Capítulo 1: Bajo el Velo de la Mafia
La lluvia caía con furia sobre las calles iluminadas de Tokio. Los neones parpadeaban con una luz enfermiza, reflejando el caos y la corrupción que acechaban en cada rincón. Obanai Iguro y Sanemi Shinazugawa, dos de los mejores agentes encubiertos de la Policía Metropolitana, observaban desde el callejón oscuro que daba vista a uno de los clubes nocturnos de la mafia de Muzan, la organización criminal más poderosa del país.
-Mierda -bufó Sanemi, cruzándose de brazos-. No puedo creer que tengamos que hacer esta estúpida farsa.
-Cierra la boca y concéntrate -susurró Obanai, ocultando su boca con el cuello alto de su abrigo. Sus ojos bicolores brillaban con cautela-. Si queremos infiltrarnos, tenemos que seguir el plan.
El "plan" era una estrategia desesperada. Tras un error de cálculo, habían quedado expuestos ante un subalterno de la mafia, quien había malinterpretado su situación y los había identificado como una pareja en busca de un "lugar seguro". Para no levantar sospechas y evitar la muerte inmediata, el alto mando había decidido mantener la fachada. Ahora debían infiltrarse como amantes que buscaban trabajar bajo el ala de Muzan.
Sanemi rechinó los dientes y se pasó la mano por el cabello blanco, despeinándolo aún más.
-No puedo creer que me tengas que tocar, serpiente de mierda.
Obanai entornó los ojos.
-No es mi idea de un buen momento, pero prefiero esto a que nos descuarticen y metan nuestros cuerpos en bolsas de basura.
El club "Infinity" era un antro de luces rojas y sombras. Hombres y mujeres de rostros afilados y miradas calculadoras se movían entre el humo de cigarrillo y el aroma de licor. La música retumbaba en el suelo de madera, y la seguridad del lugar estaba conformada por hombres que claramente no dudaban en ensuciarse las manos.
Un joven de rostro andrógino y mirada astuta se acercó a ellos. Tenía el cabello bien peinado hacia atrás, azabache con tintes rosados, excéntrico y vestía un traje de diseño impecable.
-Así que ustedes dos son los nuevos -dijo con voz melódica-. Me dijeron que buscan refugio con nosotros.
Sanemi entrecerró los ojos, pero Obanai fue rápido en tomar la iniciativa. Se giró hacia Sanemi y, para su horror, le pasó un brazo por la cintura.
-Así es -confirmó Obanai con una sonrisa fingida-. Mi pareja y yo necesitamos un sitio seguro. Escuchamos que la familia Kibutsuji es generosa con los suyos.
Sanemi sintió que la piel se le erizaba de repulsión, pero se obligó a no apartarlo. Murió un poco por dentro cuando tuvo que forzar una sonrisa débil.
-Sí... Nos vendría bien un poco de protección.
El joven los observó con desconfianza por un instante, pero luego asintió.
-Muy bien. No trabajamos con cualquiera. Deben demostrar su lealtad. Pero, si de verdad quieren estar aquí... primero deben conocer al jefe.
Obanai y Sanemi intercambiaron miradas rápidas, ambos sintiendo la misma tensión latente. Si debían enfrentarse cara a cara con Muzan Kibutsuji, su actuación tendría que ser impecable. No había margen de error. Uno solo... y estarían muertos.
Y, lo que era peor para Sanemi, tendría que aguantar más tiempo fingiendo que le gustaba estar pegado a Obanai.
Por el momento, los integrantes de la mafia habían sido sorprendentemente hospitalarios con ellos. Les habían ofrecido un cuarto-matrimonial, por supuesto-y un cambio de ropa, ya que la que llevaban estaba completamente empapada por la lluvia. No había opciones ni tiempo para discutir, así que ambos aceptaron en silencio.
Sanemi se miraba al espejo con fastidio, observando su reflejo con una mueca de puro desagrado. El traje que le habían dado le quedaba demasiado ajustado para su gusto, y el hecho de que tuviera que compartir la misma habitación con Obanai lo ponía de peor humor. La vida lo odiaba, no había otra explicación. Tener que actuar como pareja de ese maldito enano era el castigo más absurdo que podía recibir.
Se giró y vio a Obanai apoyado en la pared, con su típica expresión de calma imperturbable, ya vestido con la ropa de la mafia. Le molestaba aún más que él pareciera llevarlo con tanta naturalidad.
-Escucha, serpiente de mierda -espetó Sanemi, señalándolo con el dedo-, quiero que te quede bien claro quién es el hombre en esta relación ficticia.
Obanai arqueó una ceja, completamente impasible.
-¿Eso qué demonios significa?
Sanemi apretó los dientes.
-Que yo llevo la voz cantante aquí. Si alguien nos hace preguntas, si alguien duda de nuestra relación, yo soy el que manda.
Obanai dejó escapar un suspiro y se cruzó de brazos.
-¿Me estás diciendo que en este teatro ridículo, encima quieres ser el que domine?
-Exactamente -afirmó Sanemi sin dudarlo.
Obanai se llevó una mano al rostro, como si estuviera reuniendo paciencia.
-Haremos lo que sea necesario para mantener la fachada. No me importa si quieres hacerte el macho alfa -dijo con tono sarcástico-. Pero más te vale no arruinar esto con tu maldita impulsividad.
Sanemi bufó, pero antes de que pudiera responder, alguien golpeó la puerta. Ambos se tensaron de inmediato.
-Vamos -se escuchó una voz profunda al otro lado.
Se miraron y, tras un silencioso acuerdo, Sanemi abrió la puerta. Del otro lado estaba el mismo joven, el que los había recibido en la organización. Llevaba las manos en los bolsillos de su costoso traje y los miraba con una mezcla de curiosidad y autoridad.
-El jefe quiere verlos -anunció sin rodeos.
El estómago de Sanemi se revolvió. Apenas habían tenido tiempo para adaptarse al plan y ya estaban siendo llamados ante Kibutsuji Muzan en persona. La farsa apenas estaba comenzando, y si cometían un solo error, su infiltración se acabaría antes de empezar.
Obanai dio un paso adelante, su rostro tan sereno como siempre.
-Estamos listos -dijo sin titubear.
Sanemi tragó saliva, sintiendo el peso de la situación caer sobre sus hombros. No importaba lo ridícula que fuera su fachada, ahora mismo su prioridad era una sola: sobrevivir.
Sanemi y Obanai siguieron al joven por un pasillo alfombrado, iluminado por lámparas de tonos cálidos que contrastaban con la fría hostilidad que flotaba en el aire. Cada paso que daban los acercaba más a la boca del lobo. El silencio entre ambos era pesado, pero ninguno podía permitirse demostrar nerviosismo.
Al llegar a una enorme puerta de madera tallada, su guía se detuvo y los miró con una sonrisa cínica.
-Sean cuidadosos con lo que dicen -advirtió-. El jefe no tolera la estupidez.
No tuvieron tiempo de responder antes de que la puerta se abriera.
El interior del despacho era espacioso y lujoso, con una gran ventana que daba a la ciudad iluminada. Frente a un escritorio de madera oscura, una figura alta y elegante se encontraba sentada, observándolos con una calma aterradora.
Kibutsuji Muzan.
Su presencia era abrumadora. Vestía un traje negro impecable, y su rostro inhumanamente hermoso se mantenía inmutable mientras sus ojos rojos los analizaban como si pudiera ver a través de sus mentiras.
-Así que ustedes son los nuevos -su voz era suave, pero cargada de autoridad-. He oído cosas interesantes sobre ustedes.
Sanemi tragó saliva, pero se obligó a mantener su expresión neutral. Sabía que cualquier vacilación podría ser fatal.
Obanai fue el primero en inclinarse ligeramente en señal de respeto.
-Es un honor estar aquí, señor Kibutsuji -dijo con su tono calmado-. Apreciamos la oportunidad.
Muzan entrecerró los ojos, ladeando ligeramente la cabeza.
-Díganme... ¿qué pueden ofrecerme?
Sanemi sintió que su mandíbula se tensaba. Sabía que esta era la prueba definitiva. Muzan no aceptaría a nadie en su círculo sin una buena razón.
-Lealtad absoluta -respondió con firmeza-. Y habilidades que le serán útiles.
El jefe de la mafia esbozó una sonrisa mínima.
-Eso dicen muchos. Pero yo no confío en las palabras. Prefiero los hechos.
Chasqueó los dedos, y al instante, la puerta se abrió de nuevo. Dos hombres corpulentos entraron, llevando a rastras a un tercero. Este último tenía el rostro cubierto de golpes y las manos atadas a la espalda.
-Este hombre me traicionó -explicó Muzan con indiferencia-. Si realmente quieren quedarse, demuéstrenme su lealtad. Mátenlo.
El silencio en la habitación se hizo insoportable.
Sanemi sintió que su corazón se aceleraba. No podía matar a un hombre inocente, pero rechazar la orden significaba condenarse a sí mismo y a Obanai.
Obanai, por su parte, no mostró ninguna reacción visible, pero sus dedos se crisparon levemente.
-Bueno... -Muzan apoyó la barbilla en su mano-. ¿A qué esperan?
Sanemi y Obanai intercambiaron una mirada fugaz. Este era el momento decisivo. Cualquier movimiento en falso y su misión terminaría antes de comenzar. Se miraron en silencio. Años de trabajo juntos les habían enseñado a comunicarse sin palabras.
Sanemi se acercó lentamente a Obanai, sosteniéndolo por el mentón con una delicadeza forzada. La tensión en el aire era insoportable.
-Por nosotros -murmuró con una voz que sólo Obanai pudo oír.
Era un acto, una representación perfecta de dos amantes que sellaban su unión con sangre. Un espectáculo que Muzan y sus hombres esperaban con expectación.
Obanai, sin apartar la mirada de Sanemi, tomó el arma que les habían proporcionado y se la ofreció con un gesto calculado. Su sonrisa cínica encajaba a la perfección en el papel que interpretaba.
Sanemi tomó el arma con seguridad, girándose hacia el hombre arrodillado frente a ellos. Su víctima respiraba agitadamente, con el miedo reflejado en sus ojos hinchados por los golpes.
No podía vacilar.
El sonido del disparo resonó en la habitación como un trueno.
El cuerpo cayó al suelo, inerte. Un charco de sangre comenzó a expandirse lentamente bajo él.
Sanemi no desvió la mirada, manteniendo su expresión firme. Obanai, a su lado, se mantuvo impasible, como si no hubiera sucedido nada fuera de lo normal.
Un silencio tenso se apoderó de la habitación.
Entonces, Muzan sonrió.
-Interesante -musitó, apoyando los dedos en su mentón-. Me gusta su determinación.
Los ojos de Sanemi se encontraron con los de Obanai. Lo habían logrado. Por ahora.
-Bienvenidos a la familia -sentenció Muzan.
Y con esas palabras, su descenso al infierno acababa de comenzar.
Continuará...
TentasticNoel:
¡Gracias por leer el primer capítulo de Amor Encubierto! Su apoyo y entusiasmo significan muchísimo para mí. Espero que disfruten esta historia llena de tensión, acción y el lazo inquebrantable de Sanemi y Obanai.
⚠️ Descargo de responsabilidad: Esta es una obra de fanfiction, basada en personajes de Kimetsu no Yaiba, que pertenecen a Koyoharu Gotouge. No poseo los derechos y no obtengo beneficio económico de esta historia.
¡Nos vemos en los próximos capítulos! Se vienen muchas emociones, así que prepárense. 🖤✨
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