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Capítulo [13]

Sanemi sabía que, si quería llegar al corazón de Obanai, tenía que hacerlo con sutileza. Meterse a la fuerza en su vida no era una opción; el omega era demasiado astuto y reservado como para permitirlo. Así que decidió empezar con algo simple pero significativo: una invitación a almorzar.

Cuando el reloj marcó la hora del almuerzo, Sanemi apareció en el escritorio de Obanai con su habitual actitud despreocupada.

—Vamos a comer afuera.

Obanai levantó la vista, con el ceño ligeramente fruncido.

—¿Eso es una orden?

Sanemi rió entre dientes.

—Es una invitación. El restaurante de enfrente tiene buena comida, y dudo que hayas comido algo decente en toda la semana con el ritmo que llevas.

Obanai dudó por un momento, pero finalmente aceptó.

—Está bien, pero no quiero que esto interfiera con el trabajo.

Sanemi asintió con una sonrisa.

—Confía en mí, será rápido.

El restaurante era elegante pero acogedor, con grandes ventanales que dejaban entrar la luz del mediodía. Obanai observó el lugar con cierta reserva mientras tomaban asiento.

—¿Qué te hizo querer invitarme? —preguntó mientras hojeaba el menú.

Sanemi se encogió de hombros.

—Llamémoslo curiosidad. Paso tanto tiempo contigo en la oficina que quería saber un poco más de lo que haces cuando no estás aquí.

Obanai levantó una ceja, escéptico.

—Eso suena más a un interrogatorio que a una comida.

Sanemi rió, dejando el menú a un lado.

—No soy tan malo como crees, Iguro. Solo quiero conocerte mejor.

Obanai no respondió de inmediato, pero tampoco lo rechazó. Finalmente, pidió un plato sencillo y dejó que la conversación fluyera.

Durante la comida, Sanemi aprovechó cada oportunidad para indagar sin parecer demasiado insistente.

—¿Siempre has vivido en esa parte de la ciudad? —preguntó casualmente.

—Desde hace unos años, sí. Es un buen lugar para Kaito, tranquilo y con parques cerca —respondió Obanai, manteniéndose neutral.

Sanemi notó el leve cambio en su tono al mencionar a su hijo.

—¿Y qué hace Kaito en su tiempo libre? —preguntó con genuino interés.

Obanai lo miró con algo de sorpresa antes de responder.

—Le gustan los rompecabezas. Es muy listo para su edad.

Sanemi asintió, archivando esa información mentalmente.

—Debe haberlo heredado de ti.

Obanai dejó escapar un leve suspiro.

—No sé si es por mí. Él es... especial. Siempre encuentra maneras de sorprenderme.

Sanemi notó la calidez en su voz y no pudo evitar sonreír.

—Parece que haces un gran trabajo como padre.

Obanai lo miró por un momento, como evaluando la sinceridad de sus palabras, antes de apartar la mirada.

—Hago lo que puedo.

Al terminar la comida, Sanemi sintió que había logrado un pequeño avance. Aunque Obanai seguía manteniendo sus muros en pie, había dejado entrever un lado más humano, más vulnerable.

Mientras regresaban a la oficina, Sanemi decidió no presionarlo más por el momento. Sabía que cada paso debía ser calculado, pero estaba dispuesto a dar todos los que fueran necesarios.

—Gracias por aceptar venir —dijo mientras subían en el ascensor.

Obanai lo miró de reojo, algo desconcertado por la gratitud del alfa.

—Fue solo una comida, Sanemi.

El alfa sonrió.

—Para mí, fue más que eso.

Obanai no respondió, pero en su expresión se podía ver que las palabras de Sanemi habían dejado huella. 

Sanemi sentía que, poco a poco, estaba construyendo un puente hacia Obanai, pero también sabía que apenas había arañado la superficie. Esa comida había sido más que un simple almuerzo; había sido un vistazo al mundo del omega, un mundo que Sanemi estaba ansioso por entender. Sin embargo, las preguntas seguían acumulándose en su mente.

Mientras trabajaba en su oficina, revisando reportes con un bolígrafo que giraba distraídamente entre sus dedos, no podía evitar que sus pensamientos volvieran una y otra vez al mismo lugar: Kaito, su padre, y la fortaleza inquebrantable de Obanai.

Sanemi había conocido a muchos omegas en su vida, pero ninguno como él. ¿Cómo era posible que, siendo un omega, hubiera enfrentado el mundo con tanto orgullo y determinación? La mayoría de los omegas habrían buscado un alfa protector, alguien que cargara con las responsabilidades que ahora recaían exclusivamente en los hombros de Obanai.

¿Por qué él no?

Dejó el bolígrafo en el escritorio y apoyó la cabeza en su mano, frustrado por la falta de respuestas. No podía preguntarle directamente, no sin arriesgarse a que Obanai se cerrara de nuevo. Sabía que cualquier paso en falso lo haría retroceder al punto de partida.

"El padre de Kaito." El pensamiento lo golpeó con fuerza. ¿Dónde estaba? ¿Había muerto? ¿Había abandonado a Obanai? ¿Era alguien que el omega había amado alguna vez o solo una sombra del pasado que prefería olvidar?

Sanemi bufó, sintiéndose incómodo con las emociones que lo invadían. Una mezcla de celos, curiosidad y algo que no podía nombrar. Sentía una punzada al pensar que otro alfa podría haber sido parte de la vida de Obanai en algún momento.

Más tarde, durante un descanso, decidió hacer algo poco usual: caminar hacia el área de descanso donde sabía que Obanai se encontraba. Lo encontró con un café en mano, revisando algunos documentos. Sanemi se acercó con un aire casual, pero internamente estaba tenso.

—¿No descansas nunca? —preguntó, apoyándose en la mesa frente a Obanai.

El omega alzó la mirada, algo sorprendido.

—Hago lo que tengo que hacer.

Sanemi dejó escapar una risa baja.

—Eso ya lo sé. Pero incluso tú necesitas un respiro de vez en cuando.

Obanai lo miró en silencio por un momento antes de soltar un leve suspiro.

—¿Necesitas algo?

Sanemi se rascó la nuca, buscando las palabras correctas.

—Solo estaba pensando... ¿cómo haces para equilibrar todo? El trabajo, Kaito... No debe ser fácil.

Obanai pareció tensarse ligeramente al escuchar el nombre de su hijo, pero mantuvo la compostura.

—Te acostumbras. No hay otra opción.

—¿Y el padre? —preguntó Sanemi antes de poder detenerse.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Obanai dejó su taza de café sobre la mesa, mirándolo con una expresión que era imposible de leer.

—Eso no es algo de lo que me guste hablar —respondió finalmente, su tono frío pero controlado.

Sanemi levantó las manos en un gesto de rendición.

—Lo siento. No quería ser indiscreto.

Obanai asintió, pero no dijo nada más. Sanemi entendió que había tocado una fibra sensible, y aunque no le gustaba retroceder, supo que debía dejar el tema por ahora.

Más tarde, en su oficina, Sanemi no podía sacarse la conversación de la cabeza. Obanai había evitado hablar del padre de Kaito, lo que solo aumentaba su curiosidad. Algo le decía que había una historia ahí, una que Obanai no estaba listo para compartir.

Pero Sanemi estaba dispuesto a esperar. Porque, aunque no lo admitiera en voz alta, cada día que pasaba sentía que su conexión con Obanai se volvía más fuerte. Y si quería ser parte de su vida, tendría que ganarse su confianza, paso a paso.

Continuará...

TNoel: Mi humilde entrega, como la persona laboralmente explotada que soy, espero lo disfruten y perdón por la tardanza. <3

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