luces cálidas que daban un toque íntimo al ambiente. Las mesas estaban dispuestas con suficiente distancia como para permitir privacidad, y un suave fondo de música instrumental llenaba el espacio sin ser intrusivo.
—No sabía que conocieras lugares como este —comentó Obanai mientras se sentaba frente a Sanemi, inspeccionando el menú con interés moderado.
Sanemi se encogió de hombros.
—Tampoco lo sabía hasta hace poco —admitió con honestidad—. Pero supuse que sería más tu estilo.
Obanai levantó una ceja, sorprendido por la consideración, aunque no dijo nada al respecto. Mientras repasaba el menú, Sanemi lo observó discretamente. Era la primera vez que veía a Obanai sin la presión del trabajo o la preocupación constante por Kaito. Aunque su expresión seguía siendo seria, había algo en su postura más relajado, como si estuviera permitiéndose bajar la guardia, al menos un poco.
—¿Ya decidiste qué pedir? —preguntó Sanemi, rompiendo el silencio.
Obanai asintió.
—Voy a probar el ramen especial. ¿Tú?
—Probablemente un filete. Pero te advierto que también probaré el tuyo.
Obanai resopló, entre divertido e incrédulo.
—¿Siempre haces esto en tus citas?
Sanemi sonrió, ladeando la cabeza.
—No sé. Esta es la primera vez que hago algo así.
El comentario dejó a Obanai sin palabras por un momento. Había algo en el tono casual de Sanemi que lo hacía difícil de creer, pero no parecía estar mintiendo.
La comida llegó rápidamente, y con ella una conversación más fluida. Sanemi evitó hablar de temas de trabajo o de Kaito, queriendo centrarse únicamente en Obanai como individuo.
—¿Siempre has sido así de reservado? —preguntó Sanemi mientras cortaba un pedazo de su filete.
—No es reserva. Simplemente no me gusta hablar demasiado —respondió Obanai, probando su ramen—. La mayoría de las veces, la gente habla solo para llenar el silencio.
—Supongo que tienes razón —dijo Sanemi, inclinándose ligeramente hacia adelante—. Pero contigo me dan ganas de hablar, aunque sea solo para escuchar lo que opinas.
El omega lo miró, claramente desconcertado por la declaración. Sanemi estaba acostumbrado a soltar comentarios sin filtro, pero la forma en que lo dijo, con total sinceridad, lo dejó sin una respuesta adecuada.
—¿Siempre eres tan directo?
—Cuando algo me importa, sí —dijo Sanemi, devolviéndole la mirada con una intensidad que hizo que Obanai desviara los ojos hacia su tazón.
La conversación continuó con un tono más ligero. Hablaron de gustos personales, de cosas triviales como sus platos favoritos o los libros que Obanai solía leer antes de que Kaito ocupara todo su tiempo libre. Para Sanemi, cada pequeño detalle que Obanai compartía era una victoria, un vistazo a la persona detrás del muro que había aprendido a levantar.
Cuando llegó el postre, Obanai se permitió relajarse un poco más, incluso riéndose suavemente de un comentario sarcástico que Sanemi hizo sobre uno de los clientes del restaurante.
—No sabía que tenías sentido del humor —dijo Obanai, ocultando una sonrisa detrás de su taza de té.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí todavía —respondió Sanemi con una media sonrisa—. Pero tengo tiempo para mostrártelas, si me dejas.
Obanai lo miró fijamente, como si intentara descifrar sus intenciones. Sanemi sostuvo su mirada, dispuesto a ser transparente. No estaba jugando, no con él.
—Eres muy terco, ¿lo sabías? —murmuró el omega, aunque no había dureza en sus palabras.
—Me lo han dicho antes —admitió Sanemi, sin apartar los ojos de él—. Pero creo que tú también lo eres, y eso lo hace interesante.
Al salir del restaurante, la brisa nocturna los recibió. Sanemi se ofreció a llevarlo de vuelta al penthouse, y Obanai aceptó sin protestar. Durante el trayecto, ambos se quedaron en silencio, pero no era incómodo. Era el tipo de silencio que hablaba por sí solo, un espacio compartido donde no eran necesarias las palabras.
Cuando llegaron, Obanai se detuvo en la puerta antes de entrar.
—Gracias por esto. Fue... diferente —dijo finalmente, buscando las palabras adecuadas.
—Si es por ti, puedo hacer "diferente" todos los días —respondió Sanemi con una sonrisa ladeada.
Obanai no respondió, pero el ligero rubor en sus mejillas fue suficiente para Sanemi. Aunque quedaba un largo camino por recorrer, esa noche había dado un paso importante, y no tenía intención de retroceder.
Continuará...
Aviso: Segundo capítulo de Pacto de Amor ya publicado! ✨🐍🍃
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro