Capítulo [2]
El viernes por la tarde, Sanemi Shinazugawa cerró la puerta de su oficina con un suspiro. Había logrado sobrevivir otra semana en el torbellino de responsabilidades que implicaba dirigir una empresa multimillonaria. Por supuesto, el mérito de cerrar todos los pendientes recaía en su eficiente asistente, Obanai Iguro, a quien había dejado encargado de los últimos detalles antes de sumergirse en su fin de semana habitual de excesos.
La agenda de Sanemi para el viernes por la noche era clara: una exclusiva reunión con otros empresarios en el club más lujoso de la ciudad, donde el alcohol y las risas entre alfas dominantes solían fluir sin restricciones. Era el tipo de ambiente que Sanemi disfrutaba, un espacio en el que podía presumir de su éxito y olvidarse de los problemas, aunque fuera por unas horas.
Esa noche, el club estaba más animado que nunca. La música resonaba en cada rincón, y las luces tenues creaban un ambiente de lujo y exclusividad. Sanemi llegó vistiendo su habitual traje negro, impecablemente cortado a medida, que realzaba su imponente figura. Los murmullos de reconocimiento no se hicieron esperar.
—¡Sanemi Shinazugawa! —exclamó un alfa alto y de porte extravagante al verlo entrar. Era Uzui Tengen, el magnate de la tecnología y uno de los empresarios más conocidos del país. Su presencia siempre llamaba la atención, no solo por su éxito, sino por su carisma natural.
—Uzui, me sorprende verte por aquí. Pensé que estarías demasiado ocupado construyendo el futuro —bromeó Sanemi, estrechando su mano.
—El futuro puede esperar unas horas. Hoy estamos aquí para disfrutar y, quizás, cerrar algunos negocios interesantes —respondió Uzui con una sonrisa confiada.
Ambos se sentaron en una mesa reservada, rodeados de otros magnates que no tardaron en unirse a la conversación. Mientras las copas se llenaban y las carcajadas resonaban, Uzui aprovechó un momento para hablar en privado con Sanemi.
—He oído que tu empresa está incursionando en el mercado de software financiero. Es un movimiento inteligente. Con la infraestructura tecnológica adecuada, podrías consolidarte como líder en ese sector.
Sanemi arqueó una ceja, interesado. Uzui no solía hablar en vano, y si estaba mencionando un tema así, significaba que tenía algo en mente.
—Estoy buscando un socio estratégico para desarrollar una nueva plataforma de inteligencia artificial enfocada en gestión empresarial. Con tu conocimiento del mercado financiero y mi experiencia en tecnología, podríamos crear algo revolucionario.
Sanemi tomó un sorbo de su whisky mientras procesaba la propuesta. No era común que alguien como Uzui ofreciera asociaciones; solía trabajar solo.
—Interesante. Pero, ¿por qué buscar una alianza? No necesitas ayuda para desarrollar tecnología.
Uzui se inclinó hacia él, con una sonrisa que reflejaba confianza y un toque de misterio.
—Porque este proyecto no es solo tecnología. Es estrategia, penetración de mercado y liderazgo. Necesito a alguien que entienda el terreno desde el punto de vista corporativo, y tú eres el mejor en eso.
Sanemi no pudo evitar sentirse halagado, aunque no lo mostró. En cambio, le devolvió la sonrisa con una expresión calculadora.
—Suena como un desafío. Y ya sabes que no me gustan las cosas fáciles.
—Entonces estamos en la misma página —respondió Uzui, levantando su copa para brindar.
La noche continuó entre conversaciones animadas y promesas de colaboración. Sanemi, aunque disfrutaba del ambiente, no podía evitar que su mente volviera a su empresa. Si aceptaba el contrato con Uzui, sería un paso importante, pero también implicaría una carga de trabajo adicional que inevitablemente recaería en su equipo... y en Obanai.
Por un momento, pensó en cómo el omega manejaría este nuevo reto. Su eficiencia había sido impecable hasta ahora, pero esto sería llevar las cosas al límite. Aunque, si alguien podía soportar la presión, probablemente era él.
Sanemi se permitió una sonrisa.
—Será interesante ver cómo resulta esto —murmuró para sí mismo, antes de volver a integrarse a la conversación con Uzui y los demás.
Esa noche, mientras el mundo parecía estar a sus pies, Sanemi no tenía idea de que las verdaderas sorpresas aún estaban por llegar, y no todas tendrían que ver con contratos millonarios.
Sanemi regresó a su penhouse bien entrada la madrugada, acompañado de dos omegas cuya compañía había adquirido como era costumbre en su vida de excesos. No le importaban los nombres ni las historias detrás de sus rostros atractivos; solo eran un medio para desahogar la tensión acumulada durante la semana. El contrato potencial con Uzui había dejado una sensación de satisfacción en su pecho, como siempre que lograba asegurar una oportunidad que reforzara su éxito.
Después de los encuentros, mientras los omegas dormían plácidamente en su cama de lujo, Sanemi salió a la terraza del ático. Era una costumbre suya: encender un cigarrillo y mirar la ciudad iluminada mientras dejaba que el humo se llevara el peso de la noche. El aire frío despejaba su mente, y el sonido lejano del tráfico lo ayudaba a ordenar sus pensamientos.
Sin embargo, esa noche, algo lo sacó de su rutina habitual. Mientras exhalaba el humo lentamente, su mente vagó hacia su asistente.
Obanai Iguro.
Sanemi frunció el ceño, irritado consigo mismo por pensar en él. No tenía sentido, y sin embargo, allí estaba, recordando la eficiencia casi inhumana del omega. Durante la semana, Obanai no solo había cumplido con sus exigencias, sino que había demostrado una capacidad que Sanemi rara vez encontraba en alguien más.
Lo que realmente lo desconcertaba era la forma en que el omega parecía ignorar por completo la jerarquía natural entre ellos. No importaba cuánto intentara intimidarlo, Obanai siempre mantenía la calma, contestando con precisión y, a veces, incluso con una pizca de descaro que Sanemi encontraba... intrigante.
¿Qué demonios tiene ese tipo? pensó, inhalando profundamente el humo del cigarrillo.
Era absurdo que alguien como él, acostumbrado a tenerlo todo bajo control, se sintiera afectado por la presencia de un simple asistente. Pero la verdad era que, por más que intentara negarlo, Sanemi había empezado a esperar más de Obanai. No solo que cumpliera con las expectativas, sino que las superara.
Esa actitud desafiante del omega, su capacidad para lidiar con la presión y esa inexplicable aura de indiferencia hacia el poder de Sanemi lo habían llevado a algo que él odiaba admitir: respetarlo.
—Tsk. Maldita sea —murmuró, apagando el cigarrillo en un cenicero de cristal con más fuerza de la necesaria.
Regresó al interior, donde los omegas aún dormían profundamente. Por primera vez, se sintió inquieto, como si algo en su rutina perfecta empezara a tambalearse. Se quitó la chaqueta y se sirvió un vaso de whisky, buscando ahogar esos pensamientos.
"Es solo trabajo," se repitió en su mente. "No tiene sentido pensar más en ello."
Pero incluso mientras bebía, la imagen de Obanai y su mirada desafiante seguía rondando en su cabeza. Una parte de él no podía evitar preguntarse si el omega sería capaz de soportar todo lo que estaba por venir... y por qué, en el fondo, deseaba tanto que lo hiciera.
Continuará...
Notas del Autor:
¡Gracias por leer el segundo capítulo! 🖤✨ Quise mostrar un poco del mundo de Sanemi y su complejidad antes de entrar en las interacciones con Obanai. 👀
El próximo capítulo estará lleno de tensión y sorpresas, ¡no se lo pierdan!
Agradecimientos:
Gracias por todo su apoyo y por darle una oportunidad a esta historia. 💕 ¡Sus comentarios significan muchísimo para mí!
Con cariño,
TentasticNoel ✨
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