Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo [12]

Sanemi nunca había sido alguien que retrocediera ante un desafío, y Obanai Iguro era, sin duda, el más grande de todos. Su determinación era inquebrantable, pero esta vez sabía que no podía actuar con la brusquedad habitual. Había aprendido a observar al omega, a interpretar los pequeños gestos que delataban más de lo que sus palabras decían.

Obanai no estaba completamente cerrado a sus avances. Había algo en su actitud que lo hacía creer que la resistencia no era total rechazo. Era algo más. ¿Miedo? ¿Desconfianza? ¿Un pasado complicado que lo mantenía a la defensiva?

Sanemi soltó un suspiro mientras revisaba un par de informes en su oficina, aunque su mente estaba muy lejos de concentrarse en el trabajo. Él sabía cosas de Obanai, detalles que había recopilado con el tiempo y que le daban ventaja. El niño, Kaito, era una de esas piezas clave. El omega cargaba con una responsabilidad enorme que probablemente lo hacía pensar que no tenía espacio para alguien más en su vida.

Pero Sanemi estaba dispuesto a demostrarle que estaba equivocado.

Al día siguiente, Sanemi llegó a la oficina con un plan. Si quería acercarse más a Obanai, tenía que empezar con lo básico: ganarse su confianza sin sobrepasar límites. Eso significaba ser directo, pero también respetuoso, asegurándose de que cada paso que diera tuviera el consentimiento del omega.

—Iguro, ven a mi oficina cuando termines con esos reportes —le dijo al pasar por su escritorio.

Obanai levantó la mirada y asintió con un leve movimiento, aunque su expresión no mostró ninguna emoción particular.

Unos minutos después, el omega entró, llevando consigo una carpeta de documentos.

—¿Qué necesitas? —preguntó con su tono usual, neutro pero con un ligero borde de desconfianza.

Sanemi se inclinó hacia adelante en su asiento, cruzando los dedos sobre el escritorio.

—Quiero hablar sobre algo que no tiene que ver con el trabajo.

Obanai arqueó una ceja.

—¿Otra vez con tus... intenciones?

Sanemi sonrió ligeramente, sabiendo que no podía andarse con rodeos.

—Sí. Y quiero dejar algo claro, Iguro. No estoy aquí para imponerte nada. No soy de esos alfas que piensan que pueden forzar las cosas. Si alguna vez sientes que estoy cruzando una línea, dímelo, y retrocederé.

El omega lo miró, sorprendido por la seriedad en su tono.

—¿Y eso qué significa?

—Que estoy dispuesto a ir a tu ritmo. Que esto no es un capricho ni algo que me interese para una sola noche. Quiero conocerte más allá de lo que muestras en esta oficina.

Obanai mantuvo su mirada fija en él durante unos segundos antes de dejar escapar un suspiro.

—Sanemi, no sé qué te hace pensar que esto puede funcionar.

El alfa se encogió de hombros, con una sonrisa tranquila.

—Porque creo que vale la pena intentarlo.

El silencio que siguió fue pesado, pero no incómodo. Obanai finalmente bajó la mirada, algo en su expresión suavizándose apenas.

—Tienes mucha confianza para ser alguien que no sabe nada sobre mí.

—Eso es lo que quiero cambiar.

Obanai no respondió de inmediato, pero no lo rechazó, y eso era suficiente para Sanemi.

Esa noche, mientras Sanemi repasaba los eventos del día, una idea cruzó su mente. Sabía que Obanai era alguien reservado, pero también sabía que detrás de esa fachada había un hombre que cargaba mucho más de lo que dejaba ver. Si quería ganar su confianza, tendría que demostrar que estaba dispuesto a entenderlo, incluso si eso significaba esperar.

Sanemi sonrió para sí mismo. Rendiría todas sus herramientas, todos sus recursos, y toda su paciencia en esta conquista. Porque, por primera vez en su vida, estaba dispuesto a hacer las cosas bien.

Sanemi estaba acostumbrado a que las cosas funcionaran a su manera. En los negocios, imponía su voluntad, y en su vida personal, los demás solían adaptarse a sus caprichos. Pero con Obanai, todo era diferente.

El omega no se lo ponía fácil. Entre el trabajo, que manejaba con una precisión impecable, y las responsabilidades con Kaito, no había espacio para "citas" o momentos ociosos. Y aunque Sanemi entendía eso, también le frustraba no poder encontrar el momento adecuado para acercarse más.

Esa mañana, Sanemi lo observó desde la distancia mientras Obanai revisaba un conjunto de documentos importantes. A simple vista, parecía como siempre: concentrado, eficiente, impenetrable. Pero ahora Sanemi sabía más. Sabía del peso que cargaba, del esfuerzo que hacía para equilibrar su vida profesional y personal.

Sanemi dejó escapar un suspiro. Si quería ser parte de su vida, tendría que demostrarle que no era una carga más, sino alguien capaz de aligerar el peso que llevaba.

Decidió actuar.

—Iguro —lo llamó al pasar por su escritorio.

El omega levantó la mirada con un leve gesto de cansancio.

—¿Qué necesitas ahora?

Sanemi se detuvo frente a él, cruzándose de brazos.

—Quiero que tomes el resto del día libre.

Obanai parpadeó, sorprendido.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque has estado trabajando sin descanso desde que volviste del celo. Ve a casa, pasa tiempo con tu hijo o haz lo que quieras, pero quiero que descanses.

Obanai lo miró con desconfianza.

—¿Qué estás tramando, Sanemi?

—Nada —respondió el alfa con sinceridad—. Solo estoy siendo razonable.

El omega pareció considerarlo por un momento antes de soltar un leve suspiro.

—Está bien. Pero si algo sale mal mientras no estoy, no te quejes.

Sanemi sonrió.

—No lo haré.

Esa tarde, mientras Obanai disfrutaba de su inesperado tiempo libre, Sanemi se dedicó a un plan más ambicioso. Habló con Kanae, organizó una reunión con los empleados clave, y redistribuyó responsabilidades para asegurarse de que Obanai pudiera tener un horario más flexible. No era algo que pudiera resolver de un día para otro, pero estaba dispuesto a hacer los ajustes necesarios para facilitarle las cosas.

Cuando Obanai regresó al día siguiente, encontró que su carga de trabajo había disminuido notablemente. Al principio, sospechó que era un intento de Sanemi por impresionarlo, pero al ver que todo estaba perfectamente organizado, no pudo evitar sentirse agradecido.

—¿Qué hiciste? —le preguntó al alfa cuando lo encontró en su oficina.

Sanemi levantó la mirada de sus papeles y sonrió.

—Solo estoy resolviendo problemas. Soy bueno en eso, ¿recuerdas?

Obanai lo miró fijamente por un momento antes de soltar un leve suspiro.

—Gracias... supongo.

Sanemi dejó escapar una pequeña risa.

—No tienes que agradecerme, Iguro. Solo estoy haciendo mi parte.

Por primera vez, Obanai no tuvo una respuesta sarcástica. Aunque seguía siendo cauteloso, no podía ignorar el esfuerzo genuino del alfa. Quizá, solo quizá, Sanemi estaba logrando abrirse un espacio en su vida. 

Continuará...

TNoel: Publicaciones nocturnas porque comenzaré la chamba y no sé si me dé tiempo de subirlo en las mañanas. Sujeto a sus preferencias, claramente, gracias por el apoyo. Bienvenido a los nuevos lectores y a los fieles, espero que este libro sea de su agrado e interés. ♥♪

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro